EN GUERRA los diez carteles se disputan donde se produce la mayor cantidad de amapola en Guerrero
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EN GUERRA los diez carteles se disputan donde se produce la mayor cantidad de amapola en Guerrero
Con un alcalde que enfrenta denuncias por crimen organizado y se mueve bajo la protección de cuatro civiles con fusiles de asalto alemanes HK calibre .223 (armas de uso exclusivo del Ejército), San Miguel Totolapan muestra cifras que lo hacen parecer un grave problema en sí mismo;
Una cantidad de homicidios que se multiplicó 10 veces entre 2005 y 2013, hasta alcanzar un índice de crímenes de 150 por cada 100 mil habitantes [ocho veces el ya elevado promedio nacional].
Una producción de amapola tan extendida que las autoridades erradicaron más kilómetros cuadrados de cultivos (169) ahí que en cualquier otra demarcación de Guerrero entre 1994 y 2003.
La presencia de cinco bandas delincuenciales que se disputan su territorio.
Fuerzas federales que desarmaron a la policía municipal en octubre, pero sólo imponen una precaria calma en la cabecera municipal.
Grupos de autodefensa formados para enfrentar los ataques y el control de los sicarios.
La expulsión de cuando menos mil 714 habitantes [según la agencia de noticias Quadratín] que han tenido que dejar poblaciones vacías y buscar refugio en albergues improvisados o incorporarse a la mendicidad urbana en Chilpancingo, Cuernavaca o la ciudad de México.
“Lo único que les puedo decir es que estamos trabajando y… pues que vamos para arriba. Me voy a un evento. Tengan claro que sólo en la cabecera municipal están seguros. ¡Y no todo el día! No anden por ahí porque los matan”, dijo el alcalde priísta Saúl Beltrán Orozco, a los reporteros en la plaza, que estaban rodeados por sus guardias, antes de marcharse.
Según informaciones de inteligencia dadas a conocer en la prensa en noviembre pasado, el presidente municipal es uno de los por lo menos 12 de la que son investigados por presuntos nexos con grupos criminales
Además este mismo hombre enfrenta denuncias de haber protegido a sicarios de Guerreros Unidos que escapaban de Iguala en octubre pasado (presentada por representantes de grupos de autodefensas en Chilpancingo en noviembre de 2014) y por trabajar para el cártel Jalisco Nueva Generación (hecha en la radio local por el diputado federal Catalino Duarte, en diciembre pasado).
Varios lugareños interpretan las palabras del alcalde dirigidas a los reporteros: “Si entendieron bien, significa lárguense de aquí ahorita”, resume un vecino que no da su nombre, otro advierte: “Pero no pueden regresar por donde vinieron, ya los esperan”. “¡Tienen que cruzar el río Balsas!”, apremian. Pero tampoco esa es una ruta segura. No las hay en este sitio.
Sólo con protección militar
No existe duda de que San Miguel Totolapan sufre un grave problema.
Aunque no lo tiene en exclusiva, ya que lo comparte con otros 20 municipios al norte y al sur de la sierra guerrerense, una región mal comunicada que comprende más de 40% del estado.
En una investigación realizada por El Universal y la revista Esquire Latinoamérica revela que al menos 10 grupos del crimen organizado, cinco cárteles y cinco bandas locales, se disputan “El Pentágono de la Amapola”, un territorio donde se produce 42% del llamado oro rojo.
Según datos del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Justicia Penal, en algunos de los municipios de esta zona flanqueada por ocho bases militares, la cifra de homicidios dolosos equivale hasta ocho veces la media nacional.
Por lo que Alcaldes, funcionarios y habitantes de la región cuentan que más allá de las cabeceras municipales no hay presencia de policías municipales, y los agentes federales entran a cuenta gotas y casi siempre sólo si van acompañados de elementos del Ejército.
Aunque ninguna asociación civil o gubernamental tiene un registro ordenado, las cifras de desaparecidos se cuentan por decenas, y los desplazados suman cientos.
Este jugoso botín de la amapola mexicana está enmarcado en una figura pentagonal, cuyos vértices son cinco cabeceras municpales: Iguala, Chilpancingo, Acapulco, Zihuatanejo y Coyuca de Catalán.
Así las carreteras federales alrededor del pentágono son cuatro: la 95 que une al Distrito Federal con Acapulco, pasando por Iguala; la 51, que corre de esta urbe hacia Michoacán, pasando por Ciudad Altamirano; la 134, que de aquí baja a Zihuatanejo, por donde pasa la 200 que, paralela al Océano Pacífico, llega a Acapulco.
Más que ser el centro político de este extenso municipio de dos mil 474 kilómetros cuadrados, este pueblo semeja estar preso dentro de la demarcación que encabeza.
Si al venir de Ajuchitlán (cuya situación es muy parecida), los periodistas cruzaron desde el oeste la línea de combate entre el territorio que controlan Los Caballeros Templarios y Jalisco Nueva Generación, la salida más allá del río Balsas, hacia el norte por Santa Ana del Águila y hasta el crucero de Poliutla de la carretera 51, es zona de sangrienta disputa con La Familia Michoacana.
A 20 kilómetros al este, río arriba, están las comunidades de Villa Hidalgo (El Cubo), El Remance y El Terrero, donde “la policía no se acerca si no van por delante los soldados”, explica un totolapense.
En ese sitio, el 16 de julio de 2013, un recio combate entre bandas forzó la huida de 631 pobladores. Y al sur, por donde los caminos de terracería se dirigen a las comunidades abandonadas en parte de Linda Vista, Petlacala y Tehuehuetla, “para subir a la sierra, sólo con protección del Ejército y no va muy seguido”, explica el vecino.
La Gavia, el primer poblado a sólo 15 minutos, “es como un cuartel de malandros donde a uno lo reciben a tiros”.
Marino Ocampo Salmerón, nativo de Totolapan y coordinador de Protección Civil en la región de Tierra Caliente, termina de poner en claro que salir del pueblo puede costar la vida: “Lo digo con la mejor voluntad”.
En lo mismo coinciden autoridades, activistas y personas a lo largo de “El Pentágono de la Amapola”: hacia el interior de este territorio cuasi-independiente y sin gobierno, fuera de las cabeceras municipales, y a veces dentro de ellas, no hay autoridad que garantice la protección de los ciudadanos.
Un agente del Ministerio Público, en Coyuca de Catalán advierte que los reporteros “solo con mucha suerte” pasarían con vida los retenes que mantienen los criminales en los caminos de ese municipio, del Ajuchitán de Tierra caliente.
Su tres alcaldes anteriores sufrieron secuestros y sólo uno regresó con vida y del de San Miguel Totolapan.
Hacia el oriente, en Apaxtla, pese a que la seguridad está a cargo del Ejército y de la Policía Federal, el alcalde Efraín Peña Damacio explica que en su pueblo “ya no hay ni un secuestro”, pero en las comunidades cercanas siguen dominando los delincuentes.
En Chilpancingo, un indígena de unos 50 años, quien teme represalias si da su nombre, bajó a pedirle seguridad al gobierno para las comunidades de la sierra porque se hallan atrapadas en la guerra entre bandas: “los soldados y policías sólo están en la cabecera municipal y no suben a las rancherías”.
En Técpan, Isidro Urióstegui, comisariado ejidal de San Juan Tehuehuetla, explica que él y los 165 habitantes de Las Mesas II fueron expulsados a balazos dos veces, en agosto de 2013 y en enero de 2014, y ahora quieren ser reubicados en la costa porque no tienen apoyo para regresar: se dirigió varias veces al general Francisco Leana Ojeda, en la 35 Zona Militar de Chilpancin.
Al norte y al sur de la sierra guerrerense se encuentra el "Pentágono de la amapola", una región mal comunicada que comprende más de 40% del estado (unos 27 mil kilómetros, con la República de Haití). (Con información del Universal)
fuente : http://noticiasentreamigosveracruz.blogspot.mx/2015/02/en-guerra-diez-carteles-se-disputan.html
Una cantidad de homicidios que se multiplicó 10 veces entre 2005 y 2013, hasta alcanzar un índice de crímenes de 150 por cada 100 mil habitantes [ocho veces el ya elevado promedio nacional].
Una producción de amapola tan extendida que las autoridades erradicaron más kilómetros cuadrados de cultivos (169) ahí que en cualquier otra demarcación de Guerrero entre 1994 y 2003.
La presencia de cinco bandas delincuenciales que se disputan su territorio.
Fuerzas federales que desarmaron a la policía municipal en octubre, pero sólo imponen una precaria calma en la cabecera municipal.
Grupos de autodefensa formados para enfrentar los ataques y el control de los sicarios.
La expulsión de cuando menos mil 714 habitantes [según la agencia de noticias Quadratín] que han tenido que dejar poblaciones vacías y buscar refugio en albergues improvisados o incorporarse a la mendicidad urbana en Chilpancingo, Cuernavaca o la ciudad de México.
“Lo único que les puedo decir es que estamos trabajando y… pues que vamos para arriba. Me voy a un evento. Tengan claro que sólo en la cabecera municipal están seguros. ¡Y no todo el día! No anden por ahí porque los matan”, dijo el alcalde priísta Saúl Beltrán Orozco, a los reporteros en la plaza, que estaban rodeados por sus guardias, antes de marcharse.
Según informaciones de inteligencia dadas a conocer en la prensa en noviembre pasado, el presidente municipal es uno de los por lo menos 12 de la que son investigados por presuntos nexos con grupos criminales
Además este mismo hombre enfrenta denuncias de haber protegido a sicarios de Guerreros Unidos que escapaban de Iguala en octubre pasado (presentada por representantes de grupos de autodefensas en Chilpancingo en noviembre de 2014) y por trabajar para el cártel Jalisco Nueva Generación (hecha en la radio local por el diputado federal Catalino Duarte, en diciembre pasado).
Varios lugareños interpretan las palabras del alcalde dirigidas a los reporteros: “Si entendieron bien, significa lárguense de aquí ahorita”, resume un vecino que no da su nombre, otro advierte: “Pero no pueden regresar por donde vinieron, ya los esperan”. “¡Tienen que cruzar el río Balsas!”, apremian. Pero tampoco esa es una ruta segura. No las hay en este sitio.
Sólo con protección militar
No existe duda de que San Miguel Totolapan sufre un grave problema.
Aunque no lo tiene en exclusiva, ya que lo comparte con otros 20 municipios al norte y al sur de la sierra guerrerense, una región mal comunicada que comprende más de 40% del estado.
En una investigación realizada por El Universal y la revista Esquire Latinoamérica revela que al menos 10 grupos del crimen organizado, cinco cárteles y cinco bandas locales, se disputan “El Pentágono de la Amapola”, un territorio donde se produce 42% del llamado oro rojo.
Según datos del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Justicia Penal, en algunos de los municipios de esta zona flanqueada por ocho bases militares, la cifra de homicidios dolosos equivale hasta ocho veces la media nacional.
Por lo que Alcaldes, funcionarios y habitantes de la región cuentan que más allá de las cabeceras municipales no hay presencia de policías municipales, y los agentes federales entran a cuenta gotas y casi siempre sólo si van acompañados de elementos del Ejército.
Aunque ninguna asociación civil o gubernamental tiene un registro ordenado, las cifras de desaparecidos se cuentan por decenas, y los desplazados suman cientos.
Este jugoso botín de la amapola mexicana está enmarcado en una figura pentagonal, cuyos vértices son cinco cabeceras municpales: Iguala, Chilpancingo, Acapulco, Zihuatanejo y Coyuca de Catalán.
Así las carreteras federales alrededor del pentágono son cuatro: la 95 que une al Distrito Federal con Acapulco, pasando por Iguala; la 51, que corre de esta urbe hacia Michoacán, pasando por Ciudad Altamirano; la 134, que de aquí baja a Zihuatanejo, por donde pasa la 200 que, paralela al Océano Pacífico, llega a Acapulco.
Más que ser el centro político de este extenso municipio de dos mil 474 kilómetros cuadrados, este pueblo semeja estar preso dentro de la demarcación que encabeza.
Si al venir de Ajuchitlán (cuya situación es muy parecida), los periodistas cruzaron desde el oeste la línea de combate entre el territorio que controlan Los Caballeros Templarios y Jalisco Nueva Generación, la salida más allá del río Balsas, hacia el norte por Santa Ana del Águila y hasta el crucero de Poliutla de la carretera 51, es zona de sangrienta disputa con La Familia Michoacana.
A 20 kilómetros al este, río arriba, están las comunidades de Villa Hidalgo (El Cubo), El Remance y El Terrero, donde “la policía no se acerca si no van por delante los soldados”, explica un totolapense.
En ese sitio, el 16 de julio de 2013, un recio combate entre bandas forzó la huida de 631 pobladores. Y al sur, por donde los caminos de terracería se dirigen a las comunidades abandonadas en parte de Linda Vista, Petlacala y Tehuehuetla, “para subir a la sierra, sólo con protección del Ejército y no va muy seguido”, explica el vecino.
La Gavia, el primer poblado a sólo 15 minutos, “es como un cuartel de malandros donde a uno lo reciben a tiros”.
Marino Ocampo Salmerón, nativo de Totolapan y coordinador de Protección Civil en la región de Tierra Caliente, termina de poner en claro que salir del pueblo puede costar la vida: “Lo digo con la mejor voluntad”.
En lo mismo coinciden autoridades, activistas y personas a lo largo de “El Pentágono de la Amapola”: hacia el interior de este territorio cuasi-independiente y sin gobierno, fuera de las cabeceras municipales, y a veces dentro de ellas, no hay autoridad que garantice la protección de los ciudadanos.
Un agente del Ministerio Público, en Coyuca de Catalán advierte que los reporteros “solo con mucha suerte” pasarían con vida los retenes que mantienen los criminales en los caminos de ese municipio, del Ajuchitán de Tierra caliente.
Su tres alcaldes anteriores sufrieron secuestros y sólo uno regresó con vida y del de San Miguel Totolapan.
Hacia el oriente, en Apaxtla, pese a que la seguridad está a cargo del Ejército y de la Policía Federal, el alcalde Efraín Peña Damacio explica que en su pueblo “ya no hay ni un secuestro”, pero en las comunidades cercanas siguen dominando los delincuentes.
En Chilpancingo, un indígena de unos 50 años, quien teme represalias si da su nombre, bajó a pedirle seguridad al gobierno para las comunidades de la sierra porque se hallan atrapadas en la guerra entre bandas: “los soldados y policías sólo están en la cabecera municipal y no suben a las rancherías”.
En Técpan, Isidro Urióstegui, comisariado ejidal de San Juan Tehuehuetla, explica que él y los 165 habitantes de Las Mesas II fueron expulsados a balazos dos veces, en agosto de 2013 y en enero de 2014, y ahora quieren ser reubicados en la costa porque no tienen apoyo para regresar: se dirigió varias veces al general Francisco Leana Ojeda, en la 35 Zona Militar de Chilpancin.
Al norte y al sur de la sierra guerrerense se encuentra el "Pentágono de la amapola", una región mal comunicada que comprende más de 40% del estado (unos 27 mil kilómetros, con la República de Haití). (Con información del Universal)
fuente : http://noticiasentreamigosveracruz.blogspot.mx/2015/02/en-guerra-diez-carteles-se-disputan.html
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