JAQUE AL PRESIDENTE: EL PODER DE LOS GOBERNADORES
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JAQUE AL PRESIDENTE: EL PODER DE LOS GOBERNADORES
aqui les dejo un dato historico de como en tiempos despues de la revolucion los gobernadores de los estados tuvieron un poco de mas poder que el propio presidente de la republica y que a lo mejor sigue en nuestros días.
"Por Carlos Silva Cázares*
Después de la promulgación de la Carta Magna en 1917, los gobernadores del país alcanzaron un papel preponderante en la formación del nuevo Estado mexicano. A partir de entonces, nació, como señala el historiador Carlos Martínez Assad, “el compromiso de que, para ser apoyados desde el centro, los gobernadores debían corresponder a sus favores”.
Sin embargo, este centralismo político permitió que los gobernantes estatales -“medio caciques, medio caudillos militares, medio nuevos ricos hechos a imagen y semejanza del presidente de la República”- se fortalecieran de manera inconmensurable, incluso en contra de la lógica política del Estado.
Durante los años posrevolucionarios, en más de una ocasión, gobernadores como Tomás Garrido Canabal en Tabasco, Saturnino Cedillo en San Luis Potosí y Adalberto Tejeda en Veracruz, desde su feudo regional, pusieron en jaque a la maquinaria política del centro. La autonomía política y hasta económica con que se desenvolvían estos personajes, así como su marcada influencia en las decisiones políticas del país, se acrecentó con el tiempo, a tal grado, que durante la presidencia del general Lázaro Cárdenas, a diecisiete gobernadores se les exigió su renuncia.
Saturnino Cedillo, gobernador y cacique de San Luis Potosí, fue uno de los hombres que pusieron en jaque al poder federal.
Con ello quedaba demostrado, que aún con una fuerza propia y aparentemente ilimitada, el poder regional y el de sus hombres se encontraba acotado y supeditado al poder divino-presidencial. Aunque ello no significara que el monstruo regional, creado por el mismo gobierno, no reclamara “sus” derechos a través de manifestaciones obreras y campesinas, berrinches políticos y levantamientos armados, tan en comunes en aquellos tiempos. Para los inconformes, el gobierno echaba mano dura, volviendo al redil a sus huestes.
Con la institucionalización del sistema político mexicano en 1929, a partir de la fundación del Partido Nacional Revolucionario, el gobierno del centro logró, en buena medida, la “domesticación” de sus hombres. Sin embargo, las propias necesidades de la maquinaria política en formación, crearon y profundizaron vacíos y lagunas de poder, que los hombres fuertes de las regiones, aún indispensables para el desarrollo político del país, se encargaron de llenar a favor de sus propios intereses.
El poder de los gobernadores
En 1939, ante la inminente descomposición de la presidencia cardenista, un grupo de gobernadores, encabezados por el jefe de gobierno poblano Maximino Ávila Camacho, formaron el Bloque de Gobernadores de la República Mexicana, con el principal objetivo de dirigir las tendencias políticas para influir en la designación del futuro candidato oficial a la presidencia de la República.
La conjura de gobernadores dio resultados a medias, pues Maximino no fue ungido por el presidente Cárdenas –como pretendía- para que lo sucediera en el cargo. Sin embargo, las presiones del Bloque de Gobernadores hicieron que resultara electo su hermano Manuel, quien aparecía inesperadamente como el candidato presidencial, ante la muerte del Secretario de Guerra, Andrés Figueroa, aparentemente el sucesor natural de Cárdenas.
De este modo, con la formación del Bloque de Gobernadores de la República Mexicana, el poder regional volvió a tocar los niveles más altos de poder e influencia con respecto al gobierno del centro y aunque existieron algunos intentos por parte del presidente Ávila Camacho por imponer su máxima autoridad, la organización sentó el precedente de la proliferación de fuerzas políticas contrarias al centralismo presidencial, aún y cuando éstas no necesariamente representaban al poder oficial del Estado.
La aparente suavidad y manga ancha de la política avilacamachista, fomentó, inconscientemente el fortalecimiento de organizaciones políticas y civiles (algunas de ellas nacidas durante los primeros años de la posrevolución), permitiendo el afianzamiento de desaforados poderes regionales, los cuales, con el tiempo, se vislumbraron como inamovibles cacicazgos.
Con esa fuerza extraordinaria y bien organizada, los gobernadores cobraron mayor trascendencia en la influencia política del país, incluso por encima de algunos Secretarios de Estado. De alguna manera, comenzaron a marcar el ritmo y la forma de vida de las colectividades que representaban. Por ellos pasaban las garantías y progreso de sus regiones, la seguridad para las personas y sus propiedades, los estímulos para el trabajo y las empresas y por supuesto las posibilidades de adelanto y mejoramiento. Estas razones, poco a poco comenzaron a dificultar la acción del Poder Ejecutivo.
Más aún, cuando en 1943 vino el cambio de más de la mitad de los gobernadores del país. Gonzalo N. Santos, quien logró la gubernatura de su estado natal, San Luis Potosí, se convirtió en el presidente del Bloque. Antes, de tomar posesión, mediante un “tormento a la Constitución”, logró que el periodo para gobernador se extendiera de cuatro a seis años. Además de ello, impuso que algunas de las deudas públicas contraídas por los estados con la federación fueran suprimidas y en el colmo del aprovechamiento político, hizo que el presupuesto de algunos estados fuera aumentado de cuatro a doce millones de pesos anuales.
El gobierno del presidente Ávila Camacho intentó, con reservas, volver a la tradicional supeditación forzosa de los estados frente al centro, sin obtener resultados inmediatos. Por lo pronto, a finales de ese mismo 1943, limitó el ingreso al partido de las fuerzas militares, por lo que, por lo menos el 80% de los militares, en su mayoría participantes del movimiento revolucionario, quedaron al margen de aspirar a cargos de elección popular.
Sin embargo, las medidas presidenciales para limitar el poder de los gobernadores de los estados no fueron suficientes. Fue necesario el paso del tiempo y el cambio generacional para que las nuevas formas políticas hallaran su cauce y el Ejecutivo Federal concentrara el poder nacional a cambio de ciertas concesiones y beneficios.
El poder irrefrenable de los gobernadores de la posrevolución era tan amplio que incluso irradiaba a las mentes preclaras de algunos hombres, que en otros tiempos habían luchado contra ello. El ideólogo del zapatismo, Antonio Díaz Soto y Gama opinaba así de Santos: “Impulsivo a ratos, tropicalmente pasional, posee una inteligencia despejada y ha aprendido a sacar provecho de las lecciones de la vida. Quiere crearse una posibilidad como edificador y como creador de nuevas fuentes de riqueza. Quiere demostrar que los revolucionarios también sabemos construir. No hay duda que pueda hacerlo”.
Posiblemente las formas no fueron del todo las más viables. Sin embargo, no se puede negar que a partir de aquella época el país entró de lleno en un periodo de reconstrucción. Y como decía el filósofo Alfonso Caso: “la vida que anima el cuerpo de la sociedad moderna está sostenida por el esqueleto del pasado, y no hay un fenómeno social: lengua, religión, política, derecho, modas costumbres, virtudes y crímenes, que no pueda explicarse por su historia”.
*El autor es historiador de la UNAM"
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"Por Carlos Silva Cázares*
Después de la promulgación de la Carta Magna en 1917, los gobernadores del país alcanzaron un papel preponderante en la formación del nuevo Estado mexicano. A partir de entonces, nació, como señala el historiador Carlos Martínez Assad, “el compromiso de que, para ser apoyados desde el centro, los gobernadores debían corresponder a sus favores”.
Sin embargo, este centralismo político permitió que los gobernantes estatales -“medio caciques, medio caudillos militares, medio nuevos ricos hechos a imagen y semejanza del presidente de la República”- se fortalecieran de manera inconmensurable, incluso en contra de la lógica política del Estado.
Durante los años posrevolucionarios, en más de una ocasión, gobernadores como Tomás Garrido Canabal en Tabasco, Saturnino Cedillo en San Luis Potosí y Adalberto Tejeda en Veracruz, desde su feudo regional, pusieron en jaque a la maquinaria política del centro. La autonomía política y hasta económica con que se desenvolvían estos personajes, así como su marcada influencia en las decisiones políticas del país, se acrecentó con el tiempo, a tal grado, que durante la presidencia del general Lázaro Cárdenas, a diecisiete gobernadores se les exigió su renuncia.
Saturnino Cedillo, gobernador y cacique de San Luis Potosí, fue uno de los hombres que pusieron en jaque al poder federal.
Con ello quedaba demostrado, que aún con una fuerza propia y aparentemente ilimitada, el poder regional y el de sus hombres se encontraba acotado y supeditado al poder divino-presidencial. Aunque ello no significara que el monstruo regional, creado por el mismo gobierno, no reclamara “sus” derechos a través de manifestaciones obreras y campesinas, berrinches políticos y levantamientos armados, tan en comunes en aquellos tiempos. Para los inconformes, el gobierno echaba mano dura, volviendo al redil a sus huestes.
Con la institucionalización del sistema político mexicano en 1929, a partir de la fundación del Partido Nacional Revolucionario, el gobierno del centro logró, en buena medida, la “domesticación” de sus hombres. Sin embargo, las propias necesidades de la maquinaria política en formación, crearon y profundizaron vacíos y lagunas de poder, que los hombres fuertes de las regiones, aún indispensables para el desarrollo político del país, se encargaron de llenar a favor de sus propios intereses.
El poder de los gobernadores
En 1939, ante la inminente descomposición de la presidencia cardenista, un grupo de gobernadores, encabezados por el jefe de gobierno poblano Maximino Ávila Camacho, formaron el Bloque de Gobernadores de la República Mexicana, con el principal objetivo de dirigir las tendencias políticas para influir en la designación del futuro candidato oficial a la presidencia de la República.
La conjura de gobernadores dio resultados a medias, pues Maximino no fue ungido por el presidente Cárdenas –como pretendía- para que lo sucediera en el cargo. Sin embargo, las presiones del Bloque de Gobernadores hicieron que resultara electo su hermano Manuel, quien aparecía inesperadamente como el candidato presidencial, ante la muerte del Secretario de Guerra, Andrés Figueroa, aparentemente el sucesor natural de Cárdenas.
De este modo, con la formación del Bloque de Gobernadores de la República Mexicana, el poder regional volvió a tocar los niveles más altos de poder e influencia con respecto al gobierno del centro y aunque existieron algunos intentos por parte del presidente Ávila Camacho por imponer su máxima autoridad, la organización sentó el precedente de la proliferación de fuerzas políticas contrarias al centralismo presidencial, aún y cuando éstas no necesariamente representaban al poder oficial del Estado.
La aparente suavidad y manga ancha de la política avilacamachista, fomentó, inconscientemente el fortalecimiento de organizaciones políticas y civiles (algunas de ellas nacidas durante los primeros años de la posrevolución), permitiendo el afianzamiento de desaforados poderes regionales, los cuales, con el tiempo, se vislumbraron como inamovibles cacicazgos.
Con esa fuerza extraordinaria y bien organizada, los gobernadores cobraron mayor trascendencia en la influencia política del país, incluso por encima de algunos Secretarios de Estado. De alguna manera, comenzaron a marcar el ritmo y la forma de vida de las colectividades que representaban. Por ellos pasaban las garantías y progreso de sus regiones, la seguridad para las personas y sus propiedades, los estímulos para el trabajo y las empresas y por supuesto las posibilidades de adelanto y mejoramiento. Estas razones, poco a poco comenzaron a dificultar la acción del Poder Ejecutivo.
Más aún, cuando en 1943 vino el cambio de más de la mitad de los gobernadores del país. Gonzalo N. Santos, quien logró la gubernatura de su estado natal, San Luis Potosí, se convirtió en el presidente del Bloque. Antes, de tomar posesión, mediante un “tormento a la Constitución”, logró que el periodo para gobernador se extendiera de cuatro a seis años. Además de ello, impuso que algunas de las deudas públicas contraídas por los estados con la federación fueran suprimidas y en el colmo del aprovechamiento político, hizo que el presupuesto de algunos estados fuera aumentado de cuatro a doce millones de pesos anuales.
El gobierno del presidente Ávila Camacho intentó, con reservas, volver a la tradicional supeditación forzosa de los estados frente al centro, sin obtener resultados inmediatos. Por lo pronto, a finales de ese mismo 1943, limitó el ingreso al partido de las fuerzas militares, por lo que, por lo menos el 80% de los militares, en su mayoría participantes del movimiento revolucionario, quedaron al margen de aspirar a cargos de elección popular.
Sin embargo, las medidas presidenciales para limitar el poder de los gobernadores de los estados no fueron suficientes. Fue necesario el paso del tiempo y el cambio generacional para que las nuevas formas políticas hallaran su cauce y el Ejecutivo Federal concentrara el poder nacional a cambio de ciertas concesiones y beneficios.
El poder irrefrenable de los gobernadores de la posrevolución era tan amplio que incluso irradiaba a las mentes preclaras de algunos hombres, que en otros tiempos habían luchado contra ello. El ideólogo del zapatismo, Antonio Díaz Soto y Gama opinaba así de Santos: “Impulsivo a ratos, tropicalmente pasional, posee una inteligencia despejada y ha aprendido a sacar provecho de las lecciones de la vida. Quiere crearse una posibilidad como edificador y como creador de nuevas fuentes de riqueza. Quiere demostrar que los revolucionarios también sabemos construir. No hay duda que pueda hacerlo”.
Posiblemente las formas no fueron del todo las más viables. Sin embargo, no se puede negar que a partir de aquella época el país entró de lleno en un periodo de reconstrucción. Y como decía el filósofo Alfonso Caso: “la vida que anima el cuerpo de la sociedad moderna está sostenida por el esqueleto del pasado, y no hay un fenómeno social: lengua, religión, política, derecho, modas costumbres, virtudes y crímenes, que no pueda explicarse por su historia”.
*El autor es historiador de la UNAM"
Titulos y/o textos completamente en mayusculas estan prohibidos en el foro.
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ARKANTOS68- Tropa/Marineria
- Cantidad de envíos : 134
Fecha de inscripción : 06/04/2011 Edad : 56
Re: JAQUE AL PRESIDENTE: EL PODER DE LOS GOBERNADORES
Yo siempre he estado de acuerdo en una confederacion, mas que en una federacion, donde cada estado tenga la oportunidad de decidir su destino sin tener que depender del centro, por eso se nos fue texas, y si sigue asi algunos del norte seguiran esos pasos.
OHG_MX- Clases/Maestres
- Cantidad de envíos : 359
Fecha de inscripción : 03/11/2010
Re: JAQUE AL PRESIDENTE: EL PODER DE LOS GOBERNADORES
Cual daran esos pasos si ni son capaces de subsistir asi como estan. Tamaulipas y Nuevo Leon no estan muy lejos de ser Estados Fallidos, Chihuahua no esta tan atras, Zacatecas y Coahuila van para alla. Lo mas $%#%$&% es que ellos solitos fueron los que se sabotearon, le dieron poder al narco y este se los comio vivos...
Re: JAQUE AL PRESIDENTE: EL PODER DE LOS GOBERNADORES
Texas no se nos fue, no los robaron los estadounidenses, ademas eran tiempos muy diferentes, el gobierno de aquella epoca era mucho mas centralizado. Hay que estudiar mas historia.
Alexanderss- Tropa/Marineria
- Cantidad de envíos : 120
Fecha de inscripción : 13/06/2011 Edad : 34
Re: JAQUE AL PRESIDENTE: EL PODER DE LOS GOBERNADORES
Si son bien mañosos esos &^%!@#$% weritos...
Powah- Miembro Honorario
- Cantidad de envíos : 2741
Fecha de inscripción : 22/10/2010 Edad : 92
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