México en la 2a Guerra Mundial
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México en la 2a Guerra Mundial
Recuerdo del primer mensaje :
El 1° de Junio de 1942, México declaro la guerra a Alemania debido a que dias antes los submarinos alemanes habia hundido 2 de nuestros barcos.
El 14 de Mayo de 1942 el U-564 torpedeo y hundia al buque "Porero del Llano" y dias mas tarde, el 21 de Mayo otro buque mexicano el "Faja de Oro" fue hundido por el U-106.
Ambos buques pertenecian a Petroleos Mexicanos (PEMEX)
Fuente y para ampliar su informacion en el siguiente link:
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(El tema si fusiona con otros varios, se mantiene separado el del Escuadrón 201 por su trascendencia disponible aqui:
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El 1° de Junio de 1942, México declaro la guerra a Alemania debido a que dias antes los submarinos alemanes habia hundido 2 de nuestros barcos.
El 14 de Mayo de 1942 el U-564 torpedeo y hundia al buque "Porero del Llano" y dias mas tarde, el 21 de Mayo otro buque mexicano el "Faja de Oro" fue hundido por el U-106.
Ambos buques pertenecian a Petroleos Mexicanos (PEMEX)
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Tomcat- Recluta
- Cantidad de envíos : 15
Fecha de inscripción : 21/01/2010 Edad : 51
Re: México en la 2a Guerra Mundial
Existe un Documental realizado por un director pocho acerca del tema.
Re: México en la 2a Guerra Mundial
Asimismo existe un ebook impresionante sobre los cerca de 100 mil mexicanos, o hijos de mexicanos que nacieron alla, que lucharon en las Fuerzas Armadas, alparecer ganaron 4 Medallas de Honor y al menos otras 100 condecoraciones, no recuerdo donde tengo ese documento y no recuerdo como se llama, pero de que existe, existe (lo lei)
Edit: Ya lo encontre este el el link
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Edit: Ya lo encontre este el el link
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Última edición por Lanceros de Toluca el Mayo 21st 2015, 21:10, editado 1 vez
Re: México en la 2a Guerra Mundial
¿Alguien puede citar alguna fuente fidedigna para conocer las batallas libradas por los mexicanos en la 2GM? ¿O solamente recuerdan que lo leyeron "quién sabe cuándo", "quién sabe dónde" y de "quién sabe qué?
¿En realidad considerarían un honor o una virtud el que un mexicano luchase en una de las guerras más crueles de la historia? ¿Qué sentido puede tener el sentirse orgulloso de ello?
¿En realidad considerarían un honor o una virtud el que un mexicano luchase en una de las guerras más crueles de la historia? ¿Qué sentido puede tener el sentirse orgulloso de ello?
Re: México en la 2a Guerra Mundial
El libro decia que estuvieron con las Guardias Nacionales de Texas y Nuevo Mexico en las batallas del Rio rapido en la campaña de Italia principalmente, pero tambien hubo varios en la 101 Airborne (que despues de la guerra se hicieron Pie Veterano de la Compañia Minima de Aerotropas de Mexico)
Hubo varios que estuvieron en la campaña de Luzon, Filipinas por su dominio del español
Y yo solo menciono que existe el documento, para que si alguien tiene acceso a el o sabe de el colabore, si no le gusta mi forma de expresarse simplemente no pregunte y ya, con un carajo uno trata de ayudar y nada mas vienen a cagar el palo sin sentido
Hubo varios que estuvieron en la campaña de Luzon, Filipinas por su dominio del español
Y yo solo menciono que existe el documento, para que si alguien tiene acceso a el o sabe de el colabore, si no le gusta mi forma de expresarse simplemente no pregunte y ya, con un carajo uno trata de ayudar y nada mas vienen a cagar el palo sin sentido
Jose Luis Perez Gomez Piloto Mexicano muerto en Europa en SGM
Luis Pérez Gómez... Un héroe mexicano
por: Kasia Wyderko
Fuente: Noticieros Televisa
Francia rindió homenaje a Luis Pérez, piloto mexicano al servicio de la Real Fuerza Aérea Canadiense, muerto en la batalla de Normandía
SASSY, Francia, jun 18, 2004.- Por primera vez en la historia las banderas mexicanas ondean en Normandía, noroeste de Francia, ahí donde en 1944 se libró personas llegando al homenaje de Luis Pérez Gómez, la batalla que marcó el principio del fin de la más sangrienta de las guerras del Siglo XX, la Segunda Guerra Mundial.
En ella murió en combate al servicio de la Real Fuerza Aérea Canadiense, el piloto mexicano, Luis Pérez Gómez. Su avión tipo Spitfire fue abatido aquí en las cercanías del pueblo de Sassy, de 200 habitantes.
Hace 60 años encontraba una muerte heroica en esta pequeña localidad de Normandia, con solo 22 años a cuestas.
Fuimos testigos de emotivos homenajes a Luis Pérez Gómez en Sassy, la conmoción acompañó hasta las lágrimas a sus ex hermanos de armas, y a Dorothy Pratt, que en 1944 mantenía una relación afectiva con el piloto mexicano.
“Me parece magnífico que ahora el pueblo de México pueda descubrir a su héroe caído aquí hace 60 años”, dijo Dorothy Pratt, ex novia de Luis Pérez Gómez.
Gracias a ella salió a la luz la historia de Luis Pérez Gómez.
“Sería el único mexicano en haber participado en los operativos militares posteriores al desembarco al 6 de junio de 1944”, comentó Eduardo del Río, Consejero de Prensa de la Embajada de México en París.
“Nuestros agradecimientos nunca serán suficientes, nos liberó del yugo nazi”, dijo Bernard Levavasseur, alcalde de Sassy.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ... 72088.html
A mediados del año pasado. los 200 habitantes de Sassy --un poblado rural ubicado 180 kilometros al oeste de París-- se reunieron para rendir homenaje al jalisciense Luis Pérez Gómez por un acto ejecutado 60 años atrás: Morir en defensa de Francia. Piloto de la Real Fuerza Aérea Canadiense durante la II Guerra Mundial, el mexicano falleció cuando su avión caza fue derribado el 16 de junio de 1944 a las afueras del villorrio.
Nacido en Guadalajara en 1922. Pérez Gómez siempre soñó con ser piloto aviador y pasó la infancia jugando en la azotea de su casa, donde fabricaba hangares de cartón para sus avioncitos de plomo. A los 19 años de edad y pese a la férrea oposición paterna (su madre había muerto tiempo atrás), marchó a la ciudad de México, ilusionado con estudiar aviación. Como no tuvo dinero para costearse la carrera partió a Canadá cuando supo que allá podría entrenarse sin desembolsar un dólar. No sabÃía inglés y sólo llevaba consigo unos cuantos pesos, regalo de su abuela, pero gracias al apoyo de un diplomá¡tico mexicano, en 1942 lo admitieron en la escuela de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF).
Mientras aprendía a volar y a hablar inglés, el tapatío tuvo tiempo de enamorar a una condiscípula canadiense llamada Dorothy Pratt, con la cual no llegó a casarse pero estableció sólida relación. Luego la guerra los separó: Graduado con excelentes calificaciones, en 1943 se embarcó rumbo a Europa para combatir en el frente: El no deseaba ser soldado, solo quería volar --recuerda, decenios más tarde, su antigua novia.
El joven Luis lo hizo con frecuencia: a partir de enero de 1944 participó en varias batallas aéreas, obteniendo 3 medallas por su valentÃa. Según las bitácoras, el mexicano (no se nacionalizó canadiense) fue derribado en 3 ocasiones. La primera, volaba sobre el Canal de la Mancha y sobrevivió al lanzarse en paracaídas; la segunda vez cayó en territorio francés ocupado por los alemanes, pero lo rescató la Resistencia. La última no tuvo tanta suerte.
El 16 de junio de 1944 Luis Pérez Gómez y sus camaradas del escuadrón 433, basado en Inglaterra, abordaron sus aviones Spitfire para apoyar a las tropas aliadas que 10 días antes habían desembarcado en Normandía (al norte de Francia) en el famoso "Día D". el cual marcó el inicio de la debacle pava los alemanes.
A las 5 de la tarde, sobre suelo francés, la artillería nazi derribó el avión del tapatío sobre un campo de chícharos. Los pobladores de Sassy le quitaron su identificación (luego se perdió) para que no cayera en poder de la soldadesca alemana en retirada y sepultaron su cuerpo en el panteón local.
La única referencia entregada por Pérez a sus superiores fue la dirección de su novia canadiense: A fines de junio de 1944 recibí un telegrama del gobierno diciéndome que Luis estaba desaparecido y probablemente muerto --recuerda la señora Pratt, hoy de más de 80 años de edad. A partir de entonces ella trató de localizar infructuosa-mente a algún familiar de su malogrado novio y, terminada la guerra, comenzó la búsqueda del cuerpo.
En 2001 descubrió en los archivos de la comisión para tumbas de guerra de la Commonwealth que, en junio de 1944, un par de pilotos de la RCAF habían sido sepultados en el pequeño cementerio de Sassy en calidad de "desconocidos". Tras fatigosas pesquisas Pratt logró hablar con algunos aldeanos que recordaban a un aviador .
Alentados por la tenacidad de la canadiense, la gente de Sassy decidió hacer un homenaje a Pérez Gómez y, 60 años después de su muerte, construyó una plaza en el punto donde su avión fue derribado. Una placa conmemoratíva recuerda lo sucedido aquella tarde de 1944 y en la tumba figura el nombre completo del jalisciense, flanqueado por 3 banderas: la francesa, la canadiense y la mexicana.
A mediados del 2004. Los 200 habitantes de Sassy --un poblado rural ubicado 180 kilómetros al oeste de París-- se reunieron para rendir homenaje al jalisciense Luis Pérez Gómez por un acto ejecutado 60 años atrás: morir en defensa de Francia. Piloto de la Real Fuerza Aérea Canadiense durante la II guerra mundial, el mexicano falleció cuando su avión caza fue derribado el 16 de junio de 1944 a las afueras del villorrio.
Durante la ceremonia, el alcalde de Sassy aseveró: --Es importante homenajear a este hombre llegado de tan lejos a luchar por nosotros. Hubiera podido quedarse en casa, pero vino a ayudarnos. No lo olvidamos y queremos que nuestros hijos lo conozcan y lo recuerden.
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por: Kasia Wyderko
Fuente: Noticieros Televisa
Francia rindió homenaje a Luis Pérez, piloto mexicano al servicio de la Real Fuerza Aérea Canadiense, muerto en la batalla de Normandía
SASSY, Francia, jun 18, 2004.- Por primera vez en la historia las banderas mexicanas ondean en Normandía, noroeste de Francia, ahí donde en 1944 se libró personas llegando al homenaje de Luis Pérez Gómez, la batalla que marcó el principio del fin de la más sangrienta de las guerras del Siglo XX, la Segunda Guerra Mundial.
En ella murió en combate al servicio de la Real Fuerza Aérea Canadiense, el piloto mexicano, Luis Pérez Gómez. Su avión tipo Spitfire fue abatido aquí en las cercanías del pueblo de Sassy, de 200 habitantes.
Hace 60 años encontraba una muerte heroica en esta pequeña localidad de Normandia, con solo 22 años a cuestas.
Fuimos testigos de emotivos homenajes a Luis Pérez Gómez en Sassy, la conmoción acompañó hasta las lágrimas a sus ex hermanos de armas, y a Dorothy Pratt, que en 1944 mantenía una relación afectiva con el piloto mexicano.
“Me parece magnífico que ahora el pueblo de México pueda descubrir a su héroe caído aquí hace 60 años”, dijo Dorothy Pratt, ex novia de Luis Pérez Gómez.
Gracias a ella salió a la luz la historia de Luis Pérez Gómez.
“Sería el único mexicano en haber participado en los operativos militares posteriores al desembarco al 6 de junio de 1944”, comentó Eduardo del Río, Consejero de Prensa de la Embajada de México en París.
“Nuestros agradecimientos nunca serán suficientes, nos liberó del yugo nazi”, dijo Bernard Levavasseur, alcalde de Sassy.
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A mediados del año pasado. los 200 habitantes de Sassy --un poblado rural ubicado 180 kilometros al oeste de París-- se reunieron para rendir homenaje al jalisciense Luis Pérez Gómez por un acto ejecutado 60 años atrás: Morir en defensa de Francia. Piloto de la Real Fuerza Aérea Canadiense durante la II Guerra Mundial, el mexicano falleció cuando su avión caza fue derribado el 16 de junio de 1944 a las afueras del villorrio.
Nacido en Guadalajara en 1922. Pérez Gómez siempre soñó con ser piloto aviador y pasó la infancia jugando en la azotea de su casa, donde fabricaba hangares de cartón para sus avioncitos de plomo. A los 19 años de edad y pese a la férrea oposición paterna (su madre había muerto tiempo atrás), marchó a la ciudad de México, ilusionado con estudiar aviación. Como no tuvo dinero para costearse la carrera partió a Canadá cuando supo que allá podría entrenarse sin desembolsar un dólar. No sabÃía inglés y sólo llevaba consigo unos cuantos pesos, regalo de su abuela, pero gracias al apoyo de un diplomá¡tico mexicano, en 1942 lo admitieron en la escuela de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF).
Mientras aprendía a volar y a hablar inglés, el tapatío tuvo tiempo de enamorar a una condiscípula canadiense llamada Dorothy Pratt, con la cual no llegó a casarse pero estableció sólida relación. Luego la guerra los separó: Graduado con excelentes calificaciones, en 1943 se embarcó rumbo a Europa para combatir en el frente: El no deseaba ser soldado, solo quería volar --recuerda, decenios más tarde, su antigua novia.
El joven Luis lo hizo con frecuencia: a partir de enero de 1944 participó en varias batallas aéreas, obteniendo 3 medallas por su valentÃa. Según las bitácoras, el mexicano (no se nacionalizó canadiense) fue derribado en 3 ocasiones. La primera, volaba sobre el Canal de la Mancha y sobrevivió al lanzarse en paracaídas; la segunda vez cayó en territorio francés ocupado por los alemanes, pero lo rescató la Resistencia. La última no tuvo tanta suerte.
El 16 de junio de 1944 Luis Pérez Gómez y sus camaradas del escuadrón 433, basado en Inglaterra, abordaron sus aviones Spitfire para apoyar a las tropas aliadas que 10 días antes habían desembarcado en Normandía (al norte de Francia) en el famoso "Día D". el cual marcó el inicio de la debacle pava los alemanes.
A las 5 de la tarde, sobre suelo francés, la artillería nazi derribó el avión del tapatío sobre un campo de chícharos. Los pobladores de Sassy le quitaron su identificación (luego se perdió) para que no cayera en poder de la soldadesca alemana en retirada y sepultaron su cuerpo en el panteón local.
La única referencia entregada por Pérez a sus superiores fue la dirección de su novia canadiense: A fines de junio de 1944 recibí un telegrama del gobierno diciéndome que Luis estaba desaparecido y probablemente muerto --recuerda la señora Pratt, hoy de más de 80 años de edad. A partir de entonces ella trató de localizar infructuosa-mente a algún familiar de su malogrado novio y, terminada la guerra, comenzó la búsqueda del cuerpo.
En 2001 descubrió en los archivos de la comisión para tumbas de guerra de la Commonwealth que, en junio de 1944, un par de pilotos de la RCAF habían sido sepultados en el pequeño cementerio de Sassy en calidad de "desconocidos". Tras fatigosas pesquisas Pratt logró hablar con algunos aldeanos que recordaban a un aviador .
Alentados por la tenacidad de la canadiense, la gente de Sassy decidió hacer un homenaje a Pérez Gómez y, 60 años después de su muerte, construyó una plaza en el punto donde su avión fue derribado. Una placa conmemoratíva recuerda lo sucedido aquella tarde de 1944 y en la tumba figura el nombre completo del jalisciense, flanqueado por 3 banderas: la francesa, la canadiense y la mexicana.
A mediados del 2004. Los 200 habitantes de Sassy --un poblado rural ubicado 180 kilómetros al oeste de París-- se reunieron para rendir homenaje al jalisciense Luis Pérez Gómez por un acto ejecutado 60 años atrás: morir en defensa de Francia. Piloto de la Real Fuerza Aérea Canadiense durante la II guerra mundial, el mexicano falleció cuando su avión caza fue derribado el 16 de junio de 1944 a las afueras del villorrio.
Durante la ceremonia, el alcalde de Sassy aseveró: --Es importante homenajear a este hombre llegado de tan lejos a luchar por nosotros. Hubiera podido quedarse en casa, pero vino a ayudarnos. No lo olvidamos y queremos que nuestros hijos lo conozcan y lo recuerden.
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Gilberto Bosques, el 'Schindler' mexicano
'Visa al paraíso': la labor de un cónsul mexicano por judíos y españoles
El documental 'Visa al paraíso' homenajea a Gilberto Bosques, el cónsul mexicano que ayudó a republicanos españoles y judíos en los 40
Por Beatriz Rubio
Jueves, 14 de abril de 2011 a las 09:28
'Visa al Paraíso', homenaje para un cónsul mexicano
Lo más importante
'Visa al paraíso' homenajea al cónsul mexicano que ayudó a miles de emigrantes españoles y judíos
La directora destaca la altura moral del dipl
Quien tenía la firma de don Gilberto tenía fe para la vida
Flory Klapp
El documental contó con el testimonio de los hijos de exiliados españoles ('Visa al paraíso').
(CNNMéxico) — Cuando la cineasta Lillian Liberman conoció a Gilberto Bosques se extrañó de que en los libros de Historia no figurara este cónsul mexicano que salvó la vida a miles de republicanos españoles y judíos refugiados en la Francia de los 40.
Ocho entrevistas cuando Gilberto Bosques (1892-1995) contaba con 100 años, le sirvieron para darse cuenta de que estaba frente a "un gigante moral de una ética inquebrantable" en la misión encomendada por el presidente Lázaro Cárdenas: salvar al mayor número posible de personas.
Con la invasión alemana de Francia en la II Guerra Mundial (1939-1945), el consulado se trasladó de París a Marsella. Bosques rentó allí dos castillos para alojar a los republicanos que abandonaron España tras el triunfo de las tropas del general Francisco Franco y a los judíos perseguidos por el nazismo. Esos días de aquellos ciudadanos en tránsito que huían del miedo, de las bombas y del frío fueron filmados por el cónsul, en el cargo de 1939 a 1944. Las imágenes están incluidas en el documental Visa al paraíso (2010), el homenaje dirigido por Liberman y presentado en la pasada edición del Festival de Cine de Guadalajara.
Dolor en la memoria
La historia está narrada por el propio diplomático y por los hijos de exiliados, que guardan en la memoria aquella huida de la mano de sus padres. "Me abrieron su corazón por primera vez. Fue una liberación, una catarsis”, explica Liberman. La directora subraya que el documental permitió a aquellos emigrados a México agradecer a Bosques el poder "venir a un país en el que iban a tener la oportunidad de lograr todo aquello que se plantearon”. El cónsul ayudó en torno a 25,000 españoles, además de otras decenas de miles de judíos, según la documentación de la cinta.
“Quien tenía la firma de don Gilberto tenía fe para la vida”, dice entre lágrimas Flory Klapp, una de las entrevistadas.
Uno de los escenarios de esos recuerdos es el campo de concentración de Argelès, en el sur de Francia, donde “los camiones llegaban por las mañanas cargados de ollas con sopa caliente y hogazas de pan, y regresaban repletos de cadáveres”, recuerda Roberto Civera, que vivió allí cuatro años con su familia.
Entre los testimonios, se suceden de imágenes en blanco y negro, con filas de personas que corren con sus pertenencias o que forman una hilera para recibir comida. La música, acorde con el ambiente de guerra, la interrumpe el ruido de las bombas.
“Te daban un té y horas después, una zanahoria”, detalla Rafael Del Castillo, que no se olvida de cómo don Gilberto agarró del brazo a su padre para que las SS (unidad del régimen nazi) o la policía francesa no impidieran su partida. “Don Gilberto descendió de su carro oficial, fue directamente a la pasarela que llevaba al barco. Tenía a mi padre justo a su lado, lo sostenía del brazo. Dijo: ‘Soy el embajador de México, no pueden tocarme’. Le dio un beso y mi padre le dio a él un beso. Después, mi padre subió la escalera”.
¿Llegada al paraíso?
Una vez en México, "no encontraron el paraíso". Entre otras dificultades, se encontraron con la comunidad española ya asentada, “que era franquista”. Los exiliados emprendieron un proceso de adaptación para levantar una nueva vida. “No fue fácil, pero reconocen que México fue un país sumamente hospitalario y lo sé por mis padres”, reconoce la cineasta. Liberman, de origen judío, es nieta de un menchevique ruso que salió del país rumbo a América cuando sintió que se vulneraba la revolución por la que había luchado. La historia supuso un punto de conexión con Bosques, que también manifestaba cómo se habían perdido los valores de la Revolución Mexicana, de la que fue partícipe.
La cineasta asegura que al cónsul, que nunca se afilió al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y que rechazó en dos ocasiones la medalla Belisario Domínguez, le daría vergüenza la situación actual de México. “Él ya no podría ni manejarlo”. La medalla es una distinción del Senado de México a ciudadanos ilustres.
Liberman considera necesario recordar el peso diplomático de entonces. “En la memoria de un país están las respuestas para lo que ese grupo puede esperar en el futuro”, resume.
La exhibición de la película fuera de México sacude la conciencia, “en cuanto a la diferencia de cómo se trata a los migrantes mexicanos hoy en día fuera de México y cómo trató México a los inmigrantes europeos en ese momento”, según explica la cineasta. “Cuando pisaban el país, ya les daban la nacionalidad y circunstancias de migrantes como si fueran ciudadanos de este país”.
Visa al paraíso, que no ha accedido al circuito comercial de cines, se ha presentado en Estados Unidos, Francia y Suecia, prepara pases en Israel y estos días se podrá ver en el Festival de Cine Latino de Chicago. En México, la Cineteca Nacional de la Ciudad de México la ha proyectado durante varias semanas y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la exhibirá en varios de sus centros.
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El documental 'Visa al paraíso' homenajea a Gilberto Bosques, el cónsul mexicano que ayudó a republicanos españoles y judíos en los 40
Por Beatriz Rubio
Jueves, 14 de abril de 2011 a las 09:28
'Visa al Paraíso', homenaje para un cónsul mexicano
Lo más importante
'Visa al paraíso' homenajea al cónsul mexicano que ayudó a miles de emigrantes españoles y judíos
La directora destaca la altura moral del dipl
Quien tenía la firma de don Gilberto tenía fe para la vida
Flory Klapp
El documental contó con el testimonio de los hijos de exiliados españoles ('Visa al paraíso').
(CNNMéxico) — Cuando la cineasta Lillian Liberman conoció a Gilberto Bosques se extrañó de que en los libros de Historia no figurara este cónsul mexicano que salvó la vida a miles de republicanos españoles y judíos refugiados en la Francia de los 40.
Ocho entrevistas cuando Gilberto Bosques (1892-1995) contaba con 100 años, le sirvieron para darse cuenta de que estaba frente a "un gigante moral de una ética inquebrantable" en la misión encomendada por el presidente Lázaro Cárdenas: salvar al mayor número posible de personas.
Con la invasión alemana de Francia en la II Guerra Mundial (1939-1945), el consulado se trasladó de París a Marsella. Bosques rentó allí dos castillos para alojar a los republicanos que abandonaron España tras el triunfo de las tropas del general Francisco Franco y a los judíos perseguidos por el nazismo. Esos días de aquellos ciudadanos en tránsito que huían del miedo, de las bombas y del frío fueron filmados por el cónsul, en el cargo de 1939 a 1944. Las imágenes están incluidas en el documental Visa al paraíso (2010), el homenaje dirigido por Liberman y presentado en la pasada edición del Festival de Cine de Guadalajara.
Dolor en la memoria
La historia está narrada por el propio diplomático y por los hijos de exiliados, que guardan en la memoria aquella huida de la mano de sus padres. "Me abrieron su corazón por primera vez. Fue una liberación, una catarsis”, explica Liberman. La directora subraya que el documental permitió a aquellos emigrados a México agradecer a Bosques el poder "venir a un país en el que iban a tener la oportunidad de lograr todo aquello que se plantearon”. El cónsul ayudó en torno a 25,000 españoles, además de otras decenas de miles de judíos, según la documentación de la cinta.
“Quien tenía la firma de don Gilberto tenía fe para la vida”, dice entre lágrimas Flory Klapp, una de las entrevistadas.
Uno de los escenarios de esos recuerdos es el campo de concentración de Argelès, en el sur de Francia, donde “los camiones llegaban por las mañanas cargados de ollas con sopa caliente y hogazas de pan, y regresaban repletos de cadáveres”, recuerda Roberto Civera, que vivió allí cuatro años con su familia.
Entre los testimonios, se suceden de imágenes en blanco y negro, con filas de personas que corren con sus pertenencias o que forman una hilera para recibir comida. La música, acorde con el ambiente de guerra, la interrumpe el ruido de las bombas.
“Te daban un té y horas después, una zanahoria”, detalla Rafael Del Castillo, que no se olvida de cómo don Gilberto agarró del brazo a su padre para que las SS (unidad del régimen nazi) o la policía francesa no impidieran su partida. “Don Gilberto descendió de su carro oficial, fue directamente a la pasarela que llevaba al barco. Tenía a mi padre justo a su lado, lo sostenía del brazo. Dijo: ‘Soy el embajador de México, no pueden tocarme’. Le dio un beso y mi padre le dio a él un beso. Después, mi padre subió la escalera”.
¿Llegada al paraíso?
Una vez en México, "no encontraron el paraíso". Entre otras dificultades, se encontraron con la comunidad española ya asentada, “que era franquista”. Los exiliados emprendieron un proceso de adaptación para levantar una nueva vida. “No fue fácil, pero reconocen que México fue un país sumamente hospitalario y lo sé por mis padres”, reconoce la cineasta. Liberman, de origen judío, es nieta de un menchevique ruso que salió del país rumbo a América cuando sintió que se vulneraba la revolución por la que había luchado. La historia supuso un punto de conexión con Bosques, que también manifestaba cómo se habían perdido los valores de la Revolución Mexicana, de la que fue partícipe.
La cineasta asegura que al cónsul, que nunca se afilió al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y que rechazó en dos ocasiones la medalla Belisario Domínguez, le daría vergüenza la situación actual de México. “Él ya no podría ni manejarlo”. La medalla es una distinción del Senado de México a ciudadanos ilustres.
Liberman considera necesario recordar el peso diplomático de entonces. “En la memoria de un país están las respuestas para lo que ese grupo puede esperar en el futuro”, resume.
La exhibición de la película fuera de México sacude la conciencia, “en cuanto a la diferencia de cómo se trata a los migrantes mexicanos hoy en día fuera de México y cómo trató México a los inmigrantes europeos en ese momento”, según explica la cineasta. “Cuando pisaban el país, ya les daban la nacionalidad y circunstancias de migrantes como si fueran ciudadanos de este país”.
Visa al paraíso, que no ha accedido al circuito comercial de cines, se ha presentado en Estados Unidos, Francia y Suecia, prepara pases en Israel y estos días se podrá ver en el Festival de Cine Latino de Chicago. En México, la Cineteca Nacional de la Ciudad de México la ha proyectado durante varias semanas y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la exhibirá en varios de sus centros.
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Gracias compañero. historias como estas asen que se me enchine la piel todita, y me devuelven ese orgullo que aveses olvido.
El gran orgullo de ser Mexicano.
El gran orgullo de ser Mexicano.
NavalStuka- Tropa/Marineria
- Cantidad de envíos : 182
Fecha de inscripción : 29/02/2012
Re: México en la 2a Guerra Mundial
“Sería el único mexicano en haber participado en los operativos militares posteriores al desembarco al 6 de junio de 1944”, comentó Eduardo del Río, Consejero de Prensa de la Embajada de México en París."
Me parece que bajo esa optica se saltó a los mexicanos que bajo bandera estadounidense participaron en las acciones terrestres en suelo frances, italiano y antes en áfrica, cosa no de menor importancia, ya que cumplieron un rol primordial para apoyar como tropas auxiliares y tambien como tropas regulares en operaciones de combate, no sólo en la fuerza aérea, sino con el army y la navy
Me parece que bajo esa optica se saltó a los mexicanos que bajo bandera estadounidense participaron en las acciones terrestres en suelo frances, italiano y antes en áfrica, cosa no de menor importancia, ya que cumplieron un rol primordial para apoyar como tropas auxiliares y tambien como tropas regulares en operaciones de combate, no sólo en la fuerza aérea, sino con el army y la navy
Caballero Teutón- Recluta
- Cantidad de envíos : 18
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Re: México en la 2a Guerra Mundial
la gente de Sassy decidió hacer un homenaje a Pérez Gómez y, 60 años después de su muerte, construyó una plaza en el punto donde su avión fue derribado. Una placa conmemoratíva recuerda lo sucedido aquella tarde de 1944 y en la tumba figura el nombre completo del jalisciense, flanqueado por 3 banderas: la francesa, la canadiense y la mexicana.
eso estuvo de fibra!!
Jaz223- Miembro Honorario
- Cantidad de envíos : 2647
Fecha de inscripción : 18/11/2010 Edad : 34
Antonio Acevedo. Prisionero de Guerra en la Segunda Guerra Mundial
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Excelente el video, y el texto, no lo había visto.
belze- Staff
- Cantidad de envíos : 6135
Fecha de inscripción : 10/09/2012
Re: México en la 2a Guerra Mundial
Un punto para ir en Francia a rendirle homenaje a los mexicanos que pelearon en la segunda guerra mundial en ese frente.... inspirador y de admirarse el ejemplo de ese pueblo frances, mis respetos...aqui a la mayoria del pueblo le importa un cuerno lo que le pase a los elementos de nuestras fuerzas armadas , dura realidad
GAFE- Comisario [Policia Federal]
- Cantidad de envíos : 660
Fecha de inscripción : 10/01/2010
Re: México en la 2a Guerra Mundial
Y de ahi se pasan a Liechenstein a honrar a otro mexicano ganador de la Medalla de Honor "El Kid" Mendoza y luego a Bastogne, pues ahi tambien participo el primer paracaidista mexicano (el cual despues fue Pie Veterano de lo que despues seria la BFP)
La Red Nazi en Mexico
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Mexicanos que pelearon por Hitler
Juan Alberto Cedillo
1 de mayo de 2013 · 13 Comentarios
Reportaje Especial
Von Schlebrugger. Espionaje
En el preludio de la Segunda Guerra Mundial cientos de mexicanos de origen alemán abandonaron el país para pelear en el ejército de Adolfo Hitler. Tras la derrota nazi, decenas de ellos intentaron recuperar la nacionalidad mexicana que habían rechazado y regresaron al país legal o clandestinamente. Algunos contaron con la ayuda de Miguel Alemán Valdés. Ello consta en documentos del Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores y del Archivo General de la Nación.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Como canciller de Alemania, a partir de 1933, la incendiaria oratoria de Adolfo Hitler se trasmitía y repetía por todos los medios de la época: prensa, cine y principalmente radio. Sus llamados para defender la patria trascendían fronteras y tuvieron eco en México, al grado de que en el preludio de la Segunda Guerra Mundial cientos de mexicanos de origen alemán viajaron a Europa para sumarse a las filas del ejército hitleriano.
Algunos de ellos habían nacido en las fincas cafetaleras del Soconusco en Chiapas y apenas habían cumplido 18 años.
Al llegar a Alemania rechazaban la nacionalidad mexicana para enrolarse en algunas de las divisiones de la Wehrmacht, la maquinaria de guerra nazi. Pelearon en diversos frentes de la guerra en Europa. Algunos alcanzaron grados de oficiales. Muchos de esos mexicanos dejaron sus vidas en los combates contra el ejército soviético.
Los que sobrevivieron a la derrota nazi fueron recluidos en campos de concentración. Muchos intentaron recuperar la nacionalidad mexicana que habían rechazado y con ello tener la posibilidad de regresar al país. Decenas lo lograron. Realizaron los trámites en el consulado de México en Frankfurt. Antes tuvieron que demostrar que no habían militado en el Partido Nazi.
Otros regresaron ilegalmente, sin cumplir todos los trámites. Cientos más que no eran de origen mexicano también intentaron huir de Europa viniendo a México. Algunos lo lograron.
Hay indicios de que también criminales de guerra escaparon a México, Argentina, Brasil o Bolivia. Esa información se desprende del reporte de un agente de inteligencia estadunidense que operaba en Roma, quien advirtió a sus superiores en ese sentido; el documento está en el Archivo Nacional de Washington.
Sobre los mexicanos que lograron recuperar su nacionalidad existen dos tomos con al menos medio centenar de expedientes cada uno en el Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Además en el Archivo General de la Nación (AGN) hay cartas, documentos, fotografías y pasaportes de mexicanos que estaban peleando en Europa. Mandaban misivas y fotos de sus campañas a sus familiares, la mayoría radicados en fincas cafetaleras de Veracruz y Chiapas, cartas que no llegaron a su destino pues fueron incautadas por el gobierno.
“Desnazificación”
Según los archivos de la SRE entre los oficiales que lograron regresar a México se encontraba Jurgen Petersen, nacido en Puebla en 1923. Abandonó el país y rechazó la nacionalidad mexicana a principios de los cuarenta. En octubre de 1942 alcanzó el grado de sargento de infantería en el ejército nazi. Al término de la guerra fue recluido en un centro de concentración y desde ahí comenzó los trámites para regresar a México.
Su expediente precisa: “La Dirección General de Asuntos Jurídicos determinó que a esta persona le corresponde la nacionalidad mexicana por nacimiento. Con fecha 24 de julio último esta Dirección ha solicitado al interesado un Certificado de Desnazificación debidamente legalizado que hasta la fecha no se ha podido producir”.
El Certificado de Desnazificación era el documento más importante para salir de los países ocupados por los Aliados en Europa. Incluso era más relevante que el pasaporte. Las autoridades militares eran las únicas que podían validarlo.
Petersen regresó a Puebla sin ese documento. Además, muchos de los oficiales que regresaron a México presentaron papeles expedidos por autoridades civiles alemanas que no certificaron los mandos militares británicos ni estadunidenses.
Otros que pudieron regresar a México fueron los hermanos Herbert Emil y Hellmuth Trampe. Nacieron en la finca cafetalera La Estrella, de Escuintla, Chiapas. En 1929 salieron de México y siguieron refrendando su pasaporte mexicano hasta 1940. A partir de ese año lo rechazaron y se sumaron al ejército del Tercer Reich.
Al término de la guerra Herbert Emil Trampe fue recluido en un campo de concentración en Francia. Solicitó su repatriación a México a través del consulado de Frankfurt.
Su expediente precisa: “Se trata de un joven de buena conducta, de buena reputación, a quien sorprendió la guerra en Alemania, donde se encontraba junto con su hermano, sólo con su madre, quien falleció y por lo mismo no estaba en edad de decidir lo que debiera hacer en esas circunstancias. Como casi todos los jóvenes de 16 años o más, fue enrolado en el ejército, a pesar de estar registrado como mexicano”.
Los hermanos Trampe sirvieron en el ejército de Hitler desde 1942. Regresaron a México a principio de los cincuenta.
Las peticiones de repatriación de oficiales llegaron hasta el despacho del presidente, quien turnó los expedientes a la SRE para que los mexicanos de origen alemán regresaran al país. Fueron los casos de Hans H. Koopemann y de Guillermo Hasselmann y su esposa, cuyo nombre el expediente no consigna.
La mayoría de esos trámites se realizaban en el consulado de México en Frankfurt, pero otros se promovieron en sedes diplomáticas en Praga, Bruselas o Madrid. De esos consulados llegaron decenas de peticiones de repatriación de presuntos “mexicanos” que desconocían lo más elemental de la República Mexicana. Incluso varios de ellos comenzaron los trámites y sin esperar respuesta se introdujeron ilegalmente al país.
Entre ellos está Herbert Fahmel. Sus trámites para regresar a México los realizó una empresa de la industria química llamada Pinturas Rapidol. El expediente del caso contiene una carta en la cual la empresa aclara que Fahmel estaba preso en un centro de reclusión en Bruselas. La empresa muestra copias de un cheque por 600 dólares a cargo del Chemical Bank Trust para cubrir los gastos del viaje.
La respuesta de la SRE a la petición de Pinturas Rapidol dice que “lamenta no poder, por ahora, acordar de conformidad la repatriación del señor Fahmel”. Agrega que éste salió del país en 1942 como ciudadano alemán, en canje por ciudadanos mexicanos.
Posteriormente el consulado mexicano en Frankfurt reportó que Fahmel ya se encontraba en México debido a que la Secretaría de Gobernación autorizó la documentación para que viajara como migrante.
Ruta de las Ratas
Nazis de la talla de Adolf Eichmann, Josef Mengele o Klaus Barbie lograron huir a Sudamérica gracias a una red de colaboradores que incluyó a miembros de la Cruz Roja Internacional y hasta a personajes del Vaticano, como el obispo austriaco Alois Hudal, quien los escondió en una red de monasterios conocidos como la Ruta de las Ratas. Según los documentos de los tribunales de Nuremberg, alrededor de 5 mil oficiales nazis de importancia lograron escapar por esa vía.
Esa organización tenía su contraparte en Latinoamérica. En México el servicio de inteligencia militar alemán, la Abwehr, mantenía intacta una parte de su centro de operaciones, el más grande e importante fuera de Europa.
Meses antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial, el almirante Wilhelm Franz Canaris, jefe de la Abwehr, ordenó que se abriera en México un puesto de avanzada con la misma capacidad con la que contaba la Organización de Guerra establecida en España, de acuerdo con documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos.
La oficina fue dirigida por el mayor George Nicolaus junto con el teniente coronel Friedrich Karl von Schelebruegge, pariente del excanciller Franz von Papen, lo que dejaba ver la importancia que tenía la nueva sede de espionaje.
El principal objetivo de la Abwehr era vigilar desde la frontera norte de México los movimientos militares y realizar espionaje industrial sobre la maquinaria bélica de Estados Unidos, así como asegurar el suministro de petróleo mexicano para la fuerza aérea alemana (la Luftwaffe) y desplegar una red de inteligencia para toda Latinoamérica. Luego sumarían a sus actividades el sabotaje desde la frontera contra la industria e infraestructura estadunidenses.
México era relevante para el ejército nazi. Desde 1938 vendía a los alemanes 70% de su producción petrolera, pero a mediados de 1941 comenzó a cortarle el suministro por presión de Estados Unidos. A partir de entonces se inició la operación de una eficiente red de contrabando encabezada por el doctor Joachim A. Hertslet, quien mandaba el crudo a Alemania a través de Italia, Japón y la provincia marítima rusa de Primorsky, Siberia.
Para asegurar ese suministro también llegaron nazis del más alto nivel. Entre ellos Williams Rhodes Davis, empresario petrolero estadunidense, y Axel Wenner Gren, magnate sueco considerado en esa época uno de los hombres más ricos del mundo. Éste último administraba los fondos nazis desde bancos suizos.
También llegó al país la actriz alemana Hilda Kruger, quien se convirtió en amante del entonces secretario de Gobernación Miguel Alemán Valdés. Gracias a ella, el funcionario protegió la red de la Abwehr que operaba en México.
Por ello resultan creíbles las versiones de que algunos criminales de guerra nazis primero llegaron a México para después fugarse a Sudamérica.
También existen evidencias en los documentos desclasificados por Washington que señalan que los servicios de inteligencia estadunidense y británico trajeron a México a nazis para posteriormente llevarlos ilegalmente a Estados Unidos y ponerlos a su servicio.
Los altos mandos militares aliados decidieron usar a los agentes nazis debido a que sus prioridades en Europa habían cambiado. Para finales de los cuarenta ya no les preocupaba perseguir a los criminales y llevarlos a los Juicios de Nuremberg. Su nuevo objetivo era frenar la expansión de los soviéticos en Europa del Este. Los altos oficiales nazis habrían servido para ese propósito.
Re: México en la 2a Guerra Mundial
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La Redacción
12 de diciembre de 2007 · Sin comentarios
Libros
Los nazis en México
Random House Mondadori
Mexicanos al servicio de Hitler (Proceso1622/ 2 de diciembre de 2007)
Nuevas y reveladoras evidencias sobre la injerencia del régimen de Hitler en el país durante los años de la Segunda Guerra Mundial son aportadas por un trabajo de investigación periodística titulado Los nazis en México Escrito por el reportero Juan Alberto Cedillo, es “una historia de intrigas, espías, políticos corruptos, militares traidores e intelectuales que no ocultaron su filiación por el régimen de Hitler” y, más aún, que colaboraron con dicho gobierno en forma sistemática,
según afirma la editorial Random House Mondadori, que acaba de poner en circulación el texto, ganador del Primer Premio Debate de Libro Reportaje 2007 Con el permiso del autor y la editorial, adelantamos aquí fragmentos sustanciales del capítulo II, titulado Narcotráfico: arma secreta de los nazis contra Estados Unidos
En los albores de la Segunda Guerra Mundial el tráfico de opio, mariguana y heroína hacia los Estados Unidos mantenía niveles estables Sin embargo, durante los últimos años de la década de los treinta registró un auge considerable () los nazis y los japoneses optaron por “drogar” el sur de esa nación, valiéndose de las rutas abiertas por los chinos y afianzadas por los mexicanos que incursionaban en el negocio ilícito
Los resultados de la injerencia nazi no tardarían en verse; el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, por ejemplo, estimó en 1943 que la producción de opio mexicano ascendía a 60 toneladas, tres veces más que en 1942 Pero el aumento de la producción no se limitó a la goma de opio El representante del Departamento del Tesoro en México, H S Creighton, destacó “el gran número de decomisos que los aduanales de Estados Unidos están realizando en la frontera, lo cual significa un incremento en la disponibilidad de opio y mariguana en México” Los agentes antinarcóticos subrayaron, por su parte, que el opio decomisado en la ciudad de El Paso “era de muy alta calidad”
Sin lugar a dudas, el boom de la droga fue resultado del trabajo llevado a cabo por los agentes de la inteligencia nazi y japonesa, cuya estrategia era utilizar las drogas para “debilitar la moral” de los soldados y marines que vigilaban las bases navales ubicadas en la costa del Pacífico El narcotráfico formaba parte de una operación de mayor envergadura: sabotear la producción armamentista de la Unión Americana Los aliados alemanes en los Estados Unidos robaban piezas fundamentales para las máquinas, frenando así la industria bélica estadunidense; hubo casos en los que incluso quemaron y volaron fábricas completas
La estrategia de los países del Eje fue implementada durante varios años, de manera lenta, exacta y soterrada Durante los últimos años de la década de los treinta inició el trabajo de preparación y en la antesala de los cuarenta comenzó el flujo de los narcóticos La prensa mexicana reportó, hacia los primeros meses de 1939, un incremento en el tráfico de drogas en la frontera entre México y Estados Unidos, principalmente en el poblado de Naco, Sonora El 8 de abril del mismo año, la primera plana de El Porvenir de Monterrey reportó que “Japón y Alemania tratan de envenenar con opio a la juventud de los Estados Unidos Pasan la droga por nuestro país Varios contrabandistas han sido detenidos en los últimos meses en Douglas, Arizona”
No sólo la prensa mexicana hablaba de lo que estaba pasando La “operación secreta” también fue descubierta por las autoridades mexicanas, en particular por la Procuraduría General de la República (PGR), que denunció la existencia de “un plan entre Alemania y Japón para introducir estupefacientes en Estados Unidos con el objetivo de debilitar a los hombres jóvenes de aquel país” El cártel nazi fue identificado, con mayor precisión, por los servicios de inteligencia estadunidenses, que indicaron que se trataba de “una organización de sabotaje y espionaje” encabezada por militares y políticos mexicanos; según estos informes, se buscaba recolectar información sobre los movimientos militares estadunidenses y sobre los navíos del Golfo de México y del Pacífico
Aunque resulta extraño pensarlo, quizá los informes enviados a Washington por los agentes estadunidenses tengan el mismo valor hoy en día que cuando fueron redactados La información referente a quiénes integraron el primer cártel del narcotráfico y, sobre todo, a cómo era el modus operandi del mismo, tiene en nuestros días una importancia extraordinaria, pues hablamos del nacimiento de los cárteles modernos Durante la Segunda Guerra Mundial el trabajo de la inteligencia estadunidense impidió que los alemanes alcanzaran su objetivo; hoy este trabajo debería ayudarnos a descifrar una de las claves del tráfico de tóxicos actual: la infiltración de los cárteles en los círculos de alta política
Un parte escrito el 7 de enero de 1942 reporta a Washington “la penetración de fuerzas extranjeras en la política mexicana” El documento, enviado por algún miembro de la Inteligencia Naval que se identifica sólo con las iniciales ONI, asegura también que los dirigentes del grupo que introducía las drogas a los Estados Unidos eran encabezados por el general Francisco J Aguilar, militar que durante toda su carrera realizó actividades de contrabando
El parte precisaba: “Una organización de espionaje y sabotaje está trabajando desde hace tiempo para los nazis y japoneses bajo la dirección del General Francisco Aguilar Sus principales asistentes son los líderes de un ilegal tráfico de drogas y de los círculos del contrabando Él también controla los espías y agitadores que trabajan para los grupos nazis y nipones Encajaron de manera natural en este cuadro, ya que habían estado en contacto con los agentes germanos desde años atrás, debido a sus actividades en el tráfico de drogas Aguilar parece haber sido preparado para esta tarea durante un largo período” ( )
Fue durante su segunda estancia como agregado militar en Washington, hacia 1933, cuando el general inició sus actividades de contrabandista; era la época de las prohibiciones a las bebidas alcohólicas y al tabaco ( ) Estas actividades fueron denunciadas muchos años después, ante el presidente Adolfo López Mateos, por uno de los superiores de Aguilar en la capital estadunidense, el general José Beltrán M, quien citó los lugares y las fechas en las que se realizaron las operaciones de compra-venta, así como las entregas y los depósitos
Entre 1935 y 1938, Aguilar se convirtió en ministro plenipotenciario de la Embajada Mexicana en Japón Fue durante estos años en los que el general estableció vínculos con el gobierno de aquel país, nexos que posteriormente lo impulsarían a colaborar con los servicios de inteligencia de los países del Eje
En el frente político del primer cártel mexicano jugaba un papel fundamental el que fuera gobernador de San Luis Potosí, Gonzalo N Santos Era este ambicioso político, que los agentes estadunidenses calificaban de “un reconocido asesino que mató por propia mano a estudiantes y mujeres”, quien cerraba la pinza que tenía Aguilar en el otro extremo También participaba en el cártel ( ) Donato Bravo Izquierdo, exgobernador de Puebla “asociado con el tráfico de drogas desde que ostentara ese cargo”, según precisa el informe de Washington Gonzalo N Santos y Bravo Izquierdo también habían adquirido una amplia experiencia para sus actividades ilícitas en los ámbitos diplomático y legislativo ( )
Los informes enviados a Washington precisan que los tres personajes “encajaban en el proyecto de introducir drogas a Estados Unidos, ya que habían estado en contacto con los agentes alemanes y japoneses desde hacía varios años” La inteligencia naval incluso aventuraba a deslindar las actividades de cada uno: mientras Aguilar era la cabeza del contrabando y N Santos de las relaciones políticas, Bravo Izquierdo era el responsable de “lavar” el dinero generado por el comercio de las drogas Para llevar a cabo esta labor, el exgobernador de Puebla se apoyaba en un hombre de origen sirio llamado Habed, “quien por muchos años ha sido el banquero de toda la actividad del narcotráfico” ( )
La organización encabezada por el general no sólo traficaba con drogas En realidad, el primer cártel mexicano era la red más grande de espionaje al servicio de los agentes de la Gestapo y de la Abwehr Aguilar, N Santos y Bravo fueron capaces de infiltrar espías hasta en el equipo del presidente Manuel Ávila Camacho Esta red era la responsable de informar sobre las actividades que los agentes de las naciones aliadas realizaban en nuestro país y de encubrir las acciones de los espías alemanes y japoneses, sobre todo las referentes al tráfico de materias primas las cuales eran enviadas a la industria militar germana para la fabricación de explosivos y al comercio de hidrocarburos, como veremos más adelante
El primer cártel mexicano incluso preparó planes para, si en determinado momento así lo requería el conflicto bélico, volar los pozos petroleros mexicanos Un informe confidencial entregado al presidente Lázaro Cárdenas por los servicios de inteligencia destacaba que “el asunto de un posible saboteo a la producción de petróleo es el más grave que tienen entre manos” La advertencia precisaba que los agentes alemanes incluso contaban entre sus aliados a funcionarios que trabajaban “en Petróleos Mexicanos, tanto en la administración y en las refinerías como en los campos mismos Se encuentran gran número de empleados y técnicos nazis, cuyas actividades deben ser investigadas”
Conrad Eckerle, un importante agente nazi que formaba parte del proyecto del cártel, fue identificado en un informe enviado al Departamento de Estado como el responsable del centro de operaciones alemán encargado de narcotizar a los Estados Unidos El búnker se ubicaba en una casa comercial llamada La Germania, ubicada en el número 2 de la calle Ayuntamiento Eckerle, quien había sido oficial de la armada germana, fue enviado a México por la embajada nazi en Washington Su misión principal, antes de que se le encomendara el tráfico de las drogas, fue organizar el partido y llevar a cabo trabajos de sabotaje El grupo encabezado por Aguilar, N Santos y Bravo mantuvo siempre un estrecho contacto con Eckerle
El modus operandi de la red conformada por los alemanes y los funcionarios mexicanos fue precisado de la siguiente manera por los agentes del Departamento de Estado: “Han convertido la venta ilícita de heroína en una actividad cotidiana Es traída desde Hamburgo hasta Veracruz a través del barco de vapor alemán Orinoco Posteriormente, es enviada hacia la ciudad de Puebla en automóviles conducidos por mensajeros personales Pasa por la ciudad de México, San Luis Potosí y Laredo ( )”
El agente antinarcóticos encubierto M Monroy envió el siguiente parte a Washington, precisando cómo participaba el gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Valdés, en las actividades del cártel La información de Monroy se basaba en los testimonios de uno de sus informantes, Luis R León Avendaño, quien había trabajado en la Guardia Costera mexicana del Océano Atlántico “En los años de la Segunda Guerra Mundial, un gran yate privado con bandera estadunidense de nombre Blue Eagle se conducía de manera sospechosa cerca de Veracruz El capitán respondió con evasivas al ser interrogado Al abordar el yate las autoridades mexicanas encontraron un cargamento de opio y morfina Detuvieron al barco y lo llevaron al puerto Unas horas después el gobernador de Veracruz, quien posteriormente sería Presidente de México, Miguel Alemán, fue a la oficina de la guardia costera y pidió que el barco fuera devuelto Se rechazó su petición por no tener autoridad para una demanda de esa naturaleza Dos días después llegaron órdenes desde la ciudad de México y el barco fue entregado Continuó su viaje con destino desconocido”
Otro de los gobernadores que se benefició del dinero generado por las drogas fue Maximino Ávila Camacho, entonces mandatario de Puebla y amigo íntimo de Gonzalo N Santos
Re: México en la 2a Guerra Mundial
Katerina Matilda Krüger, nació en Berlín, Alemania en 1912. Desde muy niña demostró cualidades histriónicas y por ello su familia la apoyó siempre para que siguiera una carrera en el teatro.
Tomó el nombre de Hilde Krüger cuando hizo sus primeros intentos para trabajar en el cine. No le costó mucho esfuerzo y muy pronto encontró los medios para acercarse a las empresas cinematográficas y obtuvo algunos papeles irrelevantes como extra y papeles secundarios en "Nur nicht weich werden, Susanne!" filmada en 1934; "Halb und halb" y "Frau Eva wird mondain!", en 1934. Luego logró un contrato para filmar la película "Sie und die Drei" en 1935. La película fue exportada a Estados Unidos con el nombre "She and the three" subtitulada en inglés, pero empleando un lenguaje no muy académico que se pueda decir.
Una vez en UFA, las cosas le fueron más fáciles a Hilde, pues el negocio del cine estaba muy ligado al Ministerio de Propaganda, desde donde el Ministro Goebbels ejercía un férreo control sobre la industria y una vigilancia estrecha sobre las artistas. Hilde, una rubia de 1.75 m de estatura, voluptuosa y de generosas formas no era bonita, pero tenía mucho atractivo personal y resultaba muy apetecible por los hombres. El Ministro Goebbels, que tenía los suficientes argumentos para convencer a cualquier fémina que le convenía tener buenas relaciones con él, no desaprovechó la oportunidad de apuntar un nombre más en su libretita de conquistas amorosas.
Hilde KrügerHilde era una mujer ambiciosa y no escatimaba ningún pequeño sacrificio con tal de obtener lo que ella quería. Se convirtió en amante ocasional del poderoso Doctor Goebbels y con ello, aseguró su participación en varias otras películas de UFA. En 1935 filmó "Eine seefahrt, die ist lustig" película que también fue exportada a EEUU donde se presentó con el título "A Merry Sea Trip" igualmente espantosamente subtitulada en inglés. Luego actuó en "Lärm um Weidemann" y en "Stradivari", filmada ese mismo año y en el que hacía el papel de Irene Kardos. Al año siguiente filmó "Inkognito", presentada como "Incognito" en Estados Unidos y el film "Das Hermännchen" donde interpretó a Hilde Brandt. Completó el año 1936 filmando "Rosen und Liebe" haciendo el papel de Frau Gisela.
En el año 1938, filmó una sola película titulada "Frau kommt in die Tropen" interpretando a Marianne Carsten y en el año 1939, no le fue del todo mal pues estuvo en el elenco de dos películas, "Drunter und drüber" y "Rheinische Brautfahrt."
StradivariHilde Krüger se casó con un alemán, que supuestamente tenía algunos antepasados judíos y eso le causó problemas en una época en que ser judío en Alemania era peor que un pecado mortal. Cierto o no, súbitamente ocurrió un cambio en la vida de Hilde, pues repentinamente abandonó a su marido, se supone que se despidió de su poderoso amante el Dr. Goebbels, y viajó a Londres donde residió algunos meses, hasta antes del estallido de la guerra. Luego decidió viajar a Estados Unidos para continuar su carrera cinematográfica en Hollywood. Desembarcó en Nueva York, donde vivió un corto tiempo y luego tomó un tren con destino a Los Angeles.
En enero de 1940, Hilde Krüger se registró en el hotel Beverly Wilshire de Hollywood y permaneció en esa ciudad tratando de conseguir algún papel en alguna película, pero no tuvo mucha suerte. Hilde sólo hablaba alemán y algo de inglés, pero no lo suficiente como para interpretar un papel en una película. Sin embargo, todo ese tiempo se las arregló para sobrevivir pagando sus rentas puntualmente.
Muy hábil para las relaciones públicas, Hilde conoció a un industrial alemán de apellido von Gontard que tenía negocios en Saint Louis en el estado de Missouri. Después de un corto romance con Gontard, Hilde viajó a México, según dijo, para tratar de conseguir la residencia en ese país y divorciarse de su esposo judío y así poder casarse con el industrial alemán de Saint Louis.
Hilde Krüger fue seguida muy de cerca por agentes de la OSS, que investigaban a todos los inmigrantes alemanes, en especial a los industriales y comerciantes y por supuesto a una artista como Hilde quien había tenido relaciones amorosas con el poderoso Doctor Goebbels, entre otros.
Seguida de cerca por la OSS, Hilde llegó a México, donde en corto tiempo se puso en contacto con Friedrich Von Schleebrugge y Georg Nicolaus, dos agentes de la Abwehr que estaban estableciendo una red de espionaje en ese país, con ramificaciones en Estados Unidos y toda América Latina. La OSS y los servicios de inteligencia británicos tenían bajo vigilancia las actividades de los dos alemanes, que estaban conectados con agentes identificados en Estados Unidos y por supuesto Hilde tenía el perfil adecuado para ser considerada sospechosa de pertenecer a la red de agentes de la Abwehr.
Una vez establecida en México, Hilde comenzó a acercarse a los círculos sociales de la capital, asunto en el cual la hermosa alemana era una experta. Muy pronto se incorporó a un círculo de personalidades prominentes muy cercanas al poder político. Hilde regó los rumores que estaba escribiendo un libro sobre "La Malinche", nombre de una mujer indígena regalada a Cortés en 1519, con la cual tendría un hijo y se convertiría en su incondicional y consejera. Luego Cortés la casó con uno de sus capitanes y desde entonces el término "malinche" es usado como símbolo del indio sojuzgado y traidor que prefiere lo extranjero sin valorar lo propio.
Hilde KrügerHilde hizo excursiones a Teotihuacán, conoció a productores de cine prodigando y obteniendo favores que le permitieron filmar algunas películas. Para entonces cambió su nombre Hilde por el más adecuado y castizo de Hilda. En 1941, en una de las múltiples fiestas y reuniones sociales, conoció a Ramón Beteta subsecretario de Hacienda y miembro del Consejo del Banco Nacional de México. Beteta no se pudo resistir a los encantos de la imponente rubia y se hicieron amantes. Gracias a Beteta, Hilda Krüger comenzó a participar en reuniones sociales de los altos círculos del poder en la capital azteca.
Las relaciones con Beteta no duraron mucho, porque en los trajines sociales, Hilda conoció a un personaje más poderoso, un alto personaje del gobierno corrupto de Ávila Camacho, se trataba nada menos de quien fue jefe de campaña presidencial del mandatario, el ministro Miguel Alemán.
Alemán mudó a Hilda a un lujoso departamento de la Colonia Roma, una aristocrática urbanización de los años 30, que a partir de los años 40, comenzó a deteriorarse, pues sus habitantes originales emigraron a nuevas zonas como Las Lomas de Chapultepec. Entre los nuevos inquilinos, destacaban judíos ashkenasitas, árabes e inmigrantes del sureste mexicano. La renta del inmueble la pagaba Alemán y con ese derecho ingresaba a las 11 de la noche y salía a las 4 de la mañana.
Durante ese tiempo Hilda mantuvo sus relaciones con productores de cine que le valieron un contrato para filmar "Casa de mujeres" en 1942, también conocida como "La historia de siete pecadoras". Posteriormente, hacia fines de la guerra, continuó filmando "Adulterio" en 1943, exportada como "Adultery" subtitulada en inglés, dirigida por José Díaz Morales una obra basada en "El abuelo" de Benito Pérez Galdós. Luego filmó "Bartolo toca la flauta" ese mismo año y "El que murió de amor", en el papel de la condesa Maria.
Después de la guerra, Hilda logró salir bien librada de las acusaciones que se hicieron en su contra pues no hubo pruebas convincentes para acusarla de espionaje. En 1958 filmó en Alemania "Eine Rheinfahrt, die ist lustig", dirigida por Alwin Eling.
Después de ese efímero regreso al cine alemán, desapareció de la escena. Si Hilde Krüger sigue viva, tiene en la actualidad 92 años viviendo con sus recuerdos.
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Tomó el nombre de Hilde Krüger cuando hizo sus primeros intentos para trabajar en el cine. No le costó mucho esfuerzo y muy pronto encontró los medios para acercarse a las empresas cinematográficas y obtuvo algunos papeles irrelevantes como extra y papeles secundarios en "Nur nicht weich werden, Susanne!" filmada en 1934; "Halb und halb" y "Frau Eva wird mondain!", en 1934. Luego logró un contrato para filmar la película "Sie und die Drei" en 1935. La película fue exportada a Estados Unidos con el nombre "She and the three" subtitulada en inglés, pero empleando un lenguaje no muy académico que se pueda decir.
Una vez en UFA, las cosas le fueron más fáciles a Hilde, pues el negocio del cine estaba muy ligado al Ministerio de Propaganda, desde donde el Ministro Goebbels ejercía un férreo control sobre la industria y una vigilancia estrecha sobre las artistas. Hilde, una rubia de 1.75 m de estatura, voluptuosa y de generosas formas no era bonita, pero tenía mucho atractivo personal y resultaba muy apetecible por los hombres. El Ministro Goebbels, que tenía los suficientes argumentos para convencer a cualquier fémina que le convenía tener buenas relaciones con él, no desaprovechó la oportunidad de apuntar un nombre más en su libretita de conquistas amorosas.
Hilde KrügerHilde era una mujer ambiciosa y no escatimaba ningún pequeño sacrificio con tal de obtener lo que ella quería. Se convirtió en amante ocasional del poderoso Doctor Goebbels y con ello, aseguró su participación en varias otras películas de UFA. En 1935 filmó "Eine seefahrt, die ist lustig" película que también fue exportada a EEUU donde se presentó con el título "A Merry Sea Trip" igualmente espantosamente subtitulada en inglés. Luego actuó en "Lärm um Weidemann" y en "Stradivari", filmada ese mismo año y en el que hacía el papel de Irene Kardos. Al año siguiente filmó "Inkognito", presentada como "Incognito" en Estados Unidos y el film "Das Hermännchen" donde interpretó a Hilde Brandt. Completó el año 1936 filmando "Rosen und Liebe" haciendo el papel de Frau Gisela.
En el año 1938, filmó una sola película titulada "Frau kommt in die Tropen" interpretando a Marianne Carsten y en el año 1939, no le fue del todo mal pues estuvo en el elenco de dos películas, "Drunter und drüber" y "Rheinische Brautfahrt."
StradivariHilde Krüger se casó con un alemán, que supuestamente tenía algunos antepasados judíos y eso le causó problemas en una época en que ser judío en Alemania era peor que un pecado mortal. Cierto o no, súbitamente ocurrió un cambio en la vida de Hilde, pues repentinamente abandonó a su marido, se supone que se despidió de su poderoso amante el Dr. Goebbels, y viajó a Londres donde residió algunos meses, hasta antes del estallido de la guerra. Luego decidió viajar a Estados Unidos para continuar su carrera cinematográfica en Hollywood. Desembarcó en Nueva York, donde vivió un corto tiempo y luego tomó un tren con destino a Los Angeles.
En enero de 1940, Hilde Krüger se registró en el hotel Beverly Wilshire de Hollywood y permaneció en esa ciudad tratando de conseguir algún papel en alguna película, pero no tuvo mucha suerte. Hilde sólo hablaba alemán y algo de inglés, pero no lo suficiente como para interpretar un papel en una película. Sin embargo, todo ese tiempo se las arregló para sobrevivir pagando sus rentas puntualmente.
Muy hábil para las relaciones públicas, Hilde conoció a un industrial alemán de apellido von Gontard que tenía negocios en Saint Louis en el estado de Missouri. Después de un corto romance con Gontard, Hilde viajó a México, según dijo, para tratar de conseguir la residencia en ese país y divorciarse de su esposo judío y así poder casarse con el industrial alemán de Saint Louis.
Hilde Krüger fue seguida muy de cerca por agentes de la OSS, que investigaban a todos los inmigrantes alemanes, en especial a los industriales y comerciantes y por supuesto a una artista como Hilde quien había tenido relaciones amorosas con el poderoso Doctor Goebbels, entre otros.
Seguida de cerca por la OSS, Hilde llegó a México, donde en corto tiempo se puso en contacto con Friedrich Von Schleebrugge y Georg Nicolaus, dos agentes de la Abwehr que estaban estableciendo una red de espionaje en ese país, con ramificaciones en Estados Unidos y toda América Latina. La OSS y los servicios de inteligencia británicos tenían bajo vigilancia las actividades de los dos alemanes, que estaban conectados con agentes identificados en Estados Unidos y por supuesto Hilde tenía el perfil adecuado para ser considerada sospechosa de pertenecer a la red de agentes de la Abwehr.
Una vez establecida en México, Hilde comenzó a acercarse a los círculos sociales de la capital, asunto en el cual la hermosa alemana era una experta. Muy pronto se incorporó a un círculo de personalidades prominentes muy cercanas al poder político. Hilde regó los rumores que estaba escribiendo un libro sobre "La Malinche", nombre de una mujer indígena regalada a Cortés en 1519, con la cual tendría un hijo y se convertiría en su incondicional y consejera. Luego Cortés la casó con uno de sus capitanes y desde entonces el término "malinche" es usado como símbolo del indio sojuzgado y traidor que prefiere lo extranjero sin valorar lo propio.
Hilde KrügerHilde hizo excursiones a Teotihuacán, conoció a productores de cine prodigando y obteniendo favores que le permitieron filmar algunas películas. Para entonces cambió su nombre Hilde por el más adecuado y castizo de Hilda. En 1941, en una de las múltiples fiestas y reuniones sociales, conoció a Ramón Beteta subsecretario de Hacienda y miembro del Consejo del Banco Nacional de México. Beteta no se pudo resistir a los encantos de la imponente rubia y se hicieron amantes. Gracias a Beteta, Hilda Krüger comenzó a participar en reuniones sociales de los altos círculos del poder en la capital azteca.
Las relaciones con Beteta no duraron mucho, porque en los trajines sociales, Hilda conoció a un personaje más poderoso, un alto personaje del gobierno corrupto de Ávila Camacho, se trataba nada menos de quien fue jefe de campaña presidencial del mandatario, el ministro Miguel Alemán.
Alemán mudó a Hilda a un lujoso departamento de la Colonia Roma, una aristocrática urbanización de los años 30, que a partir de los años 40, comenzó a deteriorarse, pues sus habitantes originales emigraron a nuevas zonas como Las Lomas de Chapultepec. Entre los nuevos inquilinos, destacaban judíos ashkenasitas, árabes e inmigrantes del sureste mexicano. La renta del inmueble la pagaba Alemán y con ese derecho ingresaba a las 11 de la noche y salía a las 4 de la mañana.
Durante ese tiempo Hilda mantuvo sus relaciones con productores de cine que le valieron un contrato para filmar "Casa de mujeres" en 1942, también conocida como "La historia de siete pecadoras". Posteriormente, hacia fines de la guerra, continuó filmando "Adulterio" en 1943, exportada como "Adultery" subtitulada en inglés, dirigida por José Díaz Morales una obra basada en "El abuelo" de Benito Pérez Galdós. Luego filmó "Bartolo toca la flauta" ese mismo año y "El que murió de amor", en el papel de la condesa Maria.
Después de la guerra, Hilda logró salir bien librada de las acusaciones que se hicieron en su contra pues no hubo pruebas convincentes para acusarla de espionaje. En 1958 filmó en Alemania "Eine Rheinfahrt, die ist lustig", dirigida por Alwin Eling.
Después de ese efímero regreso al cine alemán, desapareció de la escena. Si Hilde Krüger sigue viva, tiene en la actualidad 92 años viviendo con sus recuerdos.
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Powah- Miembro Honorario
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Me gustaria compartirle esto
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y a quien le interese mas el tema, ahi esta el libro de Los Nazis en Mexico, de Juan A. Cedillo
Y en cuanto a Aleman, que chingue a su putisima madre; tener una amante ya es bastante- y se decia catolico el wey- pero dejar que su amante asumiera tal poder y compartir con ella tal informacion......
En cuanto al documental, si cardenas le puso un hasta aqui a la prensa, fue mas que nada porque los sinarquistas y sus aliados estaban planeando un golpe de estado! ya lo habian amenazado con una invasion durante los meses posteriores al 18 de marzo. A pesar de lo que estaba en juego, Cardenas no dudo en ordenar a sus embajadores en condenar la invasion de etiopia y el asalto a polonia.
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y a quien le interese mas el tema, ahi esta el libro de Los Nazis en Mexico, de Juan A. Cedillo
Y en cuanto a Aleman, que chingue a su putisima madre; tener una amante ya es bastante- y se decia catolico el wey- pero dejar que su amante asumiera tal poder y compartir con ella tal informacion......
En cuanto al documental, si cardenas le puso un hasta aqui a la prensa, fue mas que nada porque los sinarquistas y sus aliados estaban planeando un golpe de estado! ya lo habian amenazado con una invasion durante los meses posteriores al 18 de marzo. A pesar de lo que estaba en juego, Cardenas no dudo en ordenar a sus embajadores en condenar la invasion de etiopia y el asalto a polonia.
ivan_077- Staff
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Cruz de Hierro con hojas de roble mojadas.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Cruz de Hierro con hojas de roble mojadas.
Un día como hoy, pero en 2009 murió Reinhard Suhren, el comandante de submarinos que sin querer queriendo le declaró la guerra a México en 1942.
Entonces “Teddy” Surhen tenía solo veinticinco años, era miembro de la flota de submarinos de la marina de guerra alemana - la Kriegsmarine - y comandaba el submarino U-564, uno de los temibles Lobos Grises que estuvieron a nada de estrangular a la Gran Bretaña, hundiendo cualquier nave que osara llevar o traer mercancías a las islas.
La tripulación de Surhen la conformaban chicos de entre diecisiete y veintiún años: eran jóvenes y cínicos, pues sabían que a la larga sus probabilidades de sobrevivir eran mínimas. Como en otros submarinos alemanes, los unía una admiración casi fanática por su comandante, al que veneraban.
Ese carácter - más la propaganda y una desenfadada efectividad en combate - habían convertido a “Teddy” Surhen en una estrella pop de la guerra.
Cuando Adolfo Hitler se empeñó en entregarle personalmente la Cruz de Hierro, condecoración máxima de las fuerzas armadas alemanas, el submarinista se alcoholizó durante la cena de premiación para poder decirle “al austriaco ése” lo mucho que lo odiaba a él y a sus nazis, pero afortunadamente se le pasó la dosis y estaba tan borracho cuando Hitler le colgó la condecoración que ya no pudo articular palabra. El Füherer pensó complacido que su mutismo era por la emoción de estar ante su presencia.
A Surhen no le pesó tanto la cruda, sino la lengua de trapo que le impidió reclamarle al demente de Adolfo tanta muerte: de cada diez jóvenes que se embarcaban, ocho dejaban la piel en sus ataúdes de acero. La muerte era particularmente atroz en un submarino.
A las 23:00 horas del 19 de mayo de 1942, el destino del buque mexicano Potrero del Llano de Petróleos Mexicano se cruzó frente al periscopio del U-564 para entrar a la Historia.
Los vigías del submarino alemán no lo podían creer cuando el buque petrolero cruzó frente a ellos a diez nudos de velocidad: navegaba plácidamente, tan iluminado como un árbol de Navidad, algo fuera de lo común pues todas las naves aliadas iban a oscuras intentando pasar desapercibidas.
Surhen recibió el reporte y dudó: solo las embarcaciones de países neutrales navegaban con sus luces encendidas, con grandes reflectores iluminando sus banderas nacionales pintadas en sus costados. Era una convención internacional: era imposible no verlas.
Y ese buque que navegaba despacio frente al submarino de Teddy Surhen tenía una bandera enorme pintada en su costado.
El primer oficial Ferdinand Gessler bufó de asombró: Malditos yanquis.
Teddy Surhen se pegó al periscopio. Qué molestia, carajo. Con un barco más que hundiera, le podría añadir a su Cruz de Hierro un par de Hojas de Roble: pero, sí, ahí estaba la maldita bandera.
- Verifica en el manual los siguientes colores - ordenó a Gessler - rojo-blanco-verde, en franjas verticales…
-¿Rojo-blanco-verde? ¿En franjas verticales? – Gessler le dio la vuelta al manual mientras su presa se escurría- ¡No existe!
- ¿No existe? ¡Mierda, está enfrente de nosotros, rojo-blanco-verde en franjas verticales!
El primer oficial se encogió de hombros: en su manual de banderas y señales, no existía país con una bandera así.
Teddy Surhen se decidió rápido: Vengan esas Hojas de Roble Mojadas, como se referían los submarinistas con humor negro a esas condecoraciones.
-¿Distancia al objetivo?
-¡Seiscientos metros!
-Corregir rumbo 167 grados, preparen torpedos de proa, uno y dos
-¡Torpedos listos y armados!
-¡Fuera anguilas uno y dos!
-Anguilas en el agua…
El submarino se estremeció tras el lanzamiento de ambos torpedos.
Medio minuto después, una gran explosión encendió la oscuridad.
El buque petrolero ardió hasta el amanecer, pero no se hundió: su casco quedó partido en dos, formando una V, tal y como permanece hasta hoy.
Teddy Surhen supo cincuenta años después, en una entrevista con el historiador mexicanos Mario Moya Palencia, que el buque en cuestión era el BT Potrero del Llano, de bandera mexicana, una embarcación neutral y que su hundimiento provocó una declaración de guerra. Si la noticia lo conmovió, no lo dijo, pero los sucesos que desencadenó fueron increíbles e impactaron la vida de muchas personas en sitios lejanos. La historia en pequeño suele ser así.
A bordo del BT Potrero del Llano había ocurrido un drama: pocas horas antes de zarpar de Tampico, el capitán Juan Ávalos se había negado a abordar la nave, argumentando que “a él no lo iban a hacer picadillo”. Perdió su trabajo, pero salvó la vida.
Su puesto fue tomado por un oficial de la Armada de México, el Teniente de Navío Gabriel Cruz.
Desde que tomó el mando, exigió que la tripulación practicara el zafarrancho de abandono de nave una y otra vez. Los hombres del barco le agarraron manía a su nuevo superior sin saber que esas prácticas salvarían la vida de varios de ellos pocas horas después.
La última noche de su vida, a las 22.30 horas, el capitán Cruz fue informado sobre el avistamiento de una luz no identificada que parecía navegar en paralelo al Potrero del Llano.
Indicó que lo reportaran por radio al US Coastal Command y que le informaran cada media hora. Ordenó que toda la tripulación tuviera a la mano sus chalecos salvavidas, bajando posteriormente a su cabina, ubicada al centro del buque y dos metros por debajo de la línea de flotación, ahí media hora después un torpedo del U-564 hizo impacto, desintegrándolo.
El teniente Gabriel Cruz, ascendido póstumamente a capitán de navío, ni siquiera tuvo tiempo para el dolor.
Un guardacostas norteamericano rescató a los sobrevivientes por la madrugada mientras que un silencioso submarino alemán se deslizaba por los bajos de Cayo Hueso, Florida, donde nadie pensaría en buscarlo.
El hundimiento del Bt Potrero de Llano provocó una nota de protesta del gobierno mexicano ante Japón, Italia y Alemania.
El gobierno nipón se disculpó asegurando que sus submarinos operaba en el Pacífico, más no en el Golfo. Italia hizo mutis. Adolfo Hitler indicó que México era un país tan insignificante que no merecía tomarse en cuenta y la única respuesta alemana sería el hundimiento de cuanto buque mexicano fuera avistado por los Lobos Grises, hundiendo los barcos Faja de Oro, Amatlán, Tuxpan, Las Choapas, Oaxaca y Juan Casiano, arrastrando con ellos a medio centenar de vidas hacia el fondo del Atlántico.
Tras la declaración de guerra a los países del Eje en 1942, México autorizó que quince mil mexicanos se enrolaran en las fuerzas armadas norteamericanas. Se convirtieron en la minoría más condecorada del ejército norteamericano.
De mayor impacto resultó que trescientos mil mexicanos marcharan como braceros a los Estados Unidos para suplir a los granjeros que servían en las fuerzas armadas de su país, iniciando la búsqueda del modo de vida americano de manera generalizada.
Finalmente, en 1945, el Escuadrón Aéreo de Pelea 201, participó en la liberación de las islas Filipinas. Inicialmente estaban destinados a combatir alemanes, pero como estos se encontraban prácticamente derrotados, sobre la marcha fueron redirigidos al Pacífico.
Se especializaron en misiones de bombardeo y apoyo a tierra aunque eran un escuadrón de caza. Esas labores los pilotos australianos o gringos preferían no hacerlas pues decían no haber entrenado para ello. Los mexicanos tampoco, pero su comandante, Radamés Gaxiola, decía que ellos aprendían muy rápido. Método Montessori: aprender haciendo. Y así. México perdió en acción cinco pilotos.
El General Douglas MacArthur, jefe de las fuerzas aliadas en el Pacífico, declaró después que los pilotos del Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana habían logrado poner fuera de combate a 20,000 soldados del ejército imperial japonés.
En Septiembre de 1945, a bordo del acorazado USS Missouri, el coronel mexicano Rodolfo Fierro Villalobos, comandante de la FAEM y antiyanqui decidido, aceptó graciosamente - junto a sus aliados chinos, neozelandeses, australianos, norteamericanos y holandeses – la rendición incondicional del Emperador del Japón.
Terminaba la guerra. O al menos esa.
Todo esto gracias a una bandera mexicana mal interpretada y a que Teddy Surhen, un teniente de navío alemán con mala leche, buena puntería y sonrisa de playboy, quería adornar su Cruz de Hierro con un par de “Hojas de Roble mojadas”.
Re: México en la 2a Guerra Mundial
Muy buena historia, lo que no me explico es la confusión, cómo estuvo eso de invertir los colores, primero el rojo después el blanco y por último el verde...¿? Por que incluso miraron una segunda vez para cerciorarse teniendo la misma conclusión, que esa bandera no pertenecía a ninguna nación.
Sirkov- Inspector [Policia Federal]
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Bueno, hasta dónde se Italia pertenecía al Eje, bando al que pertenecía la Alemania Nazi, no creo que alla disparado un torpedo en contra de un barco italiano, misma situación que Hungría que, según yo estuvieron de parte de Alemania en la segunda guerra mundial. Me refería a que, cuanto deseo, por así decirlo, del marino alemán por ser reconocido y hundir cualquier navío, no lo imagino tan tonto como para confundir el orden de los colores, a eso me refería
Sirkov- Inspector [Policia Federal]
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Igual y el Estado Mayor de la Kriegsmarine no se le ocurrio que Mexico tenia una flota...
Última edición por Lanceros de Toluca el Agosto 28th 2013, 21:36, editado 1 vez
Re: México en la 2a Guerra Mundial
Vaya interesante anecdota que realmente desconocia, y pues se nota el impetu que albergaba en la filas de los Alemanes, quienes eran impulsivos y a veces algo desconsiderados (creerse la raza suprema conlleva a eso jejeje), pero ahi esta la razon del porque Mexico entro en conflicto con el eje unas hojas de roble mojadas para una cruz de hierro...
Como punto me resulta igualmente sorprendente el error de confundir y no saber de la seÑalizacion de los buques mexicanos...
Como punto me resulta igualmente sorprendente el error de confundir y no saber de la seÑalizacion de los buques mexicanos...
CaballeroDelMar- Staff
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Jaja, eso me suena más lógico jajaLanceros de Toluca escribió:Igual y el Estado Mayor de la Kriegsmarine no se le ocurrio que Mexico tenia una flota...
Sirkov- Inspector [Policia Federal]
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
A mí me parece más bien una muestra de humor germánico, el capitán le dice al primer oficial los colores en orden intencionadamente incorrecto para que no pueda encontrar la bandera en el libro.
Centurio- Miembro Honorario
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¡Los japoneses preparándose para avanzar hacia Navojoa!: reseña histórica
¡Los japoneses preparándose para avanzar hacia Navojoa!
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Fuerzas Especiales pertenecientes a la Marina imperial Japonesa festejando con urras Banzai tras su victoria en la batalla de Shanghái durante la Segunda Guerra Sino Japonesa. Nótese al oficial en el centro alzando su espada.
Poco antes del estallido de la Segunda Guerra mundial, en julio de 1937 Japón invade China y Estados Unidos declara un embargo petrolero hacia la isla, encendiendo la ira de los samuráis. Esa inestable situación debió preocupar a los japoneses residentes en México, estimados en poco más de 4 000 personas oficialmente, y en más de 6 000 según otras fuentes.
Dentro de los planes de expansión del imperio del Sol Naciente, se hallaba el interés por cruzar el Pacifico y llegar a Estados Unidos. En ese sentido, los nipones se habían movilizado desde tiempo atrás a Navojoa, ciudad enclavada entre la costa y la montaña, además ser un punto estratégico para el transporte y la comunicación con Norteamérica. Agricultores procedentes de Mexicali llegaron al valle del Yaqui para sembrar arroz, alimento básico de ese pueblo oriental.
En la ciudad de Navojoa y comunidades cercanas, sur de Sonora, existían poco más de 20 familias; los registros municipales de extranjeros residentes indican que poco más de 40 personas conservaban su nacionalidad japonesa y siete eran naturalizados.
En la década de 1930 los residentes japoneses grabaron una “inocente” película que muestra la geografía comunicativa de la región, muy apropiada para tomarse en cuenta en caso de un desembarco —japonés, claro está—, además de proyectar sembradíos en gran producción que podrían servir como provisiones de boca. También aparecen niños bañándose en el rio Mayo, el cual muestra su escaso caudal y no se presenta obstáculo alguno para cruzarlo, a pesar de que no existían puentes; otros más nadan en playas costeras de poca profundidad, lo que también mostraba la facilidad de un desembarque.
Diversas escenas muestran amplios bordos de canales bien nivelados cual si fueran pistas de aterrizaje; unas más delinean la línea ferroviaria Yavaros-Navojoa, desembocando a pocos metros del mar californiano (propicio para carga y descarga). Además, la película proyecta visitantes japoneses revisando la torre de telégrafos (inalámbrica) de Álamos. La flota pesquera nipona trabaja con intensidad y soltura extrayendo el camarón que descargan en un barco nodriza, el cual contaba con una radio de gran potencia que podía comunicarlos, por onda corta, hasta Japón; e igualmente trabajaba en el fondeo del mar de Cortés.
Parece imposible pensar que una pequeña ciudad como Navojoa fuera un sitio clave en el plan de los japoneses, aunque esta idea desaparece cuando se registra que contaba en ese tiempo con poco menos de 13 000 habitantes y tenía una oficina telegráfica escaladora, donde eran obligadamente retransmitidos todos los mensajes procedentes de sur a norte y a la Baja California, o viceversa. El Ferrocarril Sud-Pacifico de México la conectaba con Estados Unidos y otra línea férrea con el puerto de Yavaros, en el mar de Cortés; además, el gobierno federal tenía en proceso de construcción, principiando en el norte del estado, la carretera Nogales-Suchiate. El campo de aviación local era considerado uno de los mejores de la costa del Pacífico. El cuartel general del Ejército, instalado en Navojoa, contaba con unos cuantos pelotones de soldados. En el caso de que Japón decidiera invadir Estados Unidos, sus leales compatriotas los apoyaría en esta región
¿Educación para Ia guerra?
El de mayo de 1938, a iniciativa del doctor Tokojiuro Inukai, a quien se unieron los señores Heichi Yanajara, E. L. Ushida, Francisco S. Morimoto, Jesús Morimoto, José K. Okuda, Guillermo M. Kawano y Enrique J. Inukai, se constituyó en la ciudad de Navojoa la Asociación Japonesa de la Región del Mayo. La sociedad estableció como objeto “estrechar mejor las relaciones de México y Japón, por medio de la unificación de sus asociados en la ciudad de Navojoa y alrededores; ..} recolección de estudios y población de datos interesantes entre los asociados; sostener un instituto e internado para sus hijos y familiares hasta la 2da. generación, con el fin de enseñarles ei idioma japonés”.
Para establecer su escuela, la asociación adquirió una residencia que perteneció a la señora Armida Loaiza de Gaxiola, esposa del apoderado de Álvaro Obregón, señor Ignacio P. Gaxiola (el matrimonio había cambiado de residencia a la muerte del general sonorense). Esa mansión estaba construida en una superficie de 2 500 metros cuadrados, en la que se utilizó ébano, caoba y pino rojo de Canadá; contaba con alberca techada, un sinnúmero de cuartos para huéspedes, cancha de tenis, salón de gimnasia, cava para vinos, una torre-estudio de pintura y pozo.
El gobierno del estado de Sonora, al dar permiso a una colonia extranjera para tener su escuela, le puso por condición que cumpliera con los programas educativos de México. En ese tiempo, en las escuelas oficiales se trabajaba de las ocho de la mañana a las doce del día; después se abrían nuevamente las clases, de las dos a las cinco de la tarde en invierno, y de tres a seis en verano.
En concordancia con el plan trazado, la Escuela Japonesa inicia funciones con un director-profesor seleccionado y enviado directamente por ci gobierno nipón, con elevados conocimientos para la enseñanza del idioma, deportes e historia: Joshio Hirata, a quien le acompañaba su esposa Haru, mujer muy preparada en la confección de ropa japonesa, clases de piano y florería. Como ambos desconocían el idioma español, la asociación llamó a Emiko Kawasaki Genda, una jovencita de i8 años que contaba con amplias nociones de ambas lenguas, para servir como intérprete entre los maestros japoneses y sus alumnos, que en su mayoría eran paisanos que no hablaban el idioma paterno (se estima que los japoneses residentes en Navojoa casaron en un 90 por ciento con mujeres mexicanas, ustedes saben, en aquel tiempo las mujeres y los hombres eran fuertes y pesaban menos de 50 kilos).
Las clases se iniciaban con estudios —aparte del idioma— de historia, geometría y, sobre todo, geografía, pues todas las manañas el director dibujaba en el pizarrón los lugares por donde iban avanzando las tropas japonesas durante el conflicto bélico contra China, el cual terminarla en 1945, al igual que la Segunda Guerra mundial.
Con base en los testimonios legados por la finada señora Kawasaki, quien fuera designada codirectora, en la Escuela Japonesa hubo unos 80 alumnos procedentes de Guadalajara, Nayarit, Mazatlán y Culiacán, así como de los pueblos y campos agrícolas de la región; del norte del estado se presentaron de Ciudad Obregón, Hermosillo, Ures, Nacozari, Nogales y de toda la costa del Pacífico. Todos ellos estuvieron internados y algunos no aguantaron la rigidez de la disciplina impuesta, porque estando Japón en guerra, el sistema escolar era casi militarizado; aunque para algunos de los que permanecieron ahí resultó una buena formación.
Justo por la estricta disciplina, uno de los alumnos sufrió un fuerte castigo cuando se negó a reverenciar al Dr. L. K. Yeda, personaje de gran relevancia en la colonia japonesa regional y estatal, obligándolo a obedecer a base de golpearle la rodilla con un bastón, lo que le provocó una deficiencia permanente al caminar. Los alumnos residentes en Navojoa fueron los más presionados, pues los internos no acudían a las escuelas oficiales, ya que supuestamente no les dejaban salir de las instalaciones de la Escuela Japonesa.
El señor Alejandro Yanajara Ibarra recordó su experiencia en este centro: “Teníamos que madrugar para estar presentes en esa escuela a las siete de la mañana, en donde todo se iniciaba con honores a la bandera japonesa, los que incluían su himno nacional. Al término de esa ceremonia, nos trasladábamos a la cancha, a efectuar ejercicios gimnásticos, los cuales duraban aproximadamente media hora; concluidos éstos, salíamos con prisa a nuestras casas a desayunar para presentarnos a las ocho en la Escuela Primaria Superior ‘Talamantes’; después de cuatro horas de clase, nos dirigíamos de nuevo a la Japonesa, en donde se iniciaban los cursos del día, y allí mismo, comíamos los alimentos caseros que llevábamos; inmediatamente después íbamos de vuelta a la Talamantes para estar presentes a las tres de la tarde y, al salir a las seis, retomábamos a la Escuela Japonesa, para concluir el día como a las ocho y media de la noche. Al llegar a nuestras casas. Teníamos que repasar las lecciones que nos habían dejado de tarea en las dos escuelas. La Escuela Japonesa ofrecía la educación desde párvulos hasta secundaria; su meta principal era enseñar el idioma japonés para que todos los niños nipones estuvieran preparados para abandonar el país en caso de guerra, o para servir de intérpretes en caso de que Japón obtuviera la victoria."
“Estoy muy orgulloso de tener dos tipos de sangre... Para mí fue un momento muy difícil aquellos tiempos de guerra, pues siendo mexicano de nacimiento fui reclutado y cumplí, en 1945, con el Servicio Militar Nacional de mi país, y siendo también de ascendencia japonesa, estaba incierto de lo que me esperaba, y aun sabiendo que ‘el pleito’ era en contra de Estados Unidos, no podía comprender qué ocurriría en caso de tomar las armas en contra de las fuerzas japonesas”.
Poco tiempo después de que Estados Unidos entrara de lleno en la Segunda Guerra mundial —tras el ataque nipón a Pearl Harbor, en diciembre de 1941— y semanas antes de que México declarara la guerra a los países del Eje (Alemania-Italia-Japón), la Escuela Japonesa cierra sus puertas en marzo de 1942, luego de que el gobierno federal sospechara del plan imperialista nipón, así como del espionaje que se realizaba desde Navojoa. Se vivía un ambiente tenso en nuestro país y los efectos del conflicto bélico internacional hablan llegado nada más y nada menos que hasta esa ciudad sonorense. Pero las consecuencias de esa gran guerra son otra historia.
reIaciOn antiquIsima
El comercio entre Japón y la Nueva España existió de manera pacífica hasta 1817, cuando se interrumpió por la guerra de Independencia. En 1867 la isla comenzó su proceso de modernización y se lanzó una vez más a la vida comercial. Los lazos se estrecharon en 1874 con la expedición astronómica para observar el paso de Venus por el disco solar, encabezada por el mexicano Francisco Díaz Covarrubias, quien llegó en noviembre de ese año a la ciudad de Yokohama e instaló un observatorio para apreciar el fenómeno.
Para 1888, los ciudadanos de ambas naciones podían pasearse libremente por el territorio de cada país gracias a un tratado de amistad, comercio y navegación. En 1891 se intercambiaron embajadores y, seis años después, se fundó Ia Camunidad Enomoto en Chiapas; entonces, apellidos coma Watanabe, Sampei, Nakasawa, Hirayama, Ota o Takahashi comenzaron a expandirse a lo largo del país. Para 1910 la principal comunidad japonesa se encontraba en Sonora, con 573 personas; le seguían Coahuila (410), Veracruz (294), Distrito Federal (252), Chihuahua (205); Chiapas contaba con un aproximado de 71 personas.
A fines de 1924 el presidente Plutarco Elías Calles prohibió la inmigración de chinos y japoneses; sin embargo, un convenio permitió que personal calificado procedente de la isla entrara a México. Así, llegaron decenas de médicos, odontólogas y veterinarios. Las buenas relaciones se mantuvieron hasta que fueron rotas definitivamente por el presidente Manuel Ávila Camacho en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial. En mayo de 1942 México declara la guerra a los países del Eje, entre ellos Japón. Se congelaron cuentas niponas, custodiaron cajas de seguridad, se suspendió el otorgamiento de cartas de naturalización y se les prohibió operar con divisas; aunque se les permitió efectuar actividades comerciales y particulares para su sostenimiento, educación y recreación. Cabe decir que, a diferencia de lo que ocurrió en países europeos con los campos de concentración, en México sólo se retuvo a los extranjeros sospechosos de espionaje.
La amistad entre Japón y México se recuperó 10 años después, al firmar un tratado de paz en San Francisco (EuA). Las relaciones bilaterales se reanudaron con la visita a la isla del presidente AdoIfo López Mateos en 1962.
En enero pasado se cumplieron 400 años del primer contacto formal diplomático, cultural y comercial entre México y el país del Sol Naciente, desde aquel 25 de enero de 1614 en que la misión de Hasekura Tsunenaga arribó desde Japón en la bahía de Acapulco.
Escrito por Manuel Hernández Salomón, publicado en Relatos e Historia de México, volumen VI número 67. Se recomienda su adquisición en el puesto de revistas más cercano.
Los japoneses al parecer no se han portado tan ojetes con nosotros. Sin embargo, debo recordar que el peor crimen contra el Anáhuac que han hecho es pescar en nuestra reservas protegidas (¡p^%#$!) cosa que si es bastante grave(aunque no tanto como quitarte más de la mitad de tu territorio, destruir tus ciudades y mantener un dominio de trescientos años o declararte la guerra pretextando los daños a una pastelería o la deuda mal contraída con un banquero suizo, eso sí)
Última edición por ivan_077 el Julio 19th 2014, 23:52, editado 2 veces
ivan_077- Staff
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Me cago en la requete maldita leche EL ANAHUAC ES SOLO EL VALLE DE MEXICO. Che ivan ni siquiera tu casa esta dentro del Anahuac. A ver cuando aprendes que no es sinonimo de Mexico. Y pues lo que le hicieron a nuestra excolonia (Filipinas y en especial a Luzon y Manila) pues si es mas ojete que lo que hicieron los gringos
La ortografia del articulo esta medio chafa. Checala y corrigela.
Aun asi buen tema ahi te va tu +1 por eso. Desconocia este episodio.
La ortografia del articulo esta medio chafa. Checala y corrigela.
Aun asi buen tema ahi te va tu +1 por eso. Desconocia este episodio.
Re: México en la 2a Guerra Mundial
eso que ni que, los japones durante la segnda guerra era unos culerisimos de primera. basta ver lo que le hicieron a los chinos. Sólo que a nosotros no nos chingaron (aunque mas que nada por que estabamos bien lejos, eso sí).
Por otra parte, y en cuanto a las Filipinas y México, ambos eramos colonias del Imperio Español; el hecho de que las Filipinas fueran gobernadas desde la Ciudad de México no quita el hecho de que nosotros andabamos también de tronados....
editaré el articulo y gracias por el +1
Por otra parte, y en cuanto a las Filipinas y México, ambos eramos colonias del Imperio Español; el hecho de que las Filipinas fueran gobernadas desde la Ciudad de México no quita el hecho de que nosotros andabamos también de tronados....
editaré el articulo y gracias por el +1
ivan_077- Staff
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Tecnicamente eramos un "reino", como Cataluña o Navarra, no una colonia como las de EUA o Australia con el Reino Unido. Las Filipinas entraban mas en la definicion de colonia que nosotros.
Bueno, al menos hasta que llegaron los Borbones y ahi si tronaron a todos. Pero eso ya es off topic. De nada.
Bueno, al menos hasta que llegaron los Borbones y ahi si tronaron a todos. Pero eso ya es off topic. De nada.
Re: México en la 2a Guerra Mundial
La conspiración que se descubrió en Navojoa.
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Japanese Special Naval Landing Forces in Battle of Shanghai 1937
(si, ya se que no tiene que ver con el articulo, pero encontrar por internet una foto que concuerde con el articulo salió muy cabrón... disfrutenlo)
El asombroso caso de los espías japoneses
MANUEL HERNÁNDEZ SALOMÓN*
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Integrantes de la comunidad japonesa en la Legación de la calle de Colima, colonia Roma, ca. 1940. Colección: Shozo Ogino.
E! 1 de diciembre do 1941, durante !a Segunda Guerra mundial se desencadenó e! ataque lapones a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, en Hawái. Para Japón, el sur del estado de Sonora, con su extenso literal de playas de bajo fondo y con un mar de aguas calmadas, ofrecía el espacio ideal para instalar una cabeza de puente con el fin de internarse en el país más industrializado del mundo. Los agentes japoneses encubiertos, residentes de Navojoa, tenían todo preparado, pero sus radiotransmisiones clandestinas fueron detectadas por el ejército mexicano. Muchos de ellos fueron arrestados, excepto el misterioso doctor Yeda, cuya presencia en el pueblo todavía es recordada por mucha gente.
Una tarde invernal de algún día, tras el ataque a Pearl Harbor, como a las seis, Ildefonso Castillo Lira, telegrafista llegado de Coahuila, se encontraba encrespado en su oficina porque no podía retransmitir los mensajes a la Baja California; dichas fallas eran frecuentes y su enojo era por desconocer las causas para corregirlas. Se impulsó hacia atrás en el respaldo de su silla, estiró las piernas y colocó las manos sobre la nuca; dirigió su vista al techo y miró el foco que estaba parpadeando. Creyó que era una falla más de la vieja planta generadora de la empresa de electricidad, pero aquel pestañeo tenía ritmo; quedó asombrado porque pronto se dio cuenta de que, de su titilar, emanaban letras telegráficas, signos del alfabeto internacional morse.
Salió con rapidez a la oficina principal para comunicar a su superior, don Manuel Cruces Maldonado, jefe de la estación telegráfica en Navojoa, que estaban sintonizados’; ésa era la causa de las fallas de trasmisión rumbo a occidente. Alguien estaba utilizando las frecuencias y horarios reservados para uso exclusivo del gobierno mexicano de acuerdo con las normas de comunicación establecidas internacionalmente.
Don Manuel, al comprobar lo que su subordinado le había informado, utilizó la línea directa a México—privilegio que tenía la oficina de telégrafos local por ser estación escaladora— para comunicar lo que estaba ocurriendo a! encargado de la Secretaria de Comunicaciones, quien de inmediato turnó el mensaje a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA).
Se abrió una investigación por personal de la SEDENA, en conjunto con el equipo de 72 telegrafistas de la oficina escaladora local, desde donde se retransmitían necesariamente, por razones técnicas, todos los mensajes provenientes del norte y del sur, al igual que las comunicaciones provenientes de todas partes del país dirigidas a las ciudades importantes de Baja California.
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Aquel afortunado incidente le hizo recordar al telegrafista Ildefonso Castillo la ocasión en la que, estando en la bahía de Yavaros junto con algunos compañeros de trabajo, al igual que don Manuel Cruces, recibieron la invitación del doctor L. K. Yeda para que visitaran el barco nodriza donde todos sus navíos pesqueros descargaban los productos marinos que luego eran conducidos al Japón.
Aceptada la invitación, abordaron el barco y siguieron los pasos y explicaciones de las características dcl navío ofrecidas por ci medico anfitrión, administrador de la flota pesquera japonesa que operaba en el golfo californiano. Pero Ildefonso no prestó mucha atención a las observaciones del doctor; a él le interesaba más ci sistema de comunicación del barco luego de advertir la altura de las antenas.
Mayor sorpresa se llevó al distinguir los equipos de comunicación que el barco nodriza operaba telegráficamente, por lo que no dudó en hacer la observación al médico japonés de que con ese equipo tan potente se podían comunicar fácilmente a Japón al descender el sol asimilado por el horizonte, reiterándole que observó que trabajaban con ondas cortas y largas. El doctor Yeda lo negó rotundamente, sosteniendo que con esos aparatos únicamente podían comunicarse a una distancia no mayor a 500 kilómetros. Ante esa posición, Castillo Lara y Cruces Maldonado prefirieron mantener reserva, sin insistir, por respeto al anfitrión.
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Tras el descubrimiento, don Ildefonso y un grupo de telegrafistas se reunieron para dilucidar cómo los japoneses pudieron sintonizar la frecuencia en la que operaban. Uno de ellos recordó la vez en que el doctor Yeda envió un telegrama a Japón desde la oficina local, utilizando la frecuencia mexicana hacia occidente; de esa manera los japoneses captaron la frecuencia y el horario de trasmisión.
Blas Hernández Salazar, revolucionario sinaloense, se instaló en los primeros años de la década de los veinte en Navojoa. Durante la guerra estuvo bajo las órdenes del general Ángel Flores, constitucionalista, hombre valiente y extremadamente honesto que enfrentó a los villistas-maytorenistas que tuvieron sitiada Navojoa por más de cuatro meses en 1915.
Años después de terminado el conflicto revolucionario, don Blas partió a Estados Unidos, donde trabajó por cerca de diez años. A su regreso se estableció definitivamente en Navojoa, se dedicó inicialmente al transporte de carga local y fue de los fundadores de la Alianza de Camioneros de Transporte, cuyas oficinas estuvieron instaladas frente a la ferretería propiedad de don Francisco A. Byerly, ciudadano estadunidense, filósofo, masón grado 33 y ex sindicalista ferrocarrilero, con quien llevó buena relación de amistad al confiarle sus andanzas en la Revolución.
Un día, estando en la oficina de la Alianza, recibió un recado de don Francisco: quería hablar con él. Cruzó la calle y le encontró en compañía de un par de norteamericanos, ante quienes fue presentado. Discretamente le invitaron a pasar al edificio, en donde don Francisco le comunicó que le había llamado porque aquel par de hombres estaba en busca de una persona que se dedicara a hacer una investigación para el gobierno de Estados Unidos. Requerían un hombre que, por ser de la región, pasara desapercibido; advirtieron que esa investigación conllevaba riesgos, por lo que la persona elegida debía carecer de temor. Agregaron que la operación no era en contra de los intereses de México; por el contrario, habla un acuerdo entre los dos países y el trabajo se llevaría a cabo apoyado por el Ejército mexicano, y que le pagarían todos los gastos. Les respondió que averiguaría si lo que decían era verdad, quedándose de ver al día siguiente.
Se dirigió al cuartel para hablar con el comandante militar de la zona, a quien relató lo expresado por los gringos. El oficial afirmó que lo que le habían dicho era cierto, que la operación sería apoyada por sus soldados y que aceptara la proposición con la condición de que todo lo que indagara debería informárselo.
Reunidos al siguiente día, los norteamericanos le explicaron que estaban investigando la existencia en la región de una radio clandestina que trasmitía mensajes hasta Japón —según indagaciones de sus servicios secretos en Hawái—, por lo cual uno de sus aviones había hecho un vuelo de reconocimiento de señales sobre la ciudad de Navojoa y la costa de Yavaros. También habían detectado emisión de señales por el rumbo de la costa partiendo de un lugar y luego en otro; tal vez las estuvieran haciendo sobre vehículos, por lo que había necesidad de rastrear todas las brechas, veredas y caminos costeros.
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Quedaron de acuerdo en que don Blas cubriría actividades como leñador. Le proporcionaron una camioneta y el acompañamiento de dos soldados disfrazados de leñadores, todos bien armados. Como apoyo adicional habría otro grupo de soldados que cubrirla su retaguardia ocultándose entre las espesuras del monte.
La búsqueda, durante tres días, desde la playa Las Bocas hasta la bahía de Yavaros fue un fiasco. Siguieron rastros, huellas, vestigios; escudriñaron posibles escondites, subieron a los árboles para otear la madrugada o detectar luces por las noches y no encontraron ni detectaron algo sospechoso, nada en lo absoluto. Regresaron tras intensas pesquisas. Los norteamericanos no imaginaron que dichas trasmisiones las hacían los japoneses desde un buque dotado con un buen equipo, ya fuere navegando o anclado, cercano a la costa.
Al otro día, cansado y molesto por ei fracaso, don Blas decidió tomarse un descanso y se dirigió, tal vez por el apremio de sus hormonas, a un sitio al que llamó “casas secretas”. En dicho lugar se ejercía la prostitución clandestina y, siendo Navojoa una pequeña comunidad, una serie de dichas casas se situaba a tan solo dos cuadras. En ese sitio, el doctor Yeda rentaba una residencia propiedad de una matrona a quien conoció desde que ejercía el cargo de medico municipal, entre cuyas tareas de salubridad estaba ci examinar semanalmente a las pupilas de la señora.
Transitó frente a la hilera de casas y en una de ellas vio por la puerta abierta a un japonés acompañado de tres mujeres ‘alegres’. Siguió de largo y, al llegar a la esquina, una corazonada le hizo esperar. No paso mucho tiempo y entonces el japonés salió de prisa, desplazándose hacia el lado contrario de donde se situaba.
Volvió sus pasos y entró a la habitación, donde aún permanecían las tres damas, a quienes saludó. Dijo sentirse cansado, las invitó a beber unas cervezas y aceptaron; pidió, además, una botella de tequila.
Después de charlar un poco, dos de ellas se retiraron, quedando una que le acompañó para continuar degustando el líquido ambarino; luego, cuando esta mujer se retiraba a orinar, prestamente le vaciaba un poco de tequila en su vaso. No paso mucho tiempo para que estuviera embriagada y comenzara a hablar de más a instancias de su acompañante, contándole que con frecuencia los japoneses invitaban a varias de sus compañeras a la casa de doña Alejandra, la matrona que le rentaba al doctor Yeda, en donde —agregó tenían un aparato de radio.
Se contuvo al escuchar aquella buena noticia. Obtenida la información, accidental y afortunada, de inmediato se dirigió al Palacio Municipal, entró a la comandancia de policía y puso al corriente de lo sucedido al comandante Filiberto MendIvil. Ambos se dirigieron al cuartel, en donde relataron al comandante de la partida militar el descubrimiento de una radio clandestina y acordaron una operación conjunta tan pronto cayera la noche.
Misión cumplida
En temporada de invierno la noche llega temprano. Los habitantes se recogen en sus casas, las calles lucen semivacías y uno que otro transeúnte rompe la monotonía del silencio. Los vigilantes designados otean discretamente el ambiente alrededor de la casa de la avenida Rayón 505 Oeste. Poco después de las ocho de la noche, unas cuantas figuras ingresan cautelosamente al interior de aquella vivienda. Un leve viento apenas agita las ropas que cuelgan de los tendedores colocados en el techo de la casa sospechosa (después sabrían que servían de antenas).
El tiempo transcurre lento, tenso y frío. A las diez, cuando la tranquilidad citadina abruma el momento, arriban a las cercanías unas camionetas de las que descienden soldados y policías armados, quienes sigilosamente irrumpen en los patios abiertos carentes de cercas y tapias. De esa forma, todas las salidas quedan cubiertas alrededor de la manzana.
Los oficiales ordenan a sus soldados tocar para que abran la puerta; tras esperar unos momentos, la derriban a culatazos. Violentamente son neutralizados varios jóvenes japoneses, quienes son aprehendidos y conducidos al cuartel; sin embargo, unos cuantos pudieron arrojar algunos aparatos de comunicación hacia el patio que colindaba con la panadería de don Candelario Peraza, hecho que éste de inmediato denuncia. Aparatos y algunas armas son decomisadas.
Se ordena incursionar en algunas residencias de japoneses; se catea la del Dr. L. K. Yeda y de la Dra. Ushida, incautando mapas, cartas marinas y otros documentos. Aquellos que fueron hechos prisioneros, días después son trasladados a la capital mexicana en un convoy ferroviario fuertemente custodiado por elementos de la federación. Se cita que, tras esa operación, en hora temprana un avión norteamericano aterrizó en la pista local para conducir a algunos prisioneros rumbo a su país.
Un artículo publicado en ingles por la Sociedad de Historia Naval de Australia, suscrito por el Lt. Comodoro Swan, señala algunos datos interesantes sobre los agentes japoneses en Sonora, aunque tiene imprecisiones. Al texto anotamos observaciones, además de hacer algunas correcciones de traducción para una mejor comprensión:
La sede de la inteligencia japonesa en la costa oeste de América Central [incluyen a México] fue en Guaymas, a la mitad de la costa este del golfo de California, quien encabezaba el grupo era el dueño de una embotelladora de aguas gaseosas llamado Matsumiya.
Otro agente llamado Umukahi poseía una fábrica de hielo y 500 hectáreas de terreno [Tokojiuro Inukai fue dueño de una fábrica de hielo en Navojoa y poseía terrenos de siembra en la región; posible error de escritura del apellido por la similitud fonética). Otro, Morimoto, era dueño de una pequeña empresa de maíz molido [Satoshi Morimoto fue dueño de un molino de nixtamal en Navojoa).
[Kotaro] Tanada era un cantinero [en Navojoa tuvo una cantina que llevó su apellido] y el doctor L. K. Yeda era dentista en Topolobampo [en realidad el doctor Yeda siempre vivió y ejerció su profesión en Navojoa].
El rastro del misterioso doctor Yeda
Entre los japoneses encubiertos destaca principalmente el doctor L. K. Yeda (LukKozoleda), médico cirujano y partero. Arribó a Navojoa en 1922. En 1924 fue nombrado medico municipal en Navojoa. Ese año aparece en la foto de un sanatorio japonés instalado a media cuadra de su casa y consultorio, el primero que hubo en la ciudad. En 1926 los yaquis detienen el tren de pasajeros donde viajaba el general Álvaro Obregón, residente de la ciudad de Navojoa. El Dr. Yeda escribe al ayuntamiento local para ofrecer sus servicios como médico y también como soldado (lo que revelaría su ascendencia militar).
En el acta de registro del nacimiento de uno de sus hijos en Navojoa, en 1927, informó tener 32 años. En 1930 la Cámara de Comercio informa a su homóloga de Los Ángeles que el principal productor de mentales de raza pura (bovinos) en Navojoa es el Dr. Yeda. En 1938 encabeza la lista de solicitantes para el establecimiento de una escuela japonesa en Navojoa, en la que ejerce el cargo de supervisor. Igualmente es el administrador de la flota pesquera en el sur del golfo de California. Ese mismo año adquiere una casa de madera en el puerto de Yavaros, con diez cuartos, tres corredores y tres escaleras. En 1940 se asocia con un medico mexicano para construir un sanatorio. En septiembre de 1941 vende su propiedad en Yavaros.
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En diciembre de 1941 Japón bombardea Pearl Harbor. En marzo de 1942 la Secretaria de Gobernación inicia una investigación secreta contra el Dr. Yeda por ser un presunto agente japonés. El 13 de abril de ese año aparece el nombre del médico dentro de una “lista negra” que publica el gobierno de Estados Unidos; la nota aparece en el periódico Novedades del Distrito Federal. Al día siguiente el doctor renuncia verbalmente como socio de la Cámara de Comercio de Navojoa. La Secretaria de Gobernación lo ubica en Guadalajara en ese mismo mes y año. A partir de esa fecha, se desvanece en el misterio y surgen variados mitos acerca de su partida al país del Sol Naciente. La Segunda Guerra mundial terminarla hasta septiembre de 1945, con la rendición de Japón y la victoria de los Aliados.
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Hernández Salomón, Manuel, “La conspiración que se descubrió en Navojoa: El asombroso caso de los espías japoneses” Revista Relatos e Historias de México, México, Año VI, número 68, abril del 2014, pág 26-33.
Posdata: en una de las imágenes, la revista menciona que se le concedió la Orden Suprema del Crisantemo a Álvaro Obregón. Es la condecoración que les concede la isla del Sol Naciente a aquellos que se vuelven amigos del Japón. Clint Eastwood ganó una de tercera clase por su película de Cartas desde Iwo Jima
Y por cierto, sería genial que se iniciaran pesquisas públicas para averiguar qué pasó con el doctor Yeda. Que P^%!@#$ películas de james bond ni que mi v!@.
ivan_077- Staff
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
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ivan_077- Staff
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José Mendoza López
José Mendoza López – Super Soldados
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José Mendoza López nació un 10 de julio del 1910 en México y fue criado por su madre en Veracruz. Su padre habría muerto en el mar mientras José todavía estaba en el vientre, y para su noveno cumpleaños su madre ya había fallecido por la tuberculosis, dejándolo huérfano y solo. Sus familiares no pudieron hacerse cargo de él, así que tomó su propio camino para tratar de encontrar una vida mejor en los Estados Unidos. Cruzo la frontera y se estableció en la ciudad de Mission, Texas, donde una familia fue lo suficientemente amable como para darle un poco de comida y dejarlo dormir en el cobertizo de las herramientas hasta que se pudiera sostener a sí mismo.
Nada en la vida fue fácil para José. No tenía posesiones mundanas y trabajaba en empleos de subsistencia para tratar de mantener la cabeza fuera del agua y poner los alimentos en su mesa. Más tarde se embarcó en un caminó por este país en busca de oportunidades y de aventura. Cuando tenía 17 años, se encontró con un poco de ambos. Estaba asentando en Atlanta pensando en sus cosas cuando de repente una matón gigantesco empezó a intimidarlo. A pesar de tener solamente 1.65 m de estatura y de pesar 58 kg, José López no era la clase de tipo duro que se iba a dejar joder por nadie, sin importar lo grande que este fuera. José se puso cara a cara con el cromagnon, asintiendo con la cabeza y apretando los puños. El tipo tentó a su suerte y lo siguiente que supo fue que estaba recibiendo una paliza por parte de López.
El destino quiso que uno de los que estaban allí viendo la paliza, fuera un promotor de boxeo. Después de que José terminó de golpear al imbécil que lo molestaba, el promotor se acercó a él y lo reclutó para el mundo del boxeo profesional. El recién bautizado como “Kid Mendoza” sostuvo un récord de 52-3 en su carrera en el boxeo – números respetables, y la prueba de que no era alguien con quien meterse.
Finalmente Kid Mendoza decidió que no estaba realmente interesado en que le pagaran por vencer contrincantes sobre un ring de boxeo, así que lo dejó y se alistó con los U.S. Merchant Marines en 1936. Tuvo varias desgracias marítimas, incluyendo una ocasión en que estuvo varado en el mar durante varias semanas en un barco de carga con sólo plátanos para comer.
Después de varias pruebas duras en alta mar, López decidió que era más seguro en tierra firme. Se alistó en el ejército tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, fue entrenado para ser un artillero del escuadrón ametrallador y luego enviado hacia Europa para ayudar a los aliados a patear el trasero de Hitler. El 7 de junio de 1944 desembarcó en las playas de Normandía y rápidamente tenía una bala alemana rebotando en su cinturón de munición. Le importó un carajo aquel hecho. Luchó con valentía durante toda la campaña de Normandía, pero se hizo leyenda en el bosque de las Ardenas en diciembre de 1944 durante la Batalla de las Ardenas.
El 17 de diciembre López estaba estacionado fuera de la ciudad belga de Krinkelt como parte de la compañía K de la 23 División de Infantería de EE.UU. Había sido asignado para proteger el flanco derecho del pelotón ante un posible ataque alemán, y se había establecido con su ametralladora Browning M1919 calibre .30 en una trinchera fortificada. Pero el ataque no llegaría por la derecha de la Compañía.
La batalla comenzó en el lado izquierdo de la línea de batalla, por lo que López empacó su ametralladora de más de 13 kg y corrió para ayudar a evitar que su unidad fuera flanqueada por los alemanes. Saltó en un agujero poco profundo que básicamente lo exponía desde la cintura hasta la cabeza al fuego enemigo, montó su arma y comenzó a rociar balas a los soldados nazis que avanzaban. Derribó a varios de ellos, cuando de pronto vio a un maldito tanque Tiger I rodando por el bosque justo hacia él con varios escuadrones de infantería que lo apoyaban. López sabía que no tenía poder de fuego para hacer frente al tanque, así que a pesar de su casi total falta de cobertura siguió concentrando su fuego sobre la infantería que avanzaba, cortándolos en masa como un maldito loco sediento de sangre humana, mientras que el cobarde resto de la compañía de López regresaba a la ciudad fortificada hacia sus posiciones defensivas. Un grupo de alemanes intentó flanquear el nido de ametralladora de López, pero este fue capaz de cambiar la posición de su arma y reducirlos a todos.
El fuego enemigo continuó llegando a José, esta vez procedente de un grupo de soldados que intentaban flanquearlo por la derecha. Para complicar aún más las cosas, el Tiger había puesto su atención en él, y ahora los alemanes estaban concentrado la artillería abajo de su posición. A pesar de ser impactado por un proyectil de artillería, José López logró recoger su arma e ir a otra posición defensiva en la que volvió a abrir fuego contra los alemanes que seguían avanzando, ganando tiempo valioso para que los inútiles hombres de la Compañía K se retiraran. Tanques y soldados continuaron disparando sobre él, y en un momento el arma principal de un Tiger lanzó un proyectil tan cerca que lo derribó y le provocó una conmoción cerebral. Esto no era suficiente para que Jose ‘Rompe Madres‘ Lopez se quedara atrás, inmediatamente restableció su arma y siguió disparando contra el ataque alemán. Una vez que todos sus hombres estaban en la seguridad de la ciudad, y ya que había agotado todas sus municiones, López volvió a la ciudad para reabastecerse.
Los alemanes sabían lo que estaba pasando. Omitieron la ciudad y continuaron su avance hacia Amberes, convencidos de que no querían nada de lo que López pudiera ofrecerles. Había salvado sin ayuda de nadie a su compañía de ser invadida por números intensamente superiores. Su cuenta en la matanza final durante la batalla se estimó en poco más de un centenar de soldados enemigos.
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Por sus acciones en el bosque de las Ardenas, López fue ascendido a sargento galardonado con la Medalla de Honor del Congreso por lo que el ejército justifico como “someterse a misiones aparentemente suicidas”. Luchó hasta el final de la guerra, y sirvió en Corea antes de retirarse en 1973. Siguió un régimen de trotar todos los días, y veía a un entrenador personal tres veces a la semana hasta que cumplió 88 años de edad, porque sabía que lo necesitaba para mantener su temple. Tuvo cinco hijos y estuvo casado durante 64 años antes de morir de cáncer el 18 de mayo de 2005 a la edad de 94 años.
José López fue un verdadero badass. El hombre venia de orígenes muy humildes, trabajó por todo lo que tenía, y demostró ser un héroe cuando llegó la hora de salvar a sus amigos. Él luchó con fiereza, ganó el máximo galardón de los Estados Unidos por su valentía, y sólo fue derrotado en combate físico mano a mano tres veces en toda su vida. Si duda un Super Soldado.
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Lo comparto por que de pronto varias páginas que sigo, lo compartieron en sus muros.
belze- Staff
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
pues al parecer el link ya valió queso así qué.....
cual es su postura ante el hecho de que haya mexicanos que sirvan en el extranjero? digo, por una parte es bueno que dejen en alto el nombre de México (en el entendido de que hay que eliminar esa castración mental de la que parecemos sufrir y que nos dice que no podemos hacer nada), pero eso puede dar pie a excusas para no luchar por el desarrollo de nuestro pais...como los putitos que abandonaron al pais durante la revolucion para que luego sus hijos terminaran en una guerra mucho peor.
ustedes que piensan?
cual es su postura ante el hecho de que haya mexicanos que sirvan en el extranjero? digo, por una parte es bueno que dejen en alto el nombre de México (en el entendido de que hay que eliminar esa castración mental de la que parecemos sufrir y que nos dice que no podemos hacer nada), pero eso puede dar pie a excusas para no luchar por el desarrollo de nuestro pais...como los putitos que abandonaron al pais durante la revolucion para que luego sus hijos terminaran en una guerra mucho peor.
ustedes que piensan?
ivan_077- Staff
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
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Mexicanos en la Segunda Guerra Mundial
Notapor Alcazar » 25 Ene 2008, 15:35
Las Infanterías Invisibles: Mexicanos en la Segunda Guerra Mundial
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El siguiente trabajo pertenece a Enrique Plasencia de la Parra de la Universidad Nacional Autónoma de México y a mi entender es uno de los estudios más completos sobre un tema tan olvidado.
INDICE:
ANTECEDENTES.
LOS CHICANOS* ANTES DE LA GUERRA.
EL EFECTO PEARL HARBOR.
EL EFECTO “POTRERO DEL LLANO”.
RECLUTAMIENTO.
RECLUTAMIENTO: “RECIPROCIDAD” Y TRASLADOS.
EL PACHUCO VA A LA GUERRA.
LAS INFANTERÍAS INVISIBLES.
VISIONES CHICANAS DE LA GUERRA.
EL REGRESO: GOLDEN GATE Y BLUE MOON.
CONCLUSIÓN.
FUENTE TEXTO Y FOTOS.
1. ANTECEDENTES
El 26 de Mayo de 1943, la Séptima División de Infantería del Ejército Estadounidense intentaba desembarcar en Attu, Isla del archipiélago de las Aleutianas, en el Mar de Bering. Era un día frío, con niebla; el fuego de la artillería japonesa impedía el avance. El soldado José P. Martínez tomó la decisión de iniciarlo, actitud que fue seguida por sus compañeros. A pesar de esto, Martínez puso fuera de combate dos nidos de ametralladoras, atrajo el fuego japonés, pero a costa de su vida; sus compañeros obtuvieron así mejores posiciones. Pocos días después la isla era recuperada. Martínez recibió póstumamente la Medalla de Honor del Congreso, la máxima condecoración que puede obtenerse en el ejército estadounidense. Era la primera que recibía un “mexicano-americano” (así se conocía a residentes o ciudadanos estadounidenses de origen mexicano). José Martínez provenía de una familia de Taos, Nuevo México, con varias generaciones de residir en esa entidad. Su caso no sería el único, pues a lo largo de la segunda guerra mundial muchos mexicano-americanos se distinguirían en la lucha.
Pocos días después, en Los Ángeles, se dio el llamado “Motín de los Pachucos”, que en realidad fue un ataque de soldados estadounidenses contra jóvenes que, por su forma de vestir, extravagante para la época, eran fácilmente identificables. Se relacionaba a los Pachucos con mexicanos, a pesar de que jóvenes de distinto origen étnico seguían la misma moda. También se les acusaba de todo tipo de delitos. El manejo que una parte de la prensa (la cadena de William Randolph Hearst) hizo de este incidente y la campaña negativa que lo precedió, llevaron a muchos a concluir que los mexicano-americanos causaban disturbios cuando el país más necesitaba la paz interna. Esa culpa inducida sentía el soldado Frank Lares en una Base en Alaska, cuando sus compañeros le recriminaban el comportamiento de sus paisanos en California. Al conocerse las hazañas de José Martínez los cuestionamientos terminaron, y más tarde se conoció la manipulación que la prensa había hecho del incidente. Ambos hechos, coincidentes en lo temporal, muestran realidades contrastantes sobre los mexicanos en Estados Unidos. El primero me interesa resaltarlo no tanto por el valor extraordinario de Martínez, sino más bien por el hecho de que actos como el suyo se soslayaran en la mayoría de las versiones oficiales sobre la participación estadounidense en la segunda guerra. Era finalmente otra forma de mantener en el subsuelo a esta minoría étnica, como si fueran invisibles. El segundo es un buen ejemplo de cómo se sacaba a la luz al mexicano, de cuándo dejaba de ser invisible: participando en asaltos, motines y riñas callejeras. En este artículo pretendo analizar la actuación de chicanos y mexicanos en la guerra. Intento saber qué tan importante fue, en qué condiciones se dio, qué papel sostuvieron los gobiernos de México y Estados Unidos ante esta participación; también cómo fue percibida por los veteranos que participaron, cómo cambió su vida, y en forma más general de qué modo afectó a la comunidad mexicana en ese país al terminar el conflicto bélico.
2. LOS CHICANOS ANTES DE LA GUERRA
Históricamente, la emigración a Estados Unidos se ha dado por la diferencia en la productividad agrícola en ambos países, así como por la disparidad de salarios. En áreas rurales, pero también en urbanas y suburbanas, la migración ha pesado por la subsistencia, y por la búsqueda de un nivel de vida por encima de esa subsistencia. En el periodo de 1910-1930 los mexicanos que buscaron la frontera creció enormemente, debido a los trastornos causados por la Revolución, pero también por el auge económico que había en el suroeste estadounidense (para los estudiosos de ese país, el suroeste comprende los estados de Texas, Nuevo México, Arizona y California). Se calcula que en ese periodo cruzaron la frontera 1.000.000 de mexicanos. En 1924 el gobierno restringió la migración, estableciendo el sistema de cuotas, que consistía en otorgar un número predeterminado de visas a ciudadanos de distintos países, aunque hubo excepciones. Una de ellas fue para los mexicanos, pues la mano de obra barata y abundante se consideraba indispensable para el desarrollo económico. A pesar de ello, en la década de los veinte se oía con frecuencia el discurso sobre la inferioridad racial del mexicano, y el eterno argumento de que quitaban puestos de trabajo a la población blanca. La gran depresión, que estalló en 1929, acentuó la estridencia de ese discurso, y la crisis estrechaba el mercado laboral, tanto para los nuevos inmigrantes como para los ya establecidos.
La campaña anti-mexicana y la crisis favorecieron la deportación masiva de aproximadamente 500.000 personas en los primeros años de la depresión. Las nuevas disposiciones migratorias, la creación de la policía fronteriza y la deportación masiva de los treinta cambió la percepción del hecho, antes sencillo, de pasar la frontera, convirtiéndolo en toda una odisea y en un trauma para quien lo intentaba. Por eso en la literatura chicana aparece con frecuencia el río Bravo como metáfora de la gran herida abierta entre ambos países. También en el emigrante comenzaba a pesar más la categoría de ser legal o ilegal. Éste era el escenario, y éstos eran los antecedentes de miles de mexicanos que participaron en la segunda guerra. Un buen número de ellos eran hijos de esta oleada que salió del país en los años revolucionarios.
3. EL EFECTO PEARL HARBOR
Aunque el estadounidense medio era profundamente aislacionista, el desarrollo del conflicto iniciado en Europa en 1939 cambió sensiblemente la percepción de cuál debería ser el papel de Estados Unidos. Sobre todo pesó la rápida capitulación de Francia y el peligro de que Inglaterra la siguiera en poco tiempo. En el verano de 1941 una encuesta mostraba que 85% creía que el país se vería arrastrado a la guerra; 68% consideraba más importante derrotar a Alemania que mantener la neutralidad. El presidente Franklin D. Roosevelt era partidario de la intervención; en 1940 impuso el servicio militar y comenzó un programa de rearme y modernización del ejército, el cual era sumamente pequeño e incapaz para campañas extensas fuera del país. El 7 de diciembre de 1941 la fuerza aérea japonesa atacó por sorpresa la base estadounidense de Pearl Harbor (en la isla hawaiana de Oahu), destruyendo gran parte de su armada. El ataque sirvió a Roosevelt para galvanizar el apoyo de todo el país en una guerra total contra las potencias del Eje. El llamado presidencial tuvo una respuesta formidable entre la población en general, así como en los medios políticos y de los negocios. Estaba mal visto ser joven y no portar uniforme, sinónimo de no estar participando en ese gran esfuerzo. En los testimonios de los veteranos chicanos, gran parte hace referencia a ese 7 de diciembre; a muchos los motivó para inscribirse como voluntarios. El crecimiento de la industria bélica logró algo que las políticas del New Deal no habían podido alcanzar: el pleno empleo. Pero en perjuicio de asuntos en que la sociedad era particularmente sensible, como el máximo de horas de trabajo permitido y la cancelación del uso de huelgas; se entendía que el tema de la seguridad social era una asignatura pendiente para después del conflicto.
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Lázaro Cárdenas del Río
Cuando éste finalizó, en Gran Bretaña se puso en práctica un plan de seguridad social que cubría todas las etapas de la vida del ciudadano, y ese plan influyó en el resto del mundo occidental. Pesaba política y moralmente no destinar recursos para programas de seguridad social cuando la totalidad del país había participado en un esfuerzo gigantesco. Además, existía el precedente benéfico que había tenido el gasto deficitario en los años del New Deal y de la economía de guerra. Aunque muy lejos del plan británico, Estados Unidos creó un programa muy atractivo para los ex combatientes: la Ley de Reincorporación de los Veteranos de Guerra (conocida como G.I. Bill of Rights). Los veteranos tenían derecho a una cantidad por un periodo de readaptación, así como a préstamos para vivienda o negocios, becas y pensiones alimentarias para los que decidieran acabar sus estudios o iniciar una carrera. Entre 1945-1952 el gobierno invirtió 13.500.000.000 de dólares tan sólo en las becas que beneficiaron a 8.000.000 de veteranos.
4. EL EFECTO “POTRERO DEL LLANO”
En el terreno diplomático el presidente Roosevelt también se preparaba para la guerra. La debilidad de los países de Iberoamérica era una preocupación en las esferas militares estadounidenses. De ahí la necesidad de una colaboración para la defensa de todo el continente. En la Conferencia de La Habana de julio de 1940 se adoptó la Convención de Asistencia Recíproca, la cual establecía que cualquier amenaza a la integridad territorial de un Estado americano por parte de un poder extracontinental debería ser considerado un acto de agresión a los demás. El gobierno de Lázaro Cárdenas firmó la Convención y estuvo dispuesto a colaborar con Estados Unidos en la defensa del continente, pero se negó a que nuestros vecinos establecieran bases militares en suelo mexicano. La costa oeste se consideraba la más susceptible de un ataque, por eso se pedían bases en Baja California. Ante la retórica de la defensa continental el gobierno cardenista enfatizaba la de la soberanía nacional, por convicción nacionalista, sí, pero más por el interés que la coyuntura ofrecía para llegar a acuerdos hasta entonces utópicos:
1) Un acuerdo en el monto de la indemnización de las compañías petroleras favorable a México.
2) Terminar con el boicot al petróleo mexicano (impuesto después de la expropiación).
3) Apoyo para la modernización del país.
4) Restablecer la compra de plata mexicana por parte del gobierno estadounidense.
5) Que éste negara su apoyo a una eventual rebelión del candidato opositor, Juan Andrew Almazán.
Algunos de estos objetivos se alcanzarían hasta la siguiente administración, pero las bases ya habían sido puestas. En otras palabras, estaban interesados en asuntos multilaterales, la defensa hemisférica, y México en cuestiones bilaterales. El nuevo presidente (Manuel Ávila Camacho) heredó la postura antifascista del cardenismo, que había condenado las invasiones contra varios países (Etiopía, Austria, Checoslovaquia y Polonia) por parte de Mussolini y Hitler, además de apoyar a los republicanos españoles. Ávila Camacho rompió relaciones con las potencias del Eje e incautó barcos de esas naciones anclados en puertos mexicanos. A pesar de todo esto, el gobierno mexicano se asumía como neutral en el conflicto bélico. A raíz de Pearl Harbor, la presión por las bases militares fue mayor, ya que los estadounidenses temían un ataque japonés utilizando territorio mexicano. La respuesta del gobierno fue nombrar a Cárdenas comandante de la Región del Pacífico; debido al nacionalismo a ultranza del discurso cardenista, la medida era un mensaje unívoco sobre el tema de las bases. Finalmente, debido al desarrollo del conflicto, para fines de 1942 un ataque japonés dejaba de ser un peligro real y por tanto, la necesidad de bases en Baja California.
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Manuel Ávila Camacho
La neutralidad terminó con el hundimiento del “Potrero del Llano”, buque petrolero con bandera mexicana, en mayo de 1942. El gobierno mexicano declaró la existencia de un “estado de guerra” con las potencias del Eje. Más que una respuesta favorable e inmediata de la población, los mexicanos vieron la declaración y la colaboración con el vecino del norte con enorme suspicacia. Era un rumor bastante aceptado creer que habían sido ellos los que habían hundido el buque mexicano y no un submarino alemán, para así terminar con la neutralidad mexicana. El semanario Tiempo publicó un sondeo con la pregunta: “¿Debía México participar en la guerra?”, se oponía 59.3%, mientras que 40.7% estaba a favor. Esto fue cambiando poco a poco, gracias a campañas propagandísticas muy amplias en favor de la guerra y contra el fascismo, además del control ejercido sobre los medios de comunicación, sobre todo la radio y el cine, como lo ha mostrado el estudio de Ortiz Garza. También influyó en la propaganda el gobierno estadounidense por medio de compañías como Colgate, Coca- Cola y otras, que vendían sus productos, pero también los ideales que eran banderas de los aliados, como la democracia y la libertad. En el ámbito político, tanto la derecha del Partido Acción Nacional, como la izquierda —desde la CTM de Lombardo Toledano hasta el partido Comunista—, dieron su apoyo al presidente. La izquierda mexicana había cambiado radicalmente su postura después de que Hitler rompió el pacto germano-soviético al invadir Rusia en 1941.
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El Petrolero Mexicano SS Potrero del Llano envuelto en llamas, después de ser torpedeado por el U-564 el 13 de mayo de 1942
Fue a raíz de este hecho que se conformó la alianza llamada Naciones Unidas, formada en un principio por la URSS, Gran Bretaña y Estados Unidos, y a la que se fueron adhiriendo una gran cantidad de países. En la población existía el temor de una leva generalizada, de ahí que el discurso oficial hablara de “una guerra militarmente defensiva y económicamente ofensiva”, defensa del continente y “batalla por la producción”. Pero esto no tranquilizó a la gente, ya que en agosto se puso en vigor el servicio militar obligatorio que hacía posible, a pesar de las reiteradas negativas del gobierno, que los conscriptos fueran enviados a los distintos escenarios del conflicto. Aunque el servicio militar sirvió a largo plazo para mejor interrelación entre el ejército y la sociedad, en ese momento, por la psicosis de la guerra y las deficiencias y la corrupción en su implementación, fue visto como una imposición innecesaria. Un año después la revista Tiempo daba a conocer otra encuesta, donde 81% estaba en favor de la entrada de México en la guerra. Hoy, uno de los semanarios más influyentes de la época, preguntaba si el país debía participar militarmente sólo en caso de ser atacado o debía hacerlo de inmediato: 48.5% de los encuestados prefería la primera opción, mientras que 30.4% la segunda. Si bien en la sociedad existía fuerte simpatía por los alemanes, debida en gran parte, al fuerte sentimiento antiyanqui, esto comenzaba a cambiar. Los nombramientos de Cárdenas —comandante de la Región del Pacífico primero y secretario de la Defensa después— son ejemplos paradigmáticos de la ambivalencia de la relación con nuestros vecinos. Por un lado existía una alianza para la guerra, traducida en intercambio de productos con bajos aranceles que benefició a ambas economías; en el funcionamiento de una Comisión México-Estados Unidos de Defensa Conjunta para resolver los asuntos militares; en el intercambio de visitas de ambos presidentes (Monterrey y Corpus Christi, ambas en 1943); en el establecimiento de un programa de trabajadores temporales (braceros). Pero por otro existía el temor a involucrarse demasiado, a depender demasiado de ellos, a tener que ir a la guerra con ellos.
5. RECLUTAMIENTO
La entrada de México a la guerra hizo posible el reclutamiento de mexicanos en Estados Unidos por medio de la Ley de Preparación y Servicio Militar Selectivos de ese país (reformada en diciembre de 1941); obligaba a los ciudadanos estadounidenses, pero también a los “residentes en territorio de la Unión Americana, nacionales de países cobeligerantes, la obligación de prestar sus servicios en el Ejército”. Como antes de mayo de 1942 México no era cobeligerante, sino neutral, la Secretaría de Relaciones Exteriores pudo proteger a los jóvenes de origen mexicano llamados a filas (excepto a los que ya eran ciudadanos estadounidenses). Hay que precisar que jurídicamente los mexicanos nacidos en Estados Unidos tenían lo que se conoce como “nacionalidad doble”, la estadounidense por nacimiento, y la mexicana porque cualquiera de sus padres fuesen mexicanos. En estos casos la “nacionalidad doble” se da de facto, ya sea por asimetrías legales entre naciones o por lagunas jurídicas, pero en el entendido de que cada país reconoce la suya mas no la ajena; se puede disfrutar de una o de otra nacionalidad, pero no al unísono, cuando menos no con la aquiescencia de los dos países. La nacionalidad mexicana se perdía, entre otros motivos, al adquirir voluntariamente una nacionalidad extranjera. La ciudadanía mexicana se perdía, entre otras razones, al prestar servicios militares a un ejército extranjero sin el permiso del Congreso. De ahí que éste emitiera un decreto el 12 de marzo de 1941 para que los mexicanos nacidos en Estados Unidos no perdieran la ciudadanía por este motivo, durante el tiempo que durara la guerra.
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Uniformes utilizados por el Escuadrón 201 tal como se muestran en el Museo nacional de la fuerza aérea de los estados unidos
Llama la atención la fecha tan temprana de este decreto; la razón era que muchos chicanos se enlistaban como voluntarios y perdían con ello sus derechos en México. Un decreto similar, emitido por el Congreso en septiembre de 1942, extendió el beneficio a todos los mexicanos. Estas medidas eran más bien de protección ante hechos consumados. En teoría los mexicanos tenían obligaciones contrarias. La Ley del Servicio Militar establecía la obligación de todos los mexicanos en edad militar (los que cumplieran 18 años) de “registrarse en el municipio donde vivan o en el consulado más cercano si residían en el extranjero”. La “nacionalidad doble” se da circunstancialmente. Cuando la persona llegaba a la mayoría de edad, debía optar por una u otra. En cambio la “doble nacionalidad”, como la reconocida por las reformas constitucionales de 1898, sí permite la doble nacionalidad simultánea. La Ley del Servicio Militar fue otra herencia cardenista, pues se oficializó el 11 de septiembre de 1940, con un artículo transitorio que da así, teóricamente, los mexicanos en el extranjero mayores de 18 años podían ser llamados a cumplir el servicio, pero en realidad muy pocos acudieron a los consulados a hacerlo. El reclutamiento cambió la percepción de la colaboración mexicana en la guerra: ya no era sólo abastecer de materias primas a los estadounidenses, sino ir a combatir; aunque fuera vicariamente, no con mexicanos desde dentro, sino con mexicanos desde afuera. Esta percepción no convenía al gobierno, ya que, por extensión, la población podría sospechar que el reclutamiento se daría también en territorio mexicano.
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Por eso fue una constante minimizar el número de mexicanos que había en el ejército estadounidense. El canciller Ezequiel Padilla reiteraba cifras ínfimas: en junio de 1943 decía que eran 6.000, mientras que el senador Alfonso Flores M., también exagerando, hablaba de 250.000. En esa misma fecha las autoridades estadounidenses calculaban 9.000 mexicanos enrolados, cifra que no contaba a los ciudadanos estadounidenses de origen mexicano. Un año después versiones periodísticas hablaban de 15.000 mexicanos, sin contar los que tenían la ciudadanía. La dificultad para definir cifras se daba porque no siempre se diferenciaba entre mexicanos y chicanos. También porque algunas disposiciones no se cumplían del todo; el visitador de consulados Adolfo de la Huerta señalaba: […] aunque por disposición legal todos los empleados en labores agrícolas deben considerarse diferidos en el enrolamiento militar, en la práctica se ha visto que no todos nuestros compatriotas residentes son exceptuados y una buena parte han sido alistados en el ejército ya porque no han sabido alegar su derecho, ya porque los patrones no les han extendido la constancia correspondiente o porque no han ocurrido a los consulados a recoger la forma consular que es la que los resguarda. Es fácil suponer que algunas juntas de reclutamiento manipulaban tanto el origen étnico, pero sobre todo la actividad económica y la categoría migratoria de los enrolados, en un afán por cumplir con la meta de alistamientos que exigían las autoridades militares, distorsionando así el conocimiento del papel de las minorías étnicas que entraban al ejército.
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Pilotos del 201 Escuadrón
Muchos patrones contrataban ilegales para las faenas agrícolas, y precisamente por ese hecho estarían poco dispuestos a reconocerlos o ayudarlos. Con el tiempo, por la lógica de la guerra, que exigía más soldados, este tipo de excepciones ya no se aplicarían. La falta de mano de obra era un problema trascendental para Washington. Ésta faltaba no sólo porque se incrementó enormemente la actividad económica, sino también porque mucha fuerza de trabajo se fue a la industria bélica y al ejército. De ahí que Estados Unidos firmara con México un programa de trabajadores temporales, mejor conocido como Programa Bracero. La inmigración ilegal era creciente por la demanda de mano de obra, sobre todo en el campo y en los ferrocarriles. Ante esa realidad y ante la presión estadounidense, el gobierno mexicano aceptó un programa de envío de trabajadores temporales. Se calcula que entre 1942-1945 salieron 303.054 braceros; 71.8% lo hacía para conseguir mejores salarios. Los solicitantes hacían filas enormes en busca de un lugar. El gobierno mexicano estaba en ventaja para negociar, debido a la urgencia estadounidense: exigió protección contra actos discriminatorios, un salario mínimo, y la prohibición de ser enrolados. La primera quedó como declaración de buenas intenciones, pero las otras sí se cumplieron en términos generales. No obstante, la opinión pública se mostraba temerosa de que los braceros terminaran con un fusil en las manos.
Pero había otra realidad difícil de cuantificar: los trabajadores ilegales que no tenían la protección del Programa Bracero. Ante los actos de discriminación tan severos y continuos que había en Texas, el gobierno mexicano trataba de impedir que el destino de los braceros quedara en esa entidad, pero nada podía hacer con los ilegales que eran contratados en los campos agrícolas texanos, principalmente; la arraigada discriminación también favoreció que este tipo de trabajadores fuera, ocasionalmente, enrolado. Como el trabajo agrícola era considerado estratégico, es muy probable que los braceros, indirectamente, contribuyeran a que mayor número de chicanos y mexicanos ilegales fuera reclutado. Debido a la ley estadounidense del servicio militar y al papel de México como aliado, la protección que el gobierno podía dar a los mexicanos enrolados sería limitada. Se lograban mejores clasificaciones para ellos, en vista de que las juntas locales de reclutamiento tenían criterios muy rígidos para esta clasificación. Por ejemplo, los primeros en ser llamados a filas eran los solteros jóvenes y de los que no dependiera algún familiar (sus padres, por lo general). Los últimos, los casados con hijos, o sea con dependientes económicos; también, los mayores de 26 años. La familia de los reclutas recibía un apoyo mensual del gobierno; la cantidad dependía de su estado civil y de su papel en el sustento de la familia. Muchos mexicanos emigraban solos, aunque estuviesen casados. Como no tenían forma de demostrar esto, se les clasificaba como solteros, o bien no se les reconocía el número de dependientes económicos que tenían. También era una regla no dar ese apoyo fuera del país. En este tipo de casos los consulados sí podían gestionar reclasificaciones que consideraran al alistarse como cabeza de familia, y en ocasiones se logró que el apoyo económico mensual fuera enviado a sus familias en México.
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Re: México en la 2a Guerra Mundial
Los primeros Braceros llegan a Los Angeles en tren en 1942
Sin embargo es de suponerse que, por el desconocimiento del idioma y por prejuicios raciales, siguió habiendo abusos para determinar qué cantidad se otorgaba a familiares de enrolados y qué clasificación se les daba a éstos, la cual determinaba su llamada a filas. En este aspecto los mexicano- americanos con familia en Estados Unidos no tuvieron tantos problemas como los mexicanos recién emigrados. La ayuda promedio era de ochenta dólares, aunque es lícito suponer que no había igualdad para otorgarla ni tampoco para mantenerla. Así como hubo chicanos y mexicanos que no querían ser reclutados, otros desde México pedían permiso a las autoridades mexicanas para unirse al ejército estadounidense. Algunas de estas peticiones muestran más bien la intención de conseguir documentos para emigrar y conseguir un trabajo, pero en otras, como la de Eliodoro Bizcaíno, sólo aparece el […] deseo de luchar por la causa de las Naciones Unidas, por la democracia de los pueblos que aman la libertad; quiero alistarme como soldado en el ejército norteamericano y luchar al lado de mis compatriotas que se encuentran peleando en cualquiera de los frentes. Por lo general, se les contestaba que no requerían permiso para hacerlo y que no perdían derechos ciudadanos. Es muy difícil cuantificar el fenómeno analizado aquí. No se tienen datos confiables del número de chicanos y mexicanos en el ejército. Cifras oficiales estiman entre 250.000 y 500.000, y se cree que de éstos, entre 15.000 y 30.000 eran ciudadanos mexicanos, el resto era mexicano-americanos.
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Soldado David M. Gonzales, Compañía A, 127° Regimiento de Infantería, 32º División de Infantería, poseedor de la Medalla de Honor
Era frecuente que al ser enrolados no se indicara el origen étnico, como sí ocurría con los negros. Ellos sí eran segregados en unidades donde sólo había soldados de color. De hecho los de origen mexicano frecuentemente eran clasificados como “caucásicos”, por ello era normal su inclusión en unidades donde la mayoría eran anglosajones. En los papeles de enrolamiento no existía una clasificación que dijera “mexicano” o más genéricamente “hispano”. Ello muestra la dificultad por obtener datos confiables, pues también eran alistados cubanos, salvadoreños y sobre todo puertorriqueños, estos últimos en número aproximado a 65.000. Se calcula que en 1940 la población de origen mexicano era de 2.690.000, de la cual un tercio era de hombres que ya tenían la edad para ser reclutados (18 a 45 años), alrededor de 900.000. Por ello una participación de 500.000 en toda la guerra no parece una cifra descabellada; en cambio 250.000 parecería baja. Si tomamos en cuenta que la población de origen mexicano representaba 2.08% de la población total del país, y que en el ejército estadounidense combatieron 16.000.000 de efectivos durante todo el conflicto, 2.08% de ese total equivaldría a 332.800 combatientes de origen mexicano. Esto sólo es una conjetura, pues también pudiera ser que hubiese ido a combatir un porcentaje mayor, 3.1% por ejemplo, que daría los 500 000 ya señalados. Esto último es factible debido a la tendencia, en futuras guerras (Corea, Vietnam), de enviar un porcentaje mayor de hispanos del que representan en la conformación de la población total del país.
6. RECLUTAMIENTO: “RECIPROCIDAD” Y TRASLADOS
Para dar una imagen de reciprocidad al reclutamiento de mexicanos, se dispuso que el ejército mexicano también pudiera llamar a filas a residentes extranjeros en territorio mexicano, que fueran ciudadanos de países cobeligerantes. La disposición quedó como letra muerta no sólo por el nulo impacto social que tenía, sino porque al darse casos de este tipo, se les rechazaba. Los estadounidenses A. H. Drew y Neal S. Brooks deseaban ser enrolados, pues tenían experiencia en ingeniería militar; sin embargo, la Secretaría de la Defensa Nacional les respondió que la Constitución impedía esto, pues “al ejército mexicano sólo pueden ser enrolados individuos nacidos en México”. Es interesante la comparación de acuerdos entre México y otras naciones aliadas. Con Gran Bretaña se firmó un acuerdo que exentaba recíprocamente del servicio militar a nacionales que residieran en uno u otro país. De hecho era común ver en los periódicos que británicos residentes en México viajaban a su país para enrolarse en el ejército de Su Majestad. En cambio con Canadá el acuerdo permitía el servicio militar recíproco, pero al residente se le informaba con antelación y éste podía optar por abandonar el país y hacer el servicio en su país de origen. Aunque este último acuerdo es bastante tardío —a casi dos años de que México entrara a la guerra—, había un acuerdo similar entre Canadá y Estados Unidos, pero el gobierno de este país evidentemente no quería un acuerdo de este tipo con México, pues ofrecía al reclutado, sin condiciones, la opción de escoger bajo qué bandera quería servir.
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Sin embargo, sí se firmó un convenio entre México y Estados Unidos que permitía a los mexicanos alistados pedir su traslado al ejército mexicano, pero condicionado, ya que indicaba que esto aplicaría, siempre y cuando no hubiesen “declarado su intención de adquirir la nacionalidad de su residencia”, y también “siempre que tal traslado no resulte perjudicial en el esfuerzo bélico común”. El trámite se hacía por medio de los consulados, los que recibieron varias solicitudes. Es importante señalar que los cónsules tenían la obligación de conminar a los mexicanos a respetar las leyes del país en que residían, muy en especial la del servicio militar, y así colaborar en la lucha contra el fascismo. En otras palabras, se les invitaba a aceptar el alistamiento en el ejército yanqui. Esta postura, reconocía el visitador consular […] es interpretada en la mayoría de nuestras colonias, como la renunciación de nuestro gobierno a la protección de los connacionales, juzgando que éstos, por mil circunstancias viviendo en este país, nada significan para la administración actual y que más bien deseamos desprendernos para siempre de estos contingentes de sangre mexicana. Aunque se han documentado casos en los que el traslado se aplicó, la imperiosa necesidad de más soldados al frente, sobre todo en 1944 (en preparación del desembarco en las costas francesas, el llamado “día D”), limitó esta protección, pues se podía aludir que las peticiones afectaban el “esfuerzo bélico común”. Antes de ese año era más frecuente la aplicación del convenio. Es probable que no fueran muy significativas, por el desconocimiento del acuerdo. También hubo la tendencia a usarlo para evitar ambos servicios: cuando se concedía el traslado, el recluta simplemente no se presentaba ante las autoridades militares mexicanas para cumplir con el servicio militar.
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El President Truman hace entrega de la Medalla de Honor al Sargento Segundo Marcario Garcia de la Compañía B, 22° Regimiento de Infantería, 4º División de Infantería
Era común que a los alistados les ofrecieran la nacionalidad estadounidense, como un incentivo, pero también para evitar que pidieran su traslado. Unos lo aprovecharon como una oportunidad, pero otros se negaban a aceptarla. Unos porque al hacerlo perdían la nacionalidad mexicana, que se perdía por “adquisición voluntaria de una nacionalidad extranjera” (Artículo 37 de la Constitución). Además, muchos mexicanos que tenían la nacionalidad estadounidense se sentían ciudadanos de segunda, de ahí que para los que aún no la tenían, la vieran como un magro incentivo. El trato digno era cuestión étnica, no de nacionalidad, y a diario podían constatarlo con el trato que se daba a los negros, ellos sí estadounidenses de varias generaciones. Leandro Alejandro (de El Paso), ya reclutado, se rehusaba a adquirir la ciudadanía; un oficial lo amenazó con mandarlo a un campo de concentración por el tiempo que durara la guerra y que al terminar sería deportado.
7. EL PACHUCO VA A LA GUERRA
El motín de los pachucos constituyó un acto de violencia racial perpetrado por marinos de guerra anglosajones (principalmente) contra jóvenes de origen mexicano, con la complacencia de las autoridades locales de Los Ángeles. Fue un acto que contradecía el discurso de la buena vecindad; daba la imagen de seguir algunos postulados del régimen contra el que se luchaba, lo cual fue notado por los comentaristas de la época: “los soldados y marinos que obraron de esta guisa, no parecen paladines de la democracia, sino sicarios de los que emplea Hitler para martirizar a los judíos; y que los periódicos que aplaudieron estos excesos, parecen dignos de la tutela oprobiosa de Goebbels”. La intervención federal, así como distintos artículos de la prensa nacional, cambiaron la perspectiva del acontecimiento: el semanario Time denunció la pasividad de la policía local para detener al tumulto de marinos y civiles anglosajones que se metieron a cines, teatros o en la calle a golpear salvajemente a quien estuviera vestido de pachuco (en inglés les llamaron zoot-suits), pero se acabó atacando guiados por “el color bronceado de la piel”; la policía se llevaba presos a los golpeados, acusados de “vagancia y riña”. Esa forma de vestir también la usaban otros latinoamericanos, negros, filipinos y aun anglosajones. Era muy parecida a la que usara Tin-Tan, pero con algunas diferencias que un periodista angelino describía así: […] sacos largos que llegan hasta las rodillas, de colores chillantes, rojos, amarillos o morados; pantalones en forma de bomba arriba, pero terminado en forma de embudo en la parte de las valencianas; zapatos grandes, en forma de lancha, con herraduras de fierro en los tacones y la punta, y un sombrero de ala ancha que luce en un costado una pluma de ave, de color chillante también; se dejan crecer el pelo con el propósito de dividirlo en dos secciones, perfectamente definidas por la gran cantidad de vaselina que se ponen, y echarlo hacia atrás en forma de trenzas.
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Soldado Silvestre S. Herrera de la Compañía E, 142° Regimiento de Infantería, 36º División de Infantería, acreedor de la Medalla de Honor
Sobre el origen del término, la versión más confiable es la que nombraba a los que cruzaban ilegalmente por la ciudad de El Paso, “pasó chueco”, “los pasoschuecos” les decían. Uno de los artículos más difundidos fue el de Carey McWilliams, abogado y sociólogo del Partido Demócrata, publicado en el semanario The New Republic; investigó y dio a conocer conclusiones de gran interés, pues iban más allá de cómo habían sucedido las cosas. Afirmaba que no había pandillas de pachucos con propósitos delictivos; alrededor de 98% de los jóvenes de origen mexicano en Los Ángeles eran nacidos, educados y criados en Estados Unidos; por tanto tenían problemas especiales como todo grupo de segunda generación de inmigrantes, “hay un abismo social entre los padres y los hijos y la autoridad paterna ha tendido a relajarse”. Sus padres, víctimas de la segregación, tendían a refugiarse en su barrio, el Este de la ciudad (East LA). Los hijos en cambio, aunque han sufrido esa misma experiencia, al mismo tiempo “la agitación de la vida norteamericana ha estimulado enormemente sus deseos de una completa participación en la vida social de los grupos dominadores”, y es común verlos en el centro de la ciudad, lo que ha disgustado a los anglos y fomentado mayor odio hacia ellos. La imagen del pachuco es ampliamente conocida en México por el retrato que de él hizo Octavio Paz en El laberinto de la soledad, escrito parte en Los Ángeles y publicado en 1950.
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Sargento José M. Lopez del 23° Regimiento de Infantería, 2º División de Infantería, acreedor de la Medalla de Honor
También por el papel del tipo social que inmortalizó Germán Valdez, Tin-Tan. De este cómico se decía que “es el verdadero símbolo de esta época de acercamiento México-yanqui”. Era un personaje representativo “del panamericanismo y de la reconciliación con nuestros primos del Norte”. Lo cierto es que el tipo social de Tin-Tan representaba más bien al joven sin recursos, pero con mucho ingenio y simpatía, que se adapta a la perfección a la vida en la gran ciudad, al México moderno. El pachuco angelino tiene perfiles muy diferentes. Paz habla de desarraigo y resentimiento, pero no fue el único ni el primero. Baltazar Dromundo dio un estupendo retrato del pachuco en la revista Hoy. Para él este personaje es producto de la segregación, en un país que el autor admira mucho por su sistema democrático y por las libertades de las que gozan sus habitantes. Pero precisamente esa democracia federalista le da poderes a los estados, y son los del suroeste los que han mantenido sistemas discriminatorios. Es un problema de la sociedad estadounidense, que ha obligado a esas minorías a crear sus propias escuelas, sin acceso a diversiones, oportunidades de trabajo, en general a todo aquello que representa la prosperidad. Su modo de vestir es una protesta, pero a la vez muestra un deseo de integración, ya que su estilo simplemente exagera la moda estadounidense; no la subvierte, la transforma en una caricatura de esa forma de vida. El pachuco, dice, es un resentido e inadaptado debido al medio hostil que lo ha segregado. Falta de autoridad paterna, resentimiento, desarraigo, pero también deseo de integración fueron conformando una identidad especial, generacional, la de los hijos de los que “pasaron chueco”.
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Guy Gabaldon junto a prisioneros japoneses, en 1944
Esa identidad, en aras de los sucesos angelinos, se extendió a los mexicano-americanos del resto del país. Entre los que combatieron en el ejército eran frecuentes ciertas adaptaciones al uniforme para darle un “aire pachuco” (por ejemplo, hacían que el tiro cayera más abajo de lo normal). De esta forma los chicanos se asumían de alguna forma como pachucos, aunque nunca hubieran estado en Los Ángeles. Era una forma más de identificarse por su origen étnico, y seguramente también por esa sensación de desarraigo, de soledad, por esa necesidad de integrarse. Una de las hazañas personales más extraordinarias de la guerra, que raya en la incredulidad y que hubiera pasadocomo una leyenda de no ser por la cantidad de testigos que tuvo, la realizó un chicano de East LA, Guy Gabaldón. Durante 1944 la lucha en el Pacífico se intensificaba, y el ejército estadounidense trataba de recuperar la mayor cantidad de territorio a los japoneses, con el llamado “salto de isla en isla”. En cada salto se encontraban con una resistencia feroz, y cuando creían tener segura la posesión, los japoneses, refugiados en cuevas y ayudados por la geografía tropical, volvían a atacarlos; estaban educados para no rendirse, antes se suicidaban. En Saipán, isla del archipiélago de las Marianas, la Segunda División de Marina desembarcó en junio de ese año. Guy había sido encomendado a labores de inteligencia, pues sabía japonés. Sus padres eran de origen mexicano: un padre ausente y una madre que murió cuando él era niño; fue criado por una mujer japonesa, madre de dos de sus mejores amigos en la escuela, a los que llegó a considerar como sus hermanos; su madre adoptiva, como la mayoría de los japoneses que vivían en Estados Unidos, fue remitida a un campo de concentración.
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Major Oscar Francis Perdomo
La actitud contra los japoneses era más por causas racistas que por un temor fundado de que realizaran labores de sabotaje y espionaje, pues comparativamente sólo un número reducido de alemanes y de italianos fueron recluidos. El mayor número de japoneses estaba en la costa oeste. Guy quedó de nuevo abandonado y terminó enrolándose como voluntario en la infantería de marina cuando tenía sólo 17 años; seguía así los pasos de sus hermanos adoptivos, japoneses-americanos. En Saipán, desobedeciendo órdenes, Guy salió solo a la jungla y regresó con cinco prisioneros. Al principio sus superiores amenazaron con formarle consejo de guerra, pero él regresaba al campamento con más prisioneros. Sus compañeros apostaban con cuántos más regresaría al día siguiente. Les prometía un trato justo, los halagaba por su comportamiento en combate, persuadiéndolos de que rendirse era mejor que morir. Se requería una gran sangre fría, pues en cualquier momento alguno de los japoneses podía dispararle. Un día fue a un arrecife donde había un numeroso grupo de ellos, no sólo militares, también civiles. Les comentó de su familia adoptiva, de cuánto la quería; de que él, como ellos, eran “simples soldados que obedecen órdenes, que no eran responsables de haber iniciado esta guerra”. Les quitó la idea de la suerte que correrían al rendirse: torturas espantosas antes de la muerte. Después de muchas horas convenció a ochocientos de rendirse. A pesar del éxito, Gabaldón no pudo evitar que algunos japoneses se suicidaran tirándose del arrecife, incluso algunos civiles primero tiraban a sus hijos y luego se lanzaban ellos. Un año después, en la batalla de Okinawa, se dio el mayor suicidio colectivo de civiles de toda la guerra, hecho que ha sido olvidado por la historiografía japonesa.
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Robert L. "Bob" Cardenas
En la historia de la guerra no hay precedentes de que un solo combatiente haya hecho prisioneros a más de mil enemigos. Poco después resultó herido en otro de sus intentos y regresó a su país con varias condecoraciones, aunque jamás le concedieron la Medalla de Honor. En una entrevista que le hicieron en 1998 reveló cómo pudo mostrar tanta confianza y sangre fría para un muchacho de 18 años: su experiencia solitaria boleando zapatos en los barrios angelinos había sido decisiva, “pelear en una selva en el Pacífico y vivir en los ghetos de East LA tienen mucho en común: tienes que estar siempre un paso adelante del enemigo o ¡adiós mother !”. Aunque el caso de Gabaldón sea atípico, en algunos aspectos representa muchas de las características atribuidas al pachuco, algunas de ellas vigorizadas: desarraigo y falta de identidad —por partida doble—, al provenir de un hogar mexicano y ser educado en uno japonés; falta de la autoridad paterna, tanto la mexicana como la japonesa; soledad, evidente por lo ya expuesto; deseo de integración, por su decisión de alistarse y por su actuación en la marina. Esas características pueden explicar algunas de sus actitudes: su desdén por la autoridad, al grado de ignorar las órdenes de sus superiores; su desconfianza hacia el cuerpo social, que lo lleva a empresas solitarias. Pero esa sociedad, aun con su hostilidad y discriminación, le dio la confianza en sí mismo para emprenderlas. Evidentemente que hay también características particulares de Gabaldón que ayudan a explicar su hazaña. Una muy notoria es que su madre adoptiva era japonesa.
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Ricardo Gomez Candelaria
Él sabía que al lograr la rendición de los japoneses salvaba sus vidas. También es interesante hacer notar que de esta forma “igualaba” la situación de ellos con la de su madre adoptiva: al rendirse se convertían en prisioneros de guerra que serían liberados al terminar el conflicto. De esta forma, tal vez lograba identificarse con los mil prisioneros que hizo. Su hazaña fue llevada al cine, From hell to Eternity, con Jeffrey Hunter en el papel de Gabaldón, un actor rubio y de ojos azules. La película ocultaba así una parte fundamental del personaje: su origen étnico. De cualquier forma, esta película de 1960 permitió que su hazaña se difundiera. Gabaldón fue invitado en todo el país a relatar su hazaña. Todavía en 1991 había peticiones al presidente Clinton para que le otorgaran la Medalla de Honor. Gabaldón se casó con una mujer japonesa con quien vive en California. Como chicano su caso también se distingue de la mayoría: fue aceptado en la marina, uno de los cuerpos más prestigiados en el ejército estadounidense; la mayoría terminaba destinado a la infantería.
8. LAS INFANTERÍAS INVISIBLES
En el ambiente militar de la época se decía frecuentemente que a la infantería se enviaba exclusivamente a “mexicanos, negros, polacos y oakies”. El último término se refería a campesinos pobres del estado de Oklahoma, y más genéricamente a aquellos agricultores del medio oeste que vagaban por las carreteras, después de haber perdido sus tierras o sus trabajos después de la Depresión de 1929. A los negros se procuraba tenerlos aislados, en unidades exclusivas para este importante grupo étnico. Por eso su experiencia en la guerra sería muy diferente a la de los mexicanos y la de otras minorías. Si bien el dicho era en parte verdad, también lo es que la infantería es la rama que requería más hombres; además, el entrenamiento llevaba menos tiempo y las cualidades de un buen soldado de infantería eran fuerza y resistencia para soportar largas marchas, con poca comida y descanso. De ahí que la gente dedicada al campo, a las faenas más rudas, fuera la más calificada para esa rama. Además, la posibilidad de ser aceptado en áreas de gran demanda como la artillería, la marina y mucho menos en las más sofisticadas como fuerza aérea y caballería mecanizada, entre otras, era muy baja. Éstas pedían requisitos especiales para ser aceptados, relativos a la preparación o a características físicas (para entrar a la armada se pedía una estatura mínima).
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Francisco Mercado, Jr.
Antes de que la guerra se volviera más cruenta —entre 1943-1945—, la prueba de inteligencia y aptitudes influía en el destino del recluta, pero después los exámenes se volvieron inútiles, y por los requerimientos bélicos la mayoría iba a la infantería. Eliseo Navarro fue aceptado en la fuerza aérea, pero cuando recibía entrenamiento, el alto mando consideró que ya no se requerían más pilotos y fue enviado a un cuerpo de infantería en Europa. Mejor suerte tuvo Rudy Acosta, quien solicitó entrar a la fuerza aérea y fue aceptado. Era muy común que varios hermanos fuesen enrolados. Fue famoso el caso de los cinco hermanos Sullivan, de origen irlandés, pues todos murieron en combate. Los seis hijos de un inmigrante mexicano de Jalisco, que llegó a California en 1914, huyendo de la Revolución, combatieron en la guerra; sólo dos de ellos eran de infantería, uno llegó a ser héroe de guerra por su desempeño en el frente europeo, Joseph Casillas de infantería. Hubo hermanos con distinta nacionalidad: Ramón G. Galindo nació en México (San Juan, Nuevo León) y poco después sus padres se fueron a vivir a Austin, donde nació su hermano Tom. Ambos fueron aceptados en ramas muy prestigiadas, la artillería antiaérea y la infantería aérea. Para los chicanos, alcanzar un rango era sumamente difícil. Joe López afirma que su handicap era ser mexicano, pues algunos soldados blancos no aceptaban sus órdenes hasta que él les dijo: “Si yo no lo hago, no dejaría que ustedes lo hicieran, pero si yo puedo hacerlo sé que ustedes también”. Predicando con el ejemplo lograba el apoyo de sus subordinados.
Otros alcanzaron rangos más altos, como los Capitanes Carlos Terán de Los Ángeles y Ernesto Alonso de El Paso. Otros seis hermanos, los Ortega, cuyos padres provenían de Chihuahua y huyeron a El Paso por la Revolución, llegaron a tener un rango, casi todos de sargentos, tres en infantería y los demás en caballería, marina y fuerza aérea. Menciono este caso por la rara coincidencia de que seis hermanos llegaran a conseguir un rango. Si el ataque a Pearl Harbor desató un fervor patriótico que llevó a muchos jóvenes a unirse como voluntarios, entre la comunidad chicana el ataque japonés a las Filipinas tuvo un efecto similar, ya que un contingente importante de las fuerzas estacionadas en ese archipiélago provenía de la guardia nacional de Nuevo México; constituida en su mayoría por chicanos, no sólo de ese estado, sino de todo el suroeste, fue enviada porque hablaban español, lo que facilitaba mejor entendimiento con los filipinos aliados. Cuando se dio el ataque, a principios de 1942, el país no estaba listo aún para algo así; la rendición en la península de Bataan (al oeste de Manila) era inevitable, pero ésta no se dio, sino hasta principios de abril, después de una heroica resistencia. De la rendición siguió la llamada “Marcha de la muerte de Bataan”, donde los japoneses condujeron a miles de prisioneros (alrededor de 50 000) a un campo para su reclusión. En ese trayecto muchos fueron degollados por ínfimas razones, otros golpeados, negándoles agua, comida y descanso. Doce días duró la marcha hasta llegar a distintos campos de prisioneros. Abel Ortega (de Texas) y José F. Martínez (de Nuevo México) sufrieron esa experiencia y confirman en sus testimonios el trato recibido por los japoneses.
Cuando en 1944 los aliados se acercaban a Filipinas, los prisioneros fueron enviados a Japón, donde los liberaron al finalizar la guerra, después de tres años en cautiverio. Ortega permaneció en el ejército, pues le dijeron que le respetarían su grado de cabo, lo cual no sucedió, y en 1950 fue llamado de nuevo para la guerra de Corea. El ataque y pérdida de las Filipinas —que motivó la frase del General Douglas McArthur, “Me voy, pero regresaré”— arrastró a muchos chicanos a servir como voluntarios. Igual que en el escenario europeo, en el Pacífico la mayoría de los mexicanos estaba en unidades de infantería, y la mayoría provenía del suroeste. De ahí una frase de McArthur, comandante del frente en el Pacífico, quien exclamó: “Manden más de estos muchachos mexicanos; son muy buenos para pelear en la jungla”. Uno de los más reconocidos fue el soldado Cleto Rodríguez (nacido en Texas), quien se distinguió en la reconquista de Manila. Rodríguez y su compañero John Reese, de Oklahoma, lograron avanzar y matar 82 japoneses. Reese murió en esa acción, por lo que el jefe del destacamento lo propuso para la Medalla de Honor. Días después Cleto, ahora solo, se deshizo de seis japoneses y destruyó una pieza de artillería, lo que convenció a su jefe para nominarlo también. Rodríguez recibió la medalla y las llaves de la ciudad de San Antonio al terminar la guerra. Una escuela y una vía rápida llevan su nombre, además del “Corrido de Cleto Rodríguez”; trabajó más de veinte años en el ejército; murió el 7 de diciembre, de 1990. El sargento Ismael Villegas (de California) se dedicaba a la pizca del algodón antes de unirse al ejército. Sirviendo en una división de infantería, cerca de Luzón, saltó de trinchera en trinchera, deshaciéndose de seis enemigos sin importarle todo el fuego dirigido a él, antes de caer abatido por las balas. Al ver esta acción, sus compañeros iniciaron un ataque exitoso.
Algo parecido logró (aunque no murió en la acción) el sargento Alejandro Ruiz, de Nuevo México, también de infantería, en la batalla de Okinawa, mereciendo la Medalla de Honor. Como se puede ver, lo dicho por McArthur era acertado. Lo que sorprende es lo poco conocido de estas hazañas, y lo que se hizo, pero sobre todo lo que se dejó de hacer, para que el olvido las cubriera. En México pocos vieron esos actos como un ejemplo verdaderamente digno de seguir; estaba muy arraigado el prejuicio de minimizar lo que hacían los mexicanos en el extranjero, por el hecho de hacerlo bajo otra bandera. Una de las pocas plumas que defendió el envío de tropas mexicanas, aunque bajo bandera mexicana, fue el historiador y periodista José C. Valadés. Uno de sus argumentos era el papel en las Filipinas, después de la heroica resistencia de 1942; se preguntaba: ¿Hemos algún día de conocer las proezas de esos mexicanos, de quienes sólo sabemos que fueron de los más valientes defensores de los últimos baluartes que los japoneses arrebataron a McArthur? O ¿es que tenemos que aceptar definitivamente, que quienes se han alejado de México por diferentes circunstancias no tienen el honor de seguirse llamando mexicanos, y de que sus proezas no sean conocidas por sus compatriotas?. Consideraba que el escenario ideal eran las Filipinas, por el idioma, por la tradición hispánica en común, y por el tipo de terreno: Allí, el yaqui como el mestizo, podrán pelear como pelearon con Villa y Obregón. Entonces veríamos si tenemos o no soldados; si la guerra de guerrillas es o no fructífera […] Tomar una acción de guerra es dar fin a lúgubres sentimentalismos […] Hablar de debilidad es sumirnos en el temor y estar al capricho de la benevolencia extraña. Un pueblo que quiere ser fuerte ha de comenzar por dar soldados. Nadie podrá vivir, después de esta guerra, sin haber comprobado su osadía. Si no podemos fabricar tanques ni aviones, sí podemos hacer soldados.
Un propósito loable de Valadés era que México no quedara fuera de una guerra contra el totalitarismo y en favor de la democracia y las libertades. Como se trataba de grandes causas universales, comprendía que ello podía poner a México muy en alto y así ayudar a terminar con el complejo de inferioridad del mexicano; si no se lograba algo afuera, se preguntaba, ¿cómo pensar en conseguirlo dentro de las propias fronteras? Por otras razones, el gobierno de México deseaba la participación mexicana, aunque fuese simbólicamente, pero no tan ínfima como terminó siendo, con el Escuadrón 201, precisamente en las Filipinas. Un año después de que Valadés escribiera estos artículos, su deseo se realizaría en parte. Dentro del 141º Regimiento de Infantería de la 36ª División de esa misma arma, había una compañía, la “E”, constituida enteramente de mexicano-americanos y mexicanos. En sus inicios, esta compañía no era por completo de origen mexicano; antes de Pearl Harbor, formaba parte de la guardia nacional de Texas; cuando Roosevelt federalizó la guardia nacional que cada gobernador controlaba, el Comandante de la 36ª División (conocida como División Texas), General Burkhart, decidió hacer una compañía de puros mexicanos. Mantuvo a muchos oficiales que habían servido en la guardia nacional del estado, y a los soldados chicanos que eran enviados a esa división se les transfería a la compañía “E”. Así sus oficiales tenían la experiencia y el trabajo en conjunto que otras compañías no tenían. Eso permitió que chicanos que casi no hablaban inglés comandaran un pelotón, como el Sargento Manuel S. Gonzales (de Fort Davis, Texas), que antes de ser enrolado trabajaba en una cementera; recibió varias condecoraciones por la campaña contra los alemanes cerca de Nápoles.
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P-47 Thunderbolt mexicano sobre Filipinas; porta las insignias de México y los EE. UU, en 1945
La participación de los chicanos y mexicanos en la guerra, sobre todo en unidades donde la mayoría tenían este origen, como en las Filipinas y en Sicilia, fue noticia relevante en la prensa mexicana, pues los cables de agencia elogiaban la valentía y capacidad de estas unidades. En la Presidencia y en la Secretaría de la Defensa causaron entusiasmo esas noticias. Fue así que algunos militares mexicanos revivieron la propuesta de Valadés. La idea era formar un contingente utilizando la experiencia y la capacidad de esos hombres, pero poniéndolos al mando de militares del ejército mexicano. El Mayor Raúl de Zaldo, ayudante del agregado militar en Washington, proponía —seguramente con la anuencia del presidente— formar un contingente de 20.000 hombres, 10.000 del Ejército Mexicano y 10.000 de los mexicanos ya enrolados (se refería a los que no tenían la ciudadanía estadounidense) en el ejército estadounidense. Ávila Camacho estaba muy interesado en esta propuesta, a pesar de las críticas internas que suscitaba la idea. Cuba y Brasil ya participaban activamente en la guerra. Preocupaba sobre todo Brasil, que mandó una fuerza expedicionaria (la única con fuerzas terrestres que envió algún país de América Latina) de 25.000 hombres bajo mando brasileño, pero dependiendo del alto mando estadounidense, y que tuvo una destacada actuación en el frente europeo. Pero más que la oposición interna a este proyecto, pesó la negativa de Washington.
Por ello la solución del Escuadrón de Aviación fue como un premio de consolación para los militares mexicanos. Volviendo a la compañía “E”, ésta tenía como jefe al Teniente Gabriel Navarrete, de El Paso. En el camino a Roma las fuerzas aliadas debían pasar el río Rápido, que estaba muy caudaloso por las lluvias de fines de 1943. A la División Texas, que al provenir de ese estado tenía a muchos chicanos y mexicanos en sus filas, se le encomendó cruzar el río. Por el arrojo que habían mostrado, se eligió a la compañía “E” como punta de lanza de esta misión. El teniente Navarrete y otros oficiales fueron a verificar las condiciones de las defensas alemanas; el teniente regresó herido y convencido de la imposibilidad de tener éxito en la empresa. El General Mark Clark, comandante del Quinto Ejército, no le hizo caso: fue mandado al hospital y se ordenó la movilización de la compañía, ahora al mando del Teniente Enrique Ochoterena, también de El Paso. Como lo había previsto Navarrete —y también el comandante de la División Texas, General Walker—, la misión (enero de 1944) fue un fracaso y una masacre. Según Raúl Morin, la decisión del Rápido fue una de las acciones bélicas más cuestionadas del ejército estadounidense en la segunda guerra. La historia oficial del ejército ocultó nombres o identificación de las unidades que participaron; la compañía “E” no aparece en la versión oficial de estos acontecimientos. Las bajas totales de la División Texas fueron 1.500, mientras que los alemanes perdieron 250.77 dell 141º Regimiento, y por tanto, la compañía “E”, siguió en acción, con refuerzos por las pérdidas humanas sufridas, teniendo una destacada actuación en el escenario europeo hasta el fin del conflicto. Navarrete, obligado por ley a no divulgar información militar, poco pudo hacer hasta el fin de la guerra; fue entonces que una comisión del Pentágono inició una investigación, solicitada por un grupo de veteranos de la División Texas, al enterarse de que el General Clark buscaba una promoción: la investigación fue archivada y el general fue ascendido.
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Suboficial Auxiliar Cleto Rodriguez de la Compañía B, 148° Regimiento de Infantería, 37º División de Infantería, acreedeor de la medalla de Honor
Sin duda que la mayor operación de invasión en la guerra fue el pie de playa en Normandía, que inició la invasión aliada a Europa occidental. En el “Día D” participaron 4.000 barcos y 66.000 tropas de asalto. Sin duda que en esta acción fueron las infanterías las que tuvieron el papel principal y también el mayor índice de bajas. Desde el desembarco en los anfibios eran recibidos con fuego intenso; muchos tenían que desembarcar antes de tocar tierra, y por la cantidad de equipo que llevaban se hundían en la playa. Otros eran acribillados apenas tocaban tierra. Joe López había escogido la infantería “porque pensaba que era muy macho”. Después de ese día se dio cuenta de que no era así y comenzó a valorar el temor: “No hay que temer decir que se tiene miedo. El miedo es el que te mantiene vivo”. Johnie Marino recuerda que les ordenaron que al desembarcar, si veían que alguien caía no se detuvieran: “Si se detienen acabarán igual”. La 2ª de la 79ª Divisiones que desembarcaron, entre otras, tenían a muchos mexicanos. En Europa se distinguió el sargento Macario García. Nacido en Coahuila, se trasladó a Texas en busca de empleo; trabajaba en el campo para un agricultor texano cuando decidió enrolarse; al ofrecerle la ciudadanía estadounidense la aceptó de inmediato. García encontró en el ejército muchos amigos y “una democracia más atractiva que la que conocí como civil”. Participó en la liberación de París y en el quiebre de la línea Sigfrido; su unidad fue una de las primeras en cruzar la frontera alemana. El 16 de septiembre de 1944, aniversario de la independencia mexicana, se ganó una medalla al capturar una ametralladora alemana, así como la reputación del “mexicano sin miedo”.
En la Batalla de Hürtgen, se hizo acreedor a la Medalla de Honor por su extraordinario valor al destruir varias piezas de artillería alemana. José M. López, originario de Mission, Texas, pero residente en Brownsville, también alcanzó esa presa y es considerado como el soldado del ejército estadounidense que más enemigos mató en una acción. Su compañía estaba en peligro de ser cercada por fuerzas alemanas en Bélgica (diciembre de 1944). Él solo, en una pequeña trinchera, logró el retiro de los alemanes que perdieron, al menos, 100 de sus soldados, salvando así a sus compañeros. Otros chicanos que lograron la Medalla de Honor fueron José F. Valdez, de Nuevo México y Silvestre Herrera, de El Paso. Se decía mucho que los mexicanos iban como “carne de cañón”. Esto se desprendía del hecho de que la mayoría era destinada a la infantería, la parte más sacrificada de cualquier ejército. No obstante esta consideración, la acusación tenía un argumento de peso, aunque no necesariamente cierto: como el mexicano era segregado y discriminado, se le enviaba a la infantería, total era un ciudadano de segunda y si moría, la nación perdía poco. Quien creyera esto tenía buenas razones para hacerlo; además, las prácticas discriminatorias continuaron después de la guerra. Pero en los testimonios consultados no aparece esta versión. Un veterano, por citar sólo un ejemplo, señalaba de forma directa, hasta con crudeza, su tarea: “cada mañana disparando desde las trincheras en la primera línea de fuego; cada noche esconderse en los mismos agujeros para evitar las balas; cada minuto rezando que esto acabara rápido. Un hombre de infantería es el primero al frente”. Aunque el destacado papel que tuvieron chicanos y mexicanos en la guerra se fue diluyendo en un conjunto de anécdotas, que finalmente eran trivializadas, el mayor peso que tuvo estribó en la concientización que cobró esta minoría de sus capacidades y de la necesidad de hacerlas valer.
9. VISIONES CHICANAS DE LA GUERRA
Aunque fueran pocos, los chicanos tendían a juntarse en las unidades donde estaban adscritos. En las horas de ocio, durante los entrenamientos o en las largas travesías hacia los frentes de guerra, salían las guitarras y las canciones mexicanas. Algunos cantaban tan bien que eran invitados para amenizar las reuniones de los oficiales anglosajones. Raúl Morin señala que los anglos nunca tuvieron una canción distintiva de su participación en la guerra, mientras que los chicanos tenían Soldado raso, de F.V. Leal, que tuvo una enorme popularidad. Ruperto Soto recuerda que en Guam, al terminar el conflicto, la celebración entre los mexicanos sorprendió a los anglosajones. Para muchos chicanos y mexicanos la convivencia, en los campos de entrenamiento primero, y en los escenarios de guerra después, fue una experiencia igualadora, una convivencia entre razas y clases sociales inimaginable. Lo dicho por Macario García, quien lo vio como una experiencia democrática, es significativo por haber nacido y vivido parte de su vida en México. Cuando en este país se implantó el servicio militar, era muy común que en las distintas poblaciones los jóvenes de clases acomodadas evitaran el servicio: una forma muy recurrida era dar sobornos a las autoridades locales para evitar el sorteo, o si salían sorteados, conseguir que su lugar fuera ocupado por otro joven de familia humilde.
El General Lázaro Cárdenas, secretario de la Defensa Nacional, cuando realizaba un viaje de inspección a Cuernavaca, pasó revista a los conscriptos y observó que “todos pertenecían a la clase campesina”. Después comentaría que “el hecho de que estos contingentes sean de una sola clase comprueba que las autoridades encargadas de llevar a cabo el sorteo no han cumplido con su deber”. Sin embargo nunca se mencionó qué autoridades y tampoco se castigó a nadie. El hecho de que el titular de la Defensa se diera cuenta de la situación y mostrara, con su omisión, la imposibilidad de resolverlo, evidenciaba que la experiencia en el servicio militar estaba muy lejana a ser una convivencia entre distintas clases sociales, en otras palabras, era discriminatoria. En el ejército estadounidense hubo un caso sonado de sobornos en el Campo Selfridge, Michigan. Pero era más la excepción que la regla, por el simple hecho de haber sido un escándalo y no un hecho cotidiano. Felipe Soliz era huérfano y dijo haber encontrado un hogar en el ejército. Adam Gastélum hizo una buena amistad con un anglosajón, a pesar de reconocer los prejuicios que éste tenía sobre los mexicanos. El más común era considerarlos traicioneros, que literalmente no se les podía dar la espalda por temor a ser apuñalados. Roberto González, a pesar de los pocos hispanos que había en la fuerza aérea, nunca sintió discriminación hacia él; igual piensa Valentino Cervantes, quien era el único hispano en su batallón. Lo mismo dice Narciso García, como cadete en la fuerza aérea (de 400, sólo había tres hispanos); sin embargo, reconoce que sí había segregación hacia los negros, y supo que a un buen número de hispanos les dieron las misiones más rudas.
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Carmen Conteras Bozak
Jessie Ortiz, al convivir con gente blanca, llegó a tener excelente amistad con algunos. Se dio cuenta de que eran igual que él, “me sorprendió mucho cuando vi que uno de mis compañeros sangraba, y el color rojo era igual al mío”. No todos vieron la convivencia de la misma manera, algunos tuvieron que lidiar con los prejuicios de los blancos, como lo vimos en el caso de Joe López. A Thomas Cantú, en su entrenamiento en Nevada como técnico aéreo, su jefe nunca lo mandaba en misiones de vuelo, sino a servir en la cocina o de recadero, a sabiendas de que al acumular horas de vuelo se incrementaban sus haberes. Fue en el teatro de la guerra cuando Cantú logró 150 horas de vuelo, que le merecieron una condecoración. Joseph Alcoser se unió a la marina y dijo no encontrar diferencias con su experiencia en la escuela: “en los juegos de futbol tenías dos enemigos, el equipo contrario y tus compañeros de equipo, que te lastimaban cada vez que podían [en la marina] durante la batalla todos éramos hermanos, pero al acabar, la discriminación era la norma”. La disciplina militar obligaba a todos a realizar las mismas tareas, por eso muchos mexicanos lo vieron como una oportunidad de demostrar que eran tan capaces como los anglosajones. Morin señala cómo en los duros entrenamientos, cuando uno flaqueaba no faltaba quien le dijera “¡Órale!, no dejes que la raza quede mal”. Para la mayoría, era la primera ocasión en que tenían que realizar la misma actividad que un blanco. Ello representaba un incentivo, que por lo inusual era muy significativo y apreciado.
Algunos chicanos que ascendían en el escalafón, más que discriminación sintieron la envidia de algunos anglosajones. “Había mucho prejuicio y resentimiento de los soldados blancos; especialmente si uno conseguía mejores puestos por ser más inteligente —señala Virgilio Roel”. En el ejército estadounidense la mujer participó poco, y nunca en acciones bélicas —a diferencia de los ejércitos soviético e inglés—, aunque eso no quiere decir que no enfrentaran situaciones peligrosas. Su mayor contribución fue en la industria, en la que trabajaron 6.000.000. Por ello hay pocos casos de chicanas en el ejército; Rafaela Muñiz fue enfermera en el frente europeo y Josephine Ledesma fue mecánica de aeroplanos en una base militar en San Antonio. Otro motivo de identidad, aparte de la étnica, era la religión católica, y especialmente la devoción a la virgen de Guadalupe. Frank Reséndez, al acabar la guerra regresó a Austin y antes de llegar a su casa fue a la iglesia a dar gracias a la Guadalupana; lo mismo hicieron los hermanos Rivas al regresar a El Paso. Jessie Ortiz, en un pequeño pueblo francés oyó las campanas que llamaban a misa; él y otros de sus compañeros obtuvieron permiso para asistir al servicio católico, saliendo reconfortados para volver a las loberas llenas de nieve.96 Se cuenta que un aviador chicano, después de una misión que todos consideraban suicida y a la que él se apuntó como voluntario, regresó herido, pero vivo. Al preguntarle qué premio quería y cómo logró la hazaña, respondió: “Como premio quiero permiso para ir a Los Ángeles a dar gracias al santuario de Guadalupe, y en cuanto al éxito consiste en que los mexicanos tenemos una Patrona que nos ayuda”, sacando de su bolsillo una imagen de la Virgen. A raíz de este hecho, en esa ciudad creció la demanda de estampas de la Guadalupana, y el obispo militar del ejército estadounidense pidió más, pues todos los capellanes recibían peticiones de esas estampas, pero no sólo de soldados latinos.
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Soldado José F. Valdez de la Compañía B, 7° Regimiento de Infantería, 3º División de Infantería, acreedor de la Medalla de Honor
En México, en esa misma época, un sector de la prensa criticaba al gobierno por un decreto que prohibía a los militares asistir a servicios religiosos con uniforme, pues consideraban que tal decreto coartaba la libertad religiosa de los soldados (La Nación, Hoy, Excelsior). El ejército surgido de la Revolución nunca ha aceptado la existencia de capellanes. A pesar de las distintas experiencias, que tenían que ver con la personalidad de cada uno, su grado educativo y de aculturación, la región de donde provenían, el número de chicanos en las unidades donde eran asignados, entre otras circunstancias, la mayoría coincide en que su participación mejoró sus expectativas al regresar.
10. EL REGRESO: GOLDEN GATE Y BLUE MOON
Aun antes de que terminara la guerra muchos soldados regresaban al país, ya fuera para recuperarse de heridas en el frente, o más comúnmente por el derecho que tenían a un periodo de descanso, pues el ejército estadounidense funcionaba con relevos: por tantos meses al frente, ya fuese individualmente o por compañías, regimientos, batallones o incluso divisiones enteras, se daban relevos por otras unidades; en la fuerza aérea funcionaba por 25 misiones cumplidas con un número establecido de horas de vuelo cada una. Cuando no se cumplía ese derecho, algunos mostraban suspicacias al respecto. Un caso fue el de Carlos M. Baca, chicano cuyos padres vivían en México; llevaba casi tres años en campaña en el Pacífico. Su padre se quejaba de que al cumplir dos años debían darles permiso de regresar y eso no había sucedido con su hijo, viendo en ello un caso de discriminación. Pero de este caso no se puede generalizar una predisposición a esto. En los testimonios consultados hay muchas referencias a periodos de descanso. Por otro lado está el caso del soldado Marcos F. Ramírez (chicano de padres mexicanos), quien regresó con algunas condecoraciones. Había sido voluntario en el ejército mexicano, del que desertó, pasó la frontera y se enlistó en la infantería. El mando militar gestionó por medio del Departamento de Estado que este soldado, quien quería visitar a sus padres en México, no fuese apresado, acusado de deserción. De manera extraoficial se informó a Ramírez que podía entrar a México, dirigirse a la embajada, donde se entrevistaría con algún funcionario de la Secretaría de la Defensa Nacional, quien “lo reprendería por la deserción y en seguida lo felicitaría por su papel como soldado de las democracias”.
Al regresar del frente de combate este soldado encontró apoyo de diferentes instancias federales, como el Departamento de Guerra y el de Estado. Pero para la mayoría, la diferencia se daría en el ámbito local. En un acto de enorme simbolismo político y patriótico, cuyo recuerdo pervivió en los que lo vivieron, una multitud se reunió para vitorear a los soldados y marinos que llegaron a San Francisco al terminar la guerra, cruzando el Golden Gate. Un año antes unas mil personas se reunieron en Mission, Texas, para recibir a un artillero de la fuerza aérea, que regresaba condecorado después de cumplir 25 misiones. El joven llevó a su esposa a un cabaret, el Blue Moon, donde no los dejaron entrar porque ahí se prohibía la entrada de mexicanos. En un café con el mismo nombre, cerca de Houston, al cónsul mexicano en esa ciudad también le negaron el servicio. Caso más extremo fue el del Sargento Coahuilense —acreedor a la Medalla de Honor— Macario García, a quien no le sirvieron en una cafetería de Sugarland, Texas; él lo exigio y dos marineros lo apoyaron, pero no consiguieron nada; la historia recorrió la región, una estación de radio se encargó de difundir lo que pasaba en esa población. Las autoridades de Sugarland resintieron los ataques y creyeron necesario “reivindicar el honor de la comunidad”; mandaron arrestar a García por “asalto agravado”. Igual le pasó en Brownsville a José M. López, aquel sargento que se deshizo de más de 100 alemanes. Finalmente, el mensaje podía ser que no importaban la bravura, el patriotismo y el sacrificio en la guerra, se seguía siendo un ciudadano de segunda. La parte dura —con el miedo a la muerte y a la mutilación que siente cualquier soldado— pudo haber sido una pesadilla o una épica.
La parte amable, las muchachas francesas abrazándolos y besándolos por haber liberado a su país del nazismo, o las fiestas a su llegada a Estados Unidos de América, habían sido un sueño. Quedaba la dura realidad, pero con una ganancia en conciencia y en nuevas habilidades. Muchos mexicanos que apenas hablaban inglés lo aprendieron en el ejército; muchos que no sabían más que trabajar en el campo realizaron trabajos que jamás hubieran imaginado poder hacer. Muchos testimonios concuerdan con estas ideas. Algunos expresan que los chicanos fueron percibidos de manera diferente, como si hubieran conseguido la mayoría de edad. “Antes sólo me llamaban ‘chico’ [recuerda Armando Flores], esto cuando no era insulto, pero después de la guerra me decían ‘americano’”. Algunos programas federales resultaron fundamentales para esta percepción. Virgilio Vara señala: La Ley de reincorporación de los veteranos de guerra [G.I. Bill] es lo mejor que nos ha pasado a los mexicano-americanos porque por primera vez tuvimos la oportunidad de entrar a campos profesionales en gran número. Antes se esperaba de nosotros que trabajáramos en el campo, no ir a la universidad. Una nueva clase media emergió de los mexicano-americanos. Y efectivamente, muchos de los combatientes provenían del campo y sus expectativas no eran muy buenas, por decir lo menos. La mayoría provenía de familia numerosa y había tenido que dejar la escuela a edad temprana para ayudar a sus padres. Cuando volvieron estaban mejor capacitados, por lo que el regreso al trabajo agrícola no era muy halagüeño. La opción de continuar o empezar estudios de nivel medio superior, universitarios o técnicos tenía que ser muy atractiva para ellos. Más en una época en que la técnica y los conocimientos fueron fundamentales para la guerra que se libró y para la industria que la sostuvo.
Pero la discriminación y la segregación no se quitan con becas, acceso a créditos y oportunidades de trabajo. Si en el ámbito federal hubo mejor disposición para ayudar a la población hispana, no ocurrió lo mismo en el de estados o municipios (condados), especialmente los del suroeste. En 1949 a los familiares de un veterano, Félix Longoria, les fue negado el servicio de una funeraria en Longview, Texas, a causa de su ascendencia mexicana. El caso fue un escándalo; el senador Lyndon B. Johnson intervino para que su cuerpo fuera enterrado en el cementerio militar de Arlington, Virginia. El caso sirvió como escaparate de la segregación de la que eran objeto los veteranos de ascendencia mexicana, y por extensión todos los mexicanos. También sirvió para mostrar el activismo de varias asociaciones que tenían una representación muy importante de veteranos. El American G.I Forum (Foro Americano de Reclutas) fue una de las más importantes, con la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC, por sus siglas en inglés) y la Organización de Servicios a la Comunidad (CSO). Estas asociaciones lucharon política y jurídicamente contra casos concretos de segregación, sobre todo en escuelas. Ganaron casos muy importantes que ayudaron a derribar gradualmente estas prácticas. La trayectoria de Edward Roybal, uno de los líderes chicanos más importantes de la época, fue muy similar a la de muchos jóvenes que fueron reclutados: creció en East LA y trabajó en los Cuerpos Civiles creados por Roosevelt durante la depresión, y después fue a la guerra; Roybal fundó la CSO, fue el primer chicano en llegar a concejal en la ciudad de Los Ángeles, donde defendió por más de diez años a la comunidad hispana. Su carrera lo llevó a la Cámara de Representantes.
Muchos veteranos le dan gran importancia a la labor social que realizaron después de la guerra. Albert Armendáriz fue miembro activo de LULAC y llegó a ser juez en una corte de apelaciones en El Paso. Félix Treviño, concejal en San Antonio en la década de los sesenta; Antonio Campos luchó por los derechos políticos de los hispanos en Houston. El GI Forum fue de enorme importancia para Vicente Ximenes; el fundador de esta asociación, el doctor Héctor García, uno de los más destacados líderes chicanos, que ayudó de manera muy especial a los veteranos, lo alentó para terminar una carrera y después le consiguió varios empleos. Pete Tijerina dijo, nunca haber visto discriminación cuando sirvió en las fuerzas armadas; cosa muy distinta fue al regresar a San Antonio; con la beca de veteranos se recibió como abogado y pudo constatar cómo el sistema judicial propiciaba grandes inequidades: juicios que involucraban a un hispano donde en el jurado no había un solo hispano. La participación política de los veteranos también fue muy importante para mostrar el peso de la comunidad. El GI Forum promovió la candidatura de John F. Kennedy en 1960, mediante los clubes “¡Viva Kennedy!”, que contribuyeron de manera fundamental a su triunfo, y por tanto, fueron un hito en la historia electoral del país. En esa década el movimiento por los derechos civiles y políticos de las comunidades hispana y afro-estadounidense cobró dimensiones enormes. Los veteranos contribuyeron activamente a este renacimiento de la comunidad, a hacerse visibles. Para muchos, ese activismo nunca hubiera sido posible sin lo ganado en conciencia, en la experiencia que les dejó la guerra. Si lucharon por la supervivencia de la democracia contra el totalitarismo xenófobo de Hitler, sería incongruente aceptar pasivamente esas expresiones en el país en que habían nacido o que habían adoptado.
11. CONCLUSIÓN
Hemos visto a grandes rasgos la participación de los mexicanos y mexicano-americanos en la segunda guerra mundial. Aunque no se conocen cifras exactas aquí me inclino por la de 500.000 durante todo el conflicto. Lo que sí se sabe es que es la minoría que recibió el mayor número de medallas de honor del Congreso (la máxima condecoración para miembros de las fuerzas armadas), con un total de 12. En toda la guerra se otorgaron 440 de estas condecoraciones, lo que representa 2.72% del total, cifra superior al del porcentaje de la población de origen mexicano que vivía en Estados Unidos en esa época (2.08%). Pero si tomamos en cuenta que todas las medallas concedidas a chicanos y mexicanos fueron en la infantería y en la infantería de marina, y que en esas dos áreas se concedieron 382 medallas, el porcentaje aumenta a 3.14%. De cualquier forma, aunque se desconozca con exactitud la participación mexicana, lo anterior deja constancia de la calidad de esa participación. O dicho de otro modo, en términos porcentuales mostraron un alto índice de valentía y sacrificio. Muchos de estos participantes trabajaban jornadas extenuantes, la mayoría en el campo o en vías ferroviarias, recibiendo malos tratos. Por eso ser enrolado no era algo tan terrible. Si soportaban horas interminables pizcando algodón, teniendo un capataz déspota y caprichudo, el cambio a las tareas en el ejército debió ser —por qué no decirlo— hasta un alivio.
Cuando menos ahí había reglas claras, y que todos debían acatar. La prueba de esta afirmación es que muchos de ellos, desde antes de la guerra, buscaban acceder a otro tipo de trabajo. Por eso se habían unido a los Cuerpos Civiles —uno de tantos proyectos del New Deal de Roosevelt para dar empleos—, que daban mantenimiento a parques y bosques públicos; el programa estaba destinado a jóvenes, casi adolescentes. Otros se habían unido a las guardias nacionales de los estados, principalmente la de Texas y Nuevo México. De hecho el paso de los Cuerpos Civiles a las guardias nacionales era muy frecuente. No hay que olvidar también que el ejército es una forma más de ganarse la vida y de ascenso social. Generacionalmente, los mexicano-americanos que fueron a combatir eran hijos de los miles de mexicanos que huyeron de la violencia revolucionaria; irónicamente, esa descendencia pelearía en otra guerra, mucho más devastadora. Como estadounidenses eran hijos de la gran depresión. No eran años aptos para demandar mejores tratos, sino simplemente para mantener un empleo. Pero en los años cuarenta, con la guerra llegó una gran prosperidad. Por ello, al final del conflicto comenzaron a demandar mejores tratos, aunque con poco énfasis, pues esta generación encontró en la guerra una forma de integración. Por eso no les fue ajena, ni aun a los jóvenes pachucos.
Se ha dicho que ésta fue una guerra popular, por las causas que defendía, por los enemigos que enfrentaba, y la prueba está en el número tan grande de voluntarios que hubo. La comunidad mexicana no fue ajena a esto, a pesar de la discriminación que padecían. Cosa muy distinta sería la guerra de Vietnam, época que vio grandes manifestaciones contra ella, por parte de distintos sectores de la sociedad; entre ellos el movimiento que estalló en 1970, llamado “Moratoria Chicana”, que buscaba acabar con el alto índice de reclutamiento entre los chicanos para enviarlos al sudeste asiático. Esta comunidad comenzó a emerger después de 1945. Si tan decididamente habían peleado por su país, exigirían un trato más justo. Para esas “infanterías invisibles” fue un segundo frente, dentro de sus propias fronteras, y una lucha a largo plazo. Para los veteranos fue una guerra por sus derechos civiles y políticos, pero también contra el olvido. Buscaban un reconocimiento que creían merecer. Su participación fue un ejemplo para su comunidad, pero no lo fue para todo el país, que seguía entregado a prejuicios raciales que parecían ser su distintivo social. Se requirió —como en la guerra— grandes esfuerzos para que eso empezara a cambiar. Para la sociedad mexicana tampoco fueron un ejemplo. El prejuicio de haber luchado bajo la bandera estadounidense les quitaba lo que de intrínsecamente valioso tenían. El valor, el arrojo, el heroísmo, el arriesgar la vida por salvar a sus compañeros fue visto con escepticismo, con cierto desdén. Ello muestra lo chabacano del nacionalismo mexicano, timbre y orgullo de los regímenes posrevolucionarios. Importa lo que se hace dentro de las fronteras —aunque sea muy poco—, no lo que se hace afuera. Por eso no solamente a los gobiernos, también a la sociedad le ha importado muy poco lo que han hecho, lo que han logrado los migrantes mexicanos en Estados Unidos. La reforma constitucional que permite la doble nacionalidad no fue aprobada por el Congreso, sino hasta 1998. Si ahora son más visibles para nosotros es por su peso en la actividad económica estadounidense, por la fuente de divisas que representan, por la importancia política que tienen allá. También pesa la influencia que ha cobrado todo lo latino (no sólo lo mexicano) en la cultura estadounidense. Podría decirse que nuestro mezquino nacionalismo es inversamente proporcional al enorme tamaño de nuestro territorio, así como al potencial y diversidad de su población.
12. FUENTE TEXTO Y FOTOS:
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Saludos
* Chicano es un término empleado coloquialmente principalmente en los Estados Unidos para referirse a los mexicano-estadounidenses. En un inicio, se utilizó para referirse a los habitantes hispanos oriundos de los territorios estadounidenses que pertenecieron anteriormente a México (Texas, Nuevo México, California). Sin embargo, dependiendo de la fuente o el contexto, puede referirse a un ciudadano estadounidense de origen mexicano, una persona nacida en Estados Unidos de origen mexicano.
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Alcazar
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ivan_077- Staff
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Luis Pérez Gómez: Piloto Mexicano en el Frente Europeo
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Luis Pérez Gómez: Piloto Mexicano en el Frente Europeo
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Totenkopf
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Fotografía del escuadrón 433 en los días en que estuvo integrado por Luis. por la fisonomía podria ser el primero por la izquierda abajo, aunque esto es subjetivo
Luis Pérez Gómez: Piloto Mexicano en el Frente Europeo
Mensaje por Totenkopf el Mar Nov 02, 2010 3:26 am
Tomado de: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Nacido en Guadalajara en 1922. Pérez Gómez siempre soñó con ser piloto aviador y pasó la infancia jugando en la azotea de su casa, donde fabricaba hangares de cartón para sus avioncitos de plomo. A los 19 años de edad y pese a la férrea oposición paterna (su madre había muerto tiempo atrás), marchó a la ciudad de México, ilusionado con estudiar aviación. Como no tuvo dinero para costearse la carrera partió a Canadá cuando supo que allá podría entrenarse sin desembolsar un dólar. No sabía inglés y sólo llevaba consigo unos cuantos pesos, regalo de su abuela, pero. Gracias al apoyo de un diplomático mexicano, en 1942 lo admitieron en la escuela de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF).
Mientras aprendía a volar y a hablar inglés, el tapatío tuvo tiempo de enamorar a una condiscípula canadiense llamada Dorothy Pratt, con la cual no llegó a casarse pero estableció sólida relación. Luego la guerra los separó: graduado con excelentes calificaciones, en 1943 se embarcó rumbo a Europa para combatir en el frente: Él no deseaba ser soldado, sólo quería volar --recuerda, decenios más tarde, su antigua novia.
El joven Luis lo hizo con frecuencia: a partir de enero de 1944 participó en varias batallas aéreas, obteniendo 3 medallas por su valentía. Según las bitácoras, el mexicano (no se nacionalizó canadiense) fue derribado en 3 Ocasiones. La primera, volaba sobre el Canal de la Mancha y sobrevivió al lanzarse en paracaídas; la segunda vez cayó en territorio francés ocupado por los alemanes, pero lo rescató la Resistencia. La última no tuvo tanta suerte.
El 16 de junio de 1944 Luis Pérez Gómez y sus camaradas del escuadrón 433 de la RCAF, basado en Inglaterra, abordaron sus aviones Spitfire para apoyar a las tropas aliadas que 10 días antes habían desembarcado en Normandía (al norte de Francia) en el famoso "Día D". el cual marcó el inicio de la debacle pava los alemanes.
A las 5 de la tarde, sobre suelo francés, la artillería nazi derribó el avión del tapatío sobre un campo de chícharos. Los pobladores de Sassy le quitaron su identificación (luego se perdió) para que no cayera en poder de la soldadesca alemana en retirada y sepultaron su cuerpo en el panteón local.
La única referencia entregada por Pérez a sus superiores fue la dirección de su novia canadiense: A fines de junio de 1944 recibí un telegrama del gobierno diciéndome que Luis estaba desaparecido y probablemente muerto --recuerda la señora Pratt, hoy de más de 80 años de edad. A partir de entonces ella trató de localizar infructuosa-mente a algún familiar de su malogrado novio y, terminada la guerra, comenzó la búsqueda del cuerpo.
En 2001 descubrió en los archivos de la comisión para tumbas de guerra de la Commonwealth que, en junio de 1944, un par de pilotos de la RCAF habían sido sepultados en el pequeño cementerio de Sassy en calidad de "desconocidos". Tras fatigosas pesquisas Pratt logró hablar con algunos aldeanos que recordaban a un aviador << que no parecía canadiense y según sus documentos tenía apellido español >>.
Alentados por la tenacidad de la canadiense, la gente de Sassy decidió hacer un homenaje a Pérez Gómez y, 60 años después de su muerte, construyó una plaza en el punto donde su avión fue derribado. Una placa conmemoratíva recuerda lo sucedido aquella tarde de 1944 y en la tumba figura el nombre completo del jalisciense, flanqueado por 3 banderas: la francesa, la canadiense y la mexicana.
A mediados del 2004. Los 200 habitantes de Sassy --un poblado rural ubicado 180 kilómetros al oeste de París-- se reunieron para rendir homenaje al jalisciense Luis Pérez Gómez por un acto ejecutado 60 años atrás: morir en defensa de Francia. Piloto de la Real Fuerza Aérea Canadiense durante la II guerra mundial, el mexicano falleció cuando su avión caza fue derribado el 16 de junio de 1944 a las afueras del villorrio.
Durante la ceremonia, el alcalde de Sassy aseveró: --Es importante homenajear a este hombre llegado de tan lejos a luchar por nosotros. Hubiera podido quedarse en casa, pero vino a ayudarnos. No lo olvidamos y queremos que nuestros hijos lo conozcan y lo recuerden.
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Avión pilotado por el mexicano Tte. José Luis Pérez Gómez. Un Spitfire FB.9 matrícula MK607, código 2I-S del Escuadrón 443 de la RCAF el cual muestra las franjas blancas y negras del esquema de pintura característico utilizado por los aliados en la invasión a Normandia.
ivan_077- Staff
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