México SA: Narco, la industria boyante
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México SA: Narco, la industria boyante
Narco, la industria boyante
Más divisas que el petróleo
Supera remesas y turismo
Carlos Fernández-Vega
El boyante negocio del narcotráfico en México, con sus 30 o 40 mil millones de dólares por año, no puede pasar desapercibido, ni sus voluminosas ganancias ocultarse bajo la alfombra. Tampoco esconder su fortaleza económica, su potencia de fuego ni su creciente influencia política. ¿Cómo, entonces, ha crecido y se ha desarrollado a la vista de todos, especialmente de quienes por ley deben impedirlo?
La explicación es sencilla, amén de documentable: la connivencia con los otros dos poderes de la Unión (el político y el económico), los cuales no están dispuestos a matar a la gallina de los huevos de oro blanco ni rechazar la parte del pastel que les corresponde.
A estas alturas, la industria del narcotráfico es una de las actividades económicas que mayor empleo generan y mejores salarios pagan (comparados con los legales), la que mayores inversiones realiza en la economía formal (la lavandería de recursos es impresionante), la que aporta divisas por un monto mayor a las obtenidas por petróleo, remesas y turismo, la que compra el mayor número de puestos en el poder político, la que adquiere el armamento más moderno y la que, en fin, toma las decisiones en no pocas instancias gubernamentales.
Discursos van y vienen, miles de millones del erario se gastan anualmente para supuestamente combatir el narcotráfico (con Calderón oficialmente se desembolsó más de un billón de pesos para tal fin), el reguero de cadáveres se reporta en buena parte de la geografía nacional, y no hay resultados, salvo los positivos para la industria del narcotráfico.
Los recientes acontecimientos en Jalisco son un botón: “en respuesta a un operativo desplegado por el gobierno federal contra el cártel Jalisco Nueva generación, esta organización delictiva respondió con una acción coordinada en 25 municipios del estado, en cuatro de los cuales sus integrantes se enfrentaron a las fuerzas de seguridad, con saldo de siete muertos y un helicóptero militar derribado, tres desaparecidos, 39 bloqueos en calles y carreteras, 19 heridos, 19 detenidos y 36 vehículos, 15 sucursales bancarias, una caja popular y cinco gasolineras –hubo otros 14 intentos fallidos– incendiados. El coletazo de estas acciones llegó a los estados vecinos de Colima, Guanajuato y Michoacán, mientras Nayarit y Aguascalientes blindaron sus límites territoriales para evitar el efecto cucaracha” (La Jornada).
¿Dónde estaba la autoridad preventiva y combatiente, a la que, una vez más, la agarraron papando moscas? El reciente macroataque del narco en Jalisco da puntual cuenta del poderío económico y militar del cártel respectivo (y de la ineficiencia y/o connivencia de los vigilantes gubernamentales), así como del grado de organización con el que cuenta, porque la movilización sincronizada de cientos de sicarios para operativos simultáneos no cuesta un peso ni se arma en cuestión de horas, mucho menos en presunta respuesta a la aprehensión de un capo menor.
En un reciente estudio (La economía del narcotráfico, del que se toman los siguientes pasajes) la Organización de Estados Americanos revela que “los libros contables de las organizaciones de narcotraficantes confiscados por el gobierno de México ofrecen un considerable volumen de información sobre la forma en que se distribuyen los ingresos a nivel de la plaza de drogas en México. En primer lugar, las organizaciones de narcotraficantes mexicanos son grandes con relación a otras empresas (legales) de México, aun si se examina sólo una plaza como la unidad operativa fundamental.
“Las plazas generalmente abarcan las operaciones de una organización de narcotraficantes en una ciudad o región determinadas, y en su nómina de personal tienen dos tipos de empleados: los empleados internos regulares y los empleados de ley; estos últimos son fundamentalmente funcionarios gubernamentales a cargo del orden que prestan servicios a la organización de narcos mediante el pago de sobornos. El número de empleados internos por cada plaza varía desde 61 hasta cerca de 600, y el de individuos que reciben sobornos varía desde 109 hasta cerca de mil.
“El 99 por ciento de las empresas (legales) de México tienen menos de 50 empleados, de manera que si se considera sólo los empleados internos regulares, cada plaza (dominada por el narco) tiene más empleados que la mayoría de las empresas mexicanas.
“En segundo lugar, los empleados de estas organizaciones están razonablemente compensados. El salario medio de los empleados regulares, que equivale a aproximadamente mil 650 dólares por mes (alrededor de 25 mil pesos al tipo de cambio actual), es 1.3 veces más que el salario medio del sector formal de México y seis veces más que el salario mínimo.
“Si se asume que la información sobre los salarios que indica la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo tiene una falla de 50 por ciento, el salario interno medio de las organizaciones de narcotraficantes aun así se encuentra en el percentil 75 de la escala. Los salarios de los empleados internos son bastante similares entre una plaza y otra. Estos salarios son relativamente más elevados con relación a los que han documentado los investigadores entre los vendedores minoristas de drogas en las ciudades de Chicago y Washington.
“Dentro de una organización, los operadores ganan alrededor del doble del salario medio que obtiene un empleado en el sector formal mexicano, mientras que los centinelas –que componen el mayor número de empleados– ganan un poco más que un empleado en el sector formal. Los administradores, como los operadores, ganan el doble del salario medio de un empleado del sector formal. Los operadores y los centinelas probablemente no tienen un capital humano particularmente alto y por lo tanto los salarios que reciben del sector ilícito son considerablemente más elevados que los sueldos que podrían recibir en un empleo legítimo. En promedio, casi la mitad de los fondos de operaciones (del narco) son utilizados para pagar sueldos y sobornos.
Debido a que la mayoría de los gastos de operación son financiados por fondos externos, reducir el envío de las ganancias de las drogas ilícitas a México podría seriamente comprometer la capacidad futura de las plazas mexicanas para el pago de sueldos y sobornos.
Las rebanadas del pastel
En fin, el negocio boyante y mostrando el músculo, mientras la autoridad permanece instalada en el discurso triunfalista (vamos ganando) y presumiendo la desarticulación de las organizaciones del crimen organizado.
Twitter: @cafevega
D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
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http://www.jornada.unam.mx/2015/05/05/opinion/020o1eco
Más divisas que el petróleo
Supera remesas y turismo
Carlos Fernández-Vega
El boyante negocio del narcotráfico en México, con sus 30 o 40 mil millones de dólares por año, no puede pasar desapercibido, ni sus voluminosas ganancias ocultarse bajo la alfombra. Tampoco esconder su fortaleza económica, su potencia de fuego ni su creciente influencia política. ¿Cómo, entonces, ha crecido y se ha desarrollado a la vista de todos, especialmente de quienes por ley deben impedirlo?
La explicación es sencilla, amén de documentable: la connivencia con los otros dos poderes de la Unión (el político y el económico), los cuales no están dispuestos a matar a la gallina de los huevos de oro blanco ni rechazar la parte del pastel que les corresponde.
A estas alturas, la industria del narcotráfico es una de las actividades económicas que mayor empleo generan y mejores salarios pagan (comparados con los legales), la que mayores inversiones realiza en la economía formal (la lavandería de recursos es impresionante), la que aporta divisas por un monto mayor a las obtenidas por petróleo, remesas y turismo, la que compra el mayor número de puestos en el poder político, la que adquiere el armamento más moderno y la que, en fin, toma las decisiones en no pocas instancias gubernamentales.
Discursos van y vienen, miles de millones del erario se gastan anualmente para supuestamente combatir el narcotráfico (con Calderón oficialmente se desembolsó más de un billón de pesos para tal fin), el reguero de cadáveres se reporta en buena parte de la geografía nacional, y no hay resultados, salvo los positivos para la industria del narcotráfico.
Los recientes acontecimientos en Jalisco son un botón: “en respuesta a un operativo desplegado por el gobierno federal contra el cártel Jalisco Nueva generación, esta organización delictiva respondió con una acción coordinada en 25 municipios del estado, en cuatro de los cuales sus integrantes se enfrentaron a las fuerzas de seguridad, con saldo de siete muertos y un helicóptero militar derribado, tres desaparecidos, 39 bloqueos en calles y carreteras, 19 heridos, 19 detenidos y 36 vehículos, 15 sucursales bancarias, una caja popular y cinco gasolineras –hubo otros 14 intentos fallidos– incendiados. El coletazo de estas acciones llegó a los estados vecinos de Colima, Guanajuato y Michoacán, mientras Nayarit y Aguascalientes blindaron sus límites territoriales para evitar el efecto cucaracha” (La Jornada).
¿Dónde estaba la autoridad preventiva y combatiente, a la que, una vez más, la agarraron papando moscas? El reciente macroataque del narco en Jalisco da puntual cuenta del poderío económico y militar del cártel respectivo (y de la ineficiencia y/o connivencia de los vigilantes gubernamentales), así como del grado de organización con el que cuenta, porque la movilización sincronizada de cientos de sicarios para operativos simultáneos no cuesta un peso ni se arma en cuestión de horas, mucho menos en presunta respuesta a la aprehensión de un capo menor.
En un reciente estudio (La economía del narcotráfico, del que se toman los siguientes pasajes) la Organización de Estados Americanos revela que “los libros contables de las organizaciones de narcotraficantes confiscados por el gobierno de México ofrecen un considerable volumen de información sobre la forma en que se distribuyen los ingresos a nivel de la plaza de drogas en México. En primer lugar, las organizaciones de narcotraficantes mexicanos son grandes con relación a otras empresas (legales) de México, aun si se examina sólo una plaza como la unidad operativa fundamental.
“Las plazas generalmente abarcan las operaciones de una organización de narcotraficantes en una ciudad o región determinadas, y en su nómina de personal tienen dos tipos de empleados: los empleados internos regulares y los empleados de ley; estos últimos son fundamentalmente funcionarios gubernamentales a cargo del orden que prestan servicios a la organización de narcos mediante el pago de sobornos. El número de empleados internos por cada plaza varía desde 61 hasta cerca de 600, y el de individuos que reciben sobornos varía desde 109 hasta cerca de mil.
“El 99 por ciento de las empresas (legales) de México tienen menos de 50 empleados, de manera que si se considera sólo los empleados internos regulares, cada plaza (dominada por el narco) tiene más empleados que la mayoría de las empresas mexicanas.
“En segundo lugar, los empleados de estas organizaciones están razonablemente compensados. El salario medio de los empleados regulares, que equivale a aproximadamente mil 650 dólares por mes (alrededor de 25 mil pesos al tipo de cambio actual), es 1.3 veces más que el salario medio del sector formal de México y seis veces más que el salario mínimo.
“Si se asume que la información sobre los salarios que indica la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo tiene una falla de 50 por ciento, el salario interno medio de las organizaciones de narcotraficantes aun así se encuentra en el percentil 75 de la escala. Los salarios de los empleados internos son bastante similares entre una plaza y otra. Estos salarios son relativamente más elevados con relación a los que han documentado los investigadores entre los vendedores minoristas de drogas en las ciudades de Chicago y Washington.
“Dentro de una organización, los operadores ganan alrededor del doble del salario medio que obtiene un empleado en el sector formal mexicano, mientras que los centinelas –que componen el mayor número de empleados– ganan un poco más que un empleado en el sector formal. Los administradores, como los operadores, ganan el doble del salario medio de un empleado del sector formal. Los operadores y los centinelas probablemente no tienen un capital humano particularmente alto y por lo tanto los salarios que reciben del sector ilícito son considerablemente más elevados que los sueldos que podrían recibir en un empleo legítimo. En promedio, casi la mitad de los fondos de operaciones (del narco) son utilizados para pagar sueldos y sobornos.
Debido a que la mayoría de los gastos de operación son financiados por fondos externos, reducir el envío de las ganancias de las drogas ilícitas a México podría seriamente comprometer la capacidad futura de las plazas mexicanas para el pago de sueldos y sobornos.
Las rebanadas del pastel
En fin, el negocio boyante y mostrando el músculo, mientras la autoridad permanece instalada en el discurso triunfalista (vamos ganando) y presumiendo la desarticulación de las organizaciones del crimen organizado.
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