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Secuestro del vuelo 705 de Mexicana

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Mensaje por ivan_077 Marzo 24th 2015, 22:20


Secuestro del vuelo 705 de Mexicana

Mensaje por Flysandpaper el 15/7/2011, 9:44 pm
En marzo de 1972 llegó un comunicado a la redacción de la revista "Por qué?" Estaba firmado con el nombre de una asociación hasta entonces desconocida, la Liga de Comunistas Armados (LCA). El escrito tenía por objetivo “asumir la responsabilidad de la muerte de un policia” y externar que lamentaban el dolor de la familia del victimado. Decía que en las inmediaciones del municipio de Garza García de Nuevo León, éste había descubierto a dos de los integrantes armados y había forcejeado con ellos. La revista no lo publicó, sino hasta 10 meses después cuando la LCA saltó a la televisión. Después de sufrir algunas detenciones como resultado de un accidente en el que a un guerrillero se le disparó accidentalmente una pistola en el vientre de su compañera, quienes aun quedaban libres buscaron su liberación.

Las notas periodísticas de la época refieren que el 8 de noviembre a las 9:20 horas, un joven que se identificó como Germán Segovia y tres de sus compañeros abordaron en Monterrey el Boeing 727 de la Compañía Mexicana de Aviación con destino a la ciudad de México. Ninguno de ellos se había subido antes a un avión. Entre las 104 personas abordo se encontraba Wesley Parsons, cónsul estadounidense, y una hija y un hijo del gobernador de Nuevo León, Luis M. Farías. El avión despegó sin contratiempos. Los cuatro muchachos lucían camisetas con el logo de la UANL y cargaban cuatro escuadras 38 mm. A los 20 minutos de vuelo un joven moreno, se levantó y caminó por el pasillo aparentemente hacia el baño ubicado al lado de la cabina de los pilotos. Pero no entró al sanitario. Abrió la cabina y apuntó a la sien a uno de los pilotos. Germán: alto, rubio y de ojos verdes, se levantó inmediatamente de su asiento para amartillar el arma sujetar a una de las azafatas y dirigirse al micrófono. Los pasajeros observaron entre confundidos y asustados:

“¡Somos integrantes de la Liga de Comunistas Armados! ¡Y buscamos derrocar a este gobierno para establecer uno de carácter socialista que acabe con la burguesía! ¡Nadie se mueva, manos a la nuca y todos tranquilos!”.

Decía esto mientras le temblaban las manos. Advirtió que había un explosivo a bordo que estaban dispuestos a hacer estallar aun a costa de sus propias vidas. “Vencer o morir”.

Otro joven se situó a la mitad del avión y el cuarto en la parte trasera. Se desató el llanto, la histeria. Segovia dio instrucciones al piloto para que transmitiera sus demandas a la torre de control. Exigían la liberación de sus dos compañeras y dos compañeros detenidos y su traslado al aeropuerto, 4 millones de pesos, metralletas, municiones, y además que localizaran y presentaran a dos compañeros presos en Saltillo. La programación de radio y televisión fue interrumpida para dar la noticia. Trascendió que el grupo subversivo sería llevado a Cuba. Mientras, el avión retornaba a la ciudad de Monterrey y la sobrevolaba por larga hora y media.

El avión aterrizó. Las cámaras de televisión transmitieron la escena en vivo a millones de televidentes del país. Los altos mandos policíacos y del ejército se movilizaron para cumplir las demandas. Los guerrilleros liberaron a ancianos, mujeres y niños, exceptuando a la hija del gobernador. Permanecieron secuestrados 76 pasajeros, incluido el cónsul. Los secuestradores ordenaron que todo aquel que se acercara al avión lo hiciera en calzones, para evitar ataques. Así salieron en cadena nacional los mecánicos que pusieron combustible y Juan Urrutia, el capitán de la policía estatal señalado como represor, quien hizo entrega del dinero. Las demandas fueron cumplidas. Edna fue trasladada en una camilla y el Boeing despegó rumbo a Cuba. Ya en el aire la situación se distendió y algunos pasajeros charlaron con los secuestradores. El avión aterrizó en el aeropuerto José Martí. Varios pasajeros se despidieron y solicitaron autógrafos a los guerrilleros. En México la situación quedaba caliente.

Moya Palencia, secretario de Gobernación, declaraba que México esperaba que Castro devolviera a los "delincuentes" acusados de asalto, terrorismo, ataque a las vías generales de comunicación, portación de armas de fuego, amenazas y asociación delictuosa. Diputados de diferentes partidos, intelectuales y funcionarios condenaron el hecho. El editorial de la revista "Siempre!" titulado "Ser delincuente no es ser guerrillero" señaló que acciones como el secuestro aéreo "no hacen concebir esperanza sino temores; no concitan sipatía sino rechazo. Deterioran todo manejo y toda exposición de carácter político y, en muchos lamentables casos, provocan reacciones represivas que, ante muchos ciudadanos, parecen no sólo explicarse sino justificarse".

Días después, "El Universal" informó que el gobierno de México solició oficialmente la ex tradición de los integrantes de la Liga de Comunistas Armados. El gobierno cubano guardó silencio. La LCA nunca fue extraditada. Meses después el gobierno mexicano recibió los 4 millones de pesos y armas utilizadas en la acción.


Algunos de los entonces guerrilleros se acogieron a la amnistía otorgada el 28 de septiembre de 1978 otorgada por el entonces presidente de México José López Portillo, hecha a sugerencia del secretario de gobernación Jesús Reyes Heroles.2 3 En nota fechada el 2 de enero de 1982 el semanario mexicano Proceso relató el suicidio de Germán Segovia Escobedo, quien se quitó la vida con un disparo en la sien en la madrugada del 25 de diciembre de 1981. Segovia sufría de hostigamiento durante meses por amenazas anónimas de muerte y torturas, contra él y sus familiares. Germán Segovia era yerno de Rosario Ibarra de Piedra, que a su vez era madre de Jesús Piedra Ibarra — en 1974, luego de ser secuestrado en la ciudad de Monterrey— y posteriormente fue fundadora del Comité ¡Eureka!.4

Tomás Okusono sería después detenido en Estocolmo (Suecia), acusado de participar en una operación militar multinacional con fin de secuestrar al entonces secretario de turismo de ese país escandinavo, según el libro de Claire Sterling (1981).
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