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El último triunfo del Ejército Conservador

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Mensaje por ivan_077 Junio 6th 2014, 20:53



EL ÚLTIMO TRIUNFO DEL EJERCITO CONSERVADOR
LA BATALLA DE TOLUCA EN DICIEMBRE de 1860
Emmanuel Rodriguez Baca*

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Batalla de Calpulalpan, 22 de diciembre 1860 en la cual se consumó el triunfo de los liberales sobre los conservadores. Litografía, Casimiro Castro.
Acervo /archivo : Museo Nacional De Historia INAH

Con la derrota de Leonardo Márquez en las cercanías de Guadalajara y la ocupación de esa ciudad en noviembre de 860, la victoria del ejército liberal. Después de tres años de guerra civil, era indudable. Sin embargo, los conservadores sorprendieron en Toluca la ejército de Felipe Berriozábal, en la que serla su última victoria durante la Guerra de Reforma.
El 5 de noviembre de 1860, sin enemigo en la retaguardia, Ignacio Zaragoza dio instrucciones al general Felipe B. Berriozábal de salir a la ciudad de México a la vanguardia del ejército constitucional. Después de una marcha sin contrariedades y una breve estancia en la ciudad de Querétaro, Berriozábal, entonces gobernador del Estado de México, entró en Toluca la madrugada del día 24. Tan pronto como ocupó ésta, restableció el orden constitucional e hizo saber a los habitantes del estado que a partir de ese momento sólo se observarían en el territorio las leyes derivadas de la Constitución de 1857, así como las que emanaran del gobierno de Benito Juárez.

A la par de la organización política, Berriozábal se apresuró a cumplir las órdenes de Zaragoza de reunir para el 10 de diciembre en Toluca a las diferentes brigadas de la división de México, así como a las divisiones de Oriente y Michoacán, mismas que se le debían incorporar a más tardar el día 7 para cooperar con él en las operaciones que se emprendieran sobre la ciudad de México. El cuartel general comunicó a don Felipe que haría los esfuerzos necesarios para reunir en Cuautitlán a las demás fuerzas del interior, con las que se combinaría un plan de ataque entre ambas divisiones y con ellas incursionar al valle de México en dos fuertes secciones que intentarían penetrar a la capital por Cuautitlán y Toluca.

Para concertar el asalto a la ciudad de México, Berriozábal Basabe puso en estado de defensa diversas poblaciones del Estado de México, en particular las ubicadas en las inmediaciones del valle de Toluca; para ello distribuyó a los diferentes cuerpos de su división por los alrededores de la capital mexiquense dando prioridad al camino que comunicaba a esta ciudad con la de México. Para hacer más eficiente la vigilancia y evitar ser sorprendido, repartió sus tropas de la siguiente manera: él, con la Primera Brigada, quedó en Toluca en espera de informes de las estratagemas que hiciera el enemigo y así saber qué movimientos realizar; la Segunda Brigada permaneció en Querétaro en observación de Tomás Mejía; al tercer cuerpo lo destacOó sobre el rumbo de Cuernavaca para contener el avance de Juan Vicario; por último, a la Brigada Ligera la situó en los alrededores de Toluca, manteniendo especial atención en el camino real de Tacubaya, Cuajimalpa, Río Hondo y Monte Alto, considerados puntos de peligro por donde podría penetrar el enemigo.
Mientras los principales caminos que confluían en Toluca eran patrullados, Berriozábal, sabedor de la vulnerabilidad de ésta para ser defendida, dispuso evacuarla en cuanto el enemigo se aproximara a ella.

Ante esta situación decretó que los jefes y oficiales durmieran en sus respectivos cuarteles; que se diera el toque de despertar a las tres de la mañana todos los días; que las fuerzas de las tres armas permanecieran en pie hasta las diez y media del día, y que en la tarde los cuerpos hicieran sus ejercicios a las tres en punto, teniendo ya preparados para esa hora los tiros de las piezas, así como los carros atalajados y el parque cargado en los depósitos, listos para marchar a primera hora. Pero sin duda, la prevención más importante fue la de ordenar a sus subordinados darle oportunos avisos de los movimientos que emprendieran las fuerzas conservadoras sobre Toluca, ya fuera por el camino real de Tacubaya o por Cuajimalpa.


ENTRE RIJMORES V FALSAS NOTICIAS


El 2 de diciembre, mientras se llevaban a cabo los preparativos referidos, arribaron a Toluca Santos Degollado y Benito Gómez Farías, jefes que de inmediato comenzaron a colaborar con Berriozábal, aunque es conveniente aclarar que el primero de ellos no tenía mando de fuerza y, de acuerdo con el historiador Vicente Fuentes Díaz, se incorporó a la división de México “como simple acompañante”.

Mientras en Toluca se esperaban a las divisiones de Michoacán y de Oriente, el aparente sosiego en la ciudad se interrumpió, ya que a las doce de la noche del día 8 arribaron a ella, provenientes de la ciudad de México, Justino Fernández y Agustín del Río, quienes se presentaron ante Berriozábal para informarle que a su paso por la hacienda de los Morales, se enteraron que el enemigo, fuerte en 5 000 hombres, emprendió reconocimientos sobre el camino de Molino Blanco y Río Hondo, y que “posiblemente saldrían con rumbo a Toluca, según lo habían oído referir a los trabajadores y pobladores del lugar”. A pesar de los informes, se desconocía el destino de estas fuerzas; mientras algunos aseguraban que sería Toluca, otros afirmaban que Cuautitlán.

Pese a lo incierto de la noticia, Berriozábal llamó al general Juan N. Govantes, a quien previno de poner a todos los cuerpos sobre las armas, atalajar las mulas, enganchar las piezas de artillería y al instante hacer salir a la compañía de Mosqueteros y a las guerrillas exploradoras para redoblar la vigilancia en el camino de México a Toluca y el de Río Hondo. El propósito de estos movimientos era confirmar si Miguel Miramón ciertamente marchaba sobre Toluca; si era cierto, sus exploradores le darían aviso cuando éste llegara a la hacienda del Mayorazgo, de esta manera don Felipe tendría conocimiento de la aproximación con seis horas de anticipación, tiempo suficiente para retirarse en orden de la ciudad. Después de girar estas prevenciones se observó en Toluca la más estricta vigilancia durante el resto de la noche y la madrugada del día 9.


UNA INCURSION INESPERADA

Al brillar las primeras horas del 9 de diciembre y ver que sus patrullas regresaban sin novedad, Berriozábal creyó que el enemigo no dirigía ya operación alguna sobre sus posiciones. Debido a ello, y para ver la posibilidad de que éste tomara un rumbo distinto al de Toluca, consultó con Degollado las probabilidades de ser atacados ese día; después de analizar la situación, ambos jefes concluyeron que Miramón acometería a las fuerzas de Zaragoza y no a ellos, lo que no significó que en la plaza disminuyera la vigilancia.

A las diez de la mañana, supuesto que no se le comunicaba ningún aviso del enemigo, Felipe ordenó a la tropa retirarse a sus respectivos cuarteles, a excepción de la infantería, a la cual autorizó ir a misa por batallones para tomar después un descanso y su correspondiente desayuno. También dispuso que se despachara la caballería que llegaba de explorar los caminos aledaños, desenganchar la mulada, la artillería y descargar el parque para colocarlo en atalaya, instrucciones que se cumplieron prontamente.

En punto de las once del día, Berriozábal recibió una comunicación del teniente Alonso Flores, situado en Lerma, en la que le participó que una sección de caballería conservadora de 8oo a 1000 hombres había sido observada por los llanos de Salazar y Cuajimalpa. Al conocer esto, dispuso que todos los cuerpos se pusieran sobre las armas, se volviesen a enganchar las piezas, poniendo las municiones y equipajes en disposición de marchar a la hacienda de la Huerta que, a su parecer, representaba una buena posición para defenderse con poca fuerza en caso de que fuera mayor la del enemigo.

En el instante en que los cuerpos de la división de México se disponían a salir de la ciudad, comenzaron a oírse disparos de fusil por el camino real; momentos después, el enemigo, burlando la vigilancia que Nicolás Romero mantenía en la hacienda del Mayorazgo, se presentó repentinamente por las principales calles de Toluca. Al percatarse de esto, Berriozábal, sin pérdida de tiempo, se dirigió a la plaza de armas en donde estaba aparcada Ia artillería; en el camino se encontró a un batallón contrario que, bajo las órdenes del General Miguel Negrete, le hacía fuego constante para impedirle organizar a los artilleros y poner en formación de batalla los cañones. Así lo narró el propio Felipe:

“Teniendo al enemigo encima, poco se podía hacer para salvarnos; a pesar de esto, me dirigí a la plaza, a donde estaba la artillería con el objeto de disponer algunas piezas para contenerlo. Mis esperanzas fueron inútiles; solo encontré allí al Jefe de la arma, con catorce o quince artilleros que huyeron al tiempo de acercarse el enemigo. Quedé yo solo entre las piezas, rodeado por más de ochocientos hombres que conducía Negrete. y para salir de entre ellos, tuve que disputar el paso con el jefe reaccionario.”

Otra versión de este encuentro es la de Doroteo Negrete:

“Próximo a la plaza se encontró Negrete al General Berriozábal, acompañado de tres individuos, entre los que se encontraba Munón Canedo; el grupo, al darse cuenta, huyó por los callejones abandonando al General Berriozábal, por lo que dicho general llegó enteramente solo a la Plaza. Negrete se detuvo un instante para buscar a sus soldados, pero observó que distaban tres cuadras de él, y que estaban entretenidos en el ataque al Cuartel de Caballería y mirando que un pelotón contrario venla ya en movimiento con una pieza para la esquina, cargo sobre él, logrando retirarlo a cintarazos, los soldados al huir en dispersión dejaron nuevamente solo al general Berriozábal, que con pistola en mano se defendía disparando sobre Negrete; éste se lanza con Ímpetu y Berriozábal se retira al Cuartel.”

Después de disputarle el paso a Negrete, Berriozábal se dirigió al convento de San Francisco, en el centro de la plaza, de donde sacó alguna fuerza con la que intentó poner dos cañones en batería en dirección a la calle real por donde el enemigo penetraba con una fuerte columna. Todos sus esfuerzos por recuperar la artillería fueron inútiles, pues el adversario, superior en número cinco veces, le hacía un nutrido fuego que hizo imposible rodear las piezas y cargarlas. A pesar de lo desfavorable de la situación, el gobernador del Estado de México exhortó a sus soldados a hacer un último esfuerzo para contener al enemigo.

En el convento de San Francisco, habilitado como cuartel general, Felipe Benicio resolvió defender la ciudad hasta quemar el último cartucho, lo que hizo saber a su tropa mediante una arenga. El capitán Garduño, centinela en el punto, refirió parte de ésta: “Señores, en el estado en que estamos no podemos ya triunfar ni emprender una retirada ordenada, pero sí podemos sucumbir con gloria: el que quiera seguirme que lo haga, y el que no que se salve”; acto inmediato, Berriozábal subió a la parte alta del edificio para dirigir la defensa del inmueble. Garduño relató así el suceso:

“El Batallón que tantas pruebas le había dado al Sr. Berriozábal del cariño y aprecio que le tenla, que había sido el fundador de la División del Estado de México, que lo había acompañado en toda la campana, participando de sus glorias, en este momento de desgracia también le dio pruebas de su adhesión... entonces el Sr. Berriozábal dispuso que se ocupase la torre, las bóvedas y demás alturas de San Francisco, y él en persona me ordenó que lo siguiera con mi compañía para ocupar la manzana donde está el Palacio de Gobierno.”

Felipe se dirigió at Palacio en auxilio de Benito Gómez Fanas. En la terraza del edificio se puso al frente de la tropa y comenzó a animarla para seguir luchando. Acto inmediato arengó a sus pocos soldados, que el que suscribe tenía en la azotea de Palacio, vitoreando a la Libertad y quitándose el sombrero, en cuyo acto recibió un balazo en la cabeza, sin que este incidente interrumpiera su discurso o calmara su entusiasmo”, recordó meses más tarde Gómez Farías. La herida no le impidió seguir dirigiendo la defensa, pero agotada la munición y tratando de evitar el derramamiento de sangre, Berriozábal y Gómez Farías convinieron en que no había nada más que hacer, por lo que ambos bajaron a abrir la puerta del zaguán y se entregaron prisioneros; el primero lo hizo diciendo su nombre y manifestando que por falta de pertrechos se rendía incondicionalmente, como lo dejó patente:

“A la una de la tarde habíamos consumido todo el parque que teníamos; el enemigo había vencido ya al valiente Batallón de la Reforma, que heroicamente se defendió en el convento del Carmen; había tornado a San Francisco que estaba cubierto con parte del primer Ligero a las órdenes del Sr. Coronel Alcalde y herido ya; y el Sr. Coronel Benito Gómez Farías que se me presentó después, sucumbimos en el Palacio de Gobierno con el resto del mismo cuerpo.”

En Toluca todo cayó en poder de los asaltantes: la plaza, jefes y oficiales de importancia como Degollado, Gómez Farías, Juan G. Govantes, Ventura Paz, Luis Legorreta, José Juárez y Berriozábal, el resto de la brigada—alrededor de 1 300 soldados—, así como los carros, municiones y 12 piezas de artillería. Una hora después de terminada la batalla, Miramón, quien observó el combate desde el cerro del Cóporo, incursionó en la plaza. Al llegar, ordenó a Leonardo Márquez fusilar a los generales cautivos; éste rememoró años más tarde: “El presidente me dio orden, en presencia de treinta personas entre generales, jefes, oficiales y paisanos que estaban reunidos en su derredor, para que dichos prisioneros fuesen pasados por las armas inmediatamente”.

Las ejecuciones no se verificaron y todos los jefes salvaron la vida gracias a la resolución del consejo de ministros conservadores, que acordó prestar atención a los preceptos de las leyes militares vigentes en ese momento, de lo que observaron que: Degollado estaba sometido a juicio por el gobierno; Govantes había recibido licencia absoluta y Gómez Farías era empleado en la aduana de Tampico; al carecer éstos de mando en el ejército federal, no podían procesarlos militarmente. Así, Berriozábal era el único a quien se tomó con las armas en las manos y por ello podía ser fusilado, según la ley; pero los jueces no creyeron oportuno asesinarlo ante el paredón, al plantearse la pregunta: “Iremos a derramar en Toluca, en un patíbulo, la sangre del hombre que entre los cuatro prisioneros es el que tiene más prestigio y más simpatía en la ciudad?”. Esta resolución fue una medida prudente, pues como mencionó el historiador Miguel Galindo y Ga indo, “un derramamiento inútil de sangre habría hecho execrable su memoria y solo habría servido para excitar las pasiones”.
(Y menos mal que no lo fusilaron; la Patria volvería a necesitarlo una vez más en Puebla de los Ángeles en 1862).

Los jefes prisioneros fueron trasladados a la ciudad de México la mañana del 10 de diciembre por las fuerzas de Márquez. El día 11, a las cinco de la tarde, fueron recluidos en un salón de Palacio Nacional que Miramón había mandado arreglar previamente.

La historiografía ha referido que el descalabro en Toluca se debió a que una sección del ejército conservador se introdujo a la plaza con el uniforme liberal del cuerpo de Mosqueteros, lo que confundió a sus adversarios; sin embargo, esto no fue el motivo que determino la derrota. Además de la rapidez y sorpresa con que atacó Negrete, existieron otros factores, entre ellos el que las divisiones de Michoacán y Oriente no arribaron a Toluca el 7 de diciembre como se les había ordenado. Pero sin duda el revés liberal se originó por el abandono de Nicolás Romero y José Acevedo de sus puestos, a quienes previamente se les encomendó vigilar los caminos por donde las fuerzas enemigas penetraron a Toluca; sin olvidar que éstas eran cinco veces superiores en número a las que comandaba Berriozábal.

La pérdida de Toluca por la vanguardia del ejército federal entorpeció los planes del cuartel general para el asalto definitivo a la ciudad de México, motivo por el cual Jesús González se apresuró a distribuir de nueva cuenta las divisiones constitucionalistas para impedir el reajuste de Miramón y atacar cuanto antes la capital del país. La derrota de Toluca impactó y molestó a los liberales, quienes lejos de preocuparse por el destino de los prisioneros, criticaron el proceder de Berriozábal en la jornada del 9 de diciembre. González Ortega calificó de “injustificable” esta sorpresa; otros discutieron cómo pudo dejarse sorprender, cuando tres días antes del suceso se sabía en México que Miramón iba salir a enfrentarlo en Toluca.

Si bien la victoria del ejército conservador en Toluca fue celebrada con entusiasmo en la capital del país, el deleite poco les habría de durar, ya que la suerte no les favoreció más en los hechos de armas venideros: el 22 de diciembre el ejército conservador, comandado por el general Miramón, fue derrotado en las lomas de San Miguel Calpulalpan, batalla que marco el fin de la Guerra de Reforma, que se consolidó con la entrada de González Ortega el 25 de diciembre de 1860 a la ciudad de México. La República se había impuesto sobre los conservadores, pero estos y sus aliados franceses darían un coletazo más dos años después y los hijos de México volverían a ser reclamados para la Guerra Final. Esta vez, Negrete y Berriozábal combatirían juntos en Puebla bajos las órdenes de Ignacio Zaragoza; Berriozábal estaría entre los que les tocó bailar con la más fea y Negrete lideraría la carga de Indios que llevaría a las Armas Nacionales hacia la Victoria; “!Y ahora, y en el nombre de Dios, primero nosotros!”


FELIPE BENICIO BERRIOZÁBAL BASABE nació en la ciudad de Zacatecas el 23 de agosto de 1829. Fue hijo del vasco Juan José Berriozábal y la mexicana Soledad Basabe. En 1842, becado por José González Echevarría, se trasladó a la ciudad de México para estudiar en la Escuela de Ingenieros, de la que se tituló como Agrimensor de Tierras y Aguas en 1849.

Llegó a Toluca en 1847 con la sección del ejército mexicano, durante la Invasión de los Perros. En la capital del Estado de México se casó con Mercedes Madrid, con quien procreó cuatro hijos. También fungió como catedrático en el instituto Literario del Estado de México, donde impartió la clase de matemáticas.
Como ingeniero, elaboró planos del Estado de México y Tlaxcala, además de participar en las obras para canalizar el rio Lerma. Trabajó para evitar las inundaciones en Toluca y también determinó los límites entre el Estado de México y Michoacán.

Se adhirió a la Revolución de Ayutla contra el pendejete de Santa Anna en 1854. Más tarde, en el transcurso de Ia Guerra de Reforma, participó en los ataques a la ciudad de Mexico en octubre de 1858 y abril de 1859, y se desempeñó como gobernador del Estado de México y de Guanajuato. Incorporado a las fuerzas liberales como teniente coronel, para 1860 era ya general de brigada.

Se enfrentó contra los franceses en la batalla de Puebla de mayo de 1862 y en el sitio de esa misma plaza en 1863. Fue ministro de Guerra y Marina en el gobierno de Benito Juárez. Luego se desempeñó como gobernador de Michoacán, jefe militar de la línea del rio Bravo y gobernador del distrito norte de Tamaulipas. Volvió a hacerse cargo de la cartera de Guerra en el gobierno de José María Iglesias y para 1896 ocupó el mismo puesto en Ia administración porfirista, hasta su muerte, ocurrida en 1900. Descanse en paz el General.


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* Licenciado y maestrante en Historia por a UNAM. Es profesor del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, y miembro del Seminario de Independencia Nacional del Instituto de Investigaciones bibliográficas, ambos en la UNAM. Ha publicado diversos artículos sobre la invasión francesa a México de 1862-1867.
Sacado de la Revista Relatos e Historia de México. Compren la revista.
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Mensaje por Lanceros de Toluca Junio 8th 2014, 21:35

Excelente +1 por ser de Toluca.

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