Cómo otros han reducido la violencia

Cómo otros han reducido la violencia

Cecilia Soto*

2012-11-05 01:27:00

México no tiene un problema de seguridad. México tiene un problema de instituciones débiles o demasiado nuevas, de pocas herramientas gubernamentales y ciudadanas para disuadir a los violentos, de una cultura tolerante a la corrupción y la impunidad, de un divorcio entre la inteligencia acurrucada en las universidades, preocupada sólo por el SNI, y los gobiernos y sus problemas, factores cuya suma entre otros fenómenos ha resultado en un problema de seguridad.

El Presidente electo ha insistido en que habrá un cambio de énfasis en la política de seguridad y que por tanto habrá una métrica diferente para medir el éxito del nuevo enfoque. En vez de medirlo por el número de capos detenidos o abatidos, como aparentemente lo hace el gobierno actual, se evaluará por una disminución en el número de delitos que más afectan al ciudadano, es decir, por una disminución de la violencia que percibe y experimentan los ciudadanos. Aunque la referencia a la que acude el equipo de transición es la de Colombia, con los ejemplos de Medellín y Bogotá, quizá por la preeminencia del narcotráfico como componente principal del crimen organizado tanto allá como acá, los ejemplos más interesantes, numerosos y probados de disminución de la violencia son los realizados en varias ciudades de Estados Unidos, comenzando con un experimento pionero en Boston en los noventa, y la reciente exitosa incursión escalonada de las fuerzas de seguridad en las favelas de Río de Janeiro. Tanto los ejemplos estadunidenses como el carioca, comparten el mismo “abordaje policiaco orientado al problema”, es decir, no desde una estrategia nacional o macro, sino estudiando, conociendo, aislando el problema específico que causa la violencia en una comunidad.

Este enfoque desarrolló la estrategia conocida como disuasión focalizada, resultado del acercamiento de las fuerzas políticas y de seguridad de gobiernos locales con académicos estudiosos deseosos de probar sus enfoques en campo. En vez de teorizar sobre las razones últimas de la violencia que afectaba a una comunidad: la desigualdad, la pobreza, la falta de oportunidades, la mafia en el poder, la lucha de clases y todo lo que usted quiera imaginar, este grupo de académicos junto con las autoridades municipales se propuso encontrar las causas inmediatas de la violencia, el proceso que la instalaba y la reproducía, los sujetos que la protagonizaban, las víctimas más vulnerables, los lugares donde ocurría, etcétera; de tal manera que su enfoque incluyó una etnografía del barrio o ciudad que se escogió como foco, así como un conjunto de los recursos (“pullinglevers”) que podrían usar las autoridades para disminuir la violencia.

La estrategia de disuasión que se experimentó primero en Boston y que se ha probado en muchas otras ciudades plantea que se tiene éxito “cuando el probable delincuente percibe los costos de cometer un delito muy superiores a los beneficios que pueda obtener cometiéndolo”. Los casos más exitosos han sido los relacionados con la disminución de violencia de las pandillas —que pudiera estudiarse para el caso de las maras, por ejemplo— y con resultados importantes pero menores para “mercados desordenados de narcomenudeo”. La primera operación se conoció como Operación Cese al Fuego, en Boston, a mitad de la década de 1990, con una disminución en asesinatos de jóvenes de 63% en menos de dos años. Se lograron éxitos muy significativos con otros enfoques similares o enriquecidos por las comunidades locales en Lowell, Stockton, Cincinnati, Indianápolis, Chicago, Los Ángeles y otras ciudades y barrios. Y han participado en forma destacada académicos de las mejores universidades estadunidenses. En el caso de Río de Janeiro, el cerebro de la estrategia y actual secretario de Seguridad estatal, José Mariano Beltrame, reúne gran experiencia policiaca y un currículum académico impresionante.

La estrategia de disuasión focalizada incluye: “Aumentar el riesgo para los delincuentes potenciales, acabar o disminuir las oportunidades estructurales para cometer actos violentos, alejar a los potenciales delincuentes de los delitos, aumentar la eficiencia colectiva de las comunidades e incrementar la legitimidad de la acción policiaca”. Es claro que para lograr todo esto, para conseguir poner en acción al mismo tiempo todas estas herramientas disuasorias se partió de premisas de confianza entre las distintas instituciones locales, así como la existencia y buen funcionamiento de éstas.

Y ese es el reto al que me refiero cuando planteo que más que un problema de seguridad hay uno de insuficiencia institucional y esfuerzos apenas nacientes de vinculación entre organizaciones ciudadanas, academia y autoridades locales. El gobierno actual ha iniciado procesos y reformas importantes, como el Centro de Estudios en Seguridad, de la SSP, que busca vincular a la academia con políticas públicas de seguridad, las reformas judiciales, la creación de la Policía Federal, hoy con 34 mil integrantes, y otras más. Hay algunos éxitos nacientes en Tijuana y quizá Ciudad Juárez. Hay un papel nuevo y promisorio de las autoridades locales y de la academia, síntomas que no hay que ignorar, aunque provengan del gobierno saliente. (Las frases entre comillas vienen de un artículo de Anthony Braga, de la Kennedy School de Harvard, para Campbell SystematicReviews).

@ceciliasotog
ceciliasotog@gmail.com