La guerra contra el crimen, sí o no

La guerra contra el crimen, sí o no

Día con día | Héctor Aguilar Camín
2012-09-21 • Al Frente


Me preguntó un observador exigente si, hechas todas las cuentas, estoy de acuerdo o no con la estrategia del presidente Calderón contra el crimen organizado. Y, en caso negativo, qué le cambiaría.

Le respondí confusamente que sí y confusamente que no, porque no es un tema de sí o no. En esto los acuerdos y los desacuerdos tienen matices. Pero me quedé con la espina. Trato de responder ahora.

Estoy absolutamente de acuerdo con la decisión del presidente Calderón de declararle la guerra al crimen organizado. Creo que no hay que ceder un paso en la materia. Creo, a la vez, que hay que hacer cambios, claros y visibles no en su estrategia, sino en sus medios, en su táctica.

Algunos de los cambios deseables los hemos desarrollado Jorge Castañeda y yo en distintos ensayos sobre el futuro deseable, cuyo compendio es Una agenda para México (Punto de Lectura, 2012).

Siguiendo esas líneas de reflexión, creo que hay que dejar de perseguir el narcotráfico y concentrar los esfuerzos en perseguir a los criminales violentos: a los que matan, secuestran, extorsionan y atentan contra la seguridad de los ciudadanos de a pie, estén o no vinculados al tráfico de drogas.

Creo que hay que convertir a los poderes locales en aliados, no en sospechosos de la estrategia de guerra contra el crimen.

Creo que la seguridad y el crimen no deben ser el centro del discurso del gobierno, mucho menos del Presidente. Una tregua discursiva del Presidente en esta materia será una tregua en la sensación térmica de la violencia que vive el país.

Nada de lo anterior quiere decir que hay que dejar de perseguir al crimen o de informar a la sociedad. Por el contrario. Pero la batalla contra el crimen no debe ser la prioridad pública, explícita, invariable del gobierno.

La información oficial al respecto debe ser puesta en manos del responsable de la materia. Y no puede basarse, como suele, en la difusión de generalidades o ignorancias sobre los asuntos que la autoridad investiga. Mucho menos sobre los que no investiga.

La autoridad responsable debe actuar con la seriedad que amerita la muerte que acompaña con frecuencia estos hechos.

Debe tener un sano y responsable desdén ante la ansiedad profesional de los medios. No debe informar sino de lo que sabe.

Debe aprender a decir “no sé” cuando no sabe y a callar cuando no tiene nada sólido qué decir. Hay que hacer mucho más de todo y hablar mucho menos.

Serán los hechos, no las declaraciones, del nuevo gobierno los que acrediten la diferencia en sus resultados sobre la guerra indeclinable contra el crimen.