Centroamerica. El corredor de la muerte

El corredor de la muerte

22 de septiembre del 2012
Editorial
Siempre!

México, 22 de septiembre (Siempre!).- El 31 de enero de 2012, James Clapper, titular de la Dirección Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, dijo a los senadores de ese país que “los cárteles de la droga de México contribuyen a la inestabilidad en Centroamérica”.

El 28 de febrero del mismo año, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, dependiente de la ONU, señaló en un informe que el traslado de operaciones de las organizaciones criminales mexicanas a esa región ha provocado el aumento de secuestros, sobornos, torturas, homicidios y niveles alarmantes de violencia que no tienen precedentes.

Para Washington, el corredor Centroamérica-México constituye la principal amenaza de tráfico de drogas debido a que por ahí atraviesa el 90% del total de cocaína que ingresa al mercado estadounidense.

De acuerdo a un informe de Wikileaks, publicado en 2011, las armas más poderosas, con más capacidad de fuego que ingresan a territorio mexicano, proceden de los arsenales de las fuerzas castrenses de Centroamérica, lo que es síntoma de la altísima corrupción que existe entre el crimen y los ejércitos institucionales.

Estos son algunos datos, muy esbozados, que revelan las razones por las cuales el presidente electo Enrique Peña Nieto inició su gira por Guatemala. México ha quedado en medio de la presión de Estados Unidos para que evite el trasiego de droga a su territorio, de los reclamos cada vez más insistentes de los países centroamericanos para que impida la exportación de la violencia a sus países y de lo que implica tener frontera con un mundo con problemas iguales o peores a los internos.

Peña Nieto encontró en Otto Pérez Molina, un mandatario dispuesto a colaborar, pero sobre todo a servir de enlace con una Centroamérica enojada con México por la indiferencia y falta de cooperación que ha mostrado con ella y con el resto de América Latina desde hace décadas.

En el portafolio de viaje, Peña Nieto llevaba los informes que sus asesores y Washington le han proporcionado. Jorge Montaño, exembajador de México en Washington, ha insistido en el tema: “Centroamérica está cerca del colapso”, y México es, de cierta forma, responsable de ello.

En los primeros lugares de la agenda de seguridad nacional de la próxima administración, tendrá que estar encorchetado con rojo el caso de un corredor geográfico que se ha convertido en el “pasillo de la muerte”. Cuando menos así lo dio a entender Pérez Molina cuando dijo que “Peña Nieto quiere ponerle especial atención no sólo a Guatemala sino a Centroamérica”.

Evidentemente, la solución de la violencia en la región no puede ser unilateral. Cada uno de los países centroamericanos arrastran siglos de atraso y pobreza, de dictaduras y gobiernos autoritarios que han impedido el desarrollo de la región.

Para algunos organismos internacionales, la frontera entre México y Guatemala es “zona letal”, una de las más violentas del mundo, en un claro proceso de afganización por los miles de hombres, mujeres y niños empobrecidos y hambrientos que por ahí atraviesan en busca de un mejor nivel de vida, y en donde operan las pandillas más violentas, organizaciones dedicadas a la trata de mujeres, traficantes de armas, enganchadores de trabajadores ilegales y, sin duda, comerciantes de droga.

Naciones Unidas ha señalado, por ejemplo, que en América Central operan más de 900 maras o pandillas locales que tienen alrededor de 70 mil integrantes.

Durante su intervención en el salón de Las Banderas del Palacio Nacional de Cultura de Guatemala, Peña Nieto pidió no centrar la relación bilateral en el tema de la violencia, sino en una estrategia más amplia e integral cuya columna vertebral sea el desarrollo económico y comercial de la región.

Si esa estrategia se diseña a partir de una visión hemisférica, donde lo social y cultural cumpla con la función de reconstruir el tejido humano, y si Peña Nieto logra convencer a Estados Unidos de que debe formar parte de la solución a la pobreza, y por ende a la violencia, México recuperará, sin duda, parte importante de su liderazgo en América Latina.