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El vado del estúpido (libro)

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El vado del estúpido (libro) Empty El vado del estúpido (libro)

Mensaje por Centurio Enero 30th 2013, 14:24

un clásico en academias militares como las de Alemania, fue obligatorio leerlo en West Point entre las guerras mundiales, se ha usado por la escuela de Estado Mayor de EU y por los programas de lecturas de la infanteria de marina (USMC)

escrito por un profesor alemán, el Coronel E. D. Swinton, lo publicaron por primera vez en 1907 y se sigue reeditando. No se si lo hayan traducido al español, yo lo tengo en inglés y lo leí hace algunas décadas.

Aunque el autor es alemán, la novela (o cuento) está ambientado en el ejército británico en el contexto de la guerra de los Boers, en Sudáfrica, a fines del siglo XIX. El personaje principal o héroe es un joven subalterno, un segundo teniente (en nuestro ejército, un subteniente) al mando de una sección de 50 hombres con un Colour Sargent (un sargento primero) como segundo al mando de la partida. Le ordenan defender un vado que está cerca de una encrucijada de caminos. El vado se llama Duffer's Drift, y ahi empieza el doble sentido, por que ese nombre se puede traducir como El Vado del Estúpido.

Varios de los capítulos están titulados como "sueños". En el primer sueño, el Teniente Backsight Forethought llega al vado y apenas está llegando cuando cae en una emboscada y capturan a todos los sobrevivientes de la partida. Fracaso total: muertos, heridos, y los que no, prisioneros. En el segundo sueño, comete menos errores, pero igual, fracasa. Sucesivamente, va aprendiendo que en la guerra moderna (estamos hablando de fines de siglo XIX, recuerden) y en táctica de pequeñas unidades, "no existe frente, flancos ni retaguardia, o dicho de otro modo, todo es frente".

En el sexto sueño, el Teniente Backsight Forethought es capaz de aplicar lo aprendido en las lecciones de los sueños previos, logra mantener la posición hasta que llegan refuerzos, sufre pocas bajas y es condecorado por la Reina en persona. Cuando lo están condecorando, oye un carraspeo, despierta, y ve que el Colour Sargent le está diciendo "Señor ¿ya podemos irnos?"

Un libro muy recomendable tanto para cadetes, oficiales jóvenes, militares experimentados, y para los que no somos militares y cuando mucho fuimos oficiales de chocolate, pero que nos gustan estos temas y que podemos aplicar estos conceptos en la vida civil.
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Mensaje por Lanceros de Toluca Enero 31st 2013, 09:42

Uy a ver si damos con el. ¿No tendra alguna ficha bibliografica del libro?

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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 12:59

navegando por internet encontre que un alumno de la Academia General Militar (Zaragoza, España) tuvo que hacer un trabajo sobre este libro y subio una traduccion bastante buena a un foro español

forum.paradoxplaza.com/forum/showthread.php?457491-La-defensa-del-vado-de Duffer&s=277a6de19ef931d5d05802968bbbad6d

Si Powah me ayuda con las imágenes voy a copiarlo y subirlo aqui, con la doble advertencia, que me lo estoy trayendo de ese foro, para que nadie vaya a acusarme de plagio, y segundo, aviso que haré comentarios y correcciones porque pienso editarlo de manera que sea más fiel al original en inglés, según mi leal saber y entender.

Continuando mi post inicial del tema, algo que me quedó muy grabado de la primera vez que leí el libro, es el choque que el personaje debe haber sufrido, como debe haber ocurrido con tantos egresados de academias militares (simplemente piensen en los egresados de West Point que tuvieron que luchar en Vietnam)

Un joven subalterno egresado de Sandhurst, donde le dieron lecciones, pongamos el caso, de las campañas napoléonicas, donde hablaban de brigadas, divisiones, cuerpos de ejército, ejércitos... en todos los casos, de movimientos de miles de hombres, y nunca hablaron de batallones, mucho menos de compañías, muchisimo menos de pelotones... llega a la guerra de los Boers, que luchan en forma dispersa dando golpes de mano para despues huir, y este mismo subalterno, de repente se ve como único responsable de una fraccion de una compañía.

<<A través de los años, la pregunta de Swinton ha permanecido invariablemente la misma: ¿podría usted, lector, haberlo hecho mejor que el "héroe" del libro buscando una solución a un problema táctico engañosamente simple?>>
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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 13:09

Sobre la Guerra de los Boers
<La Guerra de los Boers de 1899-1902 en Sudáfrica, tuvo sus orígenes en la colonia holandesa de Cabo de Buena Esperanza al inicio del siglo XVII. Después de la captura de la ciudad de El Cabo durante las guerras napoleónicas, alrededor de 10 000 granjeros holandeses iniciaron la "larga marcha" hacia el interior septentrional, donde fundaron el "Estado Libre de Orange y del Transvaal". (Ver mapa). Los litigios continuaron entre los británicos y los holandeses, especialmente sobre la esclavitud y el estatus de Kaffirs, Zulús y otros pueblos nativos, y sobre el control de los ricos yacimientos de oro y diamantes descubiertos en la década de 1860.

Cuando la guerra estalló en 1899, los Boers explotaron su ventaja en municiones y hombres, y sitiaron las poblaciones británicas de Kimberley, Makefing, y Ladysmith. Los británicos desplazaron más de 300 000 hombres a la colonia de El Cabo, se encaminaron hacia el norte, liberaron los pueblos sitiados, y, para los inicios de junio de 1900, habían marchado hacia las ciudades boers de Johannesbourg y Pretoria. Los Boers continuaron hábilmente con guerra de guerrillas durante otros dos años, hasta que fue finalmente terminada por el Comandante británico, Lord Kitchener, mediante ofensivas militares intermitentes, la construcción de cinturones de "blocaos", el confinamiento de parte de la población Boer en campos de concentración, y la destrucción de sus granjas. Tras aceptar la soberanía británica, a los Boers se les compensó por la pérdida de sus propiedades. En la subsiguiente formación de la Unión Sudafricana, el Parlamento se estableció en ciudad de El Cabo, mientras que la sede del Gobierno se estableció en Pretoria.>

Notas mías: aqui hay que subir el mapa de Sudafrica

En Makefing se hizo famosísimo el Coronel Baden Powell, después General, más conocido como "B.P." y quien, después de retirarse del Ejército, fundó el movimiento de los Boys Scouts. La defensa de Makefing dirigida por Baden Powell, sigue siendo una hazaña difícil de emular y un ejemplo a estudiar.

PREFACIO

" Fué nuestra culpa, y nuestra muy grave culpa, y ahora debemos sacar provecho de ella.
Tenemos cuarenta millones de razones para fallar, pero ni una sola excusa".-Kipling

Este cuento de un sueño está dedicado a los "loros charlatanes y asesinos a sueldo"1 de la nación británica, especialmente a aquellos que ahora están llamando a la puerta, es decir a los más "modernos". Reúne algunos recuerdos de cosas realmente hechas y no hechas en Sudáfrica entre 1800 y 1902. Espero que este cuento imaginario pueda realmente ayudar a enfatizar la necesidad de una aplicación práctica de algunos viejos principios, y auxiliar en la apreciación de lo que puede ocurrir cuando no se aplican, incluso en operaciones pequeñas. Esta aplicación práctica se ha perdido frecuentemente de vista en la tensión del momento, con resultados desastrosos, de modo bastante inadvertido hasta el instante terrible de la experiencia real. Si este cuento, despertando la imaginación, ayuda a prevenir en el futuro siquiera uno de estos casos de olvido de estos principios, no se habrá escrito en vano. Estos sueños no son prevenciones, sino simplemente un relato de pequeñas experiencias contra un determinado enemigo en un determinado país, con ciertas deducciones basadas en ellas. Pero de ellas, dadas las condiciones, no es difícil deducir las variaciones apropiadas para otros países, o para aquellas ocasiones en las que un enemigo diferente, con métodos diferentes de lucha y armas diferentes, debe ser combatido.


PROLOGO

Una noche, después de una larga y cansada marcha, llegué a Dreamdorp. El ambiente local, junto con una cena pesada, es responsable de la siguiente pesadilla, consistente en una serie de sueños. Para hacer la secuencia inteligible, es necesario explicar que aunque el escenario de cada visión era el mismo, por algún curioso proceso mental no tuve ningún recuerdo del lugar en cuestión. En cada sueño el lugar era totalmente nuevo para mí, y tenía un destacamento enteramente nuevo. Por tanto, no tuve la gran ventaja de trabajar sobre un terreno familiar. Una cosa, sólo una, prevalecía sueño tras sueño, y esa era el recuerdo vívido de las lecciones generales aprendidas previamente. Esto finalmente produjo el éxito.

La serie de sueños, sin embargo, permaneció en mi memoria como un todo coherente cuando me desperté.

--------------
1 Los periodistas (del Reino Unido) críticos del Ejército Británico comparaban a los jóvenes oficiales con loros charlatanes y los acusaban de ser asesinos al servicio de la Reina. Swinton (siendo Coronel alemán) miraba a sus colegas, sin embargo como "compañeros de armas".

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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 13:26

PRIMER SUEÑO

“ Cualquier tonto puede caer en hoyo.“-Viejo proverbio chino.
“ Si depende de ti, para la defensa provéete de palas -picas- ”-máxima de Bridge (juego de naipes)

Me sentí solo, y un poco triste, mientras estaba en los bancales del río, cerca del vado Duffer, y ví la polvareda roja, levantada en la distancia por la columna que partía hacia el Sur, tornarse lentamente en oro a la luz de la tarde. Eran exactamente las tres en punto, y aquí estaba yo en los bancales del río Silliaasvogel, destacado de mi columna con un grupo de 50 suboficiales y soldados para mantener el vado. Era un paso importante, porque era el único por el que el tráfico rodado podía pasar a través del río en varias millas y en ambas direcciones. (Ver mapa 1).

El río era un arroyo de aguas tranquilas, poco crecido actualmente, que se arrastraba por lo más bajo de su lecho, entre bancales con mucha pendiente, casi verticales, o en cualquier caso con demasiada pendiente para carromatos, excepto en el vado en cuestión. Los bancales desde las orillas del río hasta sus crestas y algo más lejos, estaban cubiertos con densas zarzas y otros matorrales, que formaban una pantalla impenetrable a la vista. Los bancales estaban también fracturados por pequeñas grietas y agujeros, donde la tierra había sido desgajada por el río en las crecidas, y eran consecuentemente muy abruptas.

A algo más de dos mil metros al Norte del vado, había una montaña rocosa coronada en meseta, y alrededor de una milla al Nordeste, aparecía el típico kopje 1, cubierto con matorrales y gruesos cantos rodados -empinado al Sur pero cayendo suavemente hacía el Norte-; una granja se ubicaba en la cara más próxima. Alrededor de mil metros al Sur del vado había una colina convexa y de pendiente suave, algo así como una escudilla invertida, ligeramente sembrada con guijarros pequeños, y con un kraal 2, consistente en unas pocas cabañas de hierba y barro en la cima. Entre el río y las colinas del Norte, el terreno consistía en un veld 3 abierto y casi a nivel; en el bancal Sur, el “veld” era más ondulado, e igualmente abierto. Toda la zona estaba llena de nidos de termitas.

Mis órdenes eran mantener el vado de Duffer a toda costa. Probablemente me visitaría alguna columna en tres o cuatro días. Podría ser atacado antes, pero era muy improbable, ya que no se sabía de la existencia de enemigo en un radio de cien millas. El enemigo tenía cañones.

Todo parecía bastante claro, excepto que la verdadera esencia del significado de la última parte de la información no me llamó la atención en su momento. Aunque en compañía de cincuenta hombres de calidad, ciertamente me hizo sentir algo sólo y apesadumbrado el ser dejado allí, prácticamente aislado en el “veld” sin límites; pero la posibilidad de un ataque me llenó a mí y, estoy bastante seguro, a mis hombres con ardor guerrero. Al fin tenía la oportunidad que con tanta frecuencia había deseado. Esta era mi primera acción, mi primer mando independiente, y estaba determinado a cumplir mis órdenes hasta el límite. Era joven e inexperto, pero había pasado todos mis exámenes con notable éxito; mis hombres eran un grupo voluntarioso, con las tradiciones de un regimiento glorioso que honrar, y que harían, lo sabía, todo lo que necesitara de ellos. Estábamos también bien aprovisionados de munición y raciones, y teníamos cierto número de picos, palas, sacos terreros, etc., que confieso me habían sido en cierto modo impuestos.

Al volverme hacia mi espléndido pequeño destacamento, visiones de lucha sangrienta y desesperada cruzaron mi mente -una lucha hasta el último cartucho ..., y entonces, una llamada al frío acero, con la victoria final y ...- pero una tos discreta a mi lado me devolvió a la realidad, y me advirtió que mi colour-sergeant 4 estaba esperando órdenes. (Ver mapa 2)

Después de un estudio momentáneo, decidí establecer mi pequeño campamento en un punto justo al Sur del vado, porque era un terreno ligeramente elevado, que sabía que debía ser elegido para acampar siempre que fuera posible. Estaba, además, bastante cerca del vado, lo cual estaba también a su favor, porque, como todo el mundo sabe, si te dicen que custodies algo, montas una guardia bastante cerca de ello, y situas un centinela, si es posible, de pie en todo lo alto. El lugar que elegí también tenía el río rodeando tres partes del mismo en forma de herradura, que formaba una especie de zanja, o, como el libro dice, un “obstáculo natural”. Tuve suerte de tener un lugar ideal tan a mano; nada podía haber sido más apropiado.

Llegué a la conclusión de que, como el enemigo estaba a más de cien millas, no habría necesidad de poner el campamento en estado de defensa hasta el día siguiente. Además, los hombres estaban cansados después de su larga marcha, y probablemente lo más que pudieran hacer facilmente sería el arranchar ordenadamente todos los depósitos y herramientas, -que habían sido volcadas de cualquier modo en un montón-, el levantar el campamento, y cenar antes del anochecer.

Entre usted y yo, estaba realmente aliviado de poder atrasar mis medidas defensivas hasta el día siguiente, porque estaba un poco confuso sobre lo que tenía que hacer. De hecho, cuanto más pensaba, más confuso estaba. Las únicas “medidas defensivas” que podía recordar en ese momento eran cómo hacer algunos nudos, y cuánto lleva cortar un árbol de seis pulgadas de diámetro. Desafortunadamente, ninguno de estos “útiles elementos” parecían aplicables. Ahora, si me hubieran encomendado una tarea como luchar en la batalla de Waterloo, o Sedán, o Bull Run, lo sabría todo, ya que me las había empollado y me examinaron de ellas. También sabía cómo tomar una posición con una división, e incluso con un cuerpo de ejército, pero el estúpido pequeño juego de “subalterno”, de la defensa de un vado con un pequeño destacamento me causaba, curiosamente, más perplejidad. Nunca había considerado realmente tal cosa. Sin embargo, a la luz de mis prácticas habituales con cuerpos de ejército, sería, sin duda, un juego de niños después de un poco de reflexión.

Después de haber impartido consecuentemente mis órdenes inmediatas, me decidí a explorar las proximidades, pero por un momento me quedé confuso sobre qué dirección tomar; ya que, no teniendo caballo, no podría dar una vuelta completa antes del anochecer. Después de reflexionar un poco, me vino a la mente que obviamente debería ir hacía el Norte. Estando el grueso del enemigo hacía el Norte, ése por supuesto debería ser “el frente”. Sabía naturalmente que debía haber un frente, porque en todos los esquemas de maniobra que había tenido que preparar, o los exámenes que tuve que pasar, había siempre un frente o -“el lugar de donde vienen los enemigos”-. ¡Con qué frecuencia también, no había tenido problema en descubrirle a un centinela atolondrado dónde estaba su frente y cuál era su responsabilidad!. Si el Norte era el frente, entonces el Este y el Oeste eran mis flancos, donde podría posiblemente haber enemigos, y el Sur era mi retaguardia, donde naturalmente no había ninguno.

Confirmé estos puntos espinosos a mi satisfacción, y me encaminé, con mis prismáticos y, por supuesto, con mi Kodak, hacia las paredes blancas y refulgentes de una pequeña granja holandesa, recogida al pié del “kopje” hacia el Nordeste. Era una granja pequeña bastante cómoda para Sudáfrica, y estaba rodeada por árboles del caucho azulados y árboles frutales. Alrededor de un cuarto de milla de la granja, me abordó el dueño, el Sr. Andreas Brink, un “domesticado”, o granjero Boer sumiso, y sus dos hijos, Piet y Gert. “Un hombre simpático”, con un rostro agradable y una gran barba. Había insistido en llamarme “Capitán”, y como cualquier corrección podría haberle confundido, no pensé que valiera la pena hacer ninguna, y, después de todo, no estaba tan lejos de “mi compañía”. Los tres portaban salvoconductos de “todos los Comisarios de Sudáfrica”, e insistieron en mostrármelos. No tenía pensado pedírselos, y eso me impresionó mucho; para tener tantos debía de tratarse de gente muy especial. Me acompañaron hasta la granja, donde la buena señora y algunas hijas me recibieron, y me dieron un vaso de leche, que era de lo más aceptable después de mi larga y polvorienta marcha. Toda la familia parecía bien hablar o bien entender inglés, y tuvimos una conversación muy amistosa, durante la cual entendí que no había comandos Boers en varias millas, que toda la familia esperaba que no los volviera a haber, y que Brink era realmente un británico muy leal, y que había estado muy en contra de la guerra, pero que había sido forzado a ir con los comandos con sus dos hijos. Su lealtad era evidente, porque había un retrato de la Reina en la pared, y uno de los numerosos batidores estaba tocando nuestro himno nacional en el armonio cuando entré.

El granjero y sus hijos mostraron un gran interés en mi equipo personal, especialmente en mis recién estrenados prismáticos de última generación, que probaron con gran satisfacción, y muchas exclamaciones de “Allermachtig”. Evidentemente les gustaron extremadamente, pero no imaginaron ninguna utilidad para mi Kodak en tiempo de guerra, incluso después de haberle sacado una foto a toda la familia. ¡Divertido, personas simples! Me pidieron y obtuvieron permiso para vender leche, huevos y mantequilla en el campamento. Seguí mi paseo, felicitándome del buen trato que iba a proporcionarme a mí mismo y a mi destacamento, que no había siquiera olido tales lujos durante semanas.

Después de un recorrido sin incidencias, dirigí mis pasos hacia los tenues penachos de humo azul, que se levantaban verticalmente en el aire en calma, que por sí mismos señalaban la ubicación de mi pequeña posición, y mientras caminaba la paz del entorno me impresionó. El paisaje estaba envuelto en la cálida luz del ocaso, cuyos últimos rayos resaltaban de forma más acusada las diferentes alturas a la vista; la quietud de la noche inminente se rompía únicamente por los mugidos distantes de los bueyes, y por los característicos y animados ruidos del campamento, que gradualmente se incrementaban a medida que me aproximaba. Continué paseando con la mente relajada, meditando sobre los nombres bastante curiosos que el Sr. Brick me había dado para los puntos característicos del paisaje circundante. El “kopje” encima de la granja se llamaba “Incidentamba”, la montaña aplanada alrededor de dos millas al norte se llamaba “Montaña Plana del Lamento”, y la colina de suave pendiente cercana al vado al Sur del río se llamaba “Tener Cuidado”. Todo estaba yendo bien, y los hombres estaban cenando cuando volví. El simpático holandés con su rostro apostólico y los larguiruchos Piet y Gert ya estaban allí, rodeados por un enjambre de hombres, a quienes estaban vendiendo sus productos a precios desorbitados. Los tres deambularon por el campamento, mostrando gran interés en todo, haciendo las preguntas más inteligentes sobre las fuerzas británicas y la situación general de las cosas, y parecieron realmente aliviados al tener cerca un potente puesto británico. Ni siquiera se ofendieron cuando alguno de los hombres más rudos les llamaron ¡malditos holandeses! y rehusaron conversar con ellos o comprar su mercancía. Se fueron al crepúsculo, con muchas promesas de volver en la mañana.

Después de redactar mis órdenes para el día siguiente -algunas de las cuales consistían en cavar algunas trincheras alrededor del campamento, una operación que sabía que a mis hombres, como buenos soldados británicos, no les gustaba nada y consideraban como fatigosa -, ví alistados los dos centinelas, uno en el vado, y el otro un poco río abajo, cada uno activando un puesto en cada bancal del río.

Cuando todo había finalizado, y el campamento estaba bastante silencioso, era casi reconfortante escuchar la voz de los centinelas cada media hora: “¡Número uno, todo está bien!; ¡Número dos, todo está bien!”. Por el sonido era capaz de localizarlos, y sabía que estaban en las posiciones adecuadas. Al ir de ronda alrededor de media noche, me satisfizo encontrarlos a ambos alerta, y que, como era una noche fría, cada centinela había hecho una hoguera, en cuyo agradable resplandor se silueteaba, -una señal inequívoca de que había un centinela británico listo para el “¿quién vive?”-. Después de instruirlos sobre sus órdenes, la amplitud de su “responsabilidad”, y la dirección de su “frente”, etc, me acosté. Las hogueras que habían preparado, además de ser una comodidad para ellos, me eran útiles, porque dos veces durante la noche al mirar pude, sin salir de mi tienda, verlos claramente en sus puestos. Finalmente me quedé dormido, y soñé en ser condecorado con una banda hecha de Cruces Victoria y Ordenes de Servicios Distinguidos, y de llevar parches rojos a todo lo largo de mi espalda 5

----------
1 Kopje: colina rocosa típica de Sudáfrica, normalmente de 200 a 800 metros de altura.
2 Kraal: poblado nativo sudafricano rodeado por una empalizada para protección.
3 Veld: llanura de hierba de Sudáfrica
4 Colour sergeant: apróximadamente sargento primero en el ejército español.
5 Condecoraciones británicas.
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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 13:37

les copio un post de un miembro (Marirosa de Mallorca) del foro español (forum.paradoxplaza.com) de donde estoy sacando esta traducción

<<Realmente el tipo este es la leche escribiendo. Algunas cosas que no tienen que ver con táctica militar sino mas bien con literatura:

Ya en el título se ve el humor que gasta. Duffer viene a significar incompetente o estúpido. "La defensa del vado del incompetente" ya es un título bien llamativo.

El nombre del protagonista, Backsight Forethought, viene a ser "mirar_hacia_ atras pensar_hacia_delante).

La montaña (3) "meseta del arrepentimiento" hace un juego de palabras con table mountain (meseta) y regrettable (lamentarse de los errores).

La colina (4) "andateconojo" tiene un nombre de lo mas revelador

(5) españolizado sería incidenteconla. Curiosamente hay una granja en la base (donde decís algunos que viven espias).

Estoy casi seguro que el rio Silliassgovel es un juego de palabras entre sillyass (cretino) y grovel (humillación)... aunque entonces escribió grovel mal, lo cual me hace dudar cual es el chiste.

También sospecho que el sitio donde el prota tiene los sueños (Dreamdrop) es otro juego de palabras, pero mi inglés ya no llega a tanto >>

otro forista le contesta

<Dreamdrop vendría a ser algo así como "Caída de sueño" o "Dejar caer sueño" (Refiriédonse a la ensoñación). Pero como drop tiene más de 30 acepciones diferentes, seguro que hay alguna que queda mejor. En castellano imagino que sería "Dejar caer sueños".

Opino que todas esas coñas lingüísticas sobran, dan demasiadas pistas (Exceptuando Dreamdrop y alguna más) o son trampas para que creas que son pistas. En cualquier caso alteran el razonamiento del alumno. Estoy seguro que los cañones aparecerán en el kopje solo por el nombre.

Sillyass sería "Burro tonto" o incluso "Imbécil-tonto". No creo que esté mal escrito, solo que ha alterado un poco los nombres, así sillyass lo ha escrito cambiando la "y" por una "i".>

Marirosa responde más abajo
<Ya descubrí porque está "mal escrito" el nombre del rio. Estabamos leyendo silly + ass + govel y en realidad pone silli + AAS + VOGEL. Aas en alemán y derivados (holandés por ejemplo) significa carroña y vogel, pájaro. Y mira que es casualidad que aasvogel en inglés se utilice precisamente para referirse a buitres sudafricanos.>
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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 13:49

PRIMER SUEÑO: SOLUCIÓN

Me desperté súbitamente, sobre el gris del alba, por un grito ronco: “¡Alto, quién vive…!”, cortado en seco por el inconfundible “pliplop” de un rifle máuser. Antes de que estuviera fuera de mi saco, disparos de máuser sonaron desde el perímetro del campamento por todos lados; éstos mezclados con el impacto de las balas al golpear y rasgar el suelo, el “zipzip” de la granizada de plomo a través de las tiendas, y las maldiciones y gemidos de los hombres tumbados o tropezando al tratar de salir, crearon un estrépito infernal. Hubo alguna contestación al fuego de forma imprecisa por parte de mis hombres, pero todo había terminado en un momento, y cuando me las arreglé para escapar de mi tienda, el campamento era un hervidero de hombres barbudos disparando contra las lonas. En ese momento debí haber sido golpeado con un palo en la cabeza, ya que no me di cuenta de nada más hasta que me vi sentado sobre una caja vacía, con mi cabeza, que estaba goteando sangre, vendada por uno de mis hombres.

Nuestras pérdidas fueron 10 muertos, incluyendo ambos centinelas, y 21 heridos; los Boers tuvieron un muerto y dos heridos.

Más tarde, por orden del comandante Boer, que no era mala persona pero sí muy seco, fui desposeído del confortable chaleco de punto que me había hecho mi hermana. Vi a nuestros amigos de la noche anterior en una conversación muy animada y amistosa con los “paisanos”, y el “papá”, curiosamente, llevaba un rifle, una bandolera y mis prismáticos. Se estaba riendo y señalando hacia algo que estaba en el suelo, sobre lo que finalmente puso el pie. Reconocí ese algo, horrorizado, como mi pobre cámara. En ese momento, supuse, mi mente debía de estar ligeramente descentrada, ya que me encontré repitiendo algunas frases en latín, una vez mi asignatura favorita, pero olvidada desde mis días escolares:

“Timeos Danaos et dona ferentes…”1

Cuando de repente la voz del corneta rompió mis pensamientos con: “Sus pantalones también, capitán”.

Marchando todo el día a pie, sin calcetines, y en las botas de otro, tuve mucho en qué pensar además de en mi dolorida cabeza. La vista del largo convoy boer con cañones, que había tenido éxito tan fácilmente en cruzar el vado que tenía que haber guarnecido, era un recordatorio continuo de mi fracaso y de mi responsabilidad por las terribles pérdidas de mi desgraciado destacamento. Gradualmente obtuve de los Borres lo que yo parcialmente ya había adivinado, esto es: que habían sido recogidos y guiados todo el perímetro de nuestro campamento por el amigo Brink, que nos habían rodeado en la oscuridad, gateando entre los matorrales de los bancales del río, y que habían cuidadosamente marcado la posición de nuestros pobres centinelas. Estos habían sido abatidos tan pronto se dio la alarma, irrumpiendo violentamente entonces en el campamento por tres lados y desde posiciones ocultas. Hacia la noche mi cabeza se puso peor, y las palpitaciones rítmicas que sentía en ella paulatinamente empezaron a tener un significado, y extrajeron las siguientes lecciones, el resultado de mucha reflexión sobre mi fracaso:

1. No retrases el tomar medidas defensivas hasta el día siguiente, ya que son más importantes que la comodidad de tus hombres y el arranchado ordenado de tu campamento. Elige la ubicación de tu campamento principalmente con referencia a tu defensa.

2. En tiempo de guerra no muestres a hombres extraños de la “familia” del enemigo tu campamento, aunque no puedan ser más amables y “con tanta mantequilla”, y no te dejes hipnotizar por innumerables salvoconductos, para confiar de inmediato en ellos.

3. No permitas que tus centinelas señalen su posición a todo el mundo, incluyendo al enemigo, de pie al resplandor de una hoguera, y haciendo tanto ruido “cada media hora”.

4. Si es evitable no estés en tiendas cuando las balas la atraviesen; en tales ocasiones un agujero en el suelo “vale lo que muchas tiendas”.

Después de que estas lecciones martillearan mi alma millones de veces, de modo que nunca pudiera olvidarlas, ocurrió una cosa extraña, se produjo un cambio caleidoscópico, tuve otro sueño.

--------------
1: Traducción: "Temo a los griegos, cuando traen regalos..."
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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 14:01

SEGUNDO SUEÑO

“¿Y qué deberían comprender de lo que ven? ¿Cómo hacer la guerra en un momento, el conocimiento en la ocasión de la primera visión lejana a la muerte?”-Kipling

De repente me encontré “tirado” en el vado de Duffer con las mismas órdenes que ya he detallado, y un destacamento igual compuesto por hombres diferentes. Como antes, y en cada una de las ocasiones subsiguientes, tenía numerosas provisiones, municiones y herramientas. Mi situación era precisamente similar a la primera, con ésta importante excepción: por mi cerebro corrían cuatro importantes lecciones.

Tan pronto como recibí mis órdenes, por tanto, empecé a desarrollar mi plan de operaciones sin perder el tiempo sobre el paisaje, la puesta de sol, o la columna que se marchaba, que, habiendo descargado las provisiones, se desvaneció rápidamente. Estaba determinado a poner en práctica las lecciones que había aprendido, y sabía cómo.

Para prevenir que ningún extraño, amigo o no, pudiera venir a mi posición y espiase la preparación de nuestras defensas, envié de inmediato dos patrullas de reconocimiento, cada una con un suboficial y tres hombres, una a la cima de la colina “Tener cuidado”, y la otra alrededor de un kilómetro por el “veld” hacia el norte del vado. Sus órdenes eran reconocer los alrededores, y dar la alarma en el caso de la aproximación de cualquiera, (la presencia de Boers era, por supuesto, improbable, pero todavía posible), y también detener a cualquier individuo, amigo o no, que viniese a las proximidades del campamento, y dispararle de inmediato si no cumpliesen la orden de parar. Si los forasteros tuviesen provisiones para vender, la lista de las mismas sería entregada por uno de los miembros de la patrulla que retornaría con el dinero, pero a los extraños no se les permitiría acercarse al campamento en ningún caso (Ver mapa).

Habiendo organizado una seguridad contra los espías, procedí a elegir un lugar de acampada. Seleccioné el lugar ya descrito en mi primero sueño, por las mismas razones, que todavía me convencían. En tanto que estuviera atrincherado, me parecía el mejor sitio de los alrededores. Empezamos a hacer nuestras trincheras tan pronto como terminé de marcar un pequeño recinto rectangular. Aunque, por supuesto, el norte era el frente, pensé que, teniendo un campamento, sería mejor tener una defensa en perímetro como una especie de obstáculo. A la mayoría de los hombres se les ordenó cavar, lo que no les gustó, a algunos se les ordenó levantar el campamento y preparar la cena. Como la longitud de la trinchera era mas bien grande para el número de hombres disponibles para cavar, y el suelo era duro, a la noche, a cuya hora los hombres estaban bastante agotados por la dura jornada, sólo habíamos sido capaces de hacer un parapeto pequeño y una trinchera poco profunda. De cualquier modo estábamos “atrincherados”, que era lo importante, y la trinchera rodeaba todo el campamento, así que estábamos bien preparados, incluso si fuéramos atacados durante la noche o por la mañana temprano, lo que era bastante improbable.

Durante este tiempo uno dos forasteros se habían aproximado a la patrulla de seguridad del norte desde una granja al pie de Incidentamba. Como tenían huevos y mantequilla, etc., para vender, las mercancías se llevaron al campamento como se había convenido. El hombre que trajo los productos informó que el más viejo era un hombre sumamente agradable, y que me había enviado como regalo una porción de mantequilla y algunos huevos, junto a sus saludos, que quería saber si podría venir y hablar conmigo. Sin embargo, no siendo tan estúpido como para permitirle entrar en mi dispositivo de defensa, salí fuera, para el caso de que tuviera alguna información. Su única información era que no había Boers cerca por ningún sitio. Era un hombre viejo, pero aunque tenía un “museo de salvoconductos”, no iba a “dejarme anestesiar” y confiarme. Como parecía amistoso, y posiblemente leal, caminé con él de parte del camino de vuelta a la granja, para echar un vistazo. A la noche las dos patrullas de seguridad regresaron, y se establecieron dos centinelas próximos al objetivo que tenía que asegurar, esto es, el vado, en los mismos sitios que en mi sueño anterior. Esta vez, sin embargo, no hubo “novedades a la voz cada media hora”, no hubo hogueras, y los centinelas tenían órdenes no de pedir el santo y seña, sino disparar de inmediato contra cualquiera que pudieran ver fuera del campamento. Se les situó por debajo de los bancales del río, justo lo suficientemente alto para ver sobre la cresta, por tanto sin exponerse innecesariamente. La cena se terminó y los fuegos se apagaron al crepúsculo, y ya a la noche todos se acostaron, pero en las trincheras en vez de en las tiendas. Después de dar una ronda por los centinelas para ver si estaba todo en orden, me acosté con la sensación de haber cumplido con mi trabajo, sin pasar por alto ninguna posible medida de seguridad.

SEGUNDO SUEÑO: SOLUCIÓN

Justo antes del amanecer ocurrió prácticamente lo mismo ya descrito en mi primer sueño, excepto que “el baile” empezó con el disparo de uno de nuestros centinelas, sin pedir el santo y seña, a algo que se movía entre los matorrales, y que resultó en que se abrió fuego a corta distancia contra nosotros desde todas direcciones. Esta vez no nos asaltaron, pero una lluvia de balas silbó desde todos lados, desde el frente de cada trinchera, por encima y a través de nuestro parapeto. Era suficiente asomar una mano o la cabeza para atraer una docena de balas desde todos los sitios, y lo extraño era que no veíamos a nadie. Como el “bromista” del destacamento señaló, podríamos haber visto montones de Boers, si no fuera por los matorrales que estaban por medio.

Después de haber tratado en vano, hasta bien entrado el día, de ver al enemigo para devolverle algún daño, tantos hombres habían sido alcanzados, y la posición parecía tan definitivamente perdida, que tuve que izar bandera blanca. Teníamos por entonces 24 muertos y 6 heridos. Tan pronto como la bandera blanca se izó, los Boers cesaron el fuego de inmediato, y se levantaron; cada matorral y hormiguero hasta los cien metros de distancia parecían esconder un Boer detrás. Esta proximidad explicaba la asombrosa precisión de su fuego, y la proporción tan alta de muertos entre nuestras bajas (con disparos en la cabeza casi todos).

Mientras nos estábamos preparando para la marcha, una o dos cosas me llamaron la atención; una que el holandés que me había regalado los huevos y la mantequilla estaba en perfecta sintonía con el comandante de los Boers, que se dirigía él como Oom 1 del modo más afectuoso. También me di cuenta de que todos los Kaffir varones del Kraal vecino habían sido traídos y obligados a ayudar a cruzar los cañones y carretas Boers al otro lado del vado, y a cargar nuestro equipo capturado, y generalmente a realizar trabajos sucios y chapuzas. Estos Kaffir hacían su trabajo con una diligencia asombrosa, y parecía como si lo disfrutaran; no había murmuraciones cuando se daba una orden, usualmente por “el amigo Oom”.

Otra vez, mientras andaba dificultosamente ese día interminable con mis pies llenos de ampollas, pensé sobre mi fracaso. Me pareció tan extraño, había hecho todo lo que sabía, y sin embargo aquí estábamos, ignominiosamente capturados, 24 de nosotros muertos, y los Boers al otro lado del vado. “Ah, chico”, pensé, “debe de haber unas pocas lecciones más que aprender además de las que ya conozco”. Para averiguar cuáles eran, reflexioné profundamente sobre los detalles del combate.

Los Boers debían de haber sabido nuestra posición, ¿pero cómo se las habían arreglado para llegar hasta todo el perímetro “a distancia de foto” sin ser descubiertos? ¡Qué extraordinaria ventaja habían ganado al disparar desde los matorrales de los bancales, donde no podían ser vistos, sobre nosotros que teníamos que asomarnos sobre los parapetos cada vez que queríamos localizar a un enemigo, y mostrarnos exactamente en el sitio donde los Boers nos esperaban! Parecía existir algún fallo en la posición. ¿Cómo las balas parecían a veces atravesar el parapeto?, y ¿cómo las que pasaban por encima de un lado alcanzaban por la espalda a los hombres que defendían el otro? ¿Cómo, en definitiva, ese “obstáculo natural”, el lecho del río, parecía ser más una desventaja que una protección?

Finalmente las siguientes lecciones se estructuraron en mi cabeza, algunas de ellas bastante nuevas, otras suplementarias de las otras cuatro y aprendidas:

5. Con fusiles modernos, para asegurar un vado o cualquier otro lugar, no se necesita el establecerse “encima del mismo” (“como si fueran a llevarselo”), a menos que el mismo sea adecuado para ocuparse por razones defensivas. Puede ser incluso mejor llevar su posición defensiva a alguna distancia del lugar en cuestión, y por tanto separado de “terreno oculto” que permita al enemigo arrastrarse hasta muy cerca, escondido y desapercibidamente, y disparar desde posiciones cubiertas que lo tapen incluso cuando dispara. Sería mejor, si fuera posible, tener al enemigo al descubierto, o tener lo que se denomina unos campos de tiro limpios.

Un parapeto que no sea a prueba de balas o un refugio que sea visible sirve únicamente para atraer balas en vez de pararlas. “La prueba de dureza” puede ser práctica y fácilmente ejecutada.

Cuando le dispare un enemigo a corta distancia desde prácticamente todas direcciones, un parapeto bajo y una trinchera poco profunda no son muy útiles, ya que las balas que no alcancen a los defensores de un lado lo harán sobre los del otro.

6. No es suficiente mantener a los extraños de la “familia del enemigo” lejos de nuestras defensas reales, y permitiéndoles ir libremente a advertir a sus amigos de su presencia y situación, por tanto no debieran estar ante la tentación de facilitar ninguna información que pudieran haber obtenido. En otras palabras, como dice “el libro de recetas”, para ahorrar vidas lo mejor sería lo siguiente: Reúna y proporcione una calurosa bienvenida a un número suficiente de extraños; “aliméntelos” con historias acerca de la poderosa fuerza que está a punto de unírseles, guarniciónelo con detalles corroborativos, y “sazónelo a su gusto con whiskey o tabaco”. Muy probablemente será suficiente para el comando más cercano. Coste probable: algunas mentiras de grueso calibre, pero no se derrochará ninguna vida.

7. No es un buen negocio permitir que los lugareños (aunque fueran hermanos o neutrales) se “sienten a la puerta de sus kraals a limpiarse los dientes”, mientras soldados cansados se parten el alma tratando de hacer un trabajo duro en un corto espacio de tiempo. Es más el trabajo de un soldado enseñar al “lugareño perezoso” la dignidad del trabajo, y vigilarlos para impedir que puedan largarse para hablar del asunto.

(Nota: en estas última lección denota claramente la fecha de creación del texto, actualmente ni se plantearía un mando usar a la población nativa en trabajos forzados.)

En el momento en que las lecciones arriba mencionadas se habían asentado bien en mi cerebro, más allá de cualquier opción de olvido, algo extraño ocurrió. Tuve un nuevo sueño.

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1: Oom: nombre o apelativo.
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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 14:14

TERCER SUEÑO: PLANTEAMIENTO

“ Así que cuando tomemos el té con unos pocos cañones,¡por supuesto sabrás qué hacer!”
Kipling

Estaba en el vado de Duffer en una tarde soleada parecida, y en condiciones muy similares, excepto que ahora tenía siete lecciones recorriendo mi cabeza.

Mandé de inmediato dos patrullas, cada una con un suboficial y tres hombres, una hacia el Norte y otra hacia el Sur. Tenían que visitar todos las granjas y kraals de los alrededores y traer a todos los hombres y jóvenes holandeses y Kaffir, mediante la persuasión si era posible, o por la fuerza si era necesario. Esto impediría que la noticia de nuestra llegada alcanzara a ningún comando cercano, y serviría también para resolver el problema de la mano de obra. Una pequeña guardia se montó en la cima de la colina “Tener Cuidado”, como centinelas.

Decidí que dado que el vado “no podía levantarse y escaparse”, no era necesario establecer mi posición muy cercana al mismo, especialmente si tal posición estaba al alcance de fuego próximo de fusil desde los bancales del río, -hacia los cuales la aproximación era bastante oculta, y que proporcionaban una excelente cubierta-. La peor ubicación para el dispositivo parecía estar en cualquier sitio dentro del meandro en herradura del río, ya que permitiría al enemigo prácticamente rodearlo. Mi elección por tanto recayó en un punto que se alza suavemente desde los bancales alrededor de 700 a 800 metros al Sur del vado. Aquí ordené que se cavase una trinchera cara al “frente” (el Norte), que por tanto tendría un campo de tiro despejado de 800 metros. Empezamos a hacer una trinchera de alrededor de 50 metros de largo para mis 50 hombres, de acuerdo con la norma habitual. (Ver mapa).

Muy poco después de que comenzáramos, las patrullas regresaron, trayendo consigo tres hombres y dos muchachos holandeses, y alrededor de trece Kaffirs. Los primeros, el líder de lo cuales parecía una hombre educado y de cierto prestigio, se inclinaron en un primer momento a la protesta cuando se les dieron herramientas para cavar trincheras para ellos, mostraron puñados de “salvoconductos”, y hablaron con firmeza sobre elevar una queja al general, e incluso una pregunta al Parlamento acerca de nuestra brutalidad. Esto momentáneamente me hizo vacilar, ya que no pude evitar pensar en qué podría pasarle al pobre P.P. si un miembro de la Cámara tratara el asunto; pero Westminster 1 estaba muy lejos, y mantuve el tipo. Finalmente tuvieron el sentido de ver la fuerza de la razón, ya que era, después de todo, necesario para su propia supervivencia, si el puesto era atacado, ya que de otro modo estarían al descubierto.

Los Kaffir fueron un relevo bienvenido para mis hombres cuando ya estaban cansados. También cavaron un hoyo aparte para ellos en un lado y detrás de nuestra trinchera, en un pequeño barranco.

A la noche teníamos lista una trinchera bastante buena, - el parapeto tenía dos pies y seis pulgadas de ancho en la parte alta, y era bastante a prueba de balas, cosa que comprobé-. Nuestra trinchera no era una línea recta, sino dos tramos inclinados hacia atrás en un pequeño ángulo, para obtener un fuego más divergente (bastante astuto por mi parte), aunque cada tramo era tan recto como fue posible.

Estaba asombrado de lo difícil que me fue conseguir que los hombres cavaran en línea recta. Era muy puntilloso a este respecto, porque una vez oí de cierto capitán “corregido” severamente en maniobras por un oficial superior por “falta de policía”. Nadie podría asegurar que no iba a venir ningún “pez gordo” a inspeccionarnos al día siguiente, así que tenía que estar preparado para cualquier eventualidad.

Al crepúsculo la guardia de la colina “Tener Cuidado”, para la que se había preparado también una trinchera, fue relevada e incrementada a seis hombres, y después de la cena y de impartir las órdenes para el día siguiente, nos arranchamos en nuestras trincheras. Las tiendas no se levantaron, ya que no íbamos a ocuparlas, y servirían para delatar nuestra posición. Un punto de centinela se montó para vigilar a los prisioneros, o más bien “invitados”.

Antes de dormirme repasé mis siete lecciones, y me pareció no haberme dejado nada sin atar, lo que probablemente conduciría al éxito. Estábamos atrincherados, teníamos una buena defensa a prueba de balas, nuestras raciones y municiones a mano, y las cantimploras llenas. Me fuí quedando dormido con la sensación agradable de haber hecho todo bien y de ser un “joven experimentado”.

El día siguiente amaneció radiante y sin incidentes, y estuvimos trabajando alrededor de una hora mejorando detalles de nuestras trincheras antes de que el desayuno estuviera listo. Justo al terminar el desayuno, la guardia de “Tener Cuidado” informó de una nube de polvo al norte, hacia la “Montaña Plana del Lamento”. La polvareda la causaba un gran grupo de jinetes con transporte de ruedas de algún tipo. Eran más que probablemente enemigos, y parecían estar marchando en completo desconocimiento de nuestra presencia en el vado.

Vaya “golpe” pensé, si llegaran inocentemente, y cruzaran el vado amontonados sin advertir nuestra posición. Deberé permanecer agachado, dejar a la vanguardia pasar sin un disparo, y esperar hasta que el grueso lo haga y quede a corta distancia, y después abrir fuego a discreción “a bulto”. Sí, será cuando alcancen el termitero roto a unos 400 metros de distancia el momento en que daré la orden de “¡Fuego!”.

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1: Westminster: Lugar donde se ubica el Parlamento Británico.

Sin embargo ésto no iba a ocurrir. Al poco tiempo el enemigo hizo un alto, aparentemente de “estimación”. Los hombres adelantados parecían mantener consultas, y entonces gradualmente se aproximaron a la granja de Incidentamba con mucha precaución. Dos o tres mujeres salieron corriendo y les hicieron señales con la mano, en vista de lo cuál los jinetes iniciaron el galope hacia la granja de inmediato. Lo que pasó, por supuesto, no podría decirlo, pero evidentemente las mujeres les informaron de nuestra llegada y posición, porque los resultados fueron eléctricos. Los Boers más avanzados se dividieron en dos grupos, uno cabalgó hacia el río un largo trecho en dirección Este, y el otro hizo lo propio en dirección Oeste. Uno de los hombres cabalgó hacia retaguardia con la información obtenida hacia el grueso, que entró en gran agitación, y partieron con sus carretas hacia detrás de Incitentamba, donde se perdieron de vista. Por supuesto, estaban bien fuera de nuestro alcance, y dado que estábamos ya bastante alistados, lo único que podíamos hacer era esperar hasta que salieran a campo abierto dentro de nuestro alcance, para entonces abatirlos.

Los minutos parecían arrastrarse, -cinco, diez minutos pasaron sin más señales del enemigo-. De repente, “Disculpe, señor; creo que veo algo en la cima de aquel “kopje” allá a lo lejos”. Uno de mis hombres llamó mi atención hacia unos puntos que parecían carretas moviéndose en el espolón aplanado de Incidentamba. Mientras estaba enfocando mis prismáticos hubo un “buumm” desde la colina, seguido de una detonación cortante y de una bocanada de humo en el aire bastante cercanas, después el sonido de una “lluvia intensa” cayendo aldededor de 200 pies al frente de nuestra trinchera, “cada gota” levantando su pequeña nube de polvo. Esto, por supuesto, traía a la mente las consabidas expresiones de “¡Rayos, nos cañonean!, y ¡Ahora no duraremos demasiado!, que probaron ser totalmente acertadas. Estaba asombrado, -había pasado por alto completamente la posibilidad de que utilizaran cañones contra nosotros, aunque hubiera recordado su existencia, no sé, si lo hubiera sabido, ¿cómo habría variado mis medidas defensivas?-. Como había cierta inquietud entre mis hombres, bastante confiado en la seguridad de nuestra magnífica trinchera con el grueso parapeto a prueba de balas, grité de inmediato: “No hay problema; mantenerse a cubierto y no nos podrán tocar”. Un momento más tarde hubo un segundo “buum”, la metralla silbó sobre nuestras cabezas, y la ladera algo a retaguardia de nuestra trinchera se roció con fragmentos.

Para entonces nos pegábamos tanto como nos era posible al parapeto que, aunque poco antes parecía tan completo, ahora de repente sentíamos totalmente inadecuado, con aquellos diabólicos proyectiles esparciendo su metralla desde el cielo. Otro “buum”. Esta vez el proyectil explosionó correctamente, y todo el terreno enfrente de la trinchera se cubrió con metralla, un hombre resultó alcanzado. En este momento comenzó el fuego de fusilería en la colina “Tener Cuidado”, pero no recibimos ninguna bala. Casi inmediatamente siguió otra detonación que roció metralla sobre nosotros; algunos hombres más resultaron alcanzados, cuyos lamentos fueron desagradables de escuchar. Se cogieron herramientas, y los hombres empezaron frenéticamente a tratar de enterrarse más profundamente en el duro suelo, ya que nuestra trinchera parecía no proporcionar más protección contra la caída de metralla que la que pudiera dar una ensaladera contra una lluvia tormentosa, pero era demasiado tarde. No podíamos hundirnos en el terreno lo suficientemente rápido. Los Boers habían definido a la perfección la distancia a nuestra trinchera, y los proyectiles explosionaban sobre nosotros con una terrible y metódica precisión. Algunos hombres fueron alcanzados. y no había razón alguna para que dejaran de arrojar metralla sobre nosotros hasta que todos hubiéramos muerto. Como éramos absolutamente impotentes para hacer nada, izé bandera blanca. Todo lo que pude hacer fue agradecer a la Providencia que no tuvieran artillería de campaña de tiro rápido o, aunque “no habíamos durado mucho”, habríamos “sido borrados” antes de que la hubiésemos izado.

Tan pronto como cesó el cañoneo, me sorprendí mucho de que ningún grupo de Boers viniese desde sus posiciones artilleras de Incidentamba para aceptar nuestra rendición, sino que en tres minutos alrededor de cincuenta Boers galoparon desde los bancales del río al Este y al Oeste, y algunos más vinieron desde el Sur rodeando la colina “Tener Cuidado”. La seguridad situada en la colina “Tener Cuidado”, que había causado algún daño al enemigo, tenía dos hombres heridos por fuego de fusil. Ningún proyectil de artillería había llegado cerca de ellos, aunque estaban cerca de las cabañas Kaffir, que eran bastante evidentes.

Qué contrarias a la realidad se había demostrado las previsiones optimistas de por la mañana temprano, cuando por primera vez divisé a los Boers.

Por supuesto, las mujeres de la granja nos habían traicionado, pero era difícil averiguar por qué los Boers hicieron alto al principio y empezaron a sospechar antes de que hubiesen visto a las mujeres de la granja. ¿Qué podrían haber descubierto? Fallé por completo en resolver este misterio.

Durante la marcha del día las siguientes lecciones se desarrollaron por sí mismas, y se almacenaron en mi mente en adición a las ya aprendidas:

8. Cuando reúna al “extraño amistoso” y a sus hijos para prevenir el que puedan proporcionar información al enemigo sobre su existencia y paradero, si no quiere un “paquete sorpresa”, no olvide también reunir a su mujer e hijas, sus criados (que también tienen lengua), y a su buey y a su asno (que también pueden ser útiles al enemigo). Por supuesto si son muy numerosos o se encuentran muy lejos, esto es imposible; pero entonces “no espere sorprender al enemigo”.

9. No olvide que, si va a emplearse artillería contra usted, una trinchera poco profunda con un parapeto bajo algo separado, es más que inútil, aunque el parapeto sea diez veces a prueba de balas. La trinchera proporciona a los artilleros un objetivo sobre el que situarse, y no facilita protección contra la metralla. Contra fuego de artillería preciso de largo alcance, sería mejor dispersar a los defensores en campo abierto escondidos entre la hierba y los matorrales, o detrás de rocas o termiteros, que apiñarse en una trinchera de esas características. Con sus hombres dispersos, puede tranquilamente dejar que el enemigo llene su trinchera hasta el borde con metralla.

10. Aunque para detener metralla se necesita mucho menos espesor de tierra que para detener una bala de fusil, esa tierra debe de disponerse en el lugar adecuado. Para obtener protección debe de ser capaz de situarse justo debajo de la cobertura. Cuanto más estrecha sea la trinchera, con los lados e interior del parapeto tan verticales como lo permita el que se mantenga en pie, mejores serán sus opciones. Ahuecar el fondo de su trinchera para proporcionarle más espacio será incluso mejor, porque la parte superior de la misma puede mantenerse menos ancha. Cuanto más se parezca la trinchera a una simple hendidura desde arriba, menor será la metralla que entre.

Mientras rumiaba estas lecciones aprendidas de la amarga experiencia, tuve otro sueño.
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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 14:27

CUARTO SUEÑO: PLANTEAMIENTO

Otra vez me encontré ante el mismo problema, esta vez con diez lecciones para servirme de guía. Empecé enviando nuestras patrullas tal como describí en mi último sueño, pero sus órdenes eran ligeramente diferentes. Todo el mundo debía ser traído a nuestra posición, y cualquier animal que pudiese ser de utilidad para el enemigo tenía que ser abatido, ya que no teníamos espacio para ellos.

Para mi posición defensiva elegí la ubicación ya descrita en mi último sueño, que parecía muy apropiada, por las razones ya expuestas. Consecuentemente cavamos una trinchera similar a la anterior, pero, como temía la posibilidad de que pudiese utilizarse artillería contra nosotros, era de un perfil muy diferente. En planta hacía frente en general al Norte, y estaba ligeramente partida hacia adelante, siendo cada mitad bastante recta. En perfil tenía alrededor de tres pies y seis pulgadas de profundidad, con un parapeto enfrente de alrededor de doce pulgadas de alto; hicimos la trinchera en su parte superior tan estrecha como era posible y compatible con la libertad de movimientos. Cada hombre ahuecó el fondo a su medida, y preparó el parapeto del mismo modo para acomodarlo a su estatura. El parapeto tenía aproximadamente dos pies y seis pulgadas de grosor en la parte superior y era bastante vertical hacia el interior, hecho a base de trozos de termiteros, que eran casi tan duros como rocas. (Ver mapa).

Las patrullas regresaron al poco rato con su “botín” de algunos hombres, mujeres y niños. Las mujeres se entregaron a los insultos más inútiles, y rehusaron obedecer órdenes, tomándose las cosas menos filosóficamente que los hombres. Aquí existía evidentemente una oportunidad de sacar provecho del corto entrenamiento que una vez tuve como “Ayudante de Campo”. Lo probé. Traté a las señoras con “toneladas de tacto”, con mis modales más amables, y repetí las únicas palabras holandesas de cortesía que conocía: “Wacht een beetje”, “Al zal rech kom”, pero sin éxito. No conseguí que apreciaran mis buenas maneras; de hecho no tomaron en consideración ninguna. Me volví con pesar hacia mi “colour sergeant”, le hice un guiño aparente y serio, y al recibir una respetuosa respuesta de complicidad, dije:

“Colour Sergeant”.

“¿Señor?”

“¿Cuál cree usted que es la mejor forma de prenderle fuego a una granja?

“Bien, señor, algunos prefieren el armazón de una cama grande y paja, pero yo pienso que el “armonio”1 y un poco de queroseno en una esquina es tan bueno como cualquier otra cosa”.

No hubo necesidad de más. Las señoras entendieron bastante bien esta “clase de tacto”. Se acabó el problema.

Los holandeses y los Kaffir empezaron de inmediato a cavar refugios para ellos, y para las mujeres y los niños. A los últimos se les puso juntos, en un pequeño barranco no lejos de la trinchera, ya que era necesario acomodarlos en una trinchera realmente profunda, primero para mantenerlos a salvo, y segundo para impedir que hicieran señales al enemigo. La existencia del barranco, por tanto, ahorró mucho trabajo, ya que sólo requirió algo de ahuecado en el fondo, y un poco de excavación para que sirviera perfectamente.

Todos cavaron con ahínco, y a la noche los refugios para las mujeres y los niños, los prisioneros varones, y la trinchera defensiva, estaban casi terminados. Las provisiones para las guardias y centinelas eran las mismas que las descritas en el último sueño, y después de ver que todo estaba en orden y que se proporcionaron tiendas a las señoras, (ellas tenían sus propias mantas), me fuí a dormir con la sensación de una bien ganada seguridad.

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1: un instrumento militar de la época similar a un órgano.

Al alba de la mañana siguiente, como no había señales del enemigo, continuamos mejorando la trinchera, alterando la profundidad y la alineación allí donde era necesario, cada hombre ajustando la medida de la trinchera a la de sus piernas. Al final la trinchera tenía bastante buen aspecto, “casi como si la hubiera preparado una madre”, con la tierra roja fresca contrastando con el amarillo del “veld”. Como observó uno de mis reservistas, sólo necesitaba un “borde de cáscaras de ostras o de botellas de ginger ale 1 para ser como la pequeña parcela de coles de brócoli que tenía en su tierra”. Entre el desayuno y estos importantes detalles se habían empleado unas buenas dos horas, cuando se informó de una fuerza al Norte en la misma posición referida en el sueño anterior. Esta avanzó del mismo modo, excepto que, por supuesto, la vanguardia no encontró a nadie en la granja. Cuando ví esto, no pude evitar “darme golpecitos en la espalda” y sonreir a la señoras holandesas en el barranco, que me contestaron frunciendo el ceño y con insultos en voz baja.

La vanguardia del enemigo llegó, reconociendo cuidadosamente y escudriñando la granja como cazadores al acecho. Como parecían bastante desprevenidos, me preguntaba si podría sorprenderlos, al desconocer nuestra presencia, con una “descarga a quemaropa”, y después fuego a discreción sobre el grueso..., cuando de repente un hombre se paró, reuniéndose los otros a su alrededor. Eso ocurrió cuando estaban a unos 1800 metros, más o menos a la altura del final de Incidentamba. Evidentemente habían visto algo y olían el peligro, ya que hubo una corta discusión y “mucho de señalar con el dedo”. Luego un mensajero regresó al galope al grueso, que giró detrás de Incidentamba con sus carretas, etc. Un pequeño grupo, incluyendo un hombre en un caballo blanco, cabalgó de un modo impreciso hacia el Oeste. Realmente no podía entender el sentido de este movimiento. Parecían tener algún tipo de vehículo con ellos. La vaguardia se dividió como ya se explicó en el sueño anterior. Como todos ellos estaban todavía a gran distancia, sólo podíamos esperar.

Muy poco después, se oyó un “buum” de un cañón en la cima de Incidentamba, y un proyectil de metralla explosionó no lejos de nosotros. Siguieron un segundo y un tercero, después de los cuales horquillaron la distancia con exactitud, y los proyectiles comenzaron a detonar sobre nosotros; sin embargo estábamos bastante cómodos y felices en nuestra profunda y magnífica trinchera, donde nos esforzábamos en encogernos. El derroche de buenos y valiosos proyectiles por parte del enemigo fue causa de diversión entre los hombres, que tenían la moral alta, y, como uno de ellos observó, estaban “tan a gusto como cucarachas en una grieta”. A costa de muchos disparos sólo dos hombres fueron alcanzados, -en las piernas-.

Después de algún tiempo los cañones cesaron el fuego, y nosotros de inmediato cubrimos el parapeto dispuestos para repeler un ataque, pero no pudimos ver a ningún Boer aunque el aire comenzó a silbar y zumbar con las balas. Casi todas parecían provenir de los bancales del río al frente, hacia el Norte y Noreste, y producían en el parapeto un chorro continuo de polvo al impactar sobre él. Todo lo que podíamos hacer era disparar “a oido” hacia varios matorrales sospechosos en los bancales, y ésto lo hicimos con la mayor diligencia, pero sin resultados visibles.

En alrededor de un cuarto de hora, teníamos a cinco hombres abatidos por disparos en la cabeza, la parte más expuesta. El mero hecho de levantar la cabeza para disparar parecía ser absolutamente fatal, como lo había sido en una de las primeras ocasiones cuando intentábamos disparar a corta distancia sobre el parapeto contra un enemigo oculto. Ví a dos pobres individuos tratando de construir una lastimosa especie de pequeña “torre de cartas” con piedras y trozos de termiteros, para disparar a través de ellos. Era tan llamativa como una chimenea encima del parapeto, y fue de inmediato “reducida a polvo” antes incluso de que la usaran, pero no antes de que me hubiera sugerido el remedio a esta situación. Por supuesto, queríamos en un caso como este “protección para la cabeza” y “aspilleras”. Como siempre, fuí listo después del hecho, ya que no teníamos posibilidad de hacerlas ahora. De repente el ruido del tiroteo se hizo mucho más intenso, pero con el impacto de las balas golpeando la tierra por todo alrededor y bastante cerca, no era fácil definir de qué dirección provenían los nuevos disparos. Al mismo tiempo los hombres parecían caer con más frecuencia, y estaba tratando de urgirlos en la necesidad de mantener un fuego más enérgico hacia el frente, cuando me dí cuenta del impacto de una bala sobre un lateral de nuestro parapeto.

Entonces estaba claro, el enemigo evidentemente había alcanzado el “donga”2 , (al que no presté atención, ya que estaba a retaguardia), y nos disparaba en la espalda al estar de pie apoyándonos en el parapeto. Esto, pensé, debe ser lo que se llama “ser cogido por la espalda”, y lo era.

Para el momento en que me había apercibido de lo que estaba ocurriendo, alrededor de una docena más de hombres habían rodado por el suelo. Entonces ordené a todos cubrirse en la trinchera, y sólo asomarse para echar un vistazo al frente o retaguardia. Pero no más podía hacerse hacia retaguardia que hacia el frente. La situación era la misma, los Boers no se veían. En este momento dos de la seguridad en la colina “Tener Cuidado” empezaron a correr hacia nuestra trinchera, y una terrorífica descarga de fusilería cayó sobre ellos, las balas levantando el polvo a su alrededor mientras corrían. Uno fue abatido, pero el otro se las apañó para alcanzar nuestra trinchera y caer en ella. El también había sido gravemente alcanzado, pero tuvo la fuerza justa para referir jadeante que excepto él y el hombre que empezó a correr con él, toda la guardia en la colina “Tener Cuidado” había sido muerta o herida, y que los Boers poco a poco estaban “trabajándose” el alcanzar la cumbre. Esto era “realmente estimulante”.

Tan intenso era el fuego ahora que nadie podía levantar la cabeza sobre el suelo sin ser alcanzado, y agazapándonos juntos sin intentar apuntar, sino simplemente disparando nuestros rifles por encima de la trinchera, permanecimos durante un corto espacio de tiempo sin bajas. Este respiro, sin embargo, fue breve, porque los hombres en la mitad derecha empezaron a caer a montones mientras permanecían sentados bien a cubierto, y sin exponerse en absoluto. Poco a poco descubrí la causa de ésto. Algunos francotiradores debían haber alcanzado la cima de la Colina “Tener Cuidado, y estaban disparando en línea sobre la mitad derecha de nuestra trinchera. Como las balas “entraban” más y más intensamente, estaba claro que el número de francotiradores estaba siendo incrementado.

Esto, pensé, debe ser “estar enfilado por el flanco”. Eso era.

Sin necesidad de orden alguna, instintivamente habíamos abandonado la mitad derecha de nuestra trinchera, y nos masificábamos en la mitad izquierda, que para gran suerte no podía ser enfilada desde ningún punto al Sur del río, ni por fuego de fusil desde ningún sitio, ya que, debido al terreno, su prolongación a la derecha “dominaba” unos 3000 metros de “veld” en el bancal norte.

Aunque estábamos apiñados, prácticamente impotentes como ratas en una trampa, todavía era en cierto modo reconfortante pensar que, excepto “asaltar”, el enemigo no podía hacer nada. Por lo que calamos las bayonetas y esperamos con frialdad y determinación. Si asaltaban, teníamos bayonetas, y ellos no, y podríamos vender muy caras nuestras vidas en el cuerpo a cuerpo.

¡Rayos!, fuí engañado otra vez. No iba a haber ocasión para el cuerpo a cuerpo y el “frío acero”, ya que de repente escuché, lejos al Norte, en el “veld”, un sonido como de “alguien golpeando una bandeja de hojalata”, y un enjambre de pequeñas granadas impactaron silbando en el suelo, cerca de la trinchera; dos de ellas explosionaron al tocar tierra. Justo fuera del alcance de fusil, lejos en el “veld” abierto del norte, ví a un grupo de Boers, con un caballo blanco y un vehículo. Entonces me dí cuenta. ¿Pero cómo se las arreglaron para elegir tan bien el lugar adecuado desde donde enfilar nuestra trinchera antes incluso de saber dónde estábamos?

Pom, pom, pom,.. una y otra vez, y los pequeños “diablos de acero” se abrieron paso entre nosotros, metidos en “nuestra trampa”, destrozando a siete hombres. De inmediato estimé la situación con gran perspicacia: “ahora estábamos enfilados desde ambos flancos”, pero tal conclusión se había alcanzado demasiado tarde para ser de ayuda.

“Esta era la gota que rebosaba el vaso”; no había nada que hacer excepto rendirse, o, con el tiempo, sufrir la aniquilación completa. Me rendí.

Los Boers, como siempre, salieron de todas partes. Habíamos luchado durante tres horas, y teníamos 25 muertos y 17 heridos. De éstos, habían sido alcanzados por metralla o fuego de fusil sólo siete desde el frente. Todo el resto había sido muerto o herido desde los flancos, “donde debía haber pocos enemigos”, o desde la retaguardia, “¡donde no debía haber ninguno!”. Este hecho me convenció de que mis conceptos preconcebidos de “frente”, y su peligrosidad relativa a la de otras “direcciones de la brújula”, necesitaban una revisión considerable. Todas mis excelentes ideas estaban siendo barridas implacablemente, y me encontraba perdido en un mar de dudas, buscando a tientas algo seguro a lo que poder asirme. ¿Podría Longfellow 3 , cuando escribió la frase inmortal: “Las cosas no son lo que parecen”, haber estado alguna vez en mi situación?

Los supervivientes estaban naturalmente un poco descorazonados en un desconcierto total, cuando todo había empezado tan bien, con todos en “nuestra grieta”. Esto podía expresarse de muchas maneras. Como uno de los hombres dijo a un cabo, con cierta guasa:

“ Es algo que me pone enfermo, este lío de “enfiladas”; nunca sabes en que dirección te va a pillar. Estoy bastante harto”. A lo que aquél replicó: “¿Enfilados?, por supuesto que nos habían enfilado. Esta trinchera debería haberse zigzagueado un poco, y entonces no nos habrían dado tanto. Sí, en zig-zag, así es como debería haberse hecho”. A lo cual añadió un tercero: “Sí, y algo para evitar que eso tipos nos disparasen por la espalda tampoco hubiese sobrado”.

Evidentemente había más cosas en la tierra, de las que hasta ahora había soñado en mis teorías.

Mientras marchábamos hacia el Norte bajo la vigilancia de un destacamento de Boers, muchos detalles como los de arriba se clavaron en mi mente, pero durante un tiempo no pude resolver el misterio de por qué no habíamos tenido éxito en sorprender al enemigo. No había ni hombres, ni mujeres, ni niños o Kaffir que, sabiendo de nuestra llegada, pudieran haberlos advertido. ¿Cómo identificaron nuestra posición tan pronto, como evidentemente debían haber hecho cuando pararon y consultaron entre ellos en la mañana?. No fué hasta que pasamos por Incidentamba, que incidentalmente se me ocurrió mirar hacia atrás para echar un vistazo al escenario de la lucha desde el punto de vista del enemigo; entonces descubrí la simple respuesta al enigma. Allí, en la suave loma amarillenta del “veld” justo al Sur del vado, había una raya pardo rojiza, tan llamativa como el “Long Man of Wilmington”4 de nuestras colinas del viejo Sussex, que señalara a voz en grito: “¡Aquí, aquí, en esta dirección las posiciones británicas!”. Entonces, sombríamente me sonreí, imaginándome sentado como un “listillo” en aquella trinchera esperando sorprender a alguien.

Además de haber sido enfilados y también cogidos por la retaguardia, nos vimos otra vez en desventaja con respecto a un enemigo oculto que disparaba a corta distancia, teniendo que asomar la cabeza desde una “localización identificada”, para poder hacer fuego.

Finalmente recogí las siguientes lecciones:

11. Para una posición pequeña y aislada y con un enemigo activo, no hay flancos, ni retaguardia, o dicho de otro modo, todas las direcciones son frente.

12. Tenga cuidado de no ser sorprendido por la retaguardia; vigile que, cuando sitúe y establezca sus defensas, al empeñarse haciendo fuego contra el enemigo enfrente de su trinchera, sus camaradas no puedan infiltrarse y dispararle por la espalda.

13. Tenga cuidado de no ser enfilado. Es desagradable desde un flanco..., pero peor desde los dos.

Recuerde también, que aunque pueda arreglar las cosas para que no le puedan enfilar con fuego de fusil, puede aún ser enfilado desde larga distancia mediante artillería. Hay pocas trincheras rectilíneas que no puedan ser enfiladas desde algún sitio, sólo conque el enemigo sea capaz de llegar allí. Algunas veces podrá evitar ser enfilado evitando que nadie pueda alcanzar su prolongación para disparar a lo largo de ella, otras puede “zigzaguearla” en múltiples direcciones, de modo que no sea rectilínea, o disponiendo travesaños que la crucen, o cavar trincheras separadas para cada dos o tres hombres.

14. No disponga su trinchera cerca de terreno elevado sobre el que no pueda ver, y que no pueda mantener.

15. No amontone a sus hombres en una pequeña trinchera como ovejas en un corral. “Deles aire”.

16. Como ya se dijo: la cubierta de las vistas es con frecuencia más valiosa que la de los fuegos.

Para hacer fuego a corta distancia desde una trinchera no oculta, disponer de una cubierta superior con aspilleras es una ventaja. Debería ser a prueba de balas y no ser llamativa en lo alto del parapeto, para no atraer el fuego; de otro modo será más peligroso que no disponer de ninguna.

17. “Sorprender al enemigo es una gran ventaja”.

18. Si quiere obtener esta ventaja, oculte su posición. Aunque para “promocionarse” pueda ser inteligente llamar la atención, para la defensa no.

19. Para evaluar el enmascaramiento o cualquier otra cosa de su posición, obsérvela desde el punto de vista del enemigo.

-------
1 Ginger ale: gaseosa (en M{exico diríamos "refresco").
2 Donga: Barranco de Sudáfrica.
3 Longfellow: Escritor anglosajón.
4 Long Man of Wilmington: Hito o referencia muy visible de dicho paisaje rural.
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El vado del estúpido (libro) Empty Re: El vado del estúpido (libro)

Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 14:36

QUINTO SUEÑO

“ Una suma insignificante de miseria
Nueva añadida al pie de su relato.”
-Drysden

“Jack Frost observaba en una noche clara y apacible,
Y dijo: -Ahora estaré fuera de vista;
Así que sobre el valle y las alturas
En silencio tomaré mi camino.
-Gould

Una vez más me encontré ante el mismo cometido con una mente fresca y renovadas esperanzas, todo lo que permanecía conmigo de mis primeros intentos eran las 19 lecciones.

Habiendo destacado las dos patrullas, y la seguridad a la colina “Tener Cuidado”, como ya se ha descrito, invertí alrededor de 20 minutos -mientras los pañoles, etc., se organizaban- en deambular para elegir la posición a defender a la luz de mis 19 lecciones.

Llegué a la conclusión de que no era nada bueno estar cerca de la cima de una colina y sin embargo no estar en dicha cima. Establecería mi posición en la cima de “Tener Cuidado”, donde no podría “ser dominado” desde ningún sitio dentro del alcance de tiro de fusil, y desde donde, pensaba, “tendría el dominio”. No estaba muy seguro sobre el significado de “dominio”, pero sabía que era importante, -lo dicen los libros, además, en todas los ejercicios en los que he participado y esquemas de maniobra que he visto, la “defensa” siempre sostenía una posición en una colina o cresta- . Mi deber era claro: la colina “Tener Cuidado” parecía el único lugar que no contravenía ninguna de las 19 lecciones que había aprendido. Me dirigí hacia ella. Mientras estaba cerca de una de las cabañas, tuve una excelente vista del vado y de su aproximación Sur justo más allá de la joroba de la colina, y una clara observación del río al Este y al Oeste. Pensé primero en demoler las pocas cabañas de hierba que, con algunas latas de queroseno vacías y montones de huesos y restos, formaban el “kraal” Kaffir; pero decidí jugar con astucia, y ese mismo “kraal” Kaffir de apariencia tan inocente me ayudaría a enmascarar mis defensas. Desarrollé mi plan de operaciones en detalle, y pronto habíamos enviado todo nuestro bagaje a lo alto de la colina, y empezamos a trabajar.

A la vuelta de las patrullas con sus prisioneros, a los holandeses y a los jóvenes se les dijo que cavaran para ellos y las mujeres. A los Kaffir del “kraal” les habíamos impulsado a ayudarnos sin dilación. (Ver mapa).

Mis disposiciones fueron las siguientes: Todo alrededor de las cabañas en la cima de la colina y cerca de ellas cavamos alrededor de 10 tramos profundos de trincheras, curvos en planta, y suficientemente largos para acomodar cinco hombres. Estas trincheras tenían parapetos extremadamente bajos, realmente sólo servían como apoyo de los fusiles; algo de la tierra excavada se acumuló detrás de las trincheras hasta la altura de un pie más o menos, la restante se utilizó como se describirá más tarde. En la mayoría de los casos a los parapetos se les practicaron rendijas para disparar através de ellas a ras de suelo, siendo el parapeto a ambos lados justo lo suficientemente alto como para proteger la cabeza. Como al contraste con el “fondo” las cabezas de los hombres no eran realmente visibles, fue innecesario preparar aspilleras propiamente dichas, que habrían requerido también el empleo de sacos de arena, que a su vez habrían sido bastante visibles y difíciles de ocultar. Cuando los hombres de las trincheras estuvieran haciendo fuego, sus cabezas estarían justo por encima del nivel del suelo. Una vez que las trincheras de combate estaban bien adelantadas, se empezaron los ramales de comunicación. Estos tenían que ser estrechos y profundos, conduciendo de una trinchera a la siguiente, y también enlazando con cuatro de las cabañas a retaguardia, que tenían que ser preparadas para permitir a los hombres disparar de pie sin ser vistos. Parte de la tierra excavada, de la que había mucha, se dispondría por todo el interior de las paredes de las cabañas, levantándose con sacos terreros, trozos de termiteros , piedras, etc, hasta una altura sobre la que pudiera disparar un hombre, alrededor de cuatro pies y medio, y hasta un grosor de unos dos pies y medio en la parte superior, y aspilleras, que serían prácticamente invisibles, abiertas en los exteriores de las cabañas por encima de estos parapetos. Había espacio en cada cabaña para que dispararan tres hombres. En tres de ellas situé mis mejores tiradores, como francotiradores, ya que dispondrían de una posición más favorable que los hombres abajo en las trincheras, y una cuarta la elegí como una torre de mando para mí. Todas las tiendas de campaña y provisiones se almacenaron dentro de una de las cabañas fuera de las vistas.

Esa noche, a pesar de la dureza del trabajo, que causó muchas quejas entre los hombres, habíamos completado las trincheras de combate, pero las otras no estaban terminadas, - tenían sólo la mitad de la profundidad necesaria. Los muros de tierra del interior de las cabañas no estaban tampoco lo suficientemente ultimadas. Los Kaffir y los holandeses disponían de fosos profundos, como antes, en tres de las cabañas. Se distribuyeron raciones y munición por las trincheras como última cosa antes de acostarnos. Tenía también botellas de agua y cualquier utensilio que pudiera contener agua, como latas vacías, “calabazas” de los nativos, y cacerolas de cocina, llenas y repartidas para el caso de una lucha larga y prolongada. Habiendo impartido órdenes sobre la necesidad del mayor secreto para no desvelar nuestra posición en caso de que apareciesen los Boers a la mañana siguiente, me fuí a dormir confiado. Disponíamos, en cualquier caso de una posición muy buena, y aunque nuestras comunicaciones no eran perfectas, podrían ser pronto mejoradas si dispusiéramos de algún tiempo en la mañana.

Amaneció; ningún hombre a la vista. Esto era magnífico, y antes de que despuntase el sol estábamos ya trabajando duro, ultimando la tarea todavía no terminada. Para entonces los hombres tenían un alto espíritu, y estaban entusiasmados con la idea de sorprender, si era posible, al “Hermano Boer”. Mientras se cavaba, se prepararon los desayunos en el interior de cuatro pantallas de hierba, algunas de las cuales encontramos por ahí tiradas, de modo que no se viese nada excepto algún humo muy natural por encima del “kraal”. Elegí uno o dos de mis mejores suboficiales, y les ordené que fueran colina abajo hacia los bancales del río en direcciones diferentes, y que probaran si podían ver las cabezas de nuestros hombres en las trincheras de combate recortadas contra el cielo. Si eso ocurría, entonces los montones de tierra, huesos, latas, hierba, pantallas, etc., se dispondrían para proporcionar un “fondo” detrás de cada cabeza.

Para pasar una revista general, yo y mi asistente nos alejamos alrededor de media milla al Norte del río. Como nos íbamos a separar bastante, nos quitamos los cascos y nos enrollamos en dos magníficas mantas de rayas naranja y magenta, prestadas por nuestras invitadas Kaffir, para el caso de que hubiese algún Boer merodeando, pues podría llamar su atención el ver “dos caquis” paseando por el “veld”. Era muy embarazoso el tratar de caminar con nuestros rifles ocultos debajo de las mantas, y además, cada dos minutos teníamos que mirar hacia atrás para ver si el centinela en el campamento hacía señales de “enemigo a la vista”. Esto último tenía que materializarse levantando un poste en la cabaña más alta. El resultado de nuestro trabajo era espléndido. Veíamos un “kraal” Kaffir en lo alto de una colina, y para nosotros “nada más”. Había los montones de desperdicios normales alrededor del “kraal”, lo que parecía de lo más natural, pero no se veía ninguna cabeza, ni trincheras. Había un sólo fallo, y este era que algunos hombres sin seso empezaron, mientras mirábamos, a extender sus mantas pardas del ejército al sol, sobre las cabañas y el “veld”. Para el más novato estas manchas cuadradas de “emplaste marrón” por todo el “kraal”, habrían denotado algo inusual. Para remediarlo antes de que fuese demasiado tarde me apresuré en regresar.

Después de finalizar el desayuno, y alrededor de tres horas después del orto, el centinela en una de las cabañas informó de una fuerza hacia el Norte. No podíamos hacer nada excepto esperar; todo estaba listo, y cada hombre sabía lo que tenía que hacer. Ninguna cabeza tenía que asomar, ni oirse un disparo hasta que diera la señal con el silbato desde mi torre de mando; entonces todos saldrían y vaciarían su cargador sobre cualquier enemigo al alcance. Si nos bombardeaban, los hombres en las cabañas podrían saltar de inmediato a las profundas trincheras para ponerse a salvo. De pie en “mi torre de mando”, desde cuyas aspilleras podía ver el vado, pensé sobre las `posibilidades que teníamos ante nosotros. Con mucha suerte los exploradores Boers pasarían de largo por uno u otro lado, permitiéndonos pasar desapercibidos para el grueso. Una vez que fijé la visión de hasta dónde dejaría acercarse al grueso antes de hacer fuego, y de marcar el lugar exacto que me señalaría el momento de dar la señal, bajé a las trincheras de combate cara al vado y al camino hacia el sur para ver como se veía desde “la altura de los fusiles”. Para mi horror, comprobé que desde esas trincheras ni el vado ni el camino del bancal cercano del río podían verse, por lo menos hasta que este último llegaba un buen trecho al Sur pasado “Tener Cuidado”. La convexidad abultada de la colina ocultaba todo ello; ¡debe de ser una “zona desenfilada”!. Lo era. Justo el lugar donde mejor podía batirse al enemigo, por donde debía pasar, ¡no estaba bajo mi fuego!. A lo sumo, desde las aspilleras más al Norte de la cabaña de mando y desde otra cabaña podría batirse el vado. ¡Cómo maldije mi estupidez!. Esto no era nada bueno. No podía empezar a cavar ahora nuevas trincheras más hacia abajo de la colina; descubriría nuestra posición de inmediato. Decidí sacar el máximo provecho posible de lo que tenía y, si no éramos descubiertos por los exploradores, abrir fuego sobre el grueso cuando estuviera justo al otro lado del río apiñado en el bancal, esperándolos desde el frente. Aquí podríamos disparar sobre ellos; pero sería a mucha mayor distancia de lo que pretendía. Fué realmente un golpe de suerte el que hubiera descubierto este tremendo error, ya que de otro modo, habríamos dejado al grueso del enemigo cruzar el vado sin descubrir “el pequeño detalle de la zona desenfilada” hasta que fuera demasiado tarde. Pensé también, aunque no era de mucho consuelo, que mi error era muy común, ya que cuántas veces había visto a un pez gordo cabalgando, y desde esa altura fijar la posición de las trincheras, desde las cuales los fusiles estarían prácticamente pegados al suelo. Estas trincheras, sin embargo, no habían tenido que hacer frente a una situación real. Mi error no iba correr la misma suerte.

Mientras tanto los exploradores enemigos habían avanzado de modo bastante parecido a como se había detallado anteriormente, excepto que después de pasar la granja de “Incidentamba”, no se detuvieron recelosos, sino que venían en pequeños grupos o piñas. Cruzaron el río en varios lugares y examinaron los bancales y sus matorrales con el mayor cuidado, pero no encontraron “caquis” allí, evidentemente no esperaban ninguno en el “veld” abierto ante ellos, ya que avanzaron sin precauciones. Algunos de los grupos se reunieron, terminando en uno de unos 30 en animada charla. ¿Reconocerían el “kraal”, o pasarían de largo? Mi corazón latía con fuerza. La pequeña colina sobre la que estábamos, por desgracia podría ser un imán para ellos, porque era una posición dominante desde donde inspeccionar el horizonte hacia el Sur, y advertir mediante señales al grueso más al Norte. El “kraal” era un lugar adecuado para descabalgar por unos minutos mientras el grueso llegaba al vado, y podría representar una hoguera, y por tanto una taza de café. Cabalgaron hacia ella riendo, charlando, y fumando, bastante despreocupadamente. Estábamos en silencio total. Nuestros “invitados” holandeses y “Kaffir” también lo estaban, ya que en sus fosas había un hombre con un rifle junto a ellos. Por fin se detuvieron a unos 250 metros al Nordeste, donde la loma de la colina era más progresiva, y se mostraron por completo. Unos pocos desmontaron, el resto prosiguió derecho hacia nosotros. No era magnífico, pero “era guerra”. Soplé el silbato.

Alrededor de 10 de ellos pudieron romper el contacto al galope, también algunos caballos sueltos; cinco o seis que estaban pie a tierra levantaron los brazos y se acercaron a la posición. En el suelo había un amasijo de caballos coceando y hombres muertos o gimiendo. Los otros grupos de exploradores al Este y al Oeste de inmediato corrieron al galope de vuelta al río, donde desmontaron a cubierto y empezaron a acribillarnos. De cualquier modo, “habíamos hecho algo”.

Tan pronto como nos habíamos deshecho de nuestro enemigo inmediato, abrimos fuego sobre el grueso a unos 1500 metros de distancia, que había parado y desplegado de inmediato. A éstos les hicimos un gran daño, causando una gran confusión, lo que fue muy gratificante de ver. El Boer al mando del grueso debía haber deducido que el lecho del río estaba “limpio”, ya que hizo un movimiento audaz; condujo a la totalidad de las carretas, etc., en línea recta a la mayor velocidad posible para cubrir los algo más de 400 metros hasta el río, el vado, y su fondo, donde estaban a cubierto de nuestro fuego. Sus pérdidas debían haber sido serias en esta corta distancia, ya que tuvieron que abandonar dos de sus carretas en el camino hacia el río. Esto lo hicieron bajo la cobertura de un gran número de fusileros, quienes habían galopado hasta los bancales, desmontado, y abierto fuego contra nosostros, y también con el apoyo de dos cañones y una bombarda, que había sido conducidas de inmediato una corta distancia hacia atrás y luego a retaguardia al Este y hacia el Oeste. Era realmente lo mejor que podía haber hecho, y si sólo hubiera sabido que no podíamos batir el terreno al Sur del vado, podría haber saltado sobre nosotros de una carrera.

En cualquier caso “habíamos puntuado”; pero ahora seguía un período de “tablas”. Nos disparaban desde el bancal del Norte, y desde los termiteros, etc., prácticamente desde todas las direcciones, y estábamos también bajo el bombardeo intermitente de los cañones. Hicieron una prácica soberbia sobre las cabañas, que pronto fueron hechas añicos, pero no antes de que hubieran cumplido bien su cometido. Algunos de los sacos terreros blancos y nuevos del interior de las cabañas se desparramaron a plena vista del enemigo, y resultó muy ilustrativo ver qué magnífico blanco representaban, y con qué frecuencia les alcanzaban. Debían de haber desviado mucho fuego de las trincheras reales. Hasta que los Boers se dieron cuenta de que podían avanzar hacia el Sur desde el vado sin estar bajo el fuego de nuestra posición, se les mantuvo a raya.

¿Lo descubrirían? Como ya habían cabalgado a nuestro alrededor, fuera de nuestro alcance, debían de saberlo todo sobre nosotros y nuestro aislamiento.

Después de anochecer, para entonces teníamos un muerto y dos heridos, el fuego había decrecido hasta un continuo pero aleatorio fuego de fusil, con algún impacto de artillería ocasional. Bajo la cobertura de la noche, traté de cubrir el vado y el terreno desenfilado al Sur del mismo haciendo a los hombres levantarse y disparar desde esa posición; pero hacia media noche me ví forzado a retirarlos a las trincheras, después de algunas bajas, ya que el enemigo aparentemente despertó y sostuvo un furioso fuego de fusil sobre nosotros durante más de una hora. Durante este tiempo los cañones llevaron a cabo algunas maniobras misteriosas. Al principio nos bombardearon intensamente desde el Norte, donde los cañones habían estado todo el tiempo. De repente un cañón abrió fuego sobre nosotros lejos desde el Suroeste, y nos bombardearon durante un corto periodo desde ambos lados. Al poco, el bombardeo desde el Norte cesó, y continuó desde el Suroeste durante sólo 20 minutos. Después la artillería calló, y el fuego de fusil gradualmente también se desvaneció.

Al amanecer no se veía un alma; estaban los muertos, los caballos, y las carretas vacías. Temí una trampa, pero paso a paso llegué a la conclusión de que los Boers se habían retirado. Al poco descubrimos que el lecho del río estaba igualmente desierto, pero los Boers no se habían retirado. Se habían dado cuenta del terreno desenfilado, y bajo el apoyo de sus cañones, que nos había mantenido pegados a nuestras trincheras, ¡habían cruzado el vado marchando hacia el Sur!.

En verdad no nos habían capturado, y teníamos muy pocas bajas, y habíamos dañado seriamente al enemigo, pero habían cruzado el vado. Evidentemente debía ser de gran importancia para ellos continuar la marcha, o de otro modo habrían intentado capturarnos, ya que eran alrededor de 500 contra 50.

Había fallado en mi misión.

Durante las horas siguientes enterramos a los muertos, atendimos a los heridos, y nos tomamos un bien merecido descanso, y tuve mucho tiempo libre para analizar mi fracaso y sus causas. Las lecciones que extraje del combate fueron:

20. Tenga en cuenta la convexidad de las colinas y el terreno desenfilado. Especialmente tenga la precaución de disponer de algún lugar donde el enemigo deba estar bajo su fuego. Elija las posiciones exactas de sus trincheras de combate, mirando desde la altura de los hombres que tengan que hacer uso de ellas.

21. Una colina, después de todo, aunque tenga “dominio”, puede que no sea necesariamente el mejor lugar a defender.

22. Una trinchera falsa llamativa puede hacer al enemigo derrochar mucha munición, y distraer el fuego de sus defensas reales.

Además de estas lecciones, otro pequeño asunto que tenía en mi cabeza era el qué diría mi Coronel sobre mi fracaso.

Tumbado, mirando al cielo, trataba de dar alguna cabezada antes de empezar a mejorar nuestras defensas contra un posible nuevo ataque, pero era inútil, no podía dormir.

La bóveda azul del cielo se cubrió de repente con negros nubarrones que paulatinamente tomaban la forma del rostro amenazante de mi Coronel. “¿Qué quiere decir Señor Previsión, que los Boers han cruzado?” Pero, afortunadamente para mí, antes de que pudiera decir nada más, la cara empezó a disiparse como la del gato de “Alicia en el País de las Maravillas”, no dejando nada excepto la amenaza cruzando el cielo. Esta finalmente también se disolvió, y todo el escenario cambió. Tuve otro sueño.
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Mensaje por Centurio Enero 31st 2013, 14:45

SEXTO SUEÑO: PLANTEAMIENTO

“Dulces son las aplicaciones de la adversidad”.

Una vez más estaba condenado a intentar la tarea de defender el vado de Duffer. Esta vez tenía 22 lecciones en mi bolsillo para ayudarme, y en el olvido de mi sueño me libré de la sensación de monotonía que posiblemente tenga usted ahora, “gentil lector”.

Depués de enviar las patrullas, y de situar una guardia en la colina “Tener Cuidado”, como ya he decrito, y mientras se reunían las provisiones, reflexioné profundamente sobre qué posición debía elegir, y caminé hacia la cima de “Tener Cuidado” para observar el terreno. En lo alto encontré el “kraal” Kaffir, que ví que podía ayudarme como ocultación si decidía ocupar esta colina. Esto me atraía mucho, pero después de unos pocos minutos de comprobar la forma del terreno, con la ayuda de algunos hombres deambulando en la parte baja, y mis ojos un poco por encima del ras del suelo, encontré que su convexidad era tal que, para ver y disparar sobre el vado y su acceso en el lado Sur, debía abandonar la cima de la colina, y por tanto la benefactora ocultación de las cabañas Kaffir, y ocupar una posición en la ladera desnuda algo más abajo. Esto era, por supuesto, bastante factible, especialmente si mantenía también una posición en lo alto de la colina, cerca de las cabañas en el lado Este y Sudeste; pero como sería imposible en la práctica ocultarnos en la ladera pelada, significaba dejar de lado la idea de sorprender al enemigo, cosa que quería hacer. Debía por tanto encontrar otro lugar que facilitara una fácil y buena ocultación, y también que tuviera bajo fuego cercano el vado o sus accesos. ¿Pero dónde encontrar un lugar así?

Mientras meditaba profundamente, sobre este espinoso problema, una idea se deslizó lentamente en mi mente, que inmediatamente descarté como absurda y fuera de lugar. ¡Esta idea consistía en ocupar el lecho del río y sus bancales a ambos lados del vado!. Olvidarse de toda idea de “dominio” y, en vez de buscar el terreno alto más próximo, que le viene al estudiante de táctica de un modo tan natural como a una ardilla el correr hacia un árbol, ocupar el terreno más bajo, aún cuando éste estuviera entre una espesa vegetación en lugar de tranquilamente al descubierto.

No, era absolutamente revolucionario, y contra toda regla que hubiera leído o de la que hubiera tenido noticias; era evidentemente el capricho de un cerebro sumamente preocupado y agotado por el esfuerzo. No haría nada de eso, y alejé firmemente de mí ese pensamiento. Pero cuanto más trataba de convencerme de lo absurdo de la idea, más se apoderaba de mí. Cuanto más decía que era imposible, más atractivos se presentaban ante mis ojos en su favor, hasta que todas y cada una de mis objeciones se enmarañaron y perdieron valor en una red de argumentos sobre las ventajas de la propuesta.

Me resistí, luché, pero finalmente caí a la tentación, vestida con el impecable atuendo de la razón. Ocuparía el lecho del río.

Las ventajas que por tanto esperaba obtener eran:
1. Perfecta ocultación de las vistas.
2. Trincheras y protección contra ambos: fuego de fusil y de artillería, estaban prácticamente terminadas.
3. Comunicaciones bajo una buena cubierta.
4. El enemigo estaría en el “veld” abierto excepto a lo largo del lecho del río. donde nosotros, estando en posición primero, estaríamos todavía en ventaja.
5. Agua en grandes cantidades a mano.

En verdad que había algunos animales muertos cerca del vado, y que el aire corrompido parecía flotar sobre el lecho del río, pero los restos podrían ser rápidamente enterrados en los bancales empinados y, después de todo, no se puede esperar tener todos los lujos. (Ver mapa)

Habiendo destacado las patrullas, dí las instrucciones para el trabajo, que comenzó rápidamente. Al cabo de unas dos horas las patrullas había regresado con los prisioneros, a los que se les trató y organizó como anteriormente.

Para la posición en la colina “Tener Cuidado”, la idea era que las trincheras deberían de ocultarse de un modo muy parecido al ya descrito en el último sueño, pero se debería tener un gran cuidado en que ninguno del destacamento estuviese expuesto al fuego desde nuestra posición principal en el río. No quería que el fuego del grueso estuviese de ningún modo mediatizado por el miedo a alcanzar a los hombre de “Tener Cuidado”, especialmente a la noche. Sabiendo que no era posible alcanzarlos, podríamos disparar libremente por toda la colina. Este destacamento iba a tener el doble de botellas de agua, además de todos los recipientes disponibles y recogidos en el “kraal”, llenos de agua en previsión de una lucha prolongada.

La idea general para la posición defensiva principal era ocupar y mantener ambas orillas del río, mejorando y convirtiendo los bancales empinados y grietas existentes en pozos de tirador con capacidad desde uno a cuatro hombres. Esto podría hacerse, con muy poco trabajo, para proporcionar cubierta desde todas las direcciones. Como un gran volumen de trabajo estaba ya hecho, nos fue posible cavar muchos más de esos pozos de tirador que los extrictamente necesarios para nuestro grupo. Ramales de conexión entre estos pozos tenían que ser preparados en los bancales, de modo que pudiéramos cambiar desde una posición a la siguiente. Además, la ventaja que nos proporcionaría el poder movernos así, de acuerdo a nuestras necesidades para hacer fuego, significaba también que probablemente sería posible confundir al enemigo sobre nuestra entidad que, mediante el empleo de esa táctica de movimiento, al menos por un tiempo, podría exagerar notablemente. Los pozos de tirador para hacer fuego hacia el Norte y el Sur estaban prácticamente dispuestos para permitir a los ocupantes disparar a ras del suelo sobre el “veld”. Estaban bien situados entre los matorrales, con sólo los matojos necesarios para permitir a un hombre ver todo alrededor, sin delatar la ubicación de su trinchera. En cada orilla del río, en el borde del vado, había algunos montones de tierra, procedente de la excavación de la rampa de la carretera. Estos sobresalían cinco o seis pies sobre el nivel medio del suelo, y eran de un aspecto tan abrupto como el de los bancales. Estos montones eran suficientemente grandes para permitir que se hiciese en ellos algunos pozos, que tenían la ventaja extra de la altura. En algunos de los pozos, para proporcionar cobertura “de cabeza”, se construyeron aspilleras de sacos terreros, aunque en la mayoría de los casos no era necesario, debido a la ocultación proporcionada por los matorrales. Encontré necesario examinar personalmente cada pozo, y corregir personalmente los numerosos errores cometidos en su preparación. Alguno tenía los sacos terreros limpios y nuevos perfectamente a la vista, por tando sirviendo como “meros sepulcros” a sus ocupantes, otros eran igualmente llamativos por su apariencia, otros no eran a prueba de balas, mientras que otros, otra vez, permitirían hacer fuego sólo en una dirección, o al suelo en un alcance de pocos metros, o hacia el cielo. Mientras corregía todos estos defectos pensé que las aspilleras no hechas bajo supervisión podría resultar más bien una trampa.

El resultado fue, en cuanto a ocultación, espléndido. Desde estos pozos con nuestras cabezas a ras del suelo podíamos ver con bastante claridad todo el “veld”, bien desde la parte más espesa de los matorrales o incluso a través de los que estaban cerca de nuestros ojos. Desde campo abierto, por otro lado, éramos bastante invisibles, incluso a una distancia de unos 300 metros, y aún sería más si tuviéramos “las barbas de los hermanos holandeses”. Era bastante evidente para mí que estas barbas eran una “precaución inteligente de la naturaleza para este propósito”, y parte de su esquema universal de “protección mimética”.

Los numerosos pequeños barrancos y grietas facilitaban el fuego de flanco, y en muchos sitios los bancales verticales no requerían ningua preparación para proporcionar una protección ideal incluso contra artillería. En otros, los lados de zigzagueantes cursos de agua tenían que ser excavados sólo un poco, o prepararse una base para ponerse de pie encima.

En uno de estos barrancos más profundos, se levantaron dos tiendas para las mujeres y los niños, que estando bajo el nivel del suelo eran bastante invisibles, y se prepararon pequeñas cuevas para ellos en caso de bombardeo. La posición se extendía unos 150 metros a lo largo de ambos bancales del río, y en sus extremos, por donde un ataque sería más temible, se excavaron pozos bancal abajo y cruzando el lecho del río. Estos igualmente se ocultaron tan bien como fue posible. Los flancos o extremos eran, por supuesto, nuestra mayor amenaza, ya que era desde aquí desde donde podríamos esperar ser asaltados, y no desde el “veld” abierto. Estuve indeciso por un tiempo sobre si limpiar o no el campo de tiro a lo largo de los bancales del río, ya que no quería delatar nuestra presencia por causa de una sospechosa “desnudez” de los bancales en cada extremo de nuestra posición. Finalmente decidí, para que esto no ocurriese, limpiar la maleza a la mayor distancia posible desde los extremos de nuestra posición, por todos lados bajo el nivel del suelo, y también a ras del suelo, excepto un buen saliente justo en los extremos de los bancales. Pensé que este saliente sería suficiente para ocultar “la limpieza” a cualquiera que no estuviese muy cerca. Ahora bendije al hombre que nos había dejado algunas herramientas de corte. Mientras todo esto se estaba llevando a cabo, conté pasos y jaloné distancias hacia el Norte y hacia el Sur, marcándolas con algunas latas vacías colocadas sobre termiteros, etc.

Al anochecer, teníamos casi todos los pozos terminados y algo de la limpieza de campos de tiro, las tiendas y material ocultos, raciones y munición distribuida, y órdenes impartidas para caso de un ataque. Como no podía estar en todas partes, tuve que confiar en que los grupos de hombres desplegados, de antemano tuviesen un completo entendimiento de mis objetivos y en que “actuaran con independencia”. Para evitar que nuestra oportunidad de una salva a corta distancia sobre el enemigo se malograse por causa de un exceso de celo o nerviosismo de un hombre que disparase a larga distancia, dí órdenes sobre que el fuego iba a contenerse el mayor tiempo posible, y que ningún hombre iba a hacer un disparo hasta que el tiroteo empezase en algún otro lado ( lo que suena bastante irlandés1 ), o hiciera sonar mi silbato. Esto debía ser así a no ser que el enemigo estuviera tan cerca de uno que el mantenimiento del silencio por más tiempo fuera inútil. Al comenzar el fuego, cada hombre tenía que seguir disparando a todo enemigo dentro de su alcance ayudado por las marcas de distancia. Finalmente nos retiramos a nuestros pozos para la noche con cierta satisfacción, disponiendo cada ocho hombres su propio centinela.

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1: Para el autor “irlandés” tiene connotación de simpleza.

SEXTO SUEÑO: SOLUCIÓN
Dispusimos de unas tres horas a la mañana siguiente antes de que se informase de la presencia de enemigo desde “Tener Cuidado” (la señal preestablecida para ésto era alzar un poste desde una de las cabañas). Este tiempo se empleó en perfeccionar nuestras defensas de varios modos. Nos las arreglamos para limpiar la maleza en el lecho seco y bancales hasta unos 200 metros de nuestra línea de pozos en cada lado, y de facto nos ocupamos del refinamiento de “un obstáculo”; ya que al extremo de este campo de tiro se hizo una suerte de alambrada con el material procedente de una valla cercana que los hombres habían descubierto. Durante la mañana visité la posición en “Tener Cuidado”, encontré todo en orden y tuve la oportunidad de mostrar al destacamento los límites exactos de nuestra posición en el río, y les expliqué lo que íbamos a hacer. Después de unas tres horas de trabajo, se dió la señal de “enemigo a la vista”, y pronto, desde nuestra posición, vimos una nube de polvo lejos hacia el Norte. Esta fuerza, que resultó ser un “Comando”, se aproximó del modo ya descrito en el último sueño; todo lo que podíamos hacer era esperar ocultos sin mover un músculo. Sus exploradores se acercaron en grupos de dos o tres, extendiéndose en un frente de alrededor de una milla, dirigiéndose el centro de la línea hacia el vado. Al aproximarse los exploradores, el impulso natural de encaminarse hacia el lugar de paso más fácil, fue seguido por dos o tres de los grupos de cada lado del que se dirigía por el centro hacia el vado, cayendo hacia dentro y uniendo fuerzas con él. Este era evidentenente el grupo más grande que podíamos esperar sorprender, y consecuentemente nos dispusimos a ello. Cuando estaban a unos 300 metros, los “hermanos Boer” se pararon desconfiados. Esto fue demasiado para algunos de los hombres del lado del Este, que iniciaron el fuego, y el aire se llenó con el tableteo de los disparos mientras vaciábamos nuestros cargadores, matando a cinco de este equipo especial de exploradores, y dos de otros grupos más alejados a ambos lados. Continuamos disparando a los exploradores mientras retrocedían al galope, abatiendo a dos más, y también a la columna que estaba a una milla, pero que proporcionaba un magnífico blanco hasta que desplegó.

Unos momentos después nuestra posición estaba siendo bombardeada por los tres cañones, pero con el sólo resultado, en cuanto a nosotros, de un hombre alcanzado por metralla, aunque el fuego prosiguió lentamente hasta que oscureció. Para ser exactos, debería decir que el río estaba siendo bombardeado, nuestra posición esporádicamente, ya que los proyectiles explosionaban a lo largo del río en un trecho de media milla. Los Boers evidentemente estaban bastante confusos sobre la extensión y fortaleza de nuestra posición, y derrocharon muchos proyectiles. Nos percatamos de mucho ruido de galope lejos, hacia el Este y Oeste, fuera de nuestro alcance, y supusimos que eran grupos que intentaban alcanzar el río a cierta distancia de nosostros, para gradualmente avanzar por el lecho, probablemente para llegar a corta distancia durante la noche.

Intercambiamos algunos disparos durante la noche a lo largo del lecho del río, y no se hizo mucho por ninguna de las partes, aunque por supuesto estábamos con el “¿quién vive?” a todas horas; pero no fue hasta cerca de la una de la mañana cuando “Tener Cuidado” tuvo su turno.

Como había esperado, el hecho de que ocupáramos el “kraal” no había sido observado por el enemigo, y un grupo numeroso de ellos, que se arrastraba por la cara Sur de la colina para obtener una buena posición de tiro sobre nosotros, topó con un problema en la forma de una salva a corta distancia de nuestro destacamento. Como la noche no era muy oscura, en el pánico que siguió a la primera salva nuestros hombres fueron capaces ( como supe después) de ponerse en pie y disparar a los sorprendidos campesinos escapando colina abjo. Sin embargo, su pánico no duró mucho, a juzgar por el ruido, ya que después de la primera salva de nuestros Lee-Metfords y de los minutos subsiguientes de fuego a discreción, el sonido de nuestros rifles pronto se mezcló con los estampidos más apagados de los Mauser, y muy pronto observamos destellos de armas en nuestro lado de “Tener Cuidado”. Como no podían ser nuestros hombres, deducimos que el enemigo estaba empeñado en rodear al destacamento. Conocíamos los alcances bastante bien, y aunque, como no podíamos ver nuestros elementos de puntería el fuego fue bastante “a ojo”, pronto pusimos fin a la maniobra disparando salvas cortas de tres o cuatro rifles sobre cada destello de la ladera. Así que la noche pasó sin mayor incidente.

Durante la noche aprovechamos para situar astutamente algunos sacos terreros blancos y nuevos (que habíamos encontrado entre los aprovisionamientos) a la vista y a cierta distancia de nuestras trincheras y pozos verdaderos. Algunos hombres habían ido más lejos, y añadieron un casco aquí y un chaquetón allá asomando por arriba. Esta argucia había sido pospuesta hasta que nuestra posición fuera descubierta, para no delatar nuestra presencia, pero después de comenzada la lucha no podía hacer ningún daño. A la mañama siguiente fue bastante gratificante ver el fuego muy preciso hecho por el “Hermano Boer” sobre estos sacos, como señalaban los pequeños reventones de polvo.

En este nuevo día el “veld” al Norte y Sur esta desierto de enemigos excepto a una distancia fuera de nuestro alcance, pero un continuo fuego de francotirador se mantuvo a lo largo de los bancales del río a cada lado. Los cañones de los Boers cambiaron de emplazamiento, uno en la cima de Incidentamba, uno al Este y otro al Oeste para enfilar el lecho del río, pero debido a nuestra buena cubierta, salimos librados con un muerto y tres heridos. El enemigo no bombardeó un trecho del río tan grande esta vez. Confiadamente esperé un ataque a lo largo del lecho del río a la noche, y fortalecí ligeramente mis flancos, incluso a riesgo de descubrir peligrosamente el bancal Norte. “No me decepcionaron”.

Bajo la cobertura de la oscuridad, el enemigo se acercó hasta quizás 600 metros en campo abierto al Norte y alrededor de los límiete de “Tener Cuidao” al Sur, y mantuvo un fuego furioso, probablemente para distraer nuestra atención, mientras los cañones nos bombardeaban por espacio de una hora. Tan pronto como cesó el bombardeo trataron de asaltarnos por el lecho del río al Este y al Oeste, pero debido a los obstáculos y a los pozos, y al hecho de que no era una noche muy oscura, fracasaron. Sin embargo, fue “un toca y corre”, y algunos Boers consiguieron entrar en nuestra posición, sólo para ser pasados por la bayoneta. Afortunadamente el enemigo no conocía nuestra fortaleza, o más bien nuestra debilidad, o habrían persistido en sus intentos y habrían tenido éxito; como fuese, debió de haber perdido 20 ó 30 hombres entre muertos y heridos.

A la mañana siguiente, con tantos de mis 40 hombres iniciales fuera de combate (sin incluir la colina “Tener Cuidado”, de cuyas pérdidas no tenía noticia) las cosas empezaban a ponerse serias, y realmente temía que otra noche más y sería nuestro fin. Me satisfizo ver que el destacamento de “Tener Cuidado” estaba todavía en buena forma, ya que habían izado un trapo rojo en la punta del mástil. En verdad no era la bandera nacional, probablemente un simple pañuelo, “pero no era blanco”. El día pasó con bombardeos intermitentes y disparos de francotirador, y todos sentimos que para entonces el enemigo debía de haber adivinado nuestra debilidad, y estaban reservándose para otro ataque nocturno, confiando en nuestro agotamiento. Hicimos lo que pudimos para dormir a ratos por turnos durante el día, y yo hice todo lo que pude para mantener alta la moral de nuestra pequeña fuerza diciendo que el relevo no debía andar muy lejos. Pero en el mejor de los casos fue con negra desesperación con la que observé pasar el día, y a la mañana convertirse en atardecer.

Los cañones Boer no habían disparado desde hacía unas dos horas, y el silencio empezaba a hacerse irritante y misterioso, cuando el estampido de los cañones a lo lejos nos despertó hasta la máxima excitación. ¡Estábamos salvados! No podíamos decir qué tipo de cañones eran. Podrían ser británicos o Boer pero, de cualquier modo, probaban la vecindad de otra fuerza. Los rostros se encendieron, ya que de alguna forma el esperado ruido expulsó de inmediato el cansancio de nosotros.

Para evitar la posibilidad de que la fuerza recién llegada no se diera cuenta de nuestra situación, reuní a algunos hombres y de inmediato empezamos a disparar algunas “buenas salvas británicas” contra la maleza, “¡¡Listos, fuego!!”, que eran inconfundibles. Poco después oímos fusilería a lo lejos, y avistamos una nube de polvo hacia el Noreste. ¡¡Ibamos a ser relevados!!

Nuestro total de pérdidas eran 11 muertos y 15 heridos; pero habíamos mantenido el vado, y por tanto facilitamos la victoria. No es necesario tocar aquellos trascendentales y bien conocidos resultados de la salvaguarda del vado de Duffer, o del consiguiente impedimento de que cañones, municiones y refuerzos Boer alcanzaran a una de sus fuerzas fuertemente presionadas en un momento crítico, y de la resultante victoria ahora ganada por nuestro bando. Ahora es, por supuesto, de dominio público que este fué el punto de inflexión de la guerra, aunque nosotros, “humildes instrumentos”, desconocíamos las vitales consecuencias que pendían sobre nuestra acción.

Esa noche la fuerza de relevo hizo alto en el vado y, después de enterrar a los muertos, dedicamos algún tiempo a examinar las posiciones de los francotiradores Boer, a que los hombres recogiesen trozos de metralla y casquillos como recuerdos, (sólo para ser tirados al poco). Encontramos alrededor de 25 cadáveres Boer parcialmente enterrados, a quienes dimos sepultura.

Esa noche no dí ningún paseo, sino que me tumbé (“con mis pantalones y chaleco”). Mientras el humo del cigarro puro de marca, que me había regalado el Coronel, se arremolinaba en espirales sobre mi cabeza, iba gradualmente transformándose en nubes de gloria, y escuché bandas militares a lo lejos tocando un himno familiar: “ Mira, el héroe conquistador llega...”, así sonaba.

Sentí un golpe en mi hombro, y oí una voz amable decir: “Levántese, Sir Perspectiva Previsión”; pero en un abrir y cerrar de ojos mi sueño de felicidad se rompió en pedazos, la voz amable se transformó en el bien conocido gruñido de mi asistente. “Hora de cargar su equipaje en el carromato, señor. El sol hace rato que ha salido, señor.”

Estaba todavía en el viejo y maloliente Dreamdorp.
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