Mis Generales
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La mirada íntima de Isabel Arvide en la vida de los Generales
La mirada íntima de Isabel Arvide en la vida de los Generales
JULIO 1, 2011 Juan Veledíaz
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El elegido
El desayuno se efectuó en las instalaciones de la secretaría de la Defensa Nacional en los primeros días de noviembre del 2006, semanas antes de la toma de posesión de Felipe Calderón como Presidente de la República. El anfitrión de aquella recepción que convocó al grupo de generales que tenían más posibilidades de quedar al frente de la dependencia, fue el entonces titular de la Defensa, Gerardo Clemente Vega García, quien intentó influir hasta el último momento en la designación de su sucesor.
FOTO: Cuartoscuro
Ceremonia realizada en enero de 2011 donde fueron homenajeados un grupo de generales en retiro.
El invitado especial de aquella reunión era el presidente electo. Vega tomó la palabra a mitad del convivio y pidió a cada uno de los convocados que se presentara y explicara por qué deberían ocupar el cargo. Uno a uno hablaron de su trayectoria, de su experiencia y de sus conocimientos de las fuerzas armadas. De la decena de convocados había sólo dos que estaban considerados finalistas. Uno era Tomás Ángeles Dauahare, el “favorito” del general secretario, gente de su confianza, y quien hasta el año 2000 había sido secretario particular de su antecesor en el cargo, el general Enrique Cervantes Aguirre. El otro era Alfredo Oropeza Garnica, a quien en el equipo calderonista le veían más posibilidades no sólo por su preparación y desempeño en diferentes comandancias militares del país, sino porque a Josefina Vázquez Mota se lo había recomendado el extitular de la Defensa en el gobierno salinista, el general Antonio Riviello Bazán. La amistad de la que entonces era coordinadora de enlace político del equipo de transición con el militar, surgió porque eran vecinos, y en algunas ocasiones lo invitó a cenas donde asistió Calderón. En esas reuniones le pidieron ayuda para identificar a quien, a su juicio, podría ser el nuevo secretario. Para Riviello, quien reunía todas las cualidades para el cargo era Oropeza.
FOTO: Cuartoscuro
Foto de archivo de Josefina Vázquez Mota en un evento de la SEP con militares.
En la reunión también intervino el subsecretario de la Defensa, quien según sus allegados se sentía descartado pues estaba próxima la fecha de su retiro. En su alocución el general Guillermo Galván evitó hablar en primera persona, se centró en las condiciones materiales en que estaba el Ejército, los sueldos de la tropa, la situación de los oficiales, jefes, y militares retirados. Era una exposición de su visión sobre lo que debería cambiar en la institución. A sus más cercanos, Galván les había confiado que ya tenía organizada su vida como civil, sabía que era el más antiguo de los convocados al encuentro por lo que decía que sus posibilidades eran mínimas.
Faltaban pocos días para la toma de posesión cuando un informe sobre la matanza de campesinos acusados de pertenecer a la guerrilla del EPR, ocurrida en 1998 en el Charco, comunidad de la sierra de Guerrero, llegó a las manos de Calderón. Ahí se hacía referencia al papel que tuvo el general Oropeza, quien entonces era comandante de la zona militar en Acapulco. “Le habían traído la información de que Oropeza le había dado el tiro de gracia a una de las gentes en el Charco. Él personalmente le da el tiro de gracia a uno de los que detienen ahí. Eso hace que de última hora se dé un cambio”. La anécdota es de Isabel Arvide, periodista con más de tres décadas de experiencia, en los que ha tenido acceso privilegiado a los diferentes mandos militares en distintos gobiernos. Esta mujer que hoy se desempeña como asesora de seguridad del gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge, cuenta en entrevista no sólo uno de sus tantos encuentros que ha tenido con el hoy secretario de la Defensa Nacional, sino el desenlace de aquel episodio que significó que Galván llegara al cargo.
El gneral Alfredo Oropeza Garnica, durante un evento deportivo en Tabasco.
De última hora, Oropeza sale de la mira de Calderón y en su lugar el presidente elige al general Galván, quien cumplía todos los requisitos. “Había destacado en su carrera militar tanto en el ámbito operativo como administrativo, igual en la parte académica. A diferencia de Vega, no había ninguna queja, ningún impedimento, ningún peso contra su llegada”. El general Oropeza no era del agrado del secretario Vega, añade Arvide, porque sabía de su cercanía con Riviello, con quien nunca tuvo buena relación.
La dama de los cuarteles
Isabel Arvide (@isabelarvide) es una mujer que a sus casi 60 años no para desde temprana hora. Entre Chetumal, Cancún y la ciudad de México, sus días apenas le alcanzan para escribir y reunir sus apuntes de lo que llamó Mis generales, un libro inédito donde dice está su memoria de más de 35 años de convivir con los hombres de uniforme. Decana de la fuente de fuerzas armadas, Arvide traza el perfil íntimo de una treintena de generales entre los que aparecen cuatro exsecretarios de la Defensa y el actual, el general Galván. Entre entrevistas y reuniones aparece presurosa una tarde de junio en una cafetería de la Zona Rosa, trae el temple de esas mujeres curtidas en la toma de decisiones y acostumbradas a mandar. Dos de sus escoltas la acompañan a la entrada del local y a una señal de su jefa, desaparecen tan pronto toma asiento y pide una bebida de frutas.
Su mirada está enmarcada por un par de cejas saltonas que parece le dan un aire de severidad en lo que dice, pero al hablar, la levedad de su voz desliza anécdotas que cautivan. Cómo olvidar el otoño de 1976, cuando tenía unos meses de haber abandonado la carrera de medicina y le tomó la palabra a uno de sus mejores amigos quien la llevó a la redacción de Excélsior, fresco aún por el golpe que provocó la salida de don Julio Scherer. Ahí Alejandro Íñigo se convierte en su primer jefe quien le pone a redactar cables, a realizar guardias y a acompañar a los reporteros a cubrir notas. El periódico atraviesa una etapa de redefinición, entonces junto a Isabel Zamorano la envían a cubrir la Presidencia de la República en el ocaso del sexenio de Luis Echeverría. “Fue un hito en una redacción donde las mujeres no existían, era una redacción misógina. Se rompió un esquema que hoy da risa, en aquel entonces era como una batalla inconcebible”, recuerda. No pasó desapercibido para sus jefes que, a diferencia de otros redactores, Arvide tenía facilidad para la escritura, la avalaban sus poemas, cuentos y narraciones de su época universitaria. Una de sus primeras crónicas titulada “El convoy de la esperanza”, recogió una de las últimas giras de Echeverría, fue portada del periódico y ameritó que el mandatario la invitara con su comitiva al avión presidencial. “A la fecha mis amigos que estuvieron en el Estado Mayor Presidencial, me dicen que sólo me codeaba con las altas esferas. Siempre hubo el rumor de que Echeverría era mi novio, o de que habíamos tenido una relación, o que me pretendía, porque me trajo los últimos meses para arriba y para abajo en el avión con él. Lo que a mí me parecía muy normal y me hizo terriblemente pretenciosa para el resto de mi vida. Ahí conozco al general Miguel Ángel Godínez Bravo, Carlos Bermúdez Dávila y Arturo Cardona, futuros jefes del Estado Mayor Presidencial”.
Con la llegada de José López Portillo en diciembre de 1976 a la Presidencia, Arvide es removida y la mandan a cubrir fuentes desde el “más bajo nivel, por donde empieza uno”. Paradójicamente una de esas fuentes era el Ejército, que entonces –casi como ahora– no daba información. El cambio de gobierno llevó a Arvide al Sol de México, donde la invitó el exsecretario de Gobernación Mario Moya Palencia, quien se hizo cargo por ese entonces de la cadena de periódicos del cual se rumoró que eran propiedad de Echeverría. Regresó a la fuente presidencial con derecho de picaporte pues el jefe del Estado Mayor Presidencial, el general Godínez, era su amigo. Ahí conoció a Francisco Arellano Noblecía, el oficial que se convertiría en el salvoconducto para acceder a la cúpula militar, y quien años después pasaría a la historia como el jefe de los gendarmes que en febrero del 2001 tomarían Ciudad Universitaria para romper la huelga estudiantil. “Quien me lleva al Ejército como Ejército, quien es mi primera relación fuerte, sentimental, amorosa, erótica y al mismo tiempo me vincula con el grupo militar, es Arellano Noblecía. Porque a partir de ahí siempre viajo y estoy con el Estado Mayor Presidencial”.
La periodista durante la presentación de uno de sus libros.
Para Arvide no hubo conflicto ético periodístico porque desde entonces tomó una decisión. “Yo decidí en mi vida estar del lado del Ejército”, dice.
–¿Es publirrelacionista del Ejército?—se le cuestiona.
“Después de este libro no creo. Creo en las grandes decisiones de la vida y las da el tiempo. Yo decidí en mi vida estar del lado del Ejército. En la guerra de Chiapas, cuando comienza el alzamiento zapatista, estar a favor del Ejército era políticamente incorrecto. No significa que estés ciego, y que no vas a señalar los errores y menos todavía que no tengas la capacidad de señalarlos. Decirles en qué creo yo que están equivocados. Me considero una voz crítica dentro del Ejército. Por eso no me deja el general Galván ir a dar una conferencia al Colegio de Defensa. No les preocupa lo que diga sino lo que conteste cuando me cuestionen. Tan sigo siendo una voz crítica que el mismo Ejército no me da espacio. He estado con ellos, soy parte de ellos. Me parece que es un tema de ética, no soy su publirrelacionista, varios me dijeron que querían que fuera su jefa de prensa, pero no, no soy jefa de prensa de Galván”.
Y desde ese lado, con sus matices y relieves que muestran un rostro desconocido de los militares, escribió en la introducción de su libro: “Misterio para millones, conozco a mayor número de generales que cualquier mexicano. Los he visto llorar. Los conozco desnudos de todo. Los he padecido en sus peores horas. Los he levantado de mis amaneceres y los he corrido de mis noches. (…) Generales que son leyenda. Generales venerados por sus subordinados. Generales que son arquetipo de generosidad humana. (…) He sido amiga pública, he sido enemiga todavía más pública. También de los últimos cinco secretarios de la Defensa. Me han consentido al extremo, me han recibido de pie, sin darme la mano, me han amenazado, me han investigado, me han intervenido los teléfonos, me han llevado en su avión oficial, me han invitado a comer con sus esposas, me han abierto champaña por la mañana, me han abrazado lo necesario. Antes, durante y después de su mandato. Todos saben en este país que los he defendido en la guerra como en la paz… También, es mi signo vital, de cara a los civiles. Los he defendido junto a cadáveres chamuscados. Los he defendido siempre”.
FOTO: Cuartoscuro
Gerardo Clemente Vega García, exsecretario de Defensa.
Esquizofrenia
Gerardo Clemente Vega García se peleó y confrontó con el presidente de la república Vicente Fox como ningún secretario de la Defensa lo había hecho antes. Hoy el general vive retirado en Chihuahua donde, dice Arvide, padece una enfermedad mental que lo tiene recluido.
A Vega lo recuerda como un oficial que en los años 80 entraba a la oficina del jefe de Estado Mayor, el general José Ángel García Elizalde, con una libreta en mano para tomar apuntes. Tenía un “nombre interminable, como de personaje de telenovela”.
A fines de noviembre del año 2000, un general amigo de mucho tiempo atrás buscó a Arvide con urgencia. “Quería desesperadamente, como tantos, impedir que Vega fuese el nuevo secretario de la Defensa. Dile, me apresuraba, dile a Martha, a Fox, a quien sea que el general Vega le pega a su mujer, que no lo queremos”. Fue infructuoso, desde su designación, al no contar con méritos suficientes en el mando de tropas ni contar con la antigüedad para ejercer el cargo, Vega cosechó rechazo.
“Hablaba. Se enojaba con todos. Se ponía como loco del enojo, ofendía. Hasta Carlos Salomón que era su amigo y oficioso enlace, lo advertía. Incluso a los gobernadores los recibía de pie, con el gesto enfadado, gruñendo. A los periodistas los quiso encarcelar, eliminar, controlar. No sabía mandar. No podía con su propio carácter”.
En el ocaso de su gestión perdió todo, cuesta abajo, ni siquiera pudo controlar su sucesión. “Vega fue al olvido olvidando en enfermedad hasta quien fue alguna vez”, escribe Arvide.
El traidor
La historia de los teléfonos intervenidos por el Ejército es un juego de poder que los militares lo utilizan para mandarse mensajes. El exsecretario Riviello Bazán, comenta Arvide, durante el sexenio del general Vega lo utilizó para enviar recados. “Me llamaba y me decía: ‘Porque esos pajaritos que están aquí, vayan y díganle a su comandante que es un p*****o’. Sabía que mis grabaciones se las llevaban en el mismo momento al secretario”.
En el verano de 1997 una intervención telefónica a la línea del general Riviello, durante una charla con Arvide, fue un correo “indirecto” para el entonces secretario de la Defensa Enrique Cervantes Aguirre. Ocurrió en los meses posteriores a la crisis al interior del Ejército que significó la detención del general Jesús Gutiérrez Rebollo. “Riviello mandó decir que yo ‘era intocable para el Ejército’, por las diferencias que se agudizaban con Cervantes Aguirre, sabía que me podían hacer algo”.
FOTO: Cuartoscuro
El gneral Enrique Cervantes Aguirre.
Las diferencias venían por un libro de Arvide, que tituló La corrupción de las Águilas, del cual Cervantes creyó que estaba patrocinado por Riviello. Recuerda que por esos días hubo un intento de secuestro de su hijo probablemente relacionado con la salida del trabajo, entonces tomó la determinación de retirarlo de la editorial que preparaba la impresión. De aquel texto, del cual recupera varios pasajes para éste, Arvide concluye lo mismo sobre Cervantes Aguirre: Fue un traidor.
El episodio Gutiérrez Rebollo fue una de las dos mayores crisis que ha tenido la cúpula militar en su historia reciente. La otra fue la detención en agosto del año 2000 del general Francisco Quirós Hermosillo. En ambos el protagonista central fue el general Cervantes Aguirre, con el narcotráfico como telón de fondo. Con Rebollo significó la pérdida de mando y de liderazgo ya que un considerable número de generales, como Riviello, reconocían la trayectoria y capacidades del defenestrado. “Pero en lo emocional que hace que abominen, que escupan casi en la cara al general Cervantes, es la traición a su compadre Quirós Hermosillo. Porque la historia de Cervantes y Quirós era una historia pública, son compadres, eran familia, hicieron su carrera brazo con brazo, juntos. En lo emocional creo que a los militares les duele más la traición que la crisis con Rebollo. El tema de Rebollo es un tema de poder, muchos militares a mí me lo han dicho y se oye muy duro para los civiles pero así es: Lo mejor es que lo hubiera matado. Hubiera sido menos daño si mata a Rebollo que como lo manejó”, dice.
El general Jesús Gutiérrez Rebollo.
El apartado sobre Cervantes Aguirre es, junto al de Gutiérrez Rebollo, de los más extensos del nuevo libro. Al recuperar los entretelones de sus entrevistas en el penal de Almoloya , revive la acusación que en su momento hizo el general preso: de que Cervantes Aguirre buscó un pacto entre el cártel de Tijuana y el de Juárez por el cual recibió 60 millones de dólares.
Pasado el tiempo con cambios de gobierno y en el Ejército, Arvide dice que es tiempo de que el país conozca el rostro desconocido de los generales. Por su pluma pasa Jorge Carrillo Oléa, exgobernador de Morelos; Rafael Macedo de la Concha, exprocurador de la república; Mario Renán Castillo Fernández, excomandante militar en Chiapas con la guerrilla del EZLN; Juan Arévalo Gardoqui y Antonio Riviello, exsecretarios de la Defensa, entre otros.
Aunque al principio no tuvo ningún comentario del general Galván sobre la publicación del trabajo, pasado el tiempo recibió un mensaje de que el secretario no estaba de acuerdo en que se diera a conocer a la opinión pública. Arvide dice que lo estima mucho, que es un gran hombre, pero que no trabaja para él. “Lo digo claramente: si escribía un libro no iba a ser un libro inocente”, comenta.
“La piel militar sigue siendo sensible a la palabra verdad, al testimonio que descubre lo que tienen de humano, De bandidos, de maravillosos, de miserables, de cobardes, de leales. (…) Lo importante es que nada de lo que escribo es mentira. Los asesinatos que no me constan, el enfrentamiento feroz entre el general Cervantes y el general Rebollo, los negocios, las constructoras, los millones de dólares producto del crimen organizado, las complicidades militares, los arraigos ilegales, todo aquello que no presencié me fue contado por sus protagonistas tal y como lo reproduzco. Y todo lo otro, yo estaba ahí, me tocó vivirlo”, dice en el prólogo.
Arvide asegura que los usos y costumbres en la milicia han cambiado con la llegada de Galván. Aunque, subraya, “no será la primera vez que intenten lapidarme”. Exponer el lado íntimo de los generales, podría ocasionar en principio, algo que le dijo su amigo, el general Miguel Ángel Godínez Bravo: –Vas a hacer que te retiren el saludo—.
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El elegido
El desayuno se efectuó en las instalaciones de la secretaría de la Defensa Nacional en los primeros días de noviembre del 2006, semanas antes de la toma de posesión de Felipe Calderón como Presidente de la República. El anfitrión de aquella recepción que convocó al grupo de generales que tenían más posibilidades de quedar al frente de la dependencia, fue el entonces titular de la Defensa, Gerardo Clemente Vega García, quien intentó influir hasta el último momento en la designación de su sucesor.
FOTO: Cuartoscuro
Ceremonia realizada en enero de 2011 donde fueron homenajeados un grupo de generales en retiro.
El invitado especial de aquella reunión era el presidente electo. Vega tomó la palabra a mitad del convivio y pidió a cada uno de los convocados que se presentara y explicara por qué deberían ocupar el cargo. Uno a uno hablaron de su trayectoria, de su experiencia y de sus conocimientos de las fuerzas armadas. De la decena de convocados había sólo dos que estaban considerados finalistas. Uno era Tomás Ángeles Dauahare, el “favorito” del general secretario, gente de su confianza, y quien hasta el año 2000 había sido secretario particular de su antecesor en el cargo, el general Enrique Cervantes Aguirre. El otro era Alfredo Oropeza Garnica, a quien en el equipo calderonista le veían más posibilidades no sólo por su preparación y desempeño en diferentes comandancias militares del país, sino porque a Josefina Vázquez Mota se lo había recomendado el extitular de la Defensa en el gobierno salinista, el general Antonio Riviello Bazán. La amistad de la que entonces era coordinadora de enlace político del equipo de transición con el militar, surgió porque eran vecinos, y en algunas ocasiones lo invitó a cenas donde asistió Calderón. En esas reuniones le pidieron ayuda para identificar a quien, a su juicio, podría ser el nuevo secretario. Para Riviello, quien reunía todas las cualidades para el cargo era Oropeza.
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Foto de archivo de Josefina Vázquez Mota en un evento de la SEP con militares.
En la reunión también intervino el subsecretario de la Defensa, quien según sus allegados se sentía descartado pues estaba próxima la fecha de su retiro. En su alocución el general Guillermo Galván evitó hablar en primera persona, se centró en las condiciones materiales en que estaba el Ejército, los sueldos de la tropa, la situación de los oficiales, jefes, y militares retirados. Era una exposición de su visión sobre lo que debería cambiar en la institución. A sus más cercanos, Galván les había confiado que ya tenía organizada su vida como civil, sabía que era el más antiguo de los convocados al encuentro por lo que decía que sus posibilidades eran mínimas.
Faltaban pocos días para la toma de posesión cuando un informe sobre la matanza de campesinos acusados de pertenecer a la guerrilla del EPR, ocurrida en 1998 en el Charco, comunidad de la sierra de Guerrero, llegó a las manos de Calderón. Ahí se hacía referencia al papel que tuvo el general Oropeza, quien entonces era comandante de la zona militar en Acapulco. “Le habían traído la información de que Oropeza le había dado el tiro de gracia a una de las gentes en el Charco. Él personalmente le da el tiro de gracia a uno de los que detienen ahí. Eso hace que de última hora se dé un cambio”. La anécdota es de Isabel Arvide, periodista con más de tres décadas de experiencia, en los que ha tenido acceso privilegiado a los diferentes mandos militares en distintos gobiernos. Esta mujer que hoy se desempeña como asesora de seguridad del gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge, cuenta en entrevista no sólo uno de sus tantos encuentros que ha tenido con el hoy secretario de la Defensa Nacional, sino el desenlace de aquel episodio que significó que Galván llegara al cargo.
El gneral Alfredo Oropeza Garnica, durante un evento deportivo en Tabasco.
De última hora, Oropeza sale de la mira de Calderón y en su lugar el presidente elige al general Galván, quien cumplía todos los requisitos. “Había destacado en su carrera militar tanto en el ámbito operativo como administrativo, igual en la parte académica. A diferencia de Vega, no había ninguna queja, ningún impedimento, ningún peso contra su llegada”. El general Oropeza no era del agrado del secretario Vega, añade Arvide, porque sabía de su cercanía con Riviello, con quien nunca tuvo buena relación.
La dama de los cuarteles
Isabel Arvide (@isabelarvide) es una mujer que a sus casi 60 años no para desde temprana hora. Entre Chetumal, Cancún y la ciudad de México, sus días apenas le alcanzan para escribir y reunir sus apuntes de lo que llamó Mis generales, un libro inédito donde dice está su memoria de más de 35 años de convivir con los hombres de uniforme. Decana de la fuente de fuerzas armadas, Arvide traza el perfil íntimo de una treintena de generales entre los que aparecen cuatro exsecretarios de la Defensa y el actual, el general Galván. Entre entrevistas y reuniones aparece presurosa una tarde de junio en una cafetería de la Zona Rosa, trae el temple de esas mujeres curtidas en la toma de decisiones y acostumbradas a mandar. Dos de sus escoltas la acompañan a la entrada del local y a una señal de su jefa, desaparecen tan pronto toma asiento y pide una bebida de frutas.
Su mirada está enmarcada por un par de cejas saltonas que parece le dan un aire de severidad en lo que dice, pero al hablar, la levedad de su voz desliza anécdotas que cautivan. Cómo olvidar el otoño de 1976, cuando tenía unos meses de haber abandonado la carrera de medicina y le tomó la palabra a uno de sus mejores amigos quien la llevó a la redacción de Excélsior, fresco aún por el golpe que provocó la salida de don Julio Scherer. Ahí Alejandro Íñigo se convierte en su primer jefe quien le pone a redactar cables, a realizar guardias y a acompañar a los reporteros a cubrir notas. El periódico atraviesa una etapa de redefinición, entonces junto a Isabel Zamorano la envían a cubrir la Presidencia de la República en el ocaso del sexenio de Luis Echeverría. “Fue un hito en una redacción donde las mujeres no existían, era una redacción misógina. Se rompió un esquema que hoy da risa, en aquel entonces era como una batalla inconcebible”, recuerda. No pasó desapercibido para sus jefes que, a diferencia de otros redactores, Arvide tenía facilidad para la escritura, la avalaban sus poemas, cuentos y narraciones de su época universitaria. Una de sus primeras crónicas titulada “El convoy de la esperanza”, recogió una de las últimas giras de Echeverría, fue portada del periódico y ameritó que el mandatario la invitara con su comitiva al avión presidencial. “A la fecha mis amigos que estuvieron en el Estado Mayor Presidencial, me dicen que sólo me codeaba con las altas esferas. Siempre hubo el rumor de que Echeverría era mi novio, o de que habíamos tenido una relación, o que me pretendía, porque me trajo los últimos meses para arriba y para abajo en el avión con él. Lo que a mí me parecía muy normal y me hizo terriblemente pretenciosa para el resto de mi vida. Ahí conozco al general Miguel Ángel Godínez Bravo, Carlos Bermúdez Dávila y Arturo Cardona, futuros jefes del Estado Mayor Presidencial”.
Con la llegada de José López Portillo en diciembre de 1976 a la Presidencia, Arvide es removida y la mandan a cubrir fuentes desde el “más bajo nivel, por donde empieza uno”. Paradójicamente una de esas fuentes era el Ejército, que entonces –casi como ahora– no daba información. El cambio de gobierno llevó a Arvide al Sol de México, donde la invitó el exsecretario de Gobernación Mario Moya Palencia, quien se hizo cargo por ese entonces de la cadena de periódicos del cual se rumoró que eran propiedad de Echeverría. Regresó a la fuente presidencial con derecho de picaporte pues el jefe del Estado Mayor Presidencial, el general Godínez, era su amigo. Ahí conoció a Francisco Arellano Noblecía, el oficial que se convertiría en el salvoconducto para acceder a la cúpula militar, y quien años después pasaría a la historia como el jefe de los gendarmes que en febrero del 2001 tomarían Ciudad Universitaria para romper la huelga estudiantil. “Quien me lleva al Ejército como Ejército, quien es mi primera relación fuerte, sentimental, amorosa, erótica y al mismo tiempo me vincula con el grupo militar, es Arellano Noblecía. Porque a partir de ahí siempre viajo y estoy con el Estado Mayor Presidencial”.
La periodista durante la presentación de uno de sus libros.
Para Arvide no hubo conflicto ético periodístico porque desde entonces tomó una decisión. “Yo decidí en mi vida estar del lado del Ejército”, dice.
–¿Es publirrelacionista del Ejército?—se le cuestiona.
“Después de este libro no creo. Creo en las grandes decisiones de la vida y las da el tiempo. Yo decidí en mi vida estar del lado del Ejército. En la guerra de Chiapas, cuando comienza el alzamiento zapatista, estar a favor del Ejército era políticamente incorrecto. No significa que estés ciego, y que no vas a señalar los errores y menos todavía que no tengas la capacidad de señalarlos. Decirles en qué creo yo que están equivocados. Me considero una voz crítica dentro del Ejército. Por eso no me deja el general Galván ir a dar una conferencia al Colegio de Defensa. No les preocupa lo que diga sino lo que conteste cuando me cuestionen. Tan sigo siendo una voz crítica que el mismo Ejército no me da espacio. He estado con ellos, soy parte de ellos. Me parece que es un tema de ética, no soy su publirrelacionista, varios me dijeron que querían que fuera su jefa de prensa, pero no, no soy jefa de prensa de Galván”.
Y desde ese lado, con sus matices y relieves que muestran un rostro desconocido de los militares, escribió en la introducción de su libro: “Misterio para millones, conozco a mayor número de generales que cualquier mexicano. Los he visto llorar. Los conozco desnudos de todo. Los he padecido en sus peores horas. Los he levantado de mis amaneceres y los he corrido de mis noches. (…) Generales que son leyenda. Generales venerados por sus subordinados. Generales que son arquetipo de generosidad humana. (…) He sido amiga pública, he sido enemiga todavía más pública. También de los últimos cinco secretarios de la Defensa. Me han consentido al extremo, me han recibido de pie, sin darme la mano, me han amenazado, me han investigado, me han intervenido los teléfonos, me han llevado en su avión oficial, me han invitado a comer con sus esposas, me han abierto champaña por la mañana, me han abrazado lo necesario. Antes, durante y después de su mandato. Todos saben en este país que los he defendido en la guerra como en la paz… También, es mi signo vital, de cara a los civiles. Los he defendido junto a cadáveres chamuscados. Los he defendido siempre”.
FOTO: Cuartoscuro
Gerardo Clemente Vega García, exsecretario de Defensa.
Esquizofrenia
Gerardo Clemente Vega García se peleó y confrontó con el presidente de la república Vicente Fox como ningún secretario de la Defensa lo había hecho antes. Hoy el general vive retirado en Chihuahua donde, dice Arvide, padece una enfermedad mental que lo tiene recluido.
A Vega lo recuerda como un oficial que en los años 80 entraba a la oficina del jefe de Estado Mayor, el general José Ángel García Elizalde, con una libreta en mano para tomar apuntes. Tenía un “nombre interminable, como de personaje de telenovela”.
A fines de noviembre del año 2000, un general amigo de mucho tiempo atrás buscó a Arvide con urgencia. “Quería desesperadamente, como tantos, impedir que Vega fuese el nuevo secretario de la Defensa. Dile, me apresuraba, dile a Martha, a Fox, a quien sea que el general Vega le pega a su mujer, que no lo queremos”. Fue infructuoso, desde su designación, al no contar con méritos suficientes en el mando de tropas ni contar con la antigüedad para ejercer el cargo, Vega cosechó rechazo.
“Hablaba. Se enojaba con todos. Se ponía como loco del enojo, ofendía. Hasta Carlos Salomón que era su amigo y oficioso enlace, lo advertía. Incluso a los gobernadores los recibía de pie, con el gesto enfadado, gruñendo. A los periodistas los quiso encarcelar, eliminar, controlar. No sabía mandar. No podía con su propio carácter”.
En el ocaso de su gestión perdió todo, cuesta abajo, ni siquiera pudo controlar su sucesión. “Vega fue al olvido olvidando en enfermedad hasta quien fue alguna vez”, escribe Arvide.
El traidor
La historia de los teléfonos intervenidos por el Ejército es un juego de poder que los militares lo utilizan para mandarse mensajes. El exsecretario Riviello Bazán, comenta Arvide, durante el sexenio del general Vega lo utilizó para enviar recados. “Me llamaba y me decía: ‘Porque esos pajaritos que están aquí, vayan y díganle a su comandante que es un p*****o’. Sabía que mis grabaciones se las llevaban en el mismo momento al secretario”.
En el verano de 1997 una intervención telefónica a la línea del general Riviello, durante una charla con Arvide, fue un correo “indirecto” para el entonces secretario de la Defensa Enrique Cervantes Aguirre. Ocurrió en los meses posteriores a la crisis al interior del Ejército que significó la detención del general Jesús Gutiérrez Rebollo. “Riviello mandó decir que yo ‘era intocable para el Ejército’, por las diferencias que se agudizaban con Cervantes Aguirre, sabía que me podían hacer algo”.
FOTO: Cuartoscuro
El gneral Enrique Cervantes Aguirre.
Las diferencias venían por un libro de Arvide, que tituló La corrupción de las Águilas, del cual Cervantes creyó que estaba patrocinado por Riviello. Recuerda que por esos días hubo un intento de secuestro de su hijo probablemente relacionado con la salida del trabajo, entonces tomó la determinación de retirarlo de la editorial que preparaba la impresión. De aquel texto, del cual recupera varios pasajes para éste, Arvide concluye lo mismo sobre Cervantes Aguirre: Fue un traidor.
El episodio Gutiérrez Rebollo fue una de las dos mayores crisis que ha tenido la cúpula militar en su historia reciente. La otra fue la detención en agosto del año 2000 del general Francisco Quirós Hermosillo. En ambos el protagonista central fue el general Cervantes Aguirre, con el narcotráfico como telón de fondo. Con Rebollo significó la pérdida de mando y de liderazgo ya que un considerable número de generales, como Riviello, reconocían la trayectoria y capacidades del defenestrado. “Pero en lo emocional que hace que abominen, que escupan casi en la cara al general Cervantes, es la traición a su compadre Quirós Hermosillo. Porque la historia de Cervantes y Quirós era una historia pública, son compadres, eran familia, hicieron su carrera brazo con brazo, juntos. En lo emocional creo que a los militares les duele más la traición que la crisis con Rebollo. El tema de Rebollo es un tema de poder, muchos militares a mí me lo han dicho y se oye muy duro para los civiles pero así es: Lo mejor es que lo hubiera matado. Hubiera sido menos daño si mata a Rebollo que como lo manejó”, dice.
El general Jesús Gutiérrez Rebollo.
El apartado sobre Cervantes Aguirre es, junto al de Gutiérrez Rebollo, de los más extensos del nuevo libro. Al recuperar los entretelones de sus entrevistas en el penal de Almoloya , revive la acusación que en su momento hizo el general preso: de que Cervantes Aguirre buscó un pacto entre el cártel de Tijuana y el de Juárez por el cual recibió 60 millones de dólares.
Pasado el tiempo con cambios de gobierno y en el Ejército, Arvide dice que es tiempo de que el país conozca el rostro desconocido de los generales. Por su pluma pasa Jorge Carrillo Oléa, exgobernador de Morelos; Rafael Macedo de la Concha, exprocurador de la república; Mario Renán Castillo Fernández, excomandante militar en Chiapas con la guerrilla del EZLN; Juan Arévalo Gardoqui y Antonio Riviello, exsecretarios de la Defensa, entre otros.
Aunque al principio no tuvo ningún comentario del general Galván sobre la publicación del trabajo, pasado el tiempo recibió un mensaje de que el secretario no estaba de acuerdo en que se diera a conocer a la opinión pública. Arvide dice que lo estima mucho, que es un gran hombre, pero que no trabaja para él. “Lo digo claramente: si escribía un libro no iba a ser un libro inocente”, comenta.
“La piel militar sigue siendo sensible a la palabra verdad, al testimonio que descubre lo que tienen de humano, De bandidos, de maravillosos, de miserables, de cobardes, de leales. (…) Lo importante es que nada de lo que escribo es mentira. Los asesinatos que no me constan, el enfrentamiento feroz entre el general Cervantes y el general Rebollo, los negocios, las constructoras, los millones de dólares producto del crimen organizado, las complicidades militares, los arraigos ilegales, todo aquello que no presencié me fue contado por sus protagonistas tal y como lo reproduzco. Y todo lo otro, yo estaba ahí, me tocó vivirlo”, dice en el prólogo.
Arvide asegura que los usos y costumbres en la milicia han cambiado con la llegada de Galván. Aunque, subraya, “no será la primera vez que intenten lapidarme”. Exponer el lado íntimo de los generales, podría ocasionar en principio, algo que le dijo su amigo, el general Miguel Ángel Godínez Bravo: –Vas a hacer que te retiren el saludo—.
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05 de septiembre del 2012
Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
Opinión
24 horas
México, 5 de septiembre (24 Horas).- Esta semana comenzó a circular Mis generales, un libro peculiar escrito por la periodista Isabel Arvide. Se trata, en sus propias palabras, de “una crónica de amor y desamor sobre el poder militar en México”, que tiene ese sazón picante al desnudar a los generales -en algunos casos literalmente- en sus entrañas e intrigas, sus glorias, bajezas, integridad, su corrupción, y que abre lo que era hermético y secreto. No es un libro fácil de leer, no porque la prosa sea difícil -al contrario-, sino porque para entenderlo hay que rascar y contextualizar para descodificarlo.
Arvide deja entrever historias que si fueran contadas en ese género, reubicaría a varios presidentes de México en una dimensión distinta a la que ocupan ahora en el imaginario colectivo, y si lo fueran de manera impersonal, provocaría una conmoción en el Ejército al desvelar la condición humana de los generales, con sus fortalezas y grandes debilidades. El libro editado por Océano no es académico ni pretende ser una obra histórica o política, pero detrás de la narrativa íntima hay momentos que salpican sus páginas de manera casual que pudieran cambiar la historia de este país.
Por ejemplo, al hablar de su relación con el general Francisco Arellano Noblecía, recuerda la gira del presidente José López Portillo a Nueva York en plena crisis económica por la nacionalización de la banca: “De regreso paramos en Washington, el avión (que transportaba a miembros del Estado Mayor Presidencial) ya iba sin asientos, debíamos recoger una inmensa cantidad de armas que López Portillo entregó en secreto a Nicaragua”. Era 1982, cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional ya gobernaba Nicaragua (las armas las entregaron a su líder y presidente, Daniel Ortega), y estaba enfrentado a Estados Unidos, que construía en ese entonces un ejército clandestino que se denominó La Contra.
De lo que habla Arvide sin hablar es de un enfrentamiento directo con el gobierno de Ronald Reagan, que en plena guerra en Centroamérica lo desafió al apoyar clandestinamente a los sandinistas. Esa posición de López Portillo, tan despreciado por los mexicanos hoy en día, se continuó en el gobierno de Miguel de la Madrid, que contuvo, con la creación del Grupo Contadora, la invasión de Estados Unidos a Nicaragua. En el libro sin embargo, Arvide no recoge el valor de De la Madrid, sino la molestia que generó con los generales cuando, por el temor a un golpe de Estado, le prohibió al Ejército salir inmediatamente a las calles de la Ciudad de México tras el terremoto de 1985. El episodio lo recoge del general Alonso Aguirre Ramos, a quien escuchó en una reunión social decir que al presidente “había que pegarle un manotazo”, para que entendiera, se infiere, el poder de las Fuerzas Armadas.
En ningún momento menciona Arvide un quiebre institucional o rebeldía del Ejército. Ni siquiera cuando el presidente Carlos Salinas obligó al general Miguel Ángel Godínez en 1993 a replegarse y no desactivar al EZLN en Chiapas, luego de descubrir que preparaban el alzamiento indígena. La relación con los presidentes siempre fue de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Sólo así se explica -no se justifica- cuando al recordar la autora una plática con el general Jesús Gutiérrez Rebollo, ex zar contra las drogas y aún preso por su relación con Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, sugiere que fue una vendetta por la información en su poder -no profundizada- de los nexos del suegro del ex presidente Ernesto Zedillo con los hermanos Amezcua, que manejaban en los 90 el tráfico de metanfetaminas hacia Estados Unidos.
Los datos de corrupción de generales aparecen como lunares por todos lados. Un capítulo específico sobre el tema -que no es la estructura del libro-, habría permitido ver el mapa de aquellos directamente involucrados con la delincuencia organizada, y otros con recursos de origen inconfesable para invitar mujeres y descorchar botellas de champaña por el mundo, a donde viajaban en aviones oficiales y privados, gastando en dobles vidas y viviendo en un sistema de complicidades que al final, es lo que describe este libro de Arvide, y que obliga a que un historiador lo tome como punto de partida para narrar la historia negra de “mis generales”.
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Por como lo cuentan I.A. es algo asi como la cortesana oficial del Ejermex :S Lo comprare lo mas pronto que pueda
Re: Mis Generales
Ya tambien un amigo me consiguio con descuento el libro, como que me hacia wey para comprarlo porque la verdad se me hacia como el chismografo de una vieja muy liberal, entiendase Isabel Arvide (por no decir la cortesana oficial del Ejercito Mexicano) sobre los generales que se habia chispado.
La verdad, el libro esta subvalorado. Dice muchas cosas muy interesantes sobre una enorme cantidad de militares (y si muchas veces es efectivamente el chismografo de una periodista muy liberal, sobre los generales que se habia chispado)
Pero tambien dice mucho. Ya que esta mujer "haiga sido como haiga sido" ha estado, desde tiempos de Lopez Portillo, cercana a los titulares del EMP y del DN-1, asi como otros varios generales, como Carrillo Olea, Gutierrez Rebollo, Gertz Manero, Acosta Chaparro, Quiroz Hermosillo, Bribiano Villa, Mario Renan, y varios otros que han causado huella (buena o mala) en el EjeMex, son relatos de primera mano, de lo que ella vivio como corresponsal con el EMP, en el Plan Condor, en la Fuerza de Tarea Arcoiris (Chiapas) en Almoloya y cuando ayudo a implementar el Modelo Coahuila.
Existen muchos de esos detalles "tras bambalinas" de los que a uno lo hacen cambiar de paradigma completamente como me sucedio a mi con la idea que tenia de Acosta Chaparro.
Aparte de los detalles amorosos (si para mi hay algo peor que una mujer decir que intimo, en un libro de militares y aparte dicendolo con palabras de mujer con un general, es ver lo mismo repetido varias veces) es que el editor acomodo pesimamente a los generales. Lo que hace muy dificil hacer una linea cronologica de cada caso. Al igual que "El Ejercito y el Poder" de Ibarrola. No se que tienen los libros de periodistas de la fuente militar para acomodar todo con las patas, sin pies ni cabeza, sin un orden cronologico, o por lo menos de relevancia, como si a los periodistas no les hubieran enseñado metodologia de la investigacion, como a cualquier sociologo o jurista, siendo de lo que sacan para tragar. Aun cuando lo que escriban es, en si, oro molido.
Sin embargo el hecho de que yo le dedique tanto espacio a hablar de este libro quiere decir que me da a mi mucho de que hablar. Y eso, es algo que se debe de destacar.
La verdad, el libro esta subvalorado. Dice muchas cosas muy interesantes sobre una enorme cantidad de militares (y si muchas veces es efectivamente el chismografo de una periodista muy liberal, sobre los generales que se habia chispado)
Pero tambien dice mucho. Ya que esta mujer "haiga sido como haiga sido" ha estado, desde tiempos de Lopez Portillo, cercana a los titulares del EMP y del DN-1, asi como otros varios generales, como Carrillo Olea, Gutierrez Rebollo, Gertz Manero, Acosta Chaparro, Quiroz Hermosillo, Bribiano Villa, Mario Renan, y varios otros que han causado huella (buena o mala) en el EjeMex, son relatos de primera mano, de lo que ella vivio como corresponsal con el EMP, en el Plan Condor, en la Fuerza de Tarea Arcoiris (Chiapas) en Almoloya y cuando ayudo a implementar el Modelo Coahuila.
Existen muchos de esos detalles "tras bambalinas" de los que a uno lo hacen cambiar de paradigma completamente como me sucedio a mi con la idea que tenia de Acosta Chaparro.
Aparte de los detalles amorosos (si para mi hay algo peor que una mujer decir que intimo, en un libro de militares y aparte dicendolo con palabras de mujer con un general, es ver lo mismo repetido varias veces) es que el editor acomodo pesimamente a los generales. Lo que hace muy dificil hacer una linea cronologica de cada caso. Al igual que "El Ejercito y el Poder" de Ibarrola. No se que tienen los libros de periodistas de la fuente militar para acomodar todo con las patas, sin pies ni cabeza, sin un orden cronologico, o por lo menos de relevancia, como si a los periodistas no les hubieran enseñado metodologia de la investigacion, como a cualquier sociologo o jurista, siendo de lo que sacan para tragar. Aun cuando lo que escriban es, en si, oro molido.
Sin embargo el hecho de que yo le dedique tanto espacio a hablar de este libro quiere decir que me da a mi mucho de que hablar. Y eso, es algo que se debe de destacar.
Mis Generales
Hace poco cayó en mis manos el libro de Isabel Arvide "Mis Generales" Editorial Planeta 2012 y lo leí. Lo pongo en el bar porque es básicamente un libro de chismes o narración en primera persona de lo que la autora opina y dice haber vivido con presidentes, miembros del Estado Mayor Presidencial, jefes de región y zona militares, y una serie de generales a los que dedica un capítulo a cada uno. No se que opinión tengan de esa señora pero por lo que cuenta ha vivido muy de cerca muchos acontecimientos de nuestra historia reciente por lo que es interesante escuchar lo que tiene que contar. Y definitivamente se ve que ella se identifica con nuestras Fuerzas Armadas lo que hace que me caiga bien. Tambien veo que se involucró en la lucha contra el crimen organizado tanto en acciones de gobierno como en su papel de periodista. Los que son o han sido militares asi como los que sin haber sido militares tuvieron o tienen que ver en la lucha contra el crimen organizado, y participan en el foro, podrán dar mejores opiniones que la mía sobre el valor que tiene este libro como testimonio y sobre el papel que esta señora ha desempeñado en nuestra historia reciente sobre todo en relación con las Fuerzas Armadas y la Seguridad Nacional.
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